PDF - Grupo de Pesquisa Modernas Tendências do Sistema Criminal
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Revista Justiça e Sistema Criminal Modernas Tendências do Sistema Criminal FAE Centro Universitário Associação Franciscana de Ensino Senhor Bom Jesus Presidente Frei Guido Moacir Scheidt, ofm Pesquisadores do Grupo de Estudos Modernas Tendências do Sistema Criminal Diretor Geral Jorge Apóstolos Siarcos Centro Universitário Franciscano do Paraná Reitor da FAE Centro Universitário e Diretor Geral da FAE São José dos Pinhais Pró-Reitor Acadêmico Frei Nelson José Hillesheim, ofm Diretor Acadêmico André Luis Gontijo Resende Pró-Reitor Administrativo Régis Ferreira Negrão Diretor de Campus – FAE Centro Universitário, Campus Centro Julio Kiyokatsu Inafuco Diretor de Campus – FAE Centro Universitário, Campus Cristo Rei Carlos Roberto de Oliveira Almeida Santos Diretor Acadêmico da Faculdade FAE São José dos Pinhais Wagner Rodrigo Weber Coordenador dos Cursos de Pós-Graduação Lato Sensu Gilberto Oliveira Souza Coordenador dos Programas de Pós-Graduação Stricto Sensu José Henrique de Faria Secretário-Geral Eros Pacheco Neto Diretor do Instituto de Ciências Jurídicas Sérgio Luiz da Rocha Pombo Ouvidoria Samar Merheb Jordão Diretor de Relações Corporativas Paulo Roberto Araújo Cruz Editor Paulo César Busato Coordenação Editorial Ana Maria Ovçar Alves Ferreira (coordenadora editorial) Edith Dias (Normalização) Zeni Fernandes (Revisão de Linguagem) Ewerton Diego Oliveira da Silva (Editoração FAE Centro) Bráulio Maia Junior (Editoração FAE Centro) Capa Officio Design Coordenadora do Curso de Direito Coordenador do Grupo de Estudos Modernas Tendências do Sistema Criminal Paulo César Busato Alessandro Bettega Almeida Alexandre Ramalho de Farias Alexey Choi Caruncho Danyelle da Silva Galvão Eduardo Sanz de Oliveira e Silva Gabriela Xavier Pereira Leandro França Luiz Henrique Merlin Marlus Heriberto Arns de Oliveira Noeli Battistella Paulo César Busato Rodrigo Jacob Cavagnari Rodrigo Régnier Chemim Guimarães Sílvia de Freitas Mendes Sílvio Couto Neto Tatiana Sovek Oyarzabal Conselho Editorial e Consultivo Alfonso Galán Muñoz, Dr. (Universidad Pablo de Olavide) Ana Cláudia Pinho, Msc (UFPA) Carlos Roberto Bacila, Dr. (UFPR) Carmen Gomez Rivero, Dra. (Universidad de Sevilla) Cezar Roberto Bitencourt, Dr. (PUC - Porto Alegre) Eduardo Sanz de Oliveira e Silva, Msc (FAE, Unicuritiba) Elena Nuñez Castaño, Dra. (Universidad de Sevilla) Fábio André Guaragni, Dr. (Unicuritiba) Francisco Muñoz Conde, Dr. (Universidad Pablo de Olavide) Geraldo Prado, Dr. (UERJ) Gilberto Giacóia (Fundinopi) Jacinto Nélson de Miranda Coutinho (UFPR) Juarez Cirino dos Santos (UFPR) Luiz Henrique Merlin, Msc (FAE) Marcus Alan de Melo Gomes, Dr. (UFPA) Mauricio Stegemann Dieter, Msc (FAMEC) Paulo César Busato, Dr. (FAE, UFPR) Rodrigo Régnier Chemim Guimarães, Msc (FAE, Unicuritiba) Sérgio Cuarezma Terán, Dr. (INEJ) Circulação Indexação Outubro de 2010 Distribuição Comunidade científica: 300 exemplares Aline Fernanda Pessoa Dias da Silva Revista Justiça e Sistema Criminal. v. 1, n.1, jul./dez. 2009 Curitiba: FAE Centro Universitário, 2009 v. 28cm. Semestral ISSN 2177 - 4811 1. Direito penal - Periodicos. I. FAE Centro Universitário CDD 341.5 Os artigos publicados na Revista Justiça e Sistema Criminal são de inteira responsabilidade de seus autores. As opiniões neles emitidas não representam, necessariamente, pontos de vista da FAE Centro Universitário. A Revista Justiça e Sistema Criminal tem periodicidade semestral e está disponível em www.sistemacriminal.org Endereço para correspondência: FAE Centro Universitário – Núcleo de Pesquisa Acadêmica Rua 24 de Maio, 135 – 800230-080 – Curitiba.PR- Tel.: (41) 2105-4098. A presentação Paulo César Busato. Revista justiça e Sistema Criminal, v.2, n. 3, jan./jun.2010 Índice 1. Doutrina Internacional: La falsa informacion en la actividad de los auditores de cuentas (Dra. Elena NUÑEZ CASTAÑO) _____________________________________________________________7 Causalidad, incertidumbre científica y resultados a largo plazo (Mª del Carmen Gómez Rivero) _____________________________________________________________49 Hacia un enjuiciamiento penal civilizado (Ignacio F. Tedesco) _______________________________________________________________________95 La Restricción Penal a la Manipulación Genética en el Ordenamiento Jurídico Colombiano: Perspectivas de la Investigación Genética y la Protección del Bien Jurídico Tutelado. (Edgar Hernán Fuentes Contreras) ___________________________________________________________131 2. Doutrina nacional: A incidência da normativa internacional na delimitação do bem jurídico protegido nos delitos relativos à pornografia infantil (Alexandre Ramalho de Farias) ______________________________________________________________159 A prisão preventiva como ultima ratio das medidas processuais (Andréia Soltoski) ________________________________________________________________________195 Os princípios penais constitucionais e o estado constitucional de direito (Roberta Duboc Pedrinha) _________________________________________________________________211 O erro de proibição nos crimes contra o sistema financeiro nacional (Luiz Gustavo Mantovani)__________________________________________________________________233 A FORMAÇÃO HISTÓRICA DO MINISTÉRIO PÚBLICO Origens do Ministério Público na França, em Portugal e no Brasil (Ana Maria Bourguignon de Lima Paulo César Busato) ______________________________________________________________________245 A Identidade Entre Os Fins Do Direito Penal E Da Pena (Gabriela Xavier Pereira) ___________________________________________________________________279 Revista justiça e Sistema Criminal, v.2, n. 3, jan./jun.2010 LA FALSA INFORMACION EN LA ACTIVIDAD DE LOS AUDITORES DE CUENTAS* Dra. Elena NUÑEZ CASTAÑO** RESUMO ABSTRACT * El presente trabajo tuvo su origen en la conferencia La Falsa Informazione nell’attività di revisione contabile, pronunciada en el II Convegno Italo- Spagnolo sobre La Tutela penale dell’informazione societaria, celebrado en Pavía (Italia), del 21 al 23 de Septiembre de 2000. **Profesora Titular de Derecho Penal de la Universidad de Sevilla Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 7-48, jan./jun. 2011. 7 I INTRODUCCIÓN: LA ACTIVIDAD DE LOS AUDITORES DE CUENTAS Y EL SISTEMA ECONÓMICO. La actividad de los auditores de Cuentas tiene, por definición, una conexión directa e incuestionable con el funcionamiento de una empresa o sociedad mercantil y, consecuentemente, con la intervención de las mismas en el sistema económico y financiero del país en el que aquella radique. El sistema económico, o el orden económico, está siendo, en la actualidad, objeto de una mayor protección jurídica que la que gozaba en épocas pasadas; y de esta expansión proteccionista no podía sustraerse el Derecho penal, que ha dedicado uno de sus sectores, precisamente, al estudio de la protección penal del sistema y orden económico. La importancia del Derecho penal económico es innegable hoy en día, y es necesario reconocer que presenta una verdadera autonomía científica; autonomía que se encuentra justificada por las especiales características que reúne la criminalidad económica. Así, lo que define el fin del anterior y el comienzo del nuevo milenio es tanto el surgimiento de fenómenos y conductas nuevas y distintas de las conocidas hasta el momento, como su multidimensionalidad, fluidez e inseguridad; de tal modo que el delito ha dejado de ser un subproducto de los negocios, para pasar a ser un negocio en sí mismo. Se ha empezado a considerar que el delito es rentable, y, por tanto, digno de ser explotado, y, así, la economía pasa de patología del poder a forma de ejercicio del poder1. En realidad, las reacciones sociales ante la criminalidad económica son variadas: por una parte, la admiración hacia los delincuentes a quienes se ve como gente con imaginación, inteligencia, conocimientos técnicos y valor, lo que determina, consecuentemente, el reconocimiento de la mayoría de los individuos de su incapacidad para colocarse como autor de este tipo de conductas, de forma que se identifican más con el papel de víctimas, directa o indirectamente afectadas por dichos comportamientos; y, por otro lado, consecuencia de todo ello es la demanda social de una mayor y mejor protección del sistema económico y de los bienes jurídicos afectados mediante la intervención del Derecho penal, protección que permita hacer frente tanto a las nuevas formas de criminalidad como a los nuevos sujetos que surgen en el ámbito económico2; conductas y sujetos que ponen en jaque a las delimitadas y tradicionales instituciones jurídico-penales, las cuales se revelan Cfrs. CUNHA RODRIGUEZ, Os senhores do crime, Revista portuguesa de Ciência Criminal, ano 9, fasc. 1, enero-marzo 1999, pág. 9. 2 Cfrs., ya previamente, NUÑEZ CASTAÑO, Responsabilidad penal en la empresa, Valencia 2000, pág. 16. 1 8 FAE Centro Universitário incapaces de ofrecer soluciones adecuadas a este nuevo tipo de criminalidad sin renunciar a las garantías y principios que informan todo el Derecho penal3. Consecuente con ello se origina un incremento de la pretensión social de protección penal que ponga fin, aunque sólo sea formalmente, a esa inseguridad creciente, aún a costa de modificar las garantías básicas y clásicas del Estado de derecho4. Se produce, de este modo, una primacía de la seguridad frente a la libertad, debido principalmente a que el ciudadano medio ya no es el agente del Estado liberal que reclamaba ámbitos de libertad, sino un sujeto paciente, dependiente directa o indirectamente del Estado, en cuanto necesita ser protegido de riesgos que deben ser controlados por terceros5. En efecto, la criminalidad económica aparece en el primer plano de la discusión social sobre lo delictivo. Y, en este contexto, una Política criminal intervencionista y expansiva es bienvenida en amplios sectores sociales como reacción contra la criminalidad de los poderosos6: dicha criminalidad es lo que preside la discusión doctrinal y la actividad de los Tribunales, y, frente a ella, es lógico que el ciudadano se contemple a sí mismo más como víctima potencial que como autor potencial. En este sentido, se pronuncia muy acertadamente BUSATO, Vontade penal da pessoa jurídica. Um problema prático de imputaçao de responsabilidade criminal, en Revista da Escola da magistratura do Estado de Rondônia, Porto Velho-Rondônia, Brasil, nº 8, 2001, págs. 291-292 al afirmar que “...La economía globalizada, la creación de una sociedad de riesgos, la velocidad de las informaciones por vía cibernética, las intervenciones de los aparatos oficiales de poder y la conciencia de la necesidad de un desarrollo sustentable son asuntos que no ocupaban de forma habitual al legislador o al jurista penal, autores de las primeras construcciones dogmáticas. Por esa razón, es evidente que esa discusión sólo tiene lugar en términos de modernidad y que ha de tenerse en cuenta que las dificultades dogmáticas para esa discusión son, más que nada, fruto de la propia historia”. 4 Cfrs. SILVA SANCHEZ, La expansión del derecho penal. Aspectos de la política criminal de las sociedades postindustriales, 2ª ed., revisada y ampliada, Madrid 2001, págs. 40 y 41. 5 Cfrs. SILVA SANHEZ, La expansión del derecho penal, cit., pág. 30. 6 El problema, sin embargo, no es nuevo; por el contrario, ya afirmó FERNÁNDEZ ALBOR, Estudios sobre criminalidad económica, Barcelona 1978, págs. 90 y 91, citando a FIGUEIREDO DIAZ que “...la creciente complejidad de las relaciones de la vida moderna muestra la tendencia del legislador- tanto más marcada cuanto más viejo se revela el Código penal del respectivo país- a poner el aparato de las sanciones criminales al servicio de los más diversos fines de la política social (económica, financiera, fiscal, sanitaria, educativa, ecológica, etc.). De esta manera surge el moderno fenómeno de la sobrecriminalización, hipercriminalización o inflación incriminatoria, Sin embargo, la experiencia demuestra que, al ceder a las tentaciones de la criminalización, nuestras esperanzas de, por su mediación, controlar y dominar el aumento de la criminalidad, quedan defraudadas; en realidad, tal proceso lanza el mayor descrédito sobre el Derecho penal y la función que primariamente le incumbe de protección de los valores fundamentales de la comunidad, olvidando que aquel sólo debe intervenir como ultima ratio de la política social”. Palabras que resultaron premonitorias de la situación que se vive en la actualidad. Efectivamente, en un intento de dar respuesta al “clamor social” se está produciendo una “huida hacia delante” del Derecho penal que conlleva una expansión criminalizadora; expansión que, sólo aparentemente, consigue satisfacer las demandas sociales. Ello no quiere decir, sin embargo, que deba negarse automáticamente cualquier intento de nueva criminalización; sino, simplemente, que ésta sólo debe producirse cuando sea absolutamente necesario, siempre desde el prisma del más escrupuloso respeto a los principios informadores del Derecho penal. 3 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 7-48, jan./jun. 2011. 9 En este punto no puedo evitar mencionar unas ilustrativas palabras de un importante penalista, el profesor JIMENEZ DE ASUA7, quien, ya hace algún tiempo, afirmó que “hace años, el español de presa, ansioso de despojar a otros de su fortuna o sus ahorros, se echaba al monte con clásico calañés y trabuco naranjero, escapando de sus perseguidores a lomos de la jaca andaluza. Hoy crea sociedades, desfigura balances, simula desembolsos y suscripciones y, montado en la ignorancia de fiscales y magistrados, escapa sobre el cómodo asiento de su automóvil”. Estas palabras no sólo no han perdido ni un ápice de su actualidad, sino que, por el contrario, ponen de relieve la enorme importancia de los temas relativos al Derecho penal económico. Así, a modo de ejemplo, pueden citarse, por un lado, la constatación del importante papel que revisten las personas jurídicas en la delincuencia económica y, por otro, la determinación de las nuevas conductas delictivas directamente relacionadas con la actividad societaria como el falseamiento de balances y cuentas anuales, las falsas informaciones sociales, la administración fraudulenta, el abuso de mayorías ficticias, etc.; figuras delictivas surgidas al amparo del auge del sistema económico y de la actividad mercantil, que difícilmente podrán encajarse en el ámbito de los tradicionales tipos delictivos. Esta situación provoca el nacimiento de nuevas víctimas indefensas ante la obsolescencia de un Derecho penal basado en el espíritu y la ideología del siglo XIX, e incapaz de dar respuesta, con las tradicionales instituciones, a los distintos problemas que estos comportamientos implican. Efectivamente, tanto nuestra doctrina como los órganos judiciales habían llamado la atención, en reiteradas ocasiones, sobre las deficiencias que el sistema legal presentaba a la hora de enfrentarse a la delincuencia económica, y la consiguiente necesidad urgente de subsanar esta laguna8. En este clima de preocupación por los daños que la delincuencia económica puede ocasionar en el sistema de economía nacional, resultaba especialmente lamentable la inexistencia de regulación de las infracciones realizadas por las empresas y, particularmente, por las sociedades mercantiles. Ámbito en el que destacan, entre otras conductas, los casos de falsedad en los balances y en otros documentos que, de un modo u otro, reflejen la Cfrs. JIMENEZ DE ASUA, Prólogo a Rodríguez Sánchez, El delito financiero. Su repercusión en el crédito y en la economía, Madrid 1934, págs. 4 y 5, citado por RODRÍGUEZ MOURULLO, Aspectos penales de las crisis bancarias, en Aspectos jurídicos de las crisis bancarias, Madrid 1988, pág. 284. 8 En este sentido, RODRIGUEZ MOURULLO, Algunas consideraciones político-criminales sobre los delitos societarios, ADPCP 1984, pág. 682; MARTINEZ PEREZ/FERNANDEZ ALBOR, Delincuencia y economía, Santiago de Compostela, 1983; también las Memorias de la Fiscalía del Tribunal Supremo de 1968, 1970 y 1971 se pronunciaron a favor de la necesidad de cobertura de estos supuestos; tesis que ya fue defendida por el Tribunal Supremo en la Sentencia de 23 de junio de 1973. 7 10 FAE Centro Universitário situación contable y económica de la sociedad. La razón de esta incriminación radica, entre otras, en la importancia de reflejar una imagen fiel y verdadera de la situación económica y patrimonial de la empresa, y en la trascendencia que esa información tiene para el sistema económico desde la base de la confianza que estos datos y documentos originan en los distintos sujetos implicados en la actividad económica. No voy a entrar en un pormenorizado análisis de estos temas que exceden el ámbito del presente estudio; sin embargo, sí quisiera hacer referencia a determinados aspectos de las conductas de falsedad de informaciones y documentos sociales, ya que éste es el ámbito en el que hemos de movernos al estudiar las conductas realizadas por los auditores de cuentas en el ejercicio de su actividad. El art. 34 del Código de Comercio junto, principalmente, con el art. 171 de la Ley de Sociedades anónimas, establece la obligación de formular las cuentas anuales, el informe de gestión y la propuesta de aplicación del resultado. Esta obligación se va a concretar no sólo en que las mismas deben ser realizadas por unos sujetos determinados (los administradores de la sociedad), sino en que deben tener una forma concreta para que reflejen fiel y verazmente la situación patrimonial de la entidad, exigencia efectuada por la legislación mercantil y el Derecho comunitario9; conducta y documentos que configuran el tipo contenido en el art. 290 del Código penal español. Por lo que se refiere a la primera de las cuestiones, esto es, los sujetos obligados a la realización de las referidas cuentas anuales, hay que señalar que, en aplicación del art. 25.2 del Código de Comercio10, se trata de una obligación personal, aunque no personalísima, de forma que puede ser delegada a otras personas. Hay que tener en cuenta que, en la mayoría de los casos, los administradores de una sociedad carecen de los conocimientos precisos para la elaboración de la contabilidad de su empresa y, consecuentemente, de las cuentas anuales; así, lo habitual es que se encargue la realización de las mismas a otras personas (contables, economistas, asesores, auditores), en suma, profesionales que sean La expresión “imagen fiel” procede de las Directivas de la CEE, que la recogen de la expresión inglesa “true and fair view” (imagen verdadera y fiel), cuyo significado es dispar para la doctrina. Así, los juristas italianos mantienen que es una expresión actualizada del viejo principio de veracidad y exactitud, mientras que, para la doctrina alemana, añade una mayor rigurosidad en la regulación de la contabilidad, vid., para un estudio mas detallado, GARRETA SUCH, Introducción al Derecho contable, Madrid 1994, pág. 218; BISBAL, El interés público protegido mediante la disciplina de la contabilidad (nota sobre la 4ª Directiva del Consejo de la CEE, en RDM, nº 160, 1981, págs. 257 y ss. se une a la segunda interpretación, afirmando que esta exigencia supone un plus. Para una exposición más detallada sobre este tema, cfrs. NUÑEZ CASTAÑO, La estafa de crédito, Valencia 1998, pág. 406 y ss. 10 El número 2 del art. 25 del Código de Comercio determina que “la contabilidad será llevada directamente por los empresarios o por otras personas debidamente autorizadas, sin perjuicio de la responsabilidad de aquellos. Se presumirá concedida la autorización salvo prueba en contrario”. 9 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 7-48, jan./jun. 2011. 11 capaces de realizarlas. Todo ello sin perder de vista que la validez de las cuentas anuales se deriva de su formulación y firma por los administradores de la sociedad, y de su preceptiva presentación ante el Registro Mercantil. Ahora bien, independientemente de quién realice materialmente las mencionadas cuentas anuales, son los administradores de la sociedad quienes deben firmarlas y formularlas, ya que de lo contrario no serían admitidas por el Registrador11. Es decir, la posibilidad de delegar la llevanza de la contabilidad, contemplada en el art. 25.2 del Código de Comercio, no significa que la responsabilidad del administrador se excluya, y ya no por culpa in vigilando o in eligendo, sino con un claro fundamento ex lege12. Así, el art. 171.1 de la Ley de Sociedades Anónimas impone a los administradores la obligación de su formulación; incluso el propio Código de Comercio, cuando en su art. 25.2 establece la posibilidad de delegación en la formulación de las cuentas anuales, lo hace con la salvedad de que, en todo caso, se mantenga la responsabilidad de los administradores. Ello resulta aún más evidente, al establecer el segundo apartado del art. 171 de la Ley de Sociedades Anónimas la necesidad de que las cuentas anuales deban ir firmadas por los administradores; necesidad de firma que queda establecida respecto de los administradores con independencia de quienes hayan elaborado o formulado las citadas cuentas. En relación con la segunda de las cuestiones, la forma de las cuentas anuales, resulta evidente que, desde nuestro ingreso en la Unión Europea, se han ido sucediendo normativas, que determinan los principios y normas de desarrollo de las contabilidades de las Sociedades. Como objetivo común a todos ellos, puede deducirse que la contabilidad disponga la secuencia regular de la actividad profesional del empresario, de forma que sea un medio idóneo para averiguar la realidad de su estado patrimonial, es decir, que los documentos contables muestren con claridad “la imagen fiel del patrimonio, de la situación Así, la Sentencia de la Audiencia Provincial de Soria de 10 de julio de 1998, afirma que “...Conforme a los arts. 218 y 219 LSA en relación con el art. 330 del Regl. de Registro Mercantil las cuentas, previamente a su presentación para el depósito, deben haber sido firmadas por todos los administradores de la sociedad y la falta de la firma de uno o varios de los administradores en alguno o en todos los documentos presentados tiene que ser indicada en el propio documento contable que carezca de la signatura con certificación de la causa de la falta de la misma, siendo este uno de los extremos sobre el que ha de versar la calificación registral. No es, en definitiva, indiferente ni intrascendente para la seguridad del tráfico mercantil que una sociedad aparezca en el Registro Mercantil con cuentas aprobadas por todos los administradores a que figure con alguna incidencia conflictiva como es la ausencia de la firma de uno de ellos expresando las causas de su negativa, y todo ello sin olvidar las posibilidades de solicitar auditoría por la minoría ante el Registrador o el Juez”. 12 En este mismo sentido, la Sentencia del Tribunal Supremo de 10-7-1984 establecía: “… que son los administradores de la sociedad quienes deben, por pertenecerles insustituiblemente a los órganos de administración de los arts. 71-84, según los respectivos estatutos, la formación de los cuestionados documentos…”. 11 12 FAE Centro Universitário financiera y de los resultados de la empresa”13. Para cumplir con estas exigencias las cuentas anuales deben revestir una determinada forma establecida por la correspondiente legislación mercantil, entre cuyos requisitos se encuentran la legalización ante el Registro mercantil, y la claridad, relevancia, razonabilidad, objetividad y verificabilidad de las mismas14, lo que incrementa la confianza de los demás sujetos económicos respecto a la correspondencia de las mismas con la imagen fiel de la empresa. La exigencia de dotar de la máxima transparencia la información económicocontable de la empresa, cualquiera que sea el ámbito en el que realice su actividad, ha determinado que existan a lo largo del tiempo diversas técnicas de revisión, mediante las que se puede obtener una opinión cualificada sobre el grado de fidelidad con que la documentación económico-contable representa la situación económica, patrimonial y financiera de la empresa. Por ello, la elaboración y perfección de unas cuentas anuales y de una contabilidad social no termina, en la mayoría de los casos, con la presentación de las mismas por los administradores de la sociedad. Por el contrario, tal como establece el art. 203 de la Ley de Sociedades anónimas, salvo en los casos de sociedades que, por sus reducidas dimensiones, puedan presentar balance abreviado, las cuentas anuales y el informe de gestión deberán ser revisados por auditores de cuentas, comprobando que las cuentas anuales ofrezcan una imagen fiel del patrimonio, de la situación financiera y de los resultados de la sociedad, así como la concordancia del informe de gestión con las cuentas anuales del ejercicio15. Para que la contabilidad de una sociedad responda a las expectativas que de la misma se esperan, es necesaria la presencia de una presunción de veracidad, que sólo se logra mediante determinados mecanismos de control externo, como es el caso de las auditorías16. Es decir, los auditores son sujetos que desempeñan la misión de verificar formal y materialmente, con arreglo a criterios contables y con exactitud y veracidad, las cuentas de la sociedad, que previamente han sido formuladas por los administradores, y cuyo funcionamiento está regulado y establecido por la Ley de Auditorías de cuentas de 1988 y su Reglamento de 20 de diciembre de 199017. Así, la auditoría de cuentas, según el Cfrs. MORAN BOVIO, en Jiménez Sánchez y otros, Derecho mercantil, Barcelona, 1995, pág. 118. Requisitos expuesto por RIVERO ROMERO, Contabilidad de Sociedades; problemática económicocontable, Madrid 1989, págs. 249-250. 15 Ello responde a lo establecido en el art. 208 de la Ley de Sociedades anónimas. Cfrs. MARTINEZ-BUJAN PEREZ, Derecho penal económico, Parte especial, Valencia 1999, pág. 211. 16 En este mismo sentido, cfrs. FERNÁNDEZ TERUELO, Los delitos societarios en el Código penal español, Madrid 1998, pág. 168. 17 Cfrs. Ley 19/1988, de 12 de julio, de Auditoría de Cuentas y Real Decreto 1636/1990, de 20 de diciembre por el que se aprueba el Reglamento que desarrolla la Ley 19/1988. 13 14 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 7-48, jan./jun. 2011. 13 Preámbulo de la Ley, tiene por objeto la emisión de informes sobre la fiabilidad de los documentos contables auditados. En esta línea, no considero correcto asumir las tesis de que el control realizado por los auditores de Cuentas sea exclusivamente un control formal de la contabilidad, limitándose, por tanto, a confirmar la apariencia de corrección de la misma, sino que estimo que el Auditor debe entrar a verificar la realidad objetiva y la correspondencia de esta realidad con la situación recogida en la contabilidad18. La exigencia de dotar de la máxima transparencia la información económicocontable de la empresa es un elemento consustancial al sistema de economía de mercado que se recoge en el art. 38 de la Constitución española, lo que implica que la auditoría de cuentas es un servicio que se presta a la empresa revisada, y que afecta e interesa no sólo a la propia empresa sino también a terceros implicados con su actividad19, por cuanto la apariencia de corrección de dichas cuentas aumenta a medida que se incrementan los controles de exactitud y corrección que se le realizan. Por todo ello, la importancia de los auditores de cuentas en el correcto funcionamiento de las Sociedades es innegable; y ello porque se constituyen en verdaderos garantes de la corrección y exactitud de la información societaria y, por tanto, quizás la más eficaz barrera de contención de peligros que pudieran cernirse sobre el correcto funcionamiento tanto de la sociedad como del sistema económico20. Asimismo, esta es la ratio criminis en el Derecho penal italiano, en el que, junto a la tutela de la fe pública, que persigue la veracidad y corrección de las manifestaciones de los administradores de la sociedad de revisión contable, a causa del particular y trascendente valor probatorio que se le atribuye, se protegen también otros intereses: los de la sociedad objeto de control, de sus socios y de acreedores presentes o futuros, de la economía pública, etc.21 Así, la Ley de Auditorías en su Exposición de Motivos establece que: “La auditoría de cuentas se configura en esta Ley como la actividad que, mediante la utilización de determinadas técnicas de revisión, tiene por objeto la emisión de un informe acerca de la fiabilidad de los documentos contables auditados; no limitándose, pues, a la mera comprobación de que los saldos que figuran en sus anotaciones contables concuerden con los ofrecidos en el balance y en la cuenta de resultados, ya que las técnicas de revisión y verificación aplicadas permiten, con un alto grado de certeza y sin la necesidad de rehacer el proceso contable en su totalidad, dar una opinión responsable sobre la contabilidad en su conjunto y, además, sobre otras circunstancias que, afectando la vida de la empresa, no estuvieren recogidas en dicho proceso”. 19 Cfrs. SERRANO GOMEZ, Responsabilidad penal de administradores de sociedades y auditores de cuentas, Actualidad penal, nº 28, 12-18 de Julio de 1993, par. 399. 20 Cfrs. VALLE MUÑIZ, en Quintero Olivares y otros, Comentarios al nuevo Código penal, Pamplona 1996, pág. 1312. 21 Cfrs. ANTOLISEI, Manuale di Diritto Penale, Leggi complementari, I. I Reati societari, bancari, di lavoro e previdenza, 10ª ed., aggiornata e integrata da L. Conti, Milano 1997, pág. 158. 18 14 FAE Centro Universitário Surge, por consiguiente, un nuevo problema que requiere solución. Así, al margen de las falsedades que los administradores cometen en la realización del balance o cuentas anuales de una sociedad y que pudieran constituir un delito de falseamiento de documentos sociales recogido en el art. 290 Código penal, ¿qué ocurre cuando la falsedad se realiza en el informe emitido por aquellos que tienen a su cargo la actividad de revisión contable y que, consecuentemente, garantizan la veracidad y fidelidad de las cuentas anuales?; es decir, ¿qué ocurre cuando los auditores de cuentas incumplen su deber de veracidad al emitir el informe de auditoría? II LA FALSA INFORMACIÓN EN LA ACTIVIDAD DE LOS AUDITORES DE CUENTAS Nos encontramos así, ante un grupo de casos en los que la falsedad se centra en el informe emitido por los auditores en relación con las cuentas anuales presentadas por los Administradores de la sociedad. Al amparo de otros Ordenamientos jurídicos distintos del español, como por ejemplo, el italiano, el problema disminuye por cuanto en los delitos relativos a la falsedad en la información social, se incluye en el círculo de sujetos activos, junto a los administradores, también a los auditores de cuentas22. No sucede lo mismo en el Derecho penal español, sino que las irregularidades e infracciones que se produzcan en el ejercicio de la actividad de revisión contable (Auditoría) están sometidas al régimen administrativo sancionador regulado por la Ley de Auditorías23. El problema que surge en este punto es que la falsedad realizada por los auditores no versa sobre la situación y los documentos jurídicos y/o contables de su propia empresa de Auditorías, ya que en este supuesto se realizaría la conducta descrita en el art. 290 del Código penal, y la persona que formulase o firmase los documentos sería responsable desde el prisma de su consideración como Administrador de la empresa o sociedad de Auditorías; es decir, la conducta delictiva versaría sobre datos y documentos relativos a la situación jurídica y económica de la propia empresa auditora. El supuesto que estamos analizando es radicalmente distinto; aquí la conducta de los auditores se refiere a la actividad de revisión y verificación de los datos y documentos contables emitidos por otra sociedad; es decir, no se falsean datos y documentos propios, sino que la conducta falsaria recae sobre datos y documentos ajenos, esto es, de la sociedad auditada. Cfrs. ANTOLISEI, Manuale di diritto penale, cit., passim; MAZZACUVA, L’attività di revisione contabile e la certificazione dei bilanci, in Atti del Convegno CEEP di Torino, 17-18 gennaio, 1983. 23 Cfrs. arts. 15 y ss. de la Ley 19/1988 de Auditorías. 22 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 7-48, jan./jun. 2011. 15 El obstáculo aparece, entonces, derivado de la inexistencia en nuestro Ordenamiento jurídico-penal de una mención específica de los auditores y las Sociedades de Auditoría como posibles sujetos activos de las conductas delictivas recogidas en el art. 290 del Código penal: las falsas informaciones sociales24. De esta forma, ante la inexistencia de una mención específica de la figura de los Auditores como posibles sujetos activos del delito de falsedad en la información social, se hace necesaria una labor interpretativa que permita obtener una calificación jurídica de este tipo de comportamientos. Se abre en este punto una doble vía: la posibilidad de calificar el comportamiento como un delito común de falsedad documental cometido por particulares y recogido en los arts. 390 y 392 del Código penal; o bien, la posibilidad de aplicar el delito especial de falsedad de informaciones y documentos sociales del art. 290 Código penal, opción ésta última que pasa por la consideración de los auditores de cuentas como administradores de la sociedad. Empecemos por la última de ellas. 1 LA FALSA INFORMACIÓN DE LOS AUDITORES DE CUENTAS COMO DELITO DE FALSEDAD DE INFORMACIONES Y DOCUMENTOS SOCIALES DEL ART. 290 DEL CÓDIGO PENAL. Ya se ha establecido por un amplio sector doctrinal que el delito de falsedad de documentos sociales se configura como un delito especial y, por tanto, el círculo de sujetos activos se encuentra limitado a aquellos expresamente mencionados en el texto legal; es decir, los administradores de hecho o de derecho25. Al no existir mención expresa de los Auditores de cuentas como posibles sujetos activos de este tipo delictivo, la posibilidad de calificar su conducta como falsedad social pasa por la interpretación de los conceptos de Auditor y de administrador, a fin de determinar la posibilidad de incluir el primero en el segundo. La existencia de este problema, y la necesidad de una tipificación expresa de los informes falsos de auditoría, ya fue puesto de relieve por STAMPA BRAUM,J.M.; BACIGALUPO, E.La reforma del derecho penal económico español., Madrid: Instituto de Estudios Económicos, 1980. p 68. 25 En este sentido, cfrs. MUÑOZ CONDE,F. Derecho penal: . parte especial, 13. ed., Valencia: Tirant lo Blanch, 2001. P. 503; ROSAL BLASCO, B. del. Los delitos societarios en el código penal de 1995, Valencia 1998. p. 95; FARALDO CABANA, P. Los delitos societarios: aspectos dogmáticos y jurisprudenciales, Valencia: Tirant lo Blanch, 2000. p. 170; MARTINEZ-BUJAN PEREZ, C. Derecho penal económico: parte especial, cit., p. 210; MORENO CANOVES, A.; RUIZ MARCO, F. Delitos socioeconómicos: comentarios a los arts. 262, 270 a 310 del nuevo código penal (concordados y con jurisprudencia)., Zaragoza , 1996. p. 249; NUÑEZ CASTAÑO, E. La estafa de crédito, cit., p. 353; TERRADILLOS BASOCO, J. Derecho penal de la empresa. Valladolid: Akal, 1995. p. 80; VALLE MUÑIZ, J.M. (Coord.); QUINTERO OLIVARES, G.(Dir.) Comentarios al nuevo código penal, cit. p. 1311. 24 16 FAE Centro Universitário A.- EL AUDITOR COMO ADMINISTRADOR DE LA SOCIEDAD Como se acaba de exponer, la inexistencia de una mención a los auditores de cuentas como sujetos activos del delito recogido en el art. 290 del Código penal, hace necesario otorgar un concepto de aquellos a fin de determinar su adecuación a círculo de sujetos activos contenidos en el mencionado precepto. Sobre esta base, en aplicación de la Ley de Auditoría de 1988, podemos afirmar que Auditor es aquella persona externa a la empresa que verifica y dictamina si las cuentas anuales, presentadas por los administradores, expresan la imagen fiel del patrimonio y de la situación financiera de la empresa o entidad auditada, así como el resultado de sus operaciones y los recursos obtenidos y aplicados en el período examinado, al tiempo que emite un informe en relación con estos aspectos26. Ante esta definición, algún sector mercantilista ha abogado por la naturaleza de órgano social de los Auditores27, y su asimilación a los administradores, apoyándose también en el hecho de que en Derecho Comparado se establezca su responsabilidad criminal en solidaridad con la de los administradores28. Evidentemente, la solución positiva se basaría en considerar decisiva la intervención de los Auditores en la verificación de las cuentas que son aprobadas, depositadas y publicadas; más aún, cabe interpretar que, en su caso, Cfrs. art. 1 de la Ley 19/1988, de 12 de julio, de Auditorías de Cuentas, y art. 1 del Real Decreto 1636/1990, de 20 de diciembre, por el que se aprueba el Reglamento que desarrolla la Ley 19/1988. 27 Así, con la anterior LSA, GARRIGUES, J.; URIA, R. Comentario a la ley de sociedades anónimas. Madrid: Samaran, 1976. v.2, p. 467; y con la LSA de 1989, SANCHEZ CALERO, F. Instituciones de derecho mercantil. Madrid: Dersa, 1994. v.1, p. 419. 28 Así, por ejemplo, en Derecho penal italiano, el decreto Legislativo nº 58 de 24-2-1998, sobre el Testo Unico delle disposizioni in materia di intermediazione finanziari, establece en el art. 176 la responsabilidad de los auditores para los supuestos de falsedad en la actividad de revisión contable. De modo similar, en la Proposta di legge delega per il reati societari de Marzo de 2000, en Diritto e Practica delle Società, nº 5, 20 de Marzo de 2000, establece en su art. 10 relativo a la Regulación penal de la sociedad mercantil, lo siguiente: “1. La reforma de la regulación penal de la sociedad mercantil y de materias conexas está inspirada en los siguientes principios y criterios reguladores: a) prevenir los siguientes delitos e ilícitos administrativos:….3) falsedad en el informe o en comunicaciones de la sociedad de revisión, consistente en el acto de los responsables de la revisión que, en el informe o en otras comunicaciones, atestigüen datos falsos u oculten información concerniente a la situación contable, económica, patrimonial o financiera de la sociedad, entidad o sujeto sometido a revisión; precisando que la conducta debe ser idónea para engañar al destinatario sobre la mencionada situación; previéndose la pena de reclusión”. En Alemania, los §§ 399 y ss. de la AktG y el §82 GmbH-G persiguen las conductas de los administradores, Consejo de Vigilancia, liquidadores, fundadores, presidentes, etc., sin hacer referencia de ningún tipo a los censores de cuentas o auditores; sin embargo, el §332 del HGB, que tiene carácter general y común para todo tipo de sociedades, hace referencia a los interventores de cuentas en relación con la infracción del deber de informar. En el Derecho penal de sociedades francés, los arts. 425.3 y 437.2 de la Ley de Sociedades castigan al gerente de una sociedad de responsabilidad limitada, o al presidente, los administradores o los directores generales de una sociedad anónima que presenten o publiquen cuentas anuales inexactas con el fin de disimular la verdadera situación de la sociedad. 26 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 7-48, jan./jun. 2011. 17 es exigible una mayor responsabilidad que a los administradores, dado que la actividad del Auditor añade un plus de apariencia de veracidad a lo que se publica, por lo que, en los supuestos de mendacidad de cuentas, resulta innegable una singular responsabilidad del censor en el resultado lesivo que se produzca29. Si bien la argumentación es correcta, sin embargo, es necesario hacer matizaciones que considero van a dar lugar a una solución radicalmente distinta. En primer lugar, la trascendencia, innegable, de la actividad de los Auditores de cuentas puede justificar su inclusión expresa dentro del círculo de sujeto activos del delito, de modo similar a como se hace en Derecho comparado; pero lo que no puede justificar es que, ante la inexistencia de una mención expresa, se sustituya ésta por una identificación automática con el concepto de administrador de la sociedad. En segundo lugar, esa imposibilidad de identificación automática entre administrador y auditor hace necesario revisar ambos conceptos para poder afirmar o negar su posible equiparación. Al analizar el círculo de sujetos activos del delito de falsas informaciones sociales se mencionan dos tipos de sujetos: administrador de hecho y de derecho. Resulta necesario, por tanto, comenzar el análisis determinando qué debe entenderse por cada uno de ellos. Así, considero que administrador de derecho es un concepto normativo jurídico que habrá de ser interpretado a la luz de la legislación extrapenal correspondiente30; de tal modo que sería aquel que pertenece al órgano de administración de la entidad en cuestión, tiene facultades de gestión y representación y cuyo nombramiento debe provenir ex lege, reuniendo todos los requisitos y formalidades exigidos por la legislación mercantil. Sobre esta base, baste con señalar en este lugar, que pueden ser administradores de derecho los órganos de administración de las diferentes clases de sociedades, siempre que reúnan todos los requisitos y formalidades exigidos por la legislación mercantil y, en particular, siempre que hayan formalizado su nombramiento y se hayan inscrito en el Registro Mercantil31. Cfrs. MORENO CANOVES, A.; RUIZ MARCO,F. Delitos socioeconómicos, cit. p. 255. Cfrs. MARTINEZ-BUJAN PEREZ,C. Derecho penal económico: parte especial, cit., p. 177; BAJO FERNANDEZ,M. Los delitos societarios en el nuevo código penal español de 1995. In: JORNADAS SOBRE DERECHO PENAL ECONÓMICO, Oviedo 1997; ROSAL BLASCO, B. del Los delitos societarios…, cit., p. 59; FARALDO CABANA,P. Los delitos societarios, cit., p. 72; NUÑEZ CASTAÑO, H. La responsabilidad penal en la empresa, cit., p. 68; BAJO FERNÁNDEZ, M.;BACIGALUPO, S. Derecho penal económico. Madrid: Centro de Estudios Ramos Areces, 2000. p. 102. 31 Cfrs. MORENO CANOVES, A.;RUIZ MARCO, F. Delitos socioeconómicos, cit., p. 254; GARCIA DE ENTERRIA,J. Los delitos societarios: un enfoque mercantil, Madrid: Civitas, 1996. p.45; GOMEZ BENITEZ, J.M. Administradores de hecho y de derecho en el nuevo código penal: el nuevo código penal, delitos societarios e insolvencias punibles. Madrid: Banco Central-Hispano, 1996. p. 144. 29 30 18 FAE Centro Universitário Ante esta definición resulta evidente la imposibilidad de considerar a los Auditores como Administradores de derecho de una sociedad por cuanto le falta ya el primero de los requisitos: la pertenencia al órgano de administración. Por el contrario, el art. 8 de la Ley de Auditorías establece como causa de incompatibilidad del Auditor en el ejercicio de sus funciones, la pertenencia al órgano de administración de la sociedad que se audite. Lógica limitación, si lo que se pretende es que la auditoría consista en una revisión externa de la actividad social. Por ello, también el Reglamento que desarrolla la mencionada Ley de Auditorías, establece que los Auditores deberán ser independientes, en el ejercicio de su función, de las empresas o entidades auditadas32; entendiendo por “independencia” la ausencia de intereses o influencias que puedan menoscabar la objetividad del auditor, para lo que se tomará en consideración, entre otras circunstancias, la realización para la empresa o entidad auditada de otros trabajos que puedan limitar la imparcialidad de auditor33. Medidas todas ellas encaminadas a asegurar la imparcialidad, corrección y exactitud de la actividad de revisión contable que realiza el auditor. Por lo que se refiere al concepto de administrador de hecho, considero que lo relevante a efectos penales, no es la perfección formal de la relación interna entre el administrador y la sociedad34, sino que a lo que hay que atender es a las verdaderas relaciones fácticas entre el sujeto activo y el bien jurídico penalmente protegido, así como que su acceso al mismo sea a través del control de la estructura social35. Me inclino en este punto por la teoría del dominio social, y considero que administrador de hecho es quien accede al ejercicio del dominio sobre la estructura social en la que se protege el bien jurídico pe- Cfrs. art. 36.1 del Real decreto 1636/1990 por el que se aprueba el Reglamento que desarrolla la Ley 19/1988 de Auditoría de Cuentas. 33 Cfrs. art. 36.2 y 3 del Reglamento que desarrolla la Ley de Auditorías. 34 Por esta postura se inclinan los defensores de la concepción estricta de administrador de hecho, quienes consideran que existe administración de hecho cuando se puede hablar de un nombramiento válido, pero al cual le falta la inscripción o concurren vicios que pueden provocar la anulación; es decir, serían aquellos cuyo nombramiento presenta alguna irregularidad de tipo formal; cfrs. GARCIA DE ENTERRIA, J.Los delitos societarios… cit., p. 46, MORENO CANOVES, A.; RUIZ MARCO, F. Delitos socioeconómicos, cit. p. 251. En realidad, esta interpretación es la que tradicionalmente se ha barajado en la doctrina mercantil, que considera que serían administradores de hecho aquellos con nombramiento defectuoso, no inscrito, no aceptado, caducado, nulo por concurrir una causa de inelegibilidad, renuncia, revocación expresa o cese. 35 Cfrs. FARALDO CABANA,P. Los delitos societarios, cit. p. 77; MARTINEZ-BUJAN PEREZ, C. Delitos societarios: estudios sobre el código penal de 1995; parte especial, Madrid: CGPJ, 1996. v.2, p. 473; NUÑEZ CASTAÑO, E. Responsabilidad penal en la empresa, cit., p.77; TERRADILLOS BASOCO,J. Los delitos societarios: el derecho penal en las sociedades mercantiles a la luz de nuestra adhesión a la CEE. Madrid: Akal, 1987. p. 57 y ss.; SANCHEZ ALVAREZ, M. Los delitos societarios. Pamplona: Aranzadi, 1996. p. 59 y ss. 32 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 7-48, jan./jun. 2011. 19 nalmente tutelado, con el reconocimiento, por lo menos tácito, de la sociedad, aunque sin ser necesaria ni su pertenencia a la sociedad ni al órgano de administración de la misma36. De este modo, el administrador de hecho requiere una mínima apariencia formal y la posibilidad de lesionar el bien jurídico porque son capaces, de manera eficaz, de cometer la conducta típica, es decir, defraudar, contratar, liberar, disponer de los bienes de la sociedad o de contraer obligaciones a su cargo. Administradores de hecho son, por tanto, todos aquellos que están encargados de garantizar que el bien jurídico no va a resultar lesionado37 y cuyo acceso al mismo se logra a través del dominio o control de la estructura social. Es, por tanto, en la definición que mantengo, requisito imprescindible el dominio o control de la estructura social, es decir, que el sujeto posea facultades de gestión, decisión y mando en relación con la actividad societaria38. Evidentemente, tampoco en esta definición podemos incluir a los Auditores de cuentas, quienes poseen la facultad de analizar, verificar y dictaminar la corrección y veracidad de las cuentas anuales presentadas por los administradores, pero, desde ningún punto de vista, poseen facultades de gestión o administración que determine en los mismos la existencia de un dominio sobre la estructura social. Es cierto que la función de los auditores es enormemente trascendente, por cuanto no sólo verifican la exactitud de las cuentas, sino que garantizan frente a terceros la veracidad de las mismas, pero esto no implica que en ellos concurra facultad alguna que les permita tomar decisiones sobre el funcionamiento de la sociedad. Por todo ello, y a pesar de la relevante función asignada a los auditores de cuentas, considero que hay que descartar la idoneidad de los mismos para ser sujetos activos del delito del art. 290 del Código penal español, ya que no se encuentran expresamente mencionados, ni pueden ser integrados en la noción de administrador de hecho o de derecho, por muy amplios que sean los conceptos que de ambos se manejen39. Esta es la posición adoptada en Italia y Alemania por la jurisprudencia y la doctrina; cfrs. BAJO FERNANDEZ,M. Los delitos societarios en el nuevo código penal español de 1995, cit. p. 262; FARALDO CABANA, P. Los delitos societarios, cit. p. 78; FERRE OLIVE,J.C. Sujetos responsables en los delitos societarios, Revista Penal, n. 1, p. 24,1997; NUÑEZ CASTAÑO, E. Responsabilidad penal en la empresa, cit. p. 100. 37 Cfrs. BAJO FERNÁNDEZ, M.; BACIGALUPO, S. Derecho penal económico, cit. p. 103. 38 Así, afirman BAJO FERNÁNDEZ, M.; BACIGALUPO, S. Derecho penal económico, cit. p. 103 que sería “quien accede al ejercicio del dominio sobre la estructura social en la que se protege el bien jurídico, con el reconocimiento, por lo menos tácito, de la entidad”. 39 En este mismo sentido excluyente se ha pronunciado un importante y numeroso sector doctrinal, así cfrs. CONDE-PUMPIDO FERREIRO,C. Código penal: doctrina y jurisprudencia. Madrid: Trivium, 1997. p. 3009; FARALDO CABANA, P. Los delitos societarios, cit. p.172; MARTINEZ-BUJAN PEREZ, C. Derecho penal económico: parte especial, cit. p. 211; MORENO CANOVES, A.;RUIZ MARCO, F. Delitos socioeconómicos, cit. p. 255-256; SANCHEZ ALVAREZ, M. Los delitos societarios, cit. p. 103-104; VALLE MUÑIZ, J.M. Comentarios al nuevo código penal, cit. p. 1312; BAJO FERNÁNDEZ, M.; BACIGALUPO, S. Derecho penal económico, cit., p. 104 y 618. 36 20 FAE Centro Universitário B. EL INFORME DE AUDITORÍA COMO OBJETO MATERIAL DEL ART. 290 Partiendo de la imposibilidad de considerar a los auditores como sujetos activos del delito recogido en el art. 290 Código penal, hay que poner de relieve el hecho de que los informes de los auditores no pueden, en ningún momento, entenderse incluidos en el objeto material del delito de falseamiento de documentos sociales regulado en el art. 290 del Código penal. Efectivamente, el informe de auditoría no forma parte de las cuentas anuales de una sociedad mercantil, sino que es un documento independiente de las mismas y que sirve de control sobre la veracidad y corrección de aquellas. De hecho, la trascendencia de los informes de auditorías es tal que acompañan a las cuentas anuales hasta el punto de que son presentados a la Junta General por los administradores para su aprobación y depositados en el Registro Mercantil junto a aquellas. No cabe duda, por consiguiente, que refuerzan esencial y legalmente la idea de veracidad de las cuentas que, sin el preceptivo informe de auditoría, no son legalmente consistentes40. Es evidente, por tanto, que si el auditor, para cumplir su labor, está obligado a elaborar un informe de verificación de la contabilidad, que innegablemente tiene gran importancia al ratificar o no la información que los administradores han reflejado en los documentos sociales41, y que la verificación de la contabilidad atribuye a ésta un mayor grado de transparencia y de veracidad42, el informe de auditoría constituye claramente un documento que debe reflejar la situación económica de la sociedad. Sin embargo, a pesar de ello, este informe debe quedar excluido de la consideración como objeto material del delito de falsas informaciones sociales recogido en el art. 290 Código penal, por cuanto los documentos a los que se refiere el precepto penal, son aquellos que, de un modo u otro, se encuentran dentro del ámbito competencial de los sujetos activos del mencionado delito, a saber, los administradores de hecho o de derecho. Por consiguiente, y a pesar de que el informe de auditoría es un documento de singular importancia, no puede considerarse como objeto material porque el encargado de su elaboración (el auditor de cuentas) no es sujeto típico del delito de falsas informaciones sociales43. Otra interpretación, ampliando el concepto de administrador de una sociedad, a fin de poder incluir en el mismo a los auditores de cuentas, implicaría una extralimitación en la interpretación del tipo que vulneraría el principio de legalidad, pilar irrenunciable del Derecho penal. Cfrs. GOMEZ BENITEZ, J. M. Curso de derecho penal de los negocios a través de casos: reflexiones sobre el desorden legal. Madrid: Colex, 2001. p. 198. 41 Cfrs. FERNÁNDEZ TERUELO,J. G. Los delitos societarios en el código penal español, cit. P. 169. 42 Así, URIA, R.; MENÉNDEZ MENENDEZ, A.; MUNOZ La Junta general de Accionistas (Arts. 93 a 122 de la LSA). In: URIA, R.;MENÉNDEZ MENENDEZ, A; OLIVENCIA, M. Comentario al régimen legal de las sociedades mercantiles. Madrid: Civitas, 1991.v.5, p. 248. 43 Cfrs. FERNÁNDEZ TERUELO, J.A. Los delitos societarios en el código penal español, cit. p. 202. 40 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 7-48, jan./jun. 2011. 21 2 LA FALSA INFORMACIÓN DE LOS AUDITORES DE CUENTAS COMO DELITO DE FALSEDAD DOCUMENTAL DE LOS ARTS. 390 Y 392 DEL CÓDIGO PENAL Al cerrarse el camino de calificación de la falsedad realizada por auditores como delito de falsedad en documentos sociales del art. 290, queda por analizar la segunda de las posibilidades expuestas, esto es, calificar la conducta del Auditor como un delito de falsedad documental contenido en los arts. 390 y 392 del Código penal. Al tratarse el art. 392 de un delito común por el que se castiga al particular que cometiese alguna de las conductas falsarias descritas en el art. 390, no existe inconveniente alguno para considerar a los auditores de cuentas como posibles sujetos activos de este delito. Aquí los problemas vienen por un doble camino, distintos a su consideración como sujetos activos: los derivados de la posibilidad de considerar el informe emitido por el Auditor como documento mercantil, y los derivados de la inclusión del comportamiento realizado dentro de alguna de las conductas típicas recogidas en el texto legal. Vayamos por partes. A. EL INFORME DE AUDITORÍA COMO DOCUMENTO MERCANTIL Respecto a la primera de las cuestiones, considero que no existe inconveniente alguno para incluir el informe emitido por el Auditor dentro del catálogo de documentos que constituyen el objeto material del delito de falsedad documental y, más concretamente, su consideración como documento mercantil. A este respecto, tanto la Ley de Auditorías de 1988 como su Reglamento de 1990, establecen la naturaleza mercantil del documento en el que se recoge el informe de la Auditoría de Cuentas44. Sin embargo, esta calificación de documento mercantil que realizan las mencionadas normas no tiene por qué trasladarse de forma automática al Derecho penal45, sobre todo porque cada sector del ordenamiento define las figuras jurídicas atendiendo a sus propios objetivos y utiliza los conceptos jurídicos con un alcance distinto. No obstante, hay que admitir la existencia de una intensa discusión doctrinal en este punto. Para unos, resulta evidente la necesidad de acomodarse, tanto en relación Cfrs. art. 2 de la Ley de Auditorías y art. 4 de su Reglamento. En este punto no puede olvidarse la independencia del Derecho penal en sus presupuesto, en relación con los mantenidos por otras ramas del Ordenamiento jurídico; sin embargo, es evidente que no puede mantenerse una independencia total, por cuanto el Ordenamiento jurídico no está compuesto de compartimentos cerrados, estancos, sin comunicación entre sí, sino que existe una relación de interdependencia entre ellos, sin que esto implique la subsidiariedad de ninguno, cfrs. MUÑOZ CONDE,F.; GARCIA ARAN, M. Derecho penal: parte general. 4. ed. Valencia Tirant lo Blanch, 2000. p. 86. 44 45 22 FAE Centro Universitário con la interpretación del concepto de documento mercantil, como en relación con otros términos, como el de administrador de hecho, a la legislación y Derecho mercantil46. Para otros, estos conceptos deben interpretarse “en función de los elementos hermenéuticos que proporciona el propio Derecho penal”47, conforme a sus principios, fines y métodos48. Así, en defensa de la primera de las posturas señaladas se argumenta que por encima de la autonomía del Derecho penal, ha de situarse la “unidad interna, la coherencia de todo el orden jurídico y la consiguiente articulación de sus sectores o disciplinas”49. En esta línea, como apuntan BAJO/BACIGALUPO50, se considera un acierto las regulaciones de otros países que incluyen estas infracciones en la propia Ley de Sociedades Anónimas o de Responsabilidad Limitada (Alemania), en la Ley General de sociedades (Francia) o en el Código civil (Italia). Ahora bien, como continúan afirmando BAJO/BACIGALUPO51 “el hecho de que el legislador español haya optado por la regulación en el propio Código penal, el hecho de que sólo atribuyendo un contenido distinto al mercantil puede encontrarse coherencia y sentido a ciertas expresiones de la Ley (como socio o junta de accionistas o sociedad o administrador de hecho) y el hecho de que el propio Código defina las cosas, en ocasiones, de modo radicalmente distinto al mercantil (por ej. El concepto de sociedad del art. 297), abonan la tesis de que el Derecho penal es libre a la hora de proporcionar contenido a determinados conceptos”52. Cfrs. TERRADILLOS BASOCO, J. Derecho penal de la empresa, cit. p. 49; AREAN LALIN, M. Conceptos mercantiles tipificados en los delitos societarios. In: JORNADAS SOBRE EL NUEVO CODIGO PENAL Y LOS DELITOS SOCIETARIOS, 1996. El nuevo código penal y los delitos societarios. La Corunã: Fundación Caixa Galicia, 1998. p. 22 y ss.; GARCIA DE ENTERRRIA, J. Los delitos societarios: un enfoque mercantil, cit., p. 47; GONZALEZ SUAREZ,J. en BAJO FERNÁNDEZ, M. (Dir.). Compendio de derecho penal: parte especialII, Madrid: Centro de Estudios Ramón Areces,1998. v.2, p. 575. 47 Cfrs. BAJO FERNÁNDEZ,M.; BACIGALUPO, S. Derecho penal económico, cit. p. 584. 48 Cfrs. BACIGALUPo, H. Curso de derecho penal económico. Madrid: Marcial Pons, 1998. p. 133, RODRÍGUEZ MOURULLO, G. Algunas consideraciones político-criminales sobre los delitos societarios, cit., pág. 684; ROSAL BLASCO, B. del . Los delitos societarios en el código penal de 1995, cit, p. 49 y ss., 52 y ss.; VALLE MUÑIZ, J. M. en QUINTERO OLIVARES, G. (Dir.) . Comentarios al código penal, cit. p. 1305-1306; MARTINEZ-BUJAN PEREZ, C. Delitos societarios, cit. p. 482. 49 Cfrs. AREAN LALIN. Conceptos mercantiles tipificados en los delitos societarios, cit., pág. 8. 50 Cfrs. BAJO FERNÁNDEZ, MM.; BACIGALUPO, S. Derecho penal económico cit., p. 584. 51 Cfrs. BAJO FERNÁNDEZ/BACIGALUPO, S., ibidem. 52 Siempre se ha considerado así tanto en Derecho penal patrimonial como en el económico, existiendo varios ejemplos a este respecto, como los conceptos de propiedad o posesión, el concepto de alzamiento de bienes, que en el ámbito mercantil es una forma de quiebra, mientras que en Derecho penal es una figura autónoma, etc., cfrs. BAJO FERNÁNDEZ, M.; BACIGALUPO, S. Derecho penal económico, cit. p. 584 y 585. 46 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 7-48, jan./jun. 2011. 23 Por todo ello, en algunos de los términos mencionados, la solución no puede darse con un criterio general apriorístico, más bien hay que estar al caso concreto. De este modo, aunque como punto de partida se deban aceptar los conceptos elaborados en el Derecho Privado, en el sentido que allí se les asigna, es necesario, que tales nociones sean después examinadas a la luz de las normas del Derecho penal, para adaptarlas a sus necesidades y fines, conservando, en tanto sea posible, sus características originales53; es decir, aceptar la existencia de una relativa independencia del Derecho penal en sus presupuestos y sanciones, ya que sólo desde los fines, principios y métodos propios del Derecho penal puede darse contenido y sentido a los términos que constituyen el presupuesto normativo . Y ello, entre otras razones, porque el Derecho Privado trata de resolver problemas que le son propios: la validez y trascendencia jurídica de determinados documentos, o la de los actos realizados por el administrador de la sociedad. Por su parte, el Derecho penal, y concretamente el Código penal de 1995, trata de resolver sus propios problemas, por ejemplo, evitar las lagunas de punibilidad que se pudieran derivar de una interpretación excesivamente privatística de los conceptos penales54. Así, acertadamente en mi opinión, afirma TERRADILLOS BASOCO55 que “una cosa es afirmar su instrumentalidad (del Derecho penal societario) con respecto a los objetivos económicos generales y, en consecuencia, su coordinación con el resto de las ramas del Derecho comunitario, y otra cuestión muy diferente, que debe debatirse en el plano técnico, es la de optar por un modelo de Derecho penal meramente sancionatorio de ilícitos civiles (...)”, de tal modo que “afirmar su (limitada) autonomía es opción impuesta, en primer lugar, por consideraciones político-criminales ya que es necesario que la incriminación se extienda a acuerdos ilícitos que, sin responder a la definición jurídico-mercantil de sociedad, pueden intervenir en el tráfico económico causando, por razones obvias, daños o riesgos muy superiores a los generados por las que se atienen estrictamente a esa legalidad”. Se hace necesario, de este modo, analizar si desde el prisma del Derecho penal es, efectivamente, posible otorgarle la naturaleza de documento mercantil a los informes emitidos por las empresas de Auditorías. Si documentos mercantiles son aquellos que encuentran predeterminada su validez y eficacia por las prescripciones del Código de Comercio y leyes mercantiles, y que resulten Cfrs. MUÑOZ CONDE, F.; GARCIA ARAN, M. Derecho penal: parte general, cit. p. 85-86. Cfrs., en este mismo sentido, ROSAL BLASCO, B. del. Los delitos societarios, cit. p. 60. 55 Cfrs. TERRADILLOS BASOCO, J. Delitos societarios, cit. p. 49 y ss. 53 54 24 FAE Centro Universitário imprescindibles para un correcto funcionamiento del tráfico mercantil56, es innegable la consideración de mercantiles de los informes de los auditores. Así, la obligación y existencia de estos informes se encuentra establecida por la Ley de Sociedades anónimas y la Ley de Auditorías, ambas de naturaleza mercantil, y para que tengan validez y eficacia deben realizarse siguiendo las prescripciones que las leyes mercantiles establecen para ello. Además, los informes realizados por los auditores de cuentas cumplan también el segundo de los requisitos, esto es, que resulten imprescindibles para un correcto funcionamiento del tráfico mercantil. E imprescindibles son, por cuanto la propia Ley de Sociedades Anónimas establece en su art. 203, la obligatoriedad de que las cuentas anuales y el informe de gestión sean revisados por auditores, y tras esa verificación, las cuentas anuales habrán de ser aprobadas por la Junta General de accionistas. Trámites todos ellos necesarios para que las cuentas anuales cumplan las exigencias que, para su formación, establece la legislación mercantil, y para su validez y eficacia frente al resto de los sujetos involucrados, de un modo u otro, en el normal funcionamiento de la actividad mercantil y económica. Es decir, en aquellos casos en los que por Ley se establece la obligatoriedad de realizar una Auditoría, la Sociedad no podría seguir funcionando sin la realización de la misma, por cuanto las cuentas anuales y el informe de gestión no podrán ser presentados a la aprobación por la Junta General de accionistas, con lo que se bloquearía el correcto desarrollo de la actividad social. Podemos, por consiguiente, afirmar la adecuación de los informes realizados por los auditores de cuentas en el ejercicio de su actividad al concepto de documento mercantil, entendido como objeto material del delito de falsedad documental. B. ADECUACIÓN DE LA CONDUCTA FALSARIA DE LOS AUDITORES CON LA CONDUCTA TÍPICA DEL DELITO DE FALSEDAD DOCUMENTAL Salvado el primero de los escollos, debemos ahora analizar la segunda de las cuestiones planteadas en este punto, es decir, constatar si las conductas realizadas por los auditores se adecúan o no a la conducta típica descrita en el delito de falsedad, a la acción falsaria recogida en el tipo. Tal como he dicho, las conductas que estamos analizando son aquellas que consisten en informaciones falsas en la actividad de revisión contable, esto es, aquellos casos en los que el Auditor en su informe refleja datos falsos o inexactos, en relación con la veracidad Cfrs. BARQUERO CASAS, M.J. Reflexiones técnico-jurídicas sobre los delitos de falsedad del Tít. III, libro II del Código penal. Documentación Jurídica, v.2, n.37-40, p.1064-1065,, 1983. MUÑOZ CONDE, F. Derecho penal. parte especial, 13. ed. cit. p. 695; NUÑEZ CASTAÑO, E. , cit. p. 226; QUINTERO OLIVARES (Dir.) Comentarios al nuevo código penal, cit. p. 1735. 56 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 7-48, jan./jun. 2011. 25 y fidelidad de las cuentas anuales que han sido sometidas a su revisión57. Es decir, de lo que se trata es de la existencia de una discrepancia entre lo que el Auditor recoge en su informe y la realidad existente; nos encontraríamos, así, ante una conducta consistente en faltar a la verdad en la narración de los hechos, recogida en el nº 4 del art. 390 del Código penal. Por lo que se refiere al análisis del tipo mencionado hay que señalar que la verdad a la que se alude, supone la congruencia entre lo narrado y un cierto modelo, que determinarán en cada caso las normas reguladoras del documento de que se trate58. Consecuentemente, para la realización de la conducta típica del parr. 4º del art. 390 debe constatarse la existencia de una incongruencia entre lo narrado en el documento de que se trate y lo existente en la realidad exterior, de tal forma que se produzca una discrepancia de datos que altere la verdadera situación. Ahora bien, esta incongruencia entre lo narrado y lo realmente existente debe recaer sobre partes esenciales de la declaración efectuada, produciendo de ese modo la transformación del documento verdadero en falso, y susceptible de afectar o causar trastornos al tráfico jurídico59. Esta modalidad falsaria en relación con los comportamientos de los auditores podría cometerse, bien dando constancia de un hecho no verídico, es decir, afirmando que las cuentas anuales que está revisando corresponden con la imagen fiel y verdadera de la situación económico-patrimonial de la entidad cuando no es así, o viceversa; o bien, omitiendo datos de relevancia jurídica y cuya manifestación sea de obligado cumplimiento, es decir, no consignando irregularidades que se hubieran descubierto en la revisión de las cuentas anuales. Efectivamente, si la labor del Auditor consiste en revisar los datos y cuentas elaboradas por otros, y en dictaminar si los mismos son o no correctos, considero que no cabe Así, ANTOLISEI, F. Manuale di diritto penale, cit., p. 162 afirma que la expresión atestigüen datos falsos comprende: 1)afirmar, contrariamente a la verdad, la correspondencia entre los datos contables comprobados y aquellos incluidos en el balance; 2)afirmar una conformidad inexistente entre las normas dictadas (tanto en el Código como en leyes especiales) para la redacción y el contenido del balance y los criterios concretamente aplicados. 3)afirmar como exactamente relevantes los hechos de gestión sobre la base de los correctos principios contables, sin que respondan a la verdad”. 58 Cfrs. CORDOBA RODA,J. et al. Comentarios al código penal. 1. ed. Barcelona: Ariel,1978. v.3, p. 889; ORTS BERENGUER, E. en VIVES ANTON et al. Derecho penal: parte especial, 2. ed. Valencia 1996. p. 239; NUÑEZ CASTAÑO. La estafa de crédito, cit., pág. 258. 59 La inesencialidad del extremo sobre el que recaiga la falsedad puede provocar la irrelevancia o inidoneidad de la misma. Así, la Sentencia del Tribunal Supremo de 15 de Julio de 1994 conecta esta esencialidad con la triple función del documento, destacando en este caso la función probatoria que se ve quebrantada y declara, por tanto, la existencia de falsedad. En el mismo sentido se pronuncian las SSTS 25 de enero y 15 de marzo de 1988, 21 de marzo de 1989 y 5 de marzo de 1992, entre otras. 57 26 FAE Centro Universitário apreciar ninguna otra de las modalidades comisivas que contiene el art. 390 del Código penal. Es manifiesto que no se trata de un supuesto de alteración de documento, por cuanto no se modifica el contenido de ninguno, sino que, por el contrario, la acción que realiza el Auditor consiste, precisamente, en dotar a éste de contenido, y crearlo ex novo60 ; así, la esencia de la conducta recogida en los supuestos de alteración de documentos, radica precisamente en una intervención material del sujeto activo sobre aquello que sea objeto material del delito, intervención que consiste en una modificación o alteración de lo que sea el contenido de dicho objeto61. Modificación que no se produce en el supuesto que analizamos, por cuanto el objeto material del delito no existe todavía, sino que, por la conducta del Auditor, surge al tráfico jurídico con un contenido que no se corresponde con la realidad extradocumental. Tampoco considero que pueda apreciarse un supuesto de simulación de documento62, ya que la acción descrita en este párrafo consiste en simular, esto es, representar una cosa fingiendo o imitando lo que no es; así, la cosa simulada es algo distinto de lo que se simula y creado ex novo respecto a éste. De esta forma, la conducta descrita en el párrafo 2º del art. 390 consistiría en la producción de un documento inauténtico, es decir, la creación de una apariencia que induce a error a terceros respecto del valor auténtico y verídico de la declaración materializada en el documento63, faltando toda La alteración de documentos, recogida en el párrafo 1º del art. 390, es un supuesto de falsedad material por excelencia que es evidenciable mediante la investigación de su apariencia externa; cfrs. GARCIA CANTIZANO, M. del C. Falsedades documentales. Valencia: Tirant lo Blanch 1994. p. 315-319; VILLACAMPA ESTIARTE. Sobre la tipificación de las falsedades documentales en el Código penal de 1995. Actualidad penal, n. 4, p. 22-28 Enero 1996, p. 57. La descripción típica de la acción con el verbo “alterar”, implica que es preciso que la acción realizada por el sujeto activo se traduzca en una modificación del sentido del documento con relevancia jurídica, por consiguiente, la conducta recogida en este supuesto debe interpretarse como una intervención y manipulación directa efectuada por el sujeto activo sobre un documento ya existente, cfrs. NUÑEZ CASTAÑO. La estafa de crédito, cit., p. 243. 61 En este mismo sentido se ha pronunciado reiteradamente la jurisprudencia del Tribunal Supremo que incluye como formas comisivas de esta conducta los casos de raspaduras, enmiendas, borraduras, escrituras anómalas, sobreescrituras, destrucción parcial, sustitución de palabras, composición de documentos falsos utilizando parcialmente otros verdaderos, etc., así SSTS de 10 de marzo y 24 de diciembre de 1963, 31 de enero de 1969, 20 de enero de 1973, 22 de octubre de 1987, 14 de abril de 1992, entre otras. 62 La simulación de documentos está recogida en el párrafo 2º del art. 390, y se refiere a aquellos casos en los que se produce una ruptura de la relación que une al autor aparente del documento con la declaración por él emitida; por tanto, se está atentando contra la autenticidad del documento, desde el momento en que falta toda conexión entre la declaración documental efectuada y el sujeto que se responsabiliza de la misma, resultando indiferente que el sujeto al que se le adjudica la declaración exista o no, y que la declaración documental refleje o no la realidad, cfrs. GARCIA CANTIZANO, M. del C. Falsedades documentales, cit., p. 315; VILLACAMPA ESTIARTE. Sobre la tipificación…, cit., p. 57; BENEYTEZ MERINO, en Beneytez Merino/Martínez-Pereda Rodríguez/Luzón Cuesta/Soto Nieto/Vargas Cabrera, Las falsedades documentales, Libro Homenaje a Enrique Ruiz Vadillo, Granada 1994, pág. 60. 63 Cfrs. GARCIA CANTIZANO, M. del C. Falsedades documentales, cit., p. 318; NUÑEZ CASTAÑO, La estafa de crédito, cit., p. 247. 60 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 7-48, jan./jun. 2011. 27 conexión entre el autor aparente del documento y la declaración contenida en el mismo. Sobre esta base, aun siendo cierto el contenido de la declaración documental, y existiendo el autor aparente del documento, al romperse la relación entre ambos elementos, estaríamos ante un documento inauténtico al no haber sido realizada la declaración documental por la persona que en el documento figura como autor del mismo. Nada de esto ocurre en los supuestos de falsedad en los informes de los auditores, por cuanto en los mismos no se imita nada, sino que el informe que emite el Auditor es originario y auténtico, pero con un contenido falso. No se produce, por tanto, la desconexión entre el autor del documento y el contenido del mismo, requisito indispensable para apreciar la concurrencia de este supuesto; por el contrario, la persona consignada en el documento (informe) como autor de la declaración en él contenida, es quien efectivamente la realizó (auditor), aunque falseando la realidad contable existente. Y, por último, tampoco consiste la acción realizada en suponer la intervención de personas o la realización de manifestaciones que no se han hecho64; en ambos supuestos se produce una discordancia entre el contenido del documento y la realidad extradocumental, sin alteración material del soporte en que dicha declaración se ha materializado65. No es esto lo que ocurre en el caso de los auditores de cuentas, ya que no hay esa discordancia entre el contenido del documento y la realidad extradocumental que ha querido reflejar el Auditor en el mismo, sino que lo que el Auditor quiere es, precisamente, hacer constar en el documento una realidad falsa pero ideada y creada por él mismo; es decir, el Auditor interviene en la creación del documento, y las manifestaciones que éste contiene son las que aquel ha hecho constar, independientemente de que el contenido de las mismas se corresponda o no con la realidad objetiva de la situación económica de la sociedad. En relación con este extremo, BACIGALUPO ZAPATER ya había puesto de relieve66 que la acción falsaria descrita en el nº 3 del art. 390 tampoco es imaginable en el caso de documentos mercantiles, pues la conducta de suponer en un acto la intervención de personas que no la han tenido, o atribuyendo a los que han intervenido en él declaraciones o manifestaciones diferentes de las que hubieren hecho “solo tiene una verdadera razón de ser cuando el que emite el documento crea una prueba relativa a la participación de una Supuestos que se encuentran regulados en el párrafo 3º del art. 390, y que recoge dos conductas diferentes: en primer lugar, la suposición en un acto de la intervención de personas que realmente no la han tenido; y, en segundo lugar, la atribución a las personas que han intervenido de declaraciones y manifestaciones diferentes de las que efectivamente han realizado. 65 Cfrs. MUÑOZ CONDE,F. Derecho penal: parte especial, cit., p. 699 y ss.; BENEYTEZ MERINO, Las falsedades documentales, cit., p. 52-53; GARCIA CANTIZANO,M. del C. Falsedades documentales, cit., p. 310-311; VILLACAMPA ESTIARTE, Sobre la tipificación de las falsedades…, cit., pág. 59. 66 Cfrs. BACIGALUPO, E. La reforma de las falsedades documentales. La Ley,v.17, n. 3966, p. 1, feb. 1996. 64 28 FAE Centro Universitário persona o a las declaraciones formuladas ante él (por ejemplo, la constatación notarial)”67, “pero respecto del particular que sólo puede crear un documento que prueba únicamente entre los que lo hubieren suscrito (art. 1225 Código civil) tal precepto no tiene sentido”68 . Además, afirma DEL ROSAL BLASCO69 que dada la naturaleza de los documentos a que se refiere el tipo del art. 290 (cuentas anuales, etc.) y la concreta función que éstos desempeñan, que tiene mucho que ver con su capacidad de reflejar fielmente (art. 172.2 de la Ley de Sociedades Anónimas) la situación jurídica o económica de la entidad (lo que nunca se podría lograr si la información y los datos contenidos en ellos no es completa, clara, exacta y veraz), no parece que sea posible definir el ámbito de la falsedad típica del art. 290 sobre la base de los dos primeros supuestos del art. 390. En realidad, ateniéndonos a la descripción que de la conducta típica se realiza en el art. 290 del Código penal (relativa a las falsedades de documentos sociales), es evidente que la misma puede cometerse mediante cualquiera de las modalidades descritas con anterioridad; sin embargo, la verdadera relevancia del delito de falseamiento de documentos sociales radica en aquellas conductas que encajen en el nº 4 del art. 390 del Código penal, esto es, faltar a la verdad en la narración de los hechos70. De modo similar a lo establecido respecto a los administradores de la sociedad, se puede afirmar que, el informe emitido por el Auditor es un documento auténtico y original, sólo que su contenido no se corresponde con la realidad, esto es, la narración, la consignación de datos y opiniones realizadas por el Auditor y recogidas en el informe que emite no se corresponde con la realidad percibida y constatada por él mismo tras la realización del correspondiente análisis de la contabilidad y los documentos que le han sido aportados. Cfrs. ROSAL BLASCO, B. del. Los delitos societarios en el Código penal de 1995, cit., p. 96. Cfrs. ROSAL BLASCO, B. del. ibidem, y también nota 197. 69 Cfrs. ROSAL BLASCO,B. del. Los delitos societarios en el Código penal de 1995, cit., p. 96-97. 70 Cfrs. NÚÑEZ CASTAÑO, La estafa de crédito, cit., p. 453; en este misma línea se pronuncia ROSAL BLASCO, B. del. Los delitos societarios en el código penal de 1995, cit., p. 97-98, notas 200 y 201 al afirmar que “se podría decir que el art. 290 del Código penal de 1995 es un vestigio de la derogada falsedad ideológica en documento mercantil, pero cuyo contenido de injusto precisa además, de la referencia a un perjuicio, potencial o actual, al patrimonio de la sociedad , de los socios o de terceros de algún modo interesados”; en este sentido, manteniendo una postura contraria a la sostenida por Gómez Benítez, afirma ROSAL BLASCO, B. del que las certificaciones de acuerdos de la junta en las que se supone la intervención de personas que no lo han hecho o certificando acuerdos que no han existido, no pueden incluirse dentro del ámbito del art. 290 “pues la certificación a la que se refiere Gómez Benítez no es un documento que, en sí, dé fe de los aspectos esenciales de los que da fe un documento privado; es decir, ni da fe de declaraciones manifestadas por personas que no sean el propio administrador que la confecciona ni el no participante en el acuerdo de la junta ha intervenido en la confección del documento, asumiendo esas declaraciones mediante su firma. Lo que, en este caso, hace el administrador es, simplemente, faltar a la verdad en la narración de unos hechos, ya sea porque éstos no han tenido lugar, ya porque han tenido lugar de forma diferente a como se narran”. 67 68 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 7-48, jan./jun. 2011. 29 No existe, pues, inconveniente alguno para encuadrar el comportamiento del Auditor dentro del marco del art. 392 en relación en el art. 390. 4 del Código penal español, esto es, una falsedad en documento mercantil cometido por particular, consistente en faltar a la verdad en la narración de los hechos. Y es aquí, precisamente, donde radica el problema a la hora de tratar de imputar la falsedad realizada al Auditor de cuentas, ya que el art. 392 excluye expresamente del ámbito de comisión de los particulares los supuestos de faltar a la verdad en la narración de los hechos, lo que implica la atipicidad de los supuestos en los que se comete falsedad en la actividad de revisión contable por los auditores. C.EXCURSO: SOBRE LA POSIBILIDAD DE CONSIDERAR AL AUDITOR COMO FUNCIONARIO PÚBLICO A LOS EFECTOS DEL ART. 390 DEL CÓDIGO PENAL. Hay que señalar que, a pesar de la argumentación realizada hasta el momento, un sector doctrinal abogó por la equiparación de los auditores con los funcionarios públicos y, consecuentemente, por considerarlos aptos para ser sujetos activos del tipo delictivo recogido en el art. 390.4º del Código penal71. Afirman que, partiendo del concepto de funcionario otorgado por el art. 24 del Código penal (art. 119 del anterior Código), la cuestión debe centrarse en la pregunta de si el auditor “participa de funciones públicas” “por disposición inmediata de la ley”72. Por consiguiente, basta que una disposición legal atribuya funciones públicas en el sentido que afectan a intereses generales o colectivos y que el documento sea de los que se denominan públicos u oficiales “por incorporación” a un expediente público u oficial. En esta línea, afirman que “existen disposiciones legales que atribuyen al auditor funciones cuyo interés legal es indudable. Tal es el caso del Real Decreto Legislativo 1564/1989, de 22 de diciembre, por el que se aprueba el Texto Refundido de la Ley de Sociedades Anónimas (...) (...) A nuestro juicio, en todos estos casos se hace participar al auditor de funciones públicas de indudable interés general, mediante aportación de documentos que, al menos «por incorporación», se convierten en públicos u oficiales. En supuestos como estos parece razonable que en aplicación del criterio jurisprudencial, consideremos al auditor como funcionario público a efectos del delito de falsificación del art. 302 del Código penal (art. 390 del nuevo Código)”73. En este sentido, aunque refiriéndose al anterior Código penal, BAJO FERNÁNDEZ, M.; DIAZ-MAROTO Y VILLAREJO,J. La responsabilidad penal de los auditores. Partida Doble, n. 2, p. 28-34, jun. 1990. 72 Cfrs. BAJO FERNÁNDEZ, M.;DIAZ-MAROTO Y VILLAREJO,J. ibidem. Ppp.(paginas) 73 Cfrs. BAJO FERNÁNDEZ, M.;DIAZ-MAROTO Y VILLAREJO, J. La responsabilidad penal de los auditores, cit., p. 28 y ss. 71 30 FAE Centro Universitário No considero acertada la anterior afirmación, pese a que mantener la misma implicaría automáticamente la posibilidad de exigir una responsabilidad criminal a los auditores que diesen falsa información en el ejercicio de su actividad al amparo del art. 390 del Código penal, dado que el concepto de auditor no puede identificarse, a mi entender, con el de funcionario público. Es sabido que el Derecho penal ofrece un concepto de funcionario público propio y no coincidente con otras ramas jurídicas como el Derecho administrativo74. Efectivamente, como afirma QUINTERO OLIVARES75, “... El Código penal, según se ha aceptado siempre, utiliza un concepto de funcionario más amplio o, mejor, diferente del que es válido para el Derecho administrativo (...), y ello se aprecia desde el mismo uso de la expresión «se considerará funcionario público» y no la de «son funcionarios públicos». Significa esto que algunos de los sujetos que pueden cometer «delitos de funcionarios» no tienen la condición de tales para el derecho de la función pública...”76. Esta autonomía del concepto penal de funcionario público se fundamenta en que al legislador no le interesa tanto la “calificación jurídica” que merezca el desempeño de un trabajo o responsabilidad en la Administración, sino el hecho de que un sujeto interviene en el funcionamiento de la Administración, dependiendo de él la corrección del servicio público; ello implica que el concepto penal de funcionario público tendrá, por un lado, una extensión mayor que la administrativa, pero, por otro, más restringida ya que “sólo si se ejercita la función pública se será funcionario a efectos penales”77. Ahora bien, para afirmar o negar la consideración de los auditores de cuentas como funcionarios públicos se hace necesario determinar qué se entiende por éste a efectos penales. No considero necesario extenderme demasiado en esta cuestión, dado que no es el objeto del presente trabajo y que ya ha sido ampliamente tratada y debatida por la doctrina 78. De este modo, y siguiendo a MUÑOZ CONDE79, el concepto de funcionario público que aporta el art. 24.2 del Código penal se caracteriza por dos notas fundamentales: 1º, tiene que haberse dado una incorporación del sujeto a la actividad pública, por disposición inmediata de la ley, por elección o por nombramiento de la Cfrs. QUINTERO OLIVARES, G. et al. Comentarios al nuevo código penal, cit., p. 291; MUÑOZ CONDE,F. Derecho penal: parte especial, cit., p. 923-924; OLAIZOLA FUENTES, Concepto de funcionario público a efectos penales. In: ASUA BATARRITA (Dir.). Delitos contra la Administración de justicia, Bilbao 1997, p.77-78. 75 Cfrs. QUINTERO OLIVARES, ibidem. 76 En este sentido, vid. Sentencias del Tribunal Supremo de 8 de octubre de 1990, y de 27 de septiembre de 1991. 77 Cfrs. OLAIZOLA FUENTES, Concepto de funcionario público, cit., pág. 78. 78 Sobre este tema, vid. COBO DEL ROSAL. Examen crítico del párrafo 3º del art. 119 del Código penal español. Revista General de Legislación y jurisprudencia, n. 212, p. 213-255, 1962; DIAZ Y GARCIA DE CONLLEDO. Autoridad y funcionario público a efectos penales. In: ENCICLOPEDIA jurídica básica. Madrid 1995, v.1, p. 710-711; QUERALT JIMÉNEZ, El concepto penal de funcionario público. Cuadernos de Política Criminal, n. 27, 1985; OLAIZOLA FUENTES, Concepto de funcionario público, cit.; FERNÁNDEZ PANTOJA.Delito de falsedad en documento público, oficial y mercantil, Madrid 1996. 79 Cfrs. MUÑOZ CONDE, F. Derecho penal: parte especial, cit., p. 923 y ss. 74 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 7-48, jan./jun. 2011. 31 autoridad competente. De esta forma, todo el que realice funciones públicas careciendo de este requisito no es funcionario80. 2º, en segundo lugar, es necesario que el sujeto en cuestión participe de las funciones públicas. Y es, precisamente, en este segundo requisito donde radica la esencia del problema que estamos analizando. Efectivamente, la consideración de unos sujetos como auditores de cuentas se deriva de la obtención de un título de habilitación establecido por la ley81, pero La necesidad de poseer un título habilitador no bastando con el mero ejercicio de la función pública también es exigida por OLAIZOLA FUENTES. Concepto de funcionario público, cit., p. 79. 81 Cfrs. Art. 7 de la Ley de Auditorías, que establece los siguiente: “1. Para ser inscrito en el Registro Oficial de Auditores de Cuentas se requerirá: Ser mayor de edad. Tener la nacionalidad española o la de alguno de los Estados miembros de la Comunidad Europea, sin perjuicio de lo que disponga la normativa sobre el derecho de establecimiento. Carecer de antecedentes penales por delitos dolosos. Haber obtenido la correspondiente autorización del Instituto de Contabilidad y Auditoría de Cuentas. 2.La autorización a que se refiere el número precedente se concederá a quienes reúnan las siguientes condiciones: Haber obtenido una titulación universitaria. Haber seguido programas de enseñanza teórica y adquirido una formación práctica. Haber superado un examen de aptitud profesional organizado y reconocido por el Estado. 3.La formación práctica deberá extenderse por un período mínimo de tres años en trabajos realizados en el ámbito financiero y contable, y se referirá especialmente a cuentas anuales, cuentas consolidadas o estados financieros análogos. 4.El examen de aptitud profesional que estará encaminado a la comprobación rigurosa de la capacitación del candidato para el ejercicio de la auditoría de cuentas deberá cumplir las condiciones y versar sobre las materias a que se refieren los artículos 5 y 6 de la VIII Directiva del Consejo de las Comunidades Europeas de 10 de abril de 1984, basada en la letra g) del apartado 3 del artículo 54 del Tratado CEE, relativa a la autorización de las personas encargadas del control legal de documentos contables (84/253/CEE). Quienes posean los títulos de licenciado, ingeniero, profesor mercantil, arquitecto o de diplomado universitario quedarán dispensados en el examen de aptitud profesional de aquellas materias que hayan superado en los estudios requeridos para la obtención de dichos títulos. 5.Los exámenes de aptitud profesional se realizarán por cada una de las corporaciones profesionales a que se refiere el artículo 5 de la presente Ley, y subsidiariamente por el Instituto de Contabilidad y Auditoría de Cuentas, previa aprobación en todo caso por este último de la respectiva convocatoria, que se publicará mediante Orden del Ministerio de Economía y Hacienda. Reglamentariamente se establecerán las normas para la aprobación del contenido de los programas, composición de los Tribunales y período de formación práctica. 6.Podrán ser inscritos en el Registro Oficial de Auditores de Cuentas, quienes cumpliendo los requisitos establecidos en este artículo, a excepción de lo dispuesto en la letra a) del número 2, hayan cursado los estudios u obtenido los títulos que faculten para el ingreso en la Universidad y adquirido la formación práctica señalada en el número 3 anterior, con un período mínimo de ocho años, en trabajos realizados en el ámbito financiero y contable, especialmente referidos al control de cuentas anuales, cuentas consolidadas y estados financieros análogos, de los cuales al menos cinco años hayan sido realizados con persona habilitada para la auditoría de cuentas y en el ejercicio de esta actividad. 7.Para el cómputo del período de formación práctica adquirida con anterioridad a la entrada en vigor de esta Ley y a efectos de lo dispuesto en el número 6 anterior, tendrán la consideración de personas habilitadas los miembros en ejercicio del perteneciente al Consejo General de Colegios de Economistas de España y del Registro General de perteneciente al Consejo Superior de Colegios Oficiales de Titulares Mercantiles de España”. 80 32 FAE Centro Universitário la cuestión fundamental consiste en determinar si la actividad que realizan los auditores puede considerarse equivalente a la “participación en funciones públicas”. De este modo, el concepto de “función pública” se convierte en esencial a la hora del presente análisis. Así, según MUÑOZ CONDE82“...Función pública es la proyectada al interés colectivo o social, al bien común y realizada por órganos estatales o paraestatales. Funciones públicas son las actividades económicas centrales, autonómicas, provinciales y locales, las sanitarias, las comunicaciones, enseñanza, sindicales, etc...”. En esta misma línea, pero concretando más el concepto de función pública, PORTILLA CONTRERAS83 mantiene que el contenido de función pública vendrá dado por la concurrencia de tres elementos: a) el elemento subjetivo, en cuanto que función pública es la actividad llevada a cabo por un ente público; b) elemento objetivo, según el cual función pública es la realizada mediante actos sometidos al Derecho público; y c) elemento teleológico, entendiendo que función pública es aquella en la que se persiguen fines públicos84. Sobre esta base, e incluso aceptando una concepción amplia de función pública, se hace inevitable, a mi entender, negar el carácter de funcionario público de los auditores de cuentas. En primer lugar porque, a pesar de la importancia de los informes de auditoría, que suponen un mayor control de las actividades empresariales, y del consecuente interés y servicio que este control implica para el correcto funcionamiento del sistema económico, ello no deja de ser, tal como establece la Exposición de Motivos de la Ley de Auditoría “un servicio que se presta a la empresa revisada, y que afecta e interesa no sólo a la propia empresa sino también a terceros implicados con su actividad”; es decir, no se trata de un interés colectivo o de un fin público, sino del interés privado, el de la sociedad, sus socios y terceros implicados, de que los datos económicos que se les ofrecen respondan a la realidad de la situación de la empresa. Es cierto que, de modo mediato, el control que implica la realización de una auditoría puede repercutir en un mejor funcionamiento del sistema económico de un país, pero ello no desvirtúa el hecho de que el fin primordial de la actividad de los auditores sea proteger los intereses particulares de los distintos sujetos involucrados en la actividad de una concreta sociedad mercantil. Cfrs. MUÑOZ CONDE, F. Derecho penal: parte especial, cit., pág. 925. Cfrs. PORTILLA CONTRERAS. El delito de práctica ilegal de detención por funcionario público. Madrid 1990. p. 151. 84 En este mismo sentido, vid. OLAIZOLA FUENTES, Concepto de funcionario público, cit., p. 80, quien además afirma que el tercer elemento sería esencial y su ausencia privaría, en todo caso, del carácter público a la función y en consecuencia al funcionario, porque lo que convierte a un acto en relevante y público es que dicho acto tienda a satisfacer las necesidades generales, que tienda a un fin colectivo. 82 83 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 7-48, jan./jun. 2011. 33 Y, en segundo lugar, porque la relación entre la empresa auditada y los auditores es estrictamente privada; es decir, “los auditores de cuentas ejercen su actividad de forma independiente, contratando con la entidad auditada sus servicios mediante un contrato de prestación de servicios profesionales”85. Efectivamente, como se puede apreciar, el legislador ha configurado la actividad de auditoría como “una actividad privada, por más que de interés general”86, y no como ejercicio privado de una función pública87. Por el contrario, entre el auditor y la sociedad auditada existe un contrato, al que se refiere el art. 14.2 de la Ley de Auditoría de Cuentas y, en su caso, responsabilidad contractual o extracontractual conforme a las reglas contenidas en el Código civil. Con base en todo ello, y a pesar de la irrebatible importancia e interés que para el correcto funcionamiento del sistema económico de un determinado país pudieran implicar los informes de los auditores, no puede afirmarse que estos trasciendan el ámbito privado y pasen a formar parte del derecho público. Su interés y trascendencia pueden ser muy elevados, pero no por ello dejan de ser entidades privadas que conciertan sus servicios con otras entidades privadas y que realizan sus actividades profesionales para las mismas de una forma independiente, pero dentro del ámbito empresarial privado. Consecuentemente, considero que resulta insostenible la afirmación de que los auditores de cuentas deban o puedan considerarse funcionarios públicos a los efectos de la emisión de sus informes. III ¿RESPONSABILIDAD PENAL DE LOS AUDITORES DE CUENTAS? CONCLUSIONES DE LEGE DATA Y DE LEGE FERENDA Así pues, si en los casos en los que un Auditor falsea la información acerca de las cuentas anuales que han sido sometidas a su consideración, debemos afirmar que no pueden incluirse ni en el ámbito del art. 290 de falsedad en documentos sociales, ni en el del art. 392 de falsedad en documentos mercantiles, la pregunta es clara: ¿quedarían absolutamente impunes estos comportamientos de los auditores? Cfrs. BLASCO LANG, La responsabilidad civil de los auditores de cuentas. Partida Doble, n. 42, p. 39-47, feb. 1994. 86 Cfrs. PANTALEÓN PRIETO. La responsabilidad civil de los auditores: extensión, limitación, prescripción, Madrid 1996. p. 29. 87 Así, pone de relieve PANTALEÓN, F. La responsabilidad civil de los auditores, cit., p. 29, que a diferencia de los Notarios o los Registradores, los auditores de cuentas no están obligados legalmente a ejercer su actividad, ni la cuantía de sus honorarios viene fijada reglamentariamente. 85 34 FAE Centro Universitário Aunque en principio pudiera parecer que es así, es necesario hacer algunas matizaciones. En primer lugar, es cierto que, en relación con los tipos delictivos que hemos analizado, los auditores de cuentas nunca podrán ser autores de los mismos; sin embargo, no existe inconveniente alguno para que puedan incurrir en responsabilidad penal a título de inductores, cooperadores necesarios o cómplices en el hecho delictivo ejecutado por los administradores de la Sociedad; es decir, su castigo se alcanzará por la vía de la participación88. Incluso algún autor ha apuntado la posibilidad de que un auditor que, en su informe, oculte delitos que se han cometido a través de la documentación estudiada y verificada cometerá un delito de encubrimiento recogido en el art. 451 del Código penal español 89 . Es decir, incluso admitiendo esta posibilidad, lo que podría afirmarse es la imputación al Auditor a título de autor de un delito de encubrimiento, pero nunca de un delito de falsedad documental, sea o no de documentos sociales. En este punto, sin embargo, hay que realizar algunas matizaciones. Como acertadamente señala CONDE-PUMPIDO FERREIRO90 “la naturaleza de su responsabilidad y su naturaleza participativa dependerá del momento consumativo del delito”. Si la conducta recogida en el párrafo 1º del art. 290 se entiende que es un delito de mera actividad y consumación anticipada, al producirse ésta en el momento del falseamiento de las cuentas, la intervención de los auditores sería ex post facto, posterior a la consumación y, por consiguiente, sólo podría valorarse la conducta del auditor como una forma de encubrimiento del art. 45191. Si, por el contrario, se considera, como es nuestro caso92, que el tipo recogido en el art. 290 no puede interpretarse como aquella idoneidad dirigida a la producción de un Cfrs. MARTINEZ-BUJAN PEREZ, Derecho penal económico:parte especial, cit., pág. 211; SANCHEZ ALVAREZ. Los delitos societarios, cit., p. 104 quien señala que en la Jurisprudencia francesa se ha venido considerando a los commissaires aux comptes como cómplices (Voir Crim., 3, janv., 1983, Bull., 2). En este mismo sentido se pronuncia la Memoria de la Fiscalía del Tribunal Supremo de 1996 (pág. 353) al afirmar que “en muchos casos para la realización de estas falsedades en las empresas obligadas a someter sus cuentas a auditoría es necesaria la colaboración dolosa o meramente negligente de los auditores en la medida que deben verificar la corrección contable de las cuentas anuales que se presentan”. 89 Cfrs. CONDE-PUMPIDO FERREIRO, Código penal: doctrina y jurisprudencia, tomo II, cit., p. 3009. 90 Cfrs. CONDE-PUMPIDO FERREIRO, Código penal: doctrina y jurisprudencia, ibidem. 91 Cfrs. CONDE-PUMPIDO FERREIRO, Código penal: doctrina y jurisprudencia, ibidem. 92 Cfrs. NÚÑEZ CASTAÑO. La estafa de crédito, cit., p. 442 y ss. 88 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 7-48, jan./jun. 2011. 35 error en el sujeto pasivo, sino que esta idoneidad debe referirse a la posible producción de un resultado lesivo93, la situación es radicalmente distinta. Declarada la necesidad de constatar la capacidad lesiva de la acción falsaria, debemos señalar que ésta viene determinada principalmente por dos factores contenidos en la propia descripción típica: en primer lugar, al exigir el art. 290 que los documentos sobre los que recaiga la falsedad, deben ser documentos esenciales para la sociedad al incorporar la información societaria imprescindible para reflejar la imagen fiel de la misma, es perfectamente constatable la idoneidad que cualquier alteración de los mismos implica para causar un perjuicio económico; en segundo lugar, igualmente implica la existencia de idoneidad la exigencia de que la falsedad recaiga sobre partidas o aspectos nucleares de los documentos. La exigencia recogida en el tipo del art. 290 del Código penal relativa a que la conducta realizada por el sujeto activo sea “idónea para causar un perjuicio económico”, ha dado lugar a discusiones doctrinales en relación a la interpretación del alcance de esta idoneidad. Así, algunos autores identifican la idoneidad exigida en el art. 290 del Código penal con la idoneidad para inducir a error al sujeto pasivo, al cual va destinada la declaración documental falsa; de este modo, el grado de idoneidad debe fijarse con base en los criterios de la imputación objetiva, tratándose de una conducta con la entidad suficiente para crear un riesgo típicamente relevante de afección del bien jurídico penalmente protegido. Esta es la postura mantenida por FARALDO CABANA,P. Los delitos societarios, cit., p. 133, quien se basa en que no toda mentira constituye cumplimiento de este primer requisito de la falsedad societaria, sino sólo aquellas que son objetivamente idóneas, ex ante consideradas, para inducir a error, debiendo efectuarse un juicio de probabilidad, aunque reconoce que “afirmada la adecuación de la conducta engañosa para inducir a un acto de disposición por error, todavía no se habrá demostrado que el engaño ha creado un riesgo típicamente relevante si el riesgo es permitido o tolerado”, ult. op.cit., pág. 134. En el mismo sentido, MANTOVANI, Sul diritto penale della información societaria e dell’impresa, Ind. Pen., 1987, p. 17. No compartimos la postura reflejada, ya que aunque sea innegable que la falsedad debe ser idónea para producir un error en otra persona, sin embargo no es suficiente, sino que se hace necesario añadir otro requisito: la capacidad para producir un perjuicio patrimonial. Así, esta idoneidad lesiva debe interpretarse como aptitud para producir un perjuicio económico, esto es, que sea apta para lesionar el patrimonio de alguno de los sujetos implicados en la conducta. De este modo, es necesario que el juez deba constatar la idoneidad de la referida acción falsaria mediante dos juicios: en primer lugar, un juicio de pronóstico, ex ante, mediante el que se determine si la acción del agente es apta, generalmente, para producir un peligro para el patrimonio de los sujetos pasivos; en segundo lugar, un juicio ex post sobre la posibilidad del resultado de peligro, de modo que ha de verificarse si, en la situación concreta, ha sido posible un contacto entre el falseamiento de los documentos y el patrimonio de las personas. En este sentido, MARTINEZBUJAN PEREZ. Delitos societarios, cit., p. 476, y también, Derecho penal económico: parte especial, cit., p. 208; MORENO CANOVES; RUIZ MARCO, Delitos socioeconómicos, cit., p. 260; GARCIA ARAN, Consideraciones sobre los delitos societarios en el nuevo Código penal. Economist & Jurist, p. 106,1996; NÚÑEZ CASTAÑO, La estafa de crédito, cit., p. 443-444; VALLE MUÑIZ, In: QUINTERO OLIVARES et al. Comentarios al código penal, cit., p. 1314-1315. 93 36 FAE Centro Universitário Es decir, es evidente que la capacidad lesiva, en principio, sólo la poseen ex lege determinados documentos, concretamente las cuentas anuales, entre otros. Con ello, una falsedad que recaiga sobre partidas o aspectos nucleares de las mismas tiene, ab initio, la aptitud lesiva requerida por el art. 29094. Ahora bien, hay que pensar que las cuentas anuales que merecen la cualidad de objeto material del delito contenido en el art. 290, son aquellas formuladas y/o formalizadas por los Administradores de la sociedad, en base al deber legal que tienen de hacerlo; esto es, aquellas que, una vez firmadas por los Administradores, se someten a la aprobación de los socios para después depositarse ante el Registro Mercantil95. La importancia de este aspecto radica, en los casos que estamos analizando, es decir, aquellos en los que existe obligación de que las cuentas anuales sean revisadas por auditores, antes de ser sometidas a la aprobación de la Junta General y remitidas al Registro Mercantil96, en que éstos deberán redactar un informe sobre el resultado de su actuación97 que determinará la posibilidad de continuar o no con el procedimiento de aprobación de las cuentas anuales. Si, como consecuencia de ese informe, los Administradores de la sociedad se ven obligados a modificar las cuentas anuales, se suscita la cuestión de si cabe interpretar que, en tal supuesto, ya se ha consumado el injusto, dado que las cuentas anuales sometidas formalmente a la verificación de los auditores han resultado no veraces. Partiendo de la conceptuación de los intereses protegidos por el art. 290 del Código penal (intereses patrimoniales de los socios, de la sociedad o de terceros, por un lado; y el correcto funcionamiento del orden económico, concretado en la confianza de que Así afirma SUAREZ GONZALEZ, en BAJO FERNÁNDEZ et al. Compendio de derecho penal, cit., p. 578, que “la exigencia de la idoneidad de la falsedad para causar un perjuicio permite establecer una doble restricción en el ámbito típico. Por una parte, excluir aquellos comportamientos que a pesar de ser en sí mismos falsos son irrelevantes por no afectar ni a la situación jurídica ni a la económica de la sociedad (vgr. En la medida en que un Acta no se halle sometida a especiales requisitos de publicidad, la falsedad acerca de la verdadera identidad del vendedor de un inmueble que adquiera la sociedad es irrelevante a los efectos del art. 290). Por otra, convertir en atípicos aquellos comportamientos falsarios burdos que son perceptibles por cualquiera”. 95 Así, no pueden considerarse como idóneas cualquier borrador o ejemplar más o menos definitivo que carezca de los requisitos establecidos por la legislación mercantil para la validez de las cuentas anuales; vid. En este sentido, MORENO CANOVES, A; RUIZ MARCO, F. Los delitos socioeconómicos, cit., p. 264. 96 Cfrs. Art. 203 de la LSA. 97 El art. 209 de la LSA establece que el informe emitido por los auditores de cuentas debe contener al menos las menciones siguientes: a) observaciones sobre las eventuales infracciones de las normas legales o estatutarias que hubieran comprobado en la contabilidad, en las cuentas anuales o en el informe de gestión; b) las observaciones sobre cualquier hecho que hubieran comprobado, cuando éste suponga un riesgo para la situación financiera de la sociedad. 94 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 7-48, jan./jun. 2011. 37 las cuentas anuales reflejen correcta y verazmente la situación de la sociedad, por otro lado)98, ambos tipos de intereses no pueden ser vulnerados hasta que se haya procedido al sometimiento de las cuentas anuales a la aprobación por la Junta de accionistas, ya que hasta ese momento estos documentos van a carecer de trascendencia jurídica para los sujetos interesados en su contenido. Sólo cuando las cuentas anuales se someten a la aprobación de la Junta General (y, consecuentemente, ya han sido revisadas por los auditores) éstas se integran en el tráfico jurídico y conforman el objeto material del delito contenido en el art. 290 del Código penal99. Por consiguiente, la posible falsedad realizada por los auditores de cuentas al emitir su informe es previa a la perfección del tipo, aunque su informe sea un acto necesario para la consumación delictiva, ya que, sin el mismo, las cuentas anuales no podrán formalizarse ante el Registro Mercantil. Desde esta base, y sentada ya la imposibilidad de considerarlo autor de un delito de falsedad documental o de falseamiento de documentos sociales, dado el momento del iter criminis en el que realiza su aportación al hecho delictivo y dada la necesariedad de su contribución, podrían ser considerados cooperadores necesarios del hecho realizado por el administrador de hecho o de derecho de la sociedad100 Mayores dificultades de imputación de responsabilidad penal se plantean en aquellos casos en los que el auditor actúa autónomamente; es decir, los supuestos en que la falsedad cometida por el auditor es realizada totalmente al margen de la conducta del administrador de hecho o derecho de la sociedad sometida a revisión y, por tanto, no puede entenderse que exista cooperación alguna en un hecho delictivo ajeno, por cuanto el “hecho ajeno” no existe. Son, fundamentalmente, un grupo de supuestos que consisten en que el auditor emite un informe no verídico afirmando que las cuentas anuales y demás documentos que está revisando no se corresponden con la imagen fiel y verdadera de la situación económico-patrimonial de la entidad, cuando la situación real es que las cuentas son veraces y exactas. Cfrs. NÚÑEZ CASTAÑO, La estafa de crédito, cit., p. 329-352. Cfrs. MORENO CANOVES; RUIZ MARCO, Los delitos socioeconómicos, cit., p. 264-265; NÚÑEZ CASTAÑO, la estafa de crédito, cit., págs. 422-423. 100 Cfrs. CONDE-PUMPIDO FERREIRO, Código penal: doctrina y jurisprudencia, cit., pág. 3010; ya en este sentido, la Memoria de la Fiscalía del Tribunal Supremo de 1996 (pág. 353) afirmaba que “... en muchos casos para la realización de estas falsedades en las empresas obligadas a someter sus cuentas a auditoría es necesaria la colaboración, dolosa o meramente negligente, de los auditores en la medida que deben verificar la corrección contable de las cuentas anuales que se presentan”. 98 99 38 FAE Centro Universitário Nuevamente nos encontramos ante un supuesto contenido en el nº 4 del art. 390 del Código penal (faltar a la verdad en la narración de los hechos) ya que, tal como hemos afirmado, el informe emitido por el auditor es un documento auténtico y original, pero cuyo contenido no se corresponde con la realidad extradocumental existente. Consecuentemente, nuevamente ha de afirmarse la atipicidad de estos supuestos que se deriva de la exclusión que en el art. 392 se hace del nº 4 del art. 390. Ahora bien, las dificultades para la imputación de responsabilidad penal, no impedirán, en su caso, la depuración de responsabilidad en el ámbito administrativo sancionador en aplicación de los arts. 15 y ss. de la Ley de Auditoría de cuentas y, desde luego, el ejercicio de las acciones civiles legalmente previstas101. De este modo, al amparo del art. 11 de la Ley de Auditoría de Cuentas, los auditores “responderán directa y solidariamente frente a las empresas o entidades auditadas y frente a terceros, por los daños y perjuicios que se deriven del incumplimiento de sus obligaciones”, quedando su régimen sancionador determinado por los mencionados arts. 15 y ss. de la Ley de Auditorías de Cuentas. Por lo que se refiere a la responsabilidad administrativa, la potestad sancionadora corresponde al Instituto de Contabilidad y Auditoría de Cuentas (I.C.A.C.), de conformidad con lo establecido por el art. 15 de la Ley de Auditoría. El ejercicio de dicha potestad debe ajustarse al procedimiento sancionador previsto en la Ley de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y del Procedimiento administrativo común; en esta Ley se regula la tramitación del expediente sancionador, bajo los principios de legalidad, irretroactividad, tipicidad, responsabilidad, proporcionalidad, prescripción y concurrencia de sanciones102. Este régimen administrativo sancionador puede iniciarse de oficio, aunque los supuestos más frecuentes son consecuencia de la ejecución del control técnico reservado al I.C.A.C. en el art. 22 de la Ley de Auditoría, y que tiene por objeto la revisión de los trabajos de auditoría efectuados por los auditores de cuentas, para comprobar que se han realizado de acuerdo con lo dispuesto en la normativa reguladora103. Paralelamente a esta responsabilidad administrativa, los auditores de cuentas pueden causar daño a los demás, y están sujetos a responsabilidad civil, que se traduce en la obligación de indemnizar o reparar los perjuicios causados a la víctima. Vid al respecto, ARANA GONDRA, Comentario al art. 11, Ley de Auditorías de Cuentas, Madrid 1995, págs. 387 y ss.; PANTALEON,F. La responsabilidad civil de los auditores, cit., p. 130 y ss. 102 Cfrs. GOMEZ MARTÍN, Los Auditores y la suspensión de pagos, Madrid, 1996, pág. 125. 103 Los arts. 64 a 73 del Reglamento de Auditoría desarrollan la materia del control técnico encomendado al I.C.A.C.; cfrs. GOMEZ MARTÍN, Los Auditores..., cit., p. 1225 y 126. 101 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 7-48, jan./jun. 2011. 39 Ahora bien, tal como afirma PANTALEÓN PRIETO104 la determinación de la concurrencia de responsabilidad civil de un auditor de cuentas exige necesariamente tres requisitos: a.-incumplimiento por parte del auditor de cualquiera de las obligaciones derivadas de su contrato con la entidad; obligaciones que, según la Ley de Auditorías de Cuentas, consisten en la revisión y verificación contable y en la emisión del correspondiente informe. De este modo, si el informe que se emite no corresponde con la realidad económica de la sociedad se están incumpliendo las obligaciones contractuales contraídas por el auditor105. b.-daños a la entidad, objetivamente imputables a la falta de cumplimiento en los términos del art. 1107 del Código civil. c.-imputabilidad de dicho incumplimiento al auditor; lo que como regla, exigirá que sea atribuible a dolo o culpa propios o de sus dependientes o auxiliares en el incumplimiento, por los que el auditor tiene que responder. Sobre la base de la concurrencia de los tres requisitos anteriores, el art. 11 de la Ley de Auditorías recoge, en su párrafo 1º, la responsabilidad de cada auditor individual, y, en el párrafo 2º, contempla el supuesto de que la auditoría haya sido realizada por un auditor que pertenezca a una sociedad de auditoría, en cuyo caso establece que “... responderá tanto el auditor como la sociedad y ello en forma directa y solidaria, debiendo tenerse presente que, según prescribe el art. 10.3 de la Ley de Auditorías, cuando la Auditoría se lleve a cabo por una sociedad de este tipo, la dirección y firma de los trabajos de auditoría corresponderá, en todo caso, a uno o varios de los socios auditores de cuentas...”106. A ello se une la responsabilidad de los demás socios auditores de la sociedad de auditoría que no hayan firmado el informe, aunque para éstos de forma subsidiaria y solidaria entre ellos107. De todo esto, tal como afirma DIAZ MENDEZ108, ...se extrae la existencia de una responsabilidad del auditor individual y autónomo, una responsabilidad solidaria de la sociedad de auditoría y el auditor a ella perteneciente que ha realizado la auditoría de cuentas, y una responsabilidad subsidiaria de los demás auditores pertenecientes a la sociedad que no hayan firmado el informe... Cfrs. PANTALEÓN,F. La responsabilidad civil de los auditores, cit., p. 45. De hecho, el Reglamento de Auditoría de cuentas, establece en su art. 48 que “se considerarán infracciones graves: a.- el incumplimiento de la obligación de realizar una auditoría de cuentas contratada en firme; b.la emisión de informes de auditoría de cuentas cuyo contenido no fuese acorde con la evidencia obtenida por el auditor en su trabajo (...)”. 106 Cfrs. DIAZ MENDEZ, Responsabilidad de los auditores de cuentas: cuestiones procesales. La Ley, n. 3491, p. 1-3,apr. 1994. 107 Cfrs. Art. 11.2 de la Ley de Auditorías; vid. GOMEZ MARTÍN, Los Auditores..., cit., p. 129. 108 Cfrs. DIAZ MENDEZ, Responsabilidad de los auditores de cuentas..., cit., p. 1-3. 104 105 40 FAE Centro Universitário Al margen de la posible responsabilidad civil y administrativa de los auditores en el caso de incumplimiento de las obligaciones contraídas con el contrato de auditoría, y, más concretamente, en el caso de realizar un informe falso, es necesario señalar que tras todo lo expuesto hasta el momento, es innegable, de lege data, la imposibilidad de imputación a título de autor de alguno de los tipos falsarios contenidos en el Código penal español de las conductas de falsedad realizadas por los auditores de cuentas en el ejercicio de su actividad. Sin embargo, de lege ferenda, podría ser aconsejable introducir una disposición similar a la contenida en el Derecho penal italiano que extienda la responsabilidad por las falsas informaciones sociales no sólo a los administradores de la sociedad, sino también a otros sujetos que puedan resultar igualmente trascendentes y relevantes para el correcto funcionamiento de la actividad societaria y, consecuentemente, del sistema económico. Si como he dicho, la actividad de revisión contable que llevan a cabo los auditores es tan trascendente que, sin ella, no podrían aprobarse las cuentas anuales en aquellas sociedades en que son obligatorias, es innegable que la realización de esta actividad otorga un mayor grado de credibilidad en los terceros respecto de la veracidad y fidelidad de los documentos auditados109. De este modo, los auditores y su actividad no sólo se constituyen como una eficaz barrera contra los ataques al bien jurídico protegido, sino que, en sentido inverso, su actividad es perfectamente idónea para lesionar el referido bien que, además, podría encontrarse más indefenso ante quien, en principio, tiene, por ley, el deber fundamental de salvaguardarlo. No podemos olvidar que la actividad de auditoría es, pese a su innegable y trascendente interés público, una actividad privada; consecuentemente, los auditores no son ejercientes privados de una función pública110, sino profesionales (privados e independientes) que realizan una actividad de enorme interés y relevancia para la sociedad y el correcto funcionamiento del sistema económico. Por ello, quizá pudiera resultar curioso constatar que pudieran salir impunes de sus comportamientos, o, todo lo más responder como partícipe de un hecho ajeno que lesione el mencionado bien. Sin embargo, considero que no debemos caer en la demagogia y optar en este momento por una absoluta incriminación de todas las conductas y sujetos que de un modo u otro puedan atentar contra un bien jurídico digno de protección por el Derecho penal. En este sentido, ya se habían pronunciado previamente STAMPA BRAUN, J.M.; BACIGALUPO, E. La reforma del Derecho penal económico español, p. 67-68, quienes afirman que “...Creemos, por último, que también debería incorporarse la hipótesis relativa a los informes falsos de auditoría o de la propia censura de cuentas, tanto si esa falsedad es positiva, como si consiste en omitir circunstancias relevantes para el informe.”. 110 Cfrs. PANTALEÓN, F. La responsabilidad civil de los auditores, cit., p. 147. 109 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 7-48, jan./jun. 2011. 41 Al enfrentarse a las tendencias derivadas del denominado “moderno” Derecho penal, que consisten en un adelantamiento e incluso creación de nuevas barreras punitivas, es necesario recordar uno de los principios sagrados del Derecho penal, el de intervención mínima. Si el conflicto, por muy grave que sea la conducta y por muy importante que se considere el bien jurídico lesionado, puede resolverse por otros cauces distintos al Derecho penal, el recurso a éste debe evitarse111. Efectivamente, poco a poco se ha ido extendiendo la idea de que los sectores centrales del moderno Derecho penal, entre los que se encuentran la economía y la actividad empresarial, padecen de un déficit crónico en su realización práctica. Así, se sabe, por ejemplo, que la mayor parte de los procesos no pasan de la fase instructora, que los jueces recorren a los marcos penales, los últimos responsables nunca caen en manos de la justicia, etc.112 Para algunos, estos déficits se deben a que las leyes sólo se aplican parcialmente, y exigen, por tanto, que se refuercen los instrumentos jurídico-penales y se apliquen con mayor contundencia: more of the same. Sin embargo, estos déficits son el resultado de problemas estructurales, que no sólo no se solucionan con un empleo más enérgico de los instrumentos jurídicos-penales, sino que se agudizan113. Desde este punto de vista, los déficits de realización demuestran hasta qué punto el Derecho penal se utiliza en sectores que no son los suyos y haciéndole cumplir unas funciones que le son extrañas, lo que produce su desnaturalización permanente y no meramente transitoria. Por ello, y dada la regulación de sanciones administrativas que prevé la Ley de Auditorías para los casos de infracciones de las funciones de la actividad de revisión contable por los auditores, deberá constatarse si estas son suficientes para resolver el conflicto, y de no ser así, deberá modificarse la legislación mercantil para que ofrezca una solución adecuada al problema que se ha planteado. Y sólo en el caso en que, de ningún modo posible, la legislación extrapenal pudiese resolver el conflicto ocasionado por la lesión del bien jurídico protegido, habría que cambiar el Código penal para que abarcase este tipo de comportamientos. Ya, en el comienzo del análisis doctrinal de la necesidad de regulación de unos delitos contra el orden socioeconómico, pusieron de relieve STAMPA BRAUN, J.M.; BACIGALUPO, E. La reforma del Derecho penal económico español, cit., p. 56, al analizar los denominados delitos financieros que “...En cualquier caso, debe tenerse en cuenta que en esta materia la necesidad de medidas extrapenales no puede suplirse con disposiciones de carácter penal exclusivamente (...) (...) ...lo que demuestra, una vez más, que la protección de bienes jurídicos que interesan al Derecho penal económico no puede tener lugar sólo por medio de la imposición de penas, y que también la reforma del Derecho mercantil debe orientarse hacia esa protección. Ocurre, también en este caso, que el Derecho penal debe quedar reservado para aquéllos ilícitos que no puedan impedirse mediante eficaces medidas del Derecho mercantil.”. 112 Cfrs. HASSEMER, Crisis y características del moderno Derecho penal. Actualidad penal,n.2, p. 642,1993. 113 Cfrs. HASSEMER, ibidem. 111 42 FAE Centro Universitário Ahora bien, incluso desde una postura, como la que mantengo, de rechazo a las tendencias expansivas del Derecho penal y de defensa de un Derecho penal garantista que implique un absoluto respeto a los esenciales principios informadores del Derecho penal, es evidente la incongruencia que puede implicar la situación descrita. Efectivamente, si la razón de la incriminación de los administradores de la sociedad radica en la posibilidad que los mismos ostentan de lesionar el bien jurídico protegido con determinados comportamientos (en este caso, falsedades en documentos sociales), la misma argumentación debería servir para incriminar las mismas conductas realizadas por los auditores. Así, la auditoría otorga un mayor grado de credibilidad en los terceros respecto a la veracidad y fidelidad de los documentos auditados, de tal modo que no sólo constituye una eficaz barrera contra los ataques al bien jurídico, sino que, por el contrario, puede resultar perfectamente idónea para lesionarlo. Desde este prisma, resulta un contrasentido mantener la impunidad de quienes desde el deber de salvaguardar un bien jurídico (los auditores) pueden más fácilmente lesionarlo. Así pues, si mantenemos la necesidad de incriminación de los administradores de la sociedad en aquellos supuestos en que realicen una falsedad en determinados documentos sociales por cuanto este comportamiento determina o puede determina una lesión del bien jurídico, con mayor razón deberían incriminarse los mismos comportamientos realizados por los auditores que, tal como hemos visto, desde su posición de salvaguarda y garantía del bien jurídico, pueden más fácilmente lesionarlo. Pero todo ello, sin olvidar que no toda infracción del Ordenamiento que conlleve la lesión de un interés o bien protegido implica de modo automático la intervención del Derecho penal; por el contrario considero que debemos reducir el recurso al mismo a sus mínimos indispensables. Y si esto es así respecto del Derecho penal tradicional, igualmente es así respecto al Derecho penal económico y al societario. Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 7-48, jan./jun. 2011. 43 REFERÊNCIAS ANTOLISEI, Francesco. Manuale di diritto penale: leggi complementari, I. I Reati societari, bancari, di lavoro e previdenza, 10. ed., aggiornata e integrata da L. Conti. Milano: Dotti A. Giuffré, 1997. ARANA GONDRA, Francesci Javier. Comentario al art. 11. _____. Ley de auditorías de cuentas. Madrid: Edersa, 1995. AREAN LALIN, M. Conceptos mercantiles tipificados en los delitos societarios. In: JONADAS SOBRE EL NUEVO CODIGO PENAL Y LOS DELITOS SOCIETARIOS, 1996. 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Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 7-48, jan./jun. 2011. 47 CAUSALIDAD, INCERTIDUMBRE CIENTÍFICA Y RESULTADOS A LARGO PLAZO CAUSATION, SCIENTIFIC UNCERTAINTY AND LONG-TERM RESULTS RESUMEN Mª del Carmen Gómez Rivero* El trabajo se ocupa de la compleja relación entre los estados de incertidumbre científica propios de los nuevos ámbitos de desarrollo tecnológico y, por consiguiente, de desconocimiento de los procesos causales a que pueden dar lugar el empleo de nuevos productos o servicios, y la posibilidad de fundamentar un juicio de responsabilidad por los resultados que se causen a consecuencia de los mismos. Esto plantea en Derecho penal no sólo la necesidad de articular mecanismos con los que fundamentar en estos casos el desvalor de acción de la conducta y, en especial, el valor que deba concederse en este orden al que se conoce como principio de precaución, sino sobre todo la necesidad de trazar criterios con los que reconducir explicativamente el resultado a la acción que indiciariamente lo provoca, así como de fijar límites temporales a la posibilidad de reconducir los resultados que eventualmente se causen transcurrido un largo período temporal desde el empleo de dichas tecnologías. Palabras clave: Incertidumbre científica; estado de sospecha; principio de precaución; relación causal; resultados tardíos; causalidad general; ABSTRACT The work deals with the complex relation between the conditions of scientific uncertainty with the new areas of technological development and, consequently, with ignorance of the causal processes to which they can give place the employment of new products or services, and the possibility of basing a judgment of responsibility for the results that are caused as a result of the same ones. This raises in Criminal law not only the need to articulate mechanisms with that to devaluate the conduct and, especially, the value that should be granted in this order to which it is known as principle of precaution, but especially the need to plan criteria with which to relead explanatorily the result to the action that provokes it, as well as of fixing temporary limits to the possibility of re-leading the results that eventually are caused passed a long temporary period from the employment of the above mentioned technologies. Keywords: Scientific uncertainty; Condition of suspicion; Principle of precaution; Causal relation; Late results; General causality; * Catedrática de Derecho penal, Universidad de Sevilla Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 49-94, jan./jun. 2011. 49 I CONSIDERACIONES PREVIAS El Derecho penal no solo elabora los presupuestos de su intervención sobre la base de otras disciplinas, sino que necesita de su arsenal de conocimientos para fundamentar sus propias soluciones. En efecto, por una parte, el Derecho penal, en cuanto última instancia de control social, no formula de manera autónoma sus presupuestos, sino a partir de las conductas previamente prohibidas por otras instancias formales de control. Esto es especialmente visible en los ámbitos limítrofes de esta disciplina con el Derecho administrativo. Sirvan de ejemplo los relacionados con el medio ambiente, la ordenación del territorio, o en general los delitos relativos a la salud pública, donde lo normal es que la configuración de los preceptos penales que castigan las respectivas conductas partan de las previamente consideradas como ilícitas en aquel orden para, a partir de ellas, introducir una serie de exigencias adicionales de peligro o lesividad que fundamenten el injusto penal conforme el principio de intervención mínima. Es lo que sucede con los tipos que se redactan conforme a la técnica de las leyes penales en blanco, que adoptan como punto de partida de su supuesto de hecho, las conductas previamente definidas en el ámbito administrativo con potencialidad lesiva conforme a los conocimientos que ofrecen las ciencias de la naturaleza, y que se plasman en una serie de índices cuya superación determina su ilicitud. Esas prohibiciones se incorporan posteriormente al Código penal por la vía de remisión a las normas administrativas, si bien exigiendo normalmente requisitos adicionales de peligrosidad. Por otra parte, el Derecho penal no sólo parte de esas disciplinas a la hora de configurar sus presupuestos, sino que también necesita de sus conocimientos en la fundamentación de sus decisiones en el caso concreto. El juez no es ni tiene por qué ser experto en todas las disciplinas que pueden ser relevantes en la fundamentación del fallo, por lo que necesita recurrir a expertos que formulen sus pericias sobre la base de los conocimientos de las respectivas ciencias. Pero no sólo eso. El juez también necesita, de forma ordinaria, los conocimientos científicos en la tarea de relacionar explicativamente un determinado resultado lesivo con la conducta que lo ocasiona, para así fundamentar un juicio de causalidad entre ambos, presupuesto mínimo de la responsabilidad penal. Para ello, reclama de nuevo los conocimientos que ofrecen otras disciplinas científicas que, en este caso, ofrezcan las leyes causales con las que relacionar fenomenológicamente acción y resultado. A partir de la contemplación de los distintos momentos en que tiene lugar la interrelación de la disciplina penal y las científicas, es fácil entender la variedad de frentes desde los que, a su vez, se plantean serias dificultades a aquella rama del Derecho cuando no son sólidos los conocimientos científicos sobre los que descansa. 50 FAE Centro Universitário En efecto, en primer lugar, la situación de incertidumbre científica genera serios problemas al orden penal en la tarea de delimitar, ex ante, el espectro de comportamientos que está legitimado para prohibir conforme el principio penal básico de mínima intervención. En la medida en que el Derecho penal formula, a menudo, la descripción de las conductas punibles sobre la base de los saberes propios de otras disciplinas, cuando las mismas no pueden ofrecer respuestas seguras surge la duda en torno a si puede, pese a todo, prohibirlas sin violar su carácter de ultima ratio. La necesidad de respuesta a esta cuestión se torna especialmente apremiante en el ámbito de la que se ha dado en llamar sociedad de riesgo, que acuña la característica ambivalente de la sociedad actual: por un lado, ofrece mayores cuotas de bienestar mediante los avances que proporciona el empleo de nuevas tecnologías, y en general la puesta a disposición de nuevos productos; por otro, sin embargo, genera una permanente sensación de inseguridad en torno a los posibles efectos asociados a su empleo, a corto pero sobre todo a medio y largo plazo, ante la inseguridad de los conocimientos científicos para identificarlos con cierta anticipación. Esta incapacidad de la ciencia, que ha llevado incluso a proponer en determinados sectores, la prohibición administrativa de ciertas conductas de forma genérica, abre en Derecho penal el debate en torno a si esta rama del Ordenamiento jurídico puede dar cabida a lo que se conoce como principio de precaución. Como recuerda ROMEO CASABONA1, dicho principio, que se formuló por primera vez en los años setenta vinculado a la legislación medioambiental, es aplicable con carácter general a las situaciones de riesgo que presentan dos características básicas. La primera, que exista un contexto de incertidumbre científica; la segunda, la eventualidad de que se produzcan daños graves e irreversibles, soliéndose incluir entre ellos los daños colectivos que toman la dimensión de catástrofes, como los asociados a los organismos genéticamente modificados o al cambio climático. Como observa el mismo autor, el principio de precaución no parte de la absoluta falta de previsión sobre el futuro, sino que se basa en la sospecha de los riesgos que puede comportar una actividad determinada. Sin embargo, presupone el desconocimiento tanto de la dimensión de ese riesgo como de sus posibles efectos perjudiciales, por lo que en aras de la garantía de la seguridad, exige la adopción de determinadas medidas precautorias e incluso, en casos extremos, la prohibición de la conducta. Se trata, en definitiva, de lo que se ha dado en llamar la tarea de “administrar o gestionar” los riesgos, cuya misión es buscar un punto de equilibrio entre el discurso en defensa de los riesgos, como motor del desarrollo, y el discurso por la restricción de esos Aportaciones del principio de precaución al Derecho penal. In: ROMEU CASABONA, Carlos María (Ed.) Conducta peligrosa e imprudencia en la sociedad de riesgo. Granada: Comares, 2005. p. 93 ss. Publicado también en : ROMEO CASABONA, Carlos María. Biotecnología y derecho: perspectivas en derecho comparado. Granada: Comares, 2004. 385 ss. 1 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 49-94, jan./jun. 2011. 51 mismos riesgos, como amenaza2. Todo ello sin olvidar que, en el fondo, es un pulso por la búsqueda de un equilibrio entre las exigencias de seguridad social o minimización de riesgos y su cuantificación económica; entre incolumidad y rentabilidad; entre progreso y costes. Tal vez el ejemplo más antiguo del principio de precaución sea el recuerdo del hecho contenido en el informe Late Lessons from Early Warnings (Harremoës y otros, 2001): en 1854 el Dr. John Snow recomendó retirar las manijas de las bombas de agua en Londres para detener una epidemia de cólera. Durante un período de diez días en septiembre de 1854, en el que más de 500 londinenses murieron como consecuencia de la enfermedad, Snow utilizó un mapa de la ciudad para ubicar cada hogar con un caso de cólera. Llegó a la conclusión de que los londinenses que bebían de una determinada fuente de agua corrían mayor riesgo de contraer la enfermedad y recomendó la remoción de la manija de la bomba que suministraba agua potable de esa fuente. Ciertamente, las evidencias de la relación causal entre la propagación del cólera y el contacto con las bombas de agua eran débiles y de ninguna manera había una ‘prueba que no admitiera dudas razonables’. Sin embargo, esa medida adoptada conforme la evidencia disponible en el momento, resultó sumamente eficaz para impedir el contagio y las consiguientes muertes adicionales. Si las autoridades del gobierno de Londres hubieran exigido una certeza absoluta, la epidemia se habría prolongado otros 30 años hasta que se identificara la bacteria del cólera3. En sentido inverso, fue precisamente la falta de adopción de medidas de precaución lo que no ha impedido que se paralicen los daños a la salud relacionados con el uso del amianto. Como recuerda el Informe del Grupo de Expertos sobre el principio precautorio de la Comisión Mundial de Ética del Conocimiento Científico y la Tecnología (COMEST), actualmente se sabe que el amianto es la causa principal del mesotelioma, una enfermedad con un período de incubación muy largo, pero que cuando se declara suele resultar fatal en el plazo de un año. Los especialistas en salud estiman que en la Unión Europea se producirán entre 250.000 a 400.000 muertes por mesotelioma, cáncer de pulmón y amiantosis en los próximos 35 años, como consecuencia de una exposición al amianto en el pasado. La extracción del mineral de amianto se inició en 1879, cuando la ciencia no había advertido aún los peligros que entrañaba. La producción anual de amianto en el mundo llegó a ser de 2 millones de toneladas en 1998. Las importaciones de la UE alcanzaron su más alto nivel en los años setenta y fueron superiores a 800.000 toneladas anuales hasta 1980, para disminuir a 100.000 toneladas en 1993. Según ese informe, existe un plazo de 50 a 60 años entre el nivel más elevado de las importaciones de amianto y la incidencia más alta del mesotelioma en un país. En concreto, en España, el período de máxima utilización corresponde a los años de 1960 a 1984. Fue el Reino Unido, en 1931, el primer país que tomó medidas reglamentarias para limitar la exposición profesional al amianto y Francia el primero que, en 1945, reconoció la asbestosis como enfermedad profesional. En España se reconoció en 19614. En España se prohibió su uso CRUZ BOTINI, Pierpaolo. 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Todo ello pese a que la alerta sobre su nocividad se remonta al año 1898, cuando en el Reino Unido la inspectora industrial Lucy Deane advirtió acerca de los efectos nocivos y ‘malignos’ del polvo de amianto. La ausencia de pruebas científicas concluyentes del daño ocasionado contribuyó a la demora con que se adoptaron medidas y se dictó la reglamentación sobre reducción de los riesgos. Las alertas iniciales de los años 1898 a 1906 no dieron lugar a ningún tipo de acciones de precaución para reducir el contacto con el amianto, ni a estudios a largo plazo sobre aspectos médicos y sobre la exposición de los trabajadores al polvo, que habrían sido posibles en esa época y contribuido para justificar controles más estrictos de los niveles de polvo. A nadie escapa, sin embargo, que adoptar como regla general la paralización de todas esas actividades de riesgo en las situaciones de incertidumbre científica no sólo impediría el desenvolvimiento normal de la vida ordinaria sino que también supondría una importante rémora para la ciencia. De hecho son esperables los efectos adversos para la salud de la exposición al plomo, mercurio, cloruro de vinilo, cromo, berilio, benceno y una larga lista de pesticidas y otras sustancias químicas tóxicas, ¿significaría esto entonces, que en todos esos casos las actividades que los emplearan habrían de prohibirse? Lógicamente, la respuesta a esta pregunta requiere tener en cuenta el grado de temores en torno a los potenciales efectos lesivos de un producto o actividad, lo que pasa por atender a las peculiaridades del caso concreto conforme el estado de la ciencia en cada momento. Así, por ejemplo, mientras las dudas en torno a los posibles efectos nocivos del uso de la telefonía móvil no han alcanzado tal intensidad como para prohibir preventivamente la conducta5, el principio de precaución impide en la actualidad el que se conoce como el xenotrasplante, esto es, el trasplante de órganos de animales a los seres humanos, por ejemplo el corazón de un cerdo. Sus principales riesgos consisten en el peligro eventual de que se transmitan enfermedades infecciosas de un animal a un ser humano. Los científicos Como recuerda Emilia Sánchez, de la Agencia de Evaluación de Tecnologías e Investigación médicas, El principio de precaución: implicaciones para la salud pública (http://scielo.isciii.es), los estudios experimentales, in vivo, in vitro y en voluntarios, han demostrado que el aumento de la temperatura tiene efectos sobre el sistema nervioso que son difíciles de interpretar en términos de riesgo para la salud humana. Se desconoce si la exposición es inocua o si pueden existir efectos no identificados todavía. Por otra parte, los datos epidemiológicos disponibles indican que la exposición a radiaciones como las descritas no está asociada a la aparición de cáncer ni tiene efectos sobre la reproducción. Estos estudios presentan limitaciones para identificar efectos leves que podrían producirse con una exposición intensa y prolongada, o efectos crónicos que pudieran aparecer varios años después de la exposición. En definitiva, con el conocimiento actual no hay evidencia científica de que la exposición a la radiofrecuencia de la telefonía móvil cause problemas de salud, pero no hay información suficiente para asegurar que no representa un riesgo. 5 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 49-94, jan./jun. 2011. 53 han identificado el llamado ‘retrovirus endógeno porcino’ (PERV) como un posible agente infeccioso que motiva especial preocupación. Hasta la fecha no se dispone de estudios que hayan demostrado una transmisión directa del PERV, fuera del laboratorio, de las células porcinas a las humanas. El hecho de que la posible existencia del riesgo sea incierta pero científicamente plausible determina la aplicación a estos casos del principio de precaución6. La Comunicación de la Comisión Europea sobre el recurso al principio de precaución (2.2.2000 COM(2000) 1 final), ofreció algunas pautas que habrán de seguir las decisiones políticas que se adopten por los gestores de esos riesgos. En concreto, en el caso de que se considere necesario el recurso al principio de precaución, las medidas que se pretendan adoptar basadas en él deberán ser, entre otros aspectos: proporcionales al nivel de protección elegido; no discriminatorias en su aplicación; coherentes con medidas similares ya adoptadas; basadas en el examen de los posibles beneficios y los costes de la acción o de la falta de acción; sujetas a revisión, a la luz de los nuevos datos científicos, y capaces de designar a quién incumbe aportar las pruebas científicas necesarias para una evaluación del riesgo más completa. En la actualidad, este principio está presente, por ejemplo, en el Reglamento (CE) n.º 178/2002, de 28 de enero de 2002 (17), en materia de seguridad alimentaria, que dispone en su art. 7 que: “En circunstancias específicas, cuando tras haber evaluado la información disponible se observe la posibilidad de que haya efectos nocivos para la salud, pero siga existiendo la incertidumbre científica, podrán adoptarse medidas provisionales de gestión del riesgo para asegurar el nivel elevado de protección de la salud por el que ha optado la comunidad”. El principio de precaución ya fue aplicado en el ámbito comunitario por el Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas, en su Sentencia sobre la validez de la Decisión de la Comisión, por la que se prohibía la exportación de vacuno del Reino Unido para limitar el riesgo de transmisión de la epidemia de Encefalopatía Espongiforme Bovina – EEB-. A mediados de los años 80 comenzó a manifestarse la enfermedad en una cabaña de ganado vacuno del Reino Unido. Una década después existía ya la sospecha acerca de que el consumo de esos animales podría ser determinante de los casos registrados de una grave enfermedad neurovegetativa: la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob, lo que determinó que la Comisión Europea prohibiera la exportación de ganado vacuno desde el Reino Unido. El Tribunal, que se pronunció sobre dicha decisión, consideró que: «...ha de admitirse Al respecto, por ejemplo, ROMEO CASABONA, Carlos Maria. (Coord..), Los xenotrasplantes: aspectos científicos, éticos y jurídicos. Granada: Comares, 2002; TALLACHINI, Mariachiara. Principio de precaución y bioseguridad: aplicación a la salud huana. In: : ROMEO CASABONA, Carlos María (Ed.). Principio de precaución, biotecnología y derecho. Granada: Comares, 2004. p. 85 ss. (Colocar na página 4) 6 54 FAE Centro Universitário que, cuando subsisten dudas sobre la existencia o alcance de riesgos para la salud de las personas, las Instituciones pueden adoptar medidas de protección sin tener que esperar a que se demuestre plenamente la realidad y gravedad de tales riesgos», (considerando 99)... Corrobora este punto de vista el apartado 1 del artículo 130 R del Tratado CE, según el cual la protección de la salud de las personas forma parte de los objetivos de la política de la Comunidad en el ámbito del medio ambiente. El apartado 2 de ese mismo artículo prevé que dicha política, que tendrá como objetivo alcanzar un nivel de protección elevado, se basará, entre otros, en los principios de precaución y de acción preventiva, y que las exigencias de la protección del medio ambiente deberán integrarse en la definición y en la realización de las demás políticas de la Comunidad» (considerando 100)7. Sin poder entrar en la determinación de los casos concretos en que resulte aplicable dicho principio, a este estudio interesan dos cuestiones fundamentales. La primera, las repercusiones que el mismo tenga en el ámbito específicamente penal a la hora de definir la conducta prohibida. La segunda, las peculiaridades que el estado de incertidumbre científica sobre el que descansa el principio de precaución inyecta en la determinación del juicio relacional entre la acción y el resultado como presupuesto mínimo e indispensable del juicio de responsabilidad penal. Si bien, buena parte de las consideraciones son trasladables a la generalidad de los casos, las reflexiones que hagamos se centran de forma específica en la fenomenología de supuestos caracterizadas por la dilación temporal entre la conducta y el resultado que a ella se asocia, en cuanto que, debido a su frecuencia y complejidad, concentran la mayor parte de problemas. II. INCERTIDUMBRE CIENTÍFICA Y FORMULACIÓN DE LA CONDUCTA PROHIBIDA Aun cuando ciertamente los casos de dilación temporal entre la realización de la acción y la producción de un resultado representan tan solo un grupo especial dentro de los que pueden plantearse en un contexto de incertidumbre científica, lo cierto es que son el exponente paradigmático de su problemática. No es extraño que sea así teniendo en cuenta que lo normal es que la situación de ignorancia científica se proyecte a las consecuencias más inseguras, como son precisamente las que se asocian a la dilación temporal. Ejemplos no faltan en este sentido. Además de casos como el de amianto, ya mencionado, baste pensar en el ámbito de los medicamentos en el caso Contergan o en el Sentencias de 5 de mayo de 1998, asuntos C-157/96 y C-180/96. 7 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 49-94, jan./jun. 2011. 55 de algunos anticonceptivos suministrados en los años setenta y ochenta que posteriormente se revelaron como posibles agentes causantes del cáncer de mama o de útero. Es más, la inseguridad de esas consecuencias resulta comprensible teniendo en cuenta que se plantean no sólo respecto al transcurso de la vida del sujeto que en concreto es objeto de la conducta. También los riesgos alcanzan a las generaciones futuras. Baste pensar tanto en los casos en que la enfermedad de que se trate pueda manifestarse a la descendencia del sujeto, como en aquellos otros que, como sucede con la práctica del xenotrasplante, plantean incluso el riesgo de contagio de la patología contraída por un individuo a terceras personas por vía epidémica. No es por ello casual que el principio de precaución surgiera justamente en un ámbito que se caracteriza por proyectar los resultados lesivos a lo largo de un período dilatado de tiempo: el medio ambiente. A la especificidad de la problemática de los daños aplazados en el tiempo se refirió la Comunicación de la Comisión sobre el principio de precaución8 al afirmar que, La medida de reducción de los riesgos no debe limitarse a los riesgos inmediatos, para los que es más fácil evaluar la proporcionalidad de la acción. Las relaciones de causalidad son las más difíciles de probar científicamente en los casos en que los efectos peligrosos se dejan sentir mucho tiempo después de la exposición, y por este mismo motivo el principio de precaución debe utilizarse a menudo. En este caso, los efectos potenciales a largo plazo deben tenerse en cuenta para evaluar la proporcionalidad de las medidas, las cuales deben establecer sin demora acciones que puedan limitar o suprimir un riesgo cuyos efectos sólo serán aparentes al cabo de diez o veinte años o en las generaciones futuras. Esto se aplica muy especialmente a los efectos sobre los ecosistemas. El riesgo aplazado para el futuro sólo puede eliminarse o reducirse en el momento de la exposición a dicho riesgo, es decir, inmediatamente. Lógicamente, no es objeto del presente apartado determinar los presupuestos o condiciones en que, en relación con los resultados dilatados en el tiempo, procede incorporar a las normas administrativas prohibiciones inspiradas en el principio de precaución. Lo único que nos interesa en él es el estudio de la proyección que, una vez formulado, tenga aquel principio en el orden penal. A efectos expositivos, en lo que sigue diferenciaremos los distintos grupos de casos imaginables. Bruselas, 2.2.2000 COM(2000) 1 final, pág. 18 8 56 FAE Centro Universitário 1.- La incorporación del principio de precaución a normas administrativas y su incidencia en el orden penal En la tarea de precisar la concreta incidencia que pueda tener el principio de precaución en la configuración de la conducta penalmente prohibida hay que reconocer que existen determinados supuestos en que aquélla resulta más visible. Es lo que sucede con las leyes penales en blanco. Como ya recordábamos, las mismas se caracterizan por que el legislador penal redacta su supuesto de hecho a partir de las conductas previamente prohibidas en el orden administrativo. Allí donde las normas administrativas hayan recogido el principio de precaución para prevenir los resultados lesivos, entre ellos los que se produzcan a largo plazo, dichas precauciones podrán tener traducción indirecta en el orden penal mediante dicha técnica de remisión9. Cuestión distinta de lo anterior es, lógicamente, las críticas de que pueda hacerse merecedora el recurso a dicho tipo de normas, acentuadas precisamente en este ámbito. Entre ellas baste con citar sólo dos. En primer lugar, que por esta vía pueden acabar prohibiéndose en Derecho penal conductas cuya sanción, sin embargo, es más propia del orden administrativo. Este riesgo se presenta especialmente evidente en los denominados delitos de acumulación. Si ya de por sí los mismos resultan cuestionables en cuanto que suponen hacer responder al autor por un contenido de injusto, que excede del propio de su conducta para atender al resultado final fruto de la interacción de la actuación de diversos agentes, esas críticas se acentúan en los contextos de incertidumbre científica. Baste pensar que en ellos ni siquiera el posible resultado final puede atribuirse con certeza a la acumulación de dichos comportamientos. La lejanía respecto a la efectiva posibilidad de lesión del bien jurídico de la conducta en sí misma considerada resulta entonces evidente10. En segundo lugar, debe llamarse la atención sobre el hecho de que la filtración más clara del principio de precaución por esta vía tenga lugar precisamente mediante el recurso a los delitos de peligro que más reparos despiertan desde el punto de vista del respeto al principio de lesividad: los de peligro abstracto y, aun cuando merecedores de mayor aprobación, los de peligro hipotético o abstracto-concreto. Es lógico que sea así, en cuanto que dado que estos delitos se limitan a recoger conductas que se presumen ya peligrosas sin comprobación adicional alguna, permiten dar cabida a las prohibiciones que se basan ROMEO CASABONA, C. M.. Aportaciones del principio de precaución al derecho penal. In: ________ . CONDUCTA peligrosa e imprudencia en la sociedad de riesgo. Granada:Comares, 2005. p. 103 ss. 10 Sobre este problema véase SCHROEDER, Fredrich-Christian, Principio de precaución, derecho penal y riesgo. In: ROMEO CASABONA, C. M. (Ed.). Principio de precaución, biotecnología y derecho. Granada: Comares, 2004. p. 432 ss. 9 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 49-94, jan./jun. 2011. 57 en una situación de peligro aún no comprobado. Como con acierto se ha destacado, el efecto final es que se acaba castigando una actitud de simple desobediencia, ya que no se protege el riesgo, sino que se prohíbe una conducta sobre la base de la sospecha de que pudiera representar un peligro11. Por el contrario, y por razones lógicas, la relevancia de dichas normas extrapenales que recogen el principio de precaución va a ser prácticamente inexistente en el caso de los delitos de peligro concreto, caracterizados por la necesidad de fundamentar un nexo relacional entre la conducta que describe la norma penal y la situación de peligro que contemplan. En ellos, esta última funciona al modo de un resultado del delito que, por tanto, resiste toda la elaboración dogmática diseñada para los tipos de resultado, como la comisión por omisión o, en lo que ahora nos interesa, la necesidad de establecer un juicio no sólo de causalidad sino también de imputación objetiva entre uno y otro. Las dificultades para dar cabida en ellos al principio de precaución resultan entonces evidentes, lo que llevaría siempre a concluir afirmando la atipicidad de la conducta. No obstante, este diseño teórico se empaña a menudo en la práctica. En este sentido resulta criticable que a veces los delitos de potencialidad lesiva se conviertan en su interpretación jurisprudencial en delitos de peligro abstracto. Es digna de mención la cita de la STS 144/2000, de 14 de septiembre, en relación con la aplicación del art. 364.2.1, que incorpora la prohibición reglamentaria de administrar sustancias prohibidas a los animales destinados al consumo humano, pero requiriendo el tipo que se trate de agentes no autorizados susceptibles de causar daños a la salud de las personas: “En lo concerniente a la falta de nocividad para la salud del olaquindox, se trata de una alegación carente de eficacia defensiva, toda vez que el delito del art. 364.2º se comete infringiendo la prohibición de utilizar determinados productos en la alimentación. Esta prohibición surge de la Orden de 25 de septiembre de 1996, que el recurrente no ha impugnado”. Ahora bien, no se afirma nada nuevo al recordar que aun cuando en el sector de actividad de que se trate el Código penal contemplase dicho tipo de normas, dado sus caracteres, con ellas tan sólo estaría atendiendo a la potencialidad lesiva de la conducta respecto al riesgo que representa para bienes supraindividuales. Es lo que sucede por ejemplo con el art. 363, que castiga a los productores, distribuidores o comerciantes que pongan en peligro la salud de los consumidores “1. Ofreciendo en el mercado productos alimentarios con omisión o alteración de los requisitos establecidos en las leyes o reglamentos sobre caducidad o composición”. Si entre esas leyes o reglamentos se encontrasen algunos que efectivamente contemplaran prohibiciones sobre la base del principio de precaución, BAÑO LEÓN, José María. El principio de precaución en derecho público. In: BOIX Reig, J.; BERNARDI, A.; CAMPOS CRISTOBAL, R. (Coord.). Responsabilidad penal por defectos en productos destinados a los consumidores. Madrid: Iustel, 2005. p. 39. Colocar p. 7 11 58 FAE Centro Universitário dicho tipo de normas tendría efectivamente incidencia en el orden penal, pero limitada en exclusiva a integrar parte del supuesto de hecho de un tipo que no protege de forma directa la vida o la salud de los consumidores. Lo anterior traslada precisamente el problema a los tipos delictivos que la mayoría de las veces van a venir en consideración cuando se manifiestan, ya en concreto, resultados lesivos tardíos en las personas: el homicidio o las lesiones: ¿hasta qué punto incide la formulación de aquellas normas administrativas que recogen el principio de precaución en la definición del desvalor de acción de tales delitos? Para ilustrar la problemática de este grupo de casos podría servir el que saltaba hace algunos años a la prensa relativo a la posible relación entre la exposición a campos electromagnéticos procedentes, por ejemplo, de la instalación de antenas de telefonía móvil, y la aparición de casos de leucemia en las personas que desenvolvían su vida en las proximidades de los lugares en que estaban instaladas. Característico de estos casos es que la dilación entre la aparición de estos resultados y la conducta de la instalación se desenvuelve en un contexto de incertidumbre científica, de modo que sólo con la irrupción de tales casos comenzó a sospecharse acerca del posible efecto lesivo que aquellas podrían tener. Como recuerda el informe SESPAS 2002 (Sunyer, Kogevinas y Antó)12, en los últimos 20 años se han realizado multitud de estudios sobre CEM de muy baja frecuencia y su asociación con diferentes enfermedades (leucemia, cáncer de cerebro, cáncer de mama, cáncer de testículos, enfermedades neurológicas), en diferentes poblaciones (niños y adultos), diferentes ambientes de exposición (residenciales y ocupacionales) y utilizando diferentes diseños (estudios de correlación simple, estudios de registros de mortalidad o de incidencia del cáncer, estudios de tipo caso-control y de cohorte). Según el mismo informe, si bien en algunos estudios se detectó un aumento del riesgo, en pocas ocasiones se evaluaron conjuntamente otros factores de riesgo conocidos que podían afectar los resultados. Las evidencias más fundadas sobre los efectos nocivos de la exposición a dichos campos se refieren a la aparición de casos de leucemia en niños, respecto a los que, si bien la mayoría de los estudios no encontraron resultados estadísticamente significativos, sin embargo sí reconocían la existencia de lo que se llaman riesgos incrementados (riesgo relativo mayor que 1). Según un estudio de la International Agency for research of cancer de junio de 2001, se reconoce una asociación relativamente consistente entre leucemia en niños y exposición a CEM de muy baja frecuencia por encima de 0,4 microTesla con un aumento del riesgo de 2. Las sospechas en torno a tales riesgos13 conforme el estado actual de la ciencia ha determinado que se contemplen normativamente determinadas prohibiciones que Capítulo 10.6 del “INFORME SESPAS 2002: Invertir Para la salud. Prioridades en la salud pública. En realidad, dichas sospechas se remontan a 1979, cuando Wertheimer y Leeper asociaron la misma con el cáncer infantil .WERTHEIMER N; LEEPER E., Electric wiring configurations and childhood cancer. American Journal of Epidemiology, Baltimore, Md., v.109, p. 273-849, 2001. 12 13 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 49-94, jan./jun. 2011. 59 responden al principio de precaución. En concreto, la Recomendación del Consejo de Ministros de Sanidad de la Unión Europea (RCMSUE) 1999/519/CE, de 12 de julio de 1999, relativa a la exposición del público en general a campos electromagnéticos de 0Hz a 300 GHz se incorporó a nuestro ordenamiento por el RD 1066/2001, de 28 de septiembre, por el que se aprobó el Reglamento que establece las condiciones de protección del dominio público radioeléctrico, restricciones a las emisiones radioeléctricas y medidas de protección sanitaria frente a emisiones radioeléctricas. En él se establecen una serie de límites de exposición conforme a los conocimientos de la ciencia en el momento de aprobarse. Ya en el orden específicamente penal, la pregunta que se plantea es la siguiente: si dichas exposiciones se realizaran con la contravención de tales índices y llegara a producirse un resultado lesivo o incluso la muerte de alguna o varias personas a largo plazo, ¿qué incidencia tendrían en la determinación del desvalor de acción del correspondiente delito de homicidio o de lesiones dichas normas administrativas que recogen aquel principio de precaución? A la vista del estado de la ciencia en el momento de realizar las conductas, la primera conclusión parece que habría de ser la de reconocer la imposibilidad de exigir responsabilidad penal a quienes procedieron o autorizaron, por ejemplo, la instalación de antenas que emitían frecuencias por encima de los índices permitidos. La razón sería que en tal contexto de incertidumbre científica se descarta la posibilidad de formular el presupuesto básico del juicio de responsabilidad en aquel orden, a saber, la comprobación de que en el momento de realizar la conducta podía apreciarse el componente subjetivo mínimo de reproche: la previsibilidad del resultado. Si se parte, como suele reconocerse, de que la previsibilidad presupone una situación de certidumbre respecto de los riesgos que se pueden asociar a una conducta, habrá de concluirse excluyendo en estos casos cualquier juicio de reproche penal. Con todo, afirmado lo anterior, lo cierto es que prácticamente desde que se comenzaron a estudiar las repercusiones del principio de precaución en el orden penal la doctrina ha venido planteando la posibilidad de formular también el concepto penal de imprudencia dando entrada a una versión de aquel principio que en determinadas condiciones permitiera fundamentar un reproche por la infracción del deber de cuidado representada por la realización de la conducta. Ciertamente, como señala ROMEO CASABONA, utilizar el principio de precaución como alternativa a la previsibilidad puede suponer un riesgo para los principios de ultima ratio y de mínima intervención penal14. Sin embargo, teniendo en cuenta que con aquel Véase por todos ROMEO CASABONA, Carlos. Aportaciones del principio de precaución al derecho penal, ob. cit., págs. 109 ss. 14 60 FAE Centro Universitário principio se trata de prevenir riesgos graves y catastróficos, esto es, los supuestos más alarmantes que reclaman la intervención punitiva, resultaría justificada su relevancia en el orden penal, máxime cuando dichos riesgos estuvieran recogidos normativamente en una disposición legal o reglamentaria. En palabras del mismo autor, en tales casos, “las pautas del cuidado objetivamente debido en el caso concreto se establecerían de acuerdo con esa norma extrapenal, basada a su vez en el principio de precaución, bien por su aplicación directa, bien mediante su ejecución o puesta en aplicación por la autoridad o funcionario correspondiente, incluso cuando aquel cuidado exigible no se correspondiera con los estándares aceptados en la actualidad”15. Ni que decir tiene que en todos estos casos habrá de comprobarse si efectivamente el sujeto actuó con una actitud imprudente e incluso de dolo eventual. Para ello habrán de tenerse en cuenta criterios como la finalidad que pretendía conseguir el sujeto con la realización de la conducta, e igualmente habrán de ponderarse todas las circunstancias que en el caso concreto permitan inferir su actitud subjetiva al tiempo de realizar los hechos. A este respecto debe observarse, además, que cuando el principio de precaución se incorpora a normas administrativas que por la vía de integración de las leyes penales en blanco pasan después a conformar el tipo penal de un delito de peligro, la infracción dolosa de aquellas puede considerarse como un indicio para atribuir después, a título al menos de imprudencia, las consecuencias lesivas – a bienes jurídicos individuales- que resulten de su infracción16. Porque aun cuando en el momento de su realización resultara incierta la producción de esos concretos resultados lesivos, la contravención intencional de las normas puede reflejar, cuanto menos, una actitud negligente respecto a las consecuencias asociadas a la misma17. Así, por ejemplo, el suministro doloso al ganado de una sustancia de engorde prohibida con base en el principio de precaución, puede funcionar como un indicio respecto a la imprudencia del autor, cuando no de su indiferencia, respecto a los eventuales resultados lesivos para la vida o salud de los consumidores que finalmente se relacionarán en términos causales con la acción. También en el sentido de admitir el principio de precaución en la determinación del deber de cuidado, MENDOZA, Blanca, Principio de precaución, derecho penal del riesgo y delitos de peligro. In: ROMEO CASABONA, Carlos María (Ed.). Principio de precaución, biotecnología y derecho. Granada: Comares, 2004. p. 452 ss. 16 Admitir el valor de este hecho como indicio no supone lógicamente la renuncia a comprobar la efectiva concurrencia de la imprudencia. Desterrados definitivamente de nuestro Ordenamiento jurídico penal los llamados delitos cualificados por el resultado, por su incompatibilidad con el respeto al principio de culpabilidad, la imputación final del daño requerirá adicionalmente la efectiva comprobación de que respecto al mismo el autor actuó, al menos, de modo imprudente. 17 En este sentido merecen reproducirse las observaciones de DE SOLA RECHE, Esteban. Principio de precaución y tipicidad penal. .In: ROMEO CASABONA, Carlos María (Ed.). Principio de precaución, biotecnología y derecho. Granada: Comares, 2004. p. 490: “la actividad realizada al margen de la preceptiva autorización (por inexistencia o desatención de la existente), supondría también una infracción del deber de cuidado, objetivado en el requisito de la autorización; y acarrearía la responsabilidad por resultados imprevisibles hasta entonces”. Colocar na p. 10) 15 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 49-94, jan./jun. 2011. 61 Cuestión distinta de lo anterior es que una vez admitida la incidencia de un estado de sospecha acerca de los potenciales efectos del producto en la determinación del deber de cuidado, la ausencia de un estado de conocimiento científico sólido puede plantear problemas singulares que afectan precisamente a la mutabilidad de las condiciones que fundamentan la precaución; esto es, puede presentarse dudoso el tratamiento de los supuestos en que, si bien en el momento de realizar la conducta se había formulado el principio de precaución, los conocimientos científicos posteriores determinen una alteración en su plasmación o cuantificación del riesgo. Esto puede suceder en dos direcciones distintas: la primera, la de aumentar los niveles de precaución respecto de los inicialmente establecidos; la segunda, reducirlos e incluso hacer desaparecer la prohibición a la vista de los nuevos conocimientos científicos. De hecho, que la predisposición a la mutabilidad de sus presupuestos es algo consustancial al principio de precaución lo pone de relieve, la existencia misma de previsiones en este sentido en las normas administrativas que lo contemplan. No hay mejor ejemplo que el artículo 7 del RD 1066/2001 antes citado, que dispone que el Ministerio de Ciencia y Tecnología, el Ministerio de Sanidad y Consumo, en coordinación con las Comunidades Autónomas, evaluará los riesgos sanitarios potenciales de la exposición del público en general a las emisiones radioeléctricas. Precisamente por la necesidad de atender a la posible evolución del estado de la ciencia, añade que “el Ministerio de Sanidad y Consumo adaptará al progreso científico el anexo II, teniendo en cuenta el principio de precaución y las evaluaciones realizadas por las organizaciones nacionales e internacionales competentes”18. Si, en la línea de lo que aquí se sostiene, efectivamente se acepta la incidencia de dicho principio de precaución positivizado como elemento ponderativo en la determinación de desvalor de acción de la conducta a efectos penales, ¿cómo habría de influir entonces un cambio en la cuantificación de tales índices?, ¿habrían de verse los mismos, en realidad, como un obstáculo más a su admisión en este orden? Aun reconociendo que ciertamente este dato introduce un elemento adicional de complejidad, entiendo que los problemas de dicha reformulación del principio podrían solucionarse sin mayores dificultades teniendo presente las exigencias generales del orden penal. Así, en primer lugar, cuando los conocimientos posteriores pongan de relieve que no tiene sentido seguir manteniendo la prohibición recogida hasta entonces en las normas Conforme con lo previsto en el mismo, el Ministerio de Sanidad y Consumo emitió a los tres años de su entrada en vigor un Informe sobre la aplicación de dicho RD. En él concluía que, dada la ausencia de novedades en relación con evidencias científicas desde la publicación del Real Decreto, no había razones científicas o sanitarias que justificasen una modificación de los límites de exposición del Real Decreto. 18 62 FAE Centro Universitário administrativas, o al menos no en los niveles en que inicialmente se contemplaba, decaerá cualquier posibilidad de fundamentar un juicio reotroactivo de responsabilidad penal. La solución no distaría en realidad de la que se mantiene en general cuando una conducta inicialmente prohibida deja de serlo, con lo que bastaría trasladar a este ámbito aquellos principios generales. Inversos a los anteriores serían los casos en que la correspondiente normativa recogiera inicialmente determinados índices de prohibición que después se elevan. En tales supuestos se plantea si la conducta realizada bajo la vigencia de aquellos índices más bajos podría considerarse infractora del deber de cuidado cuando, aun respetándolos, ya en aquel momento existieran sospechas acerca de la peligrosidad de los niveles inferiores19 . La solución de este segundo grupo de casos tiene que ver precisamente con cuanto sostenemos en el epígrafe que sigue, por lo que remitimos al mismo su tratamiento. 2 LA INCIDENCIA EN LAS NORMAS PENALES DE LAS SOSPECHAS ACERCA DE LA POTENCIALIDAD LESIVA DE UNA CONDUCTA NO PLASMADAS AÚN POSITIVAMENTE Singulares problemas plantea la tarea de determinar la traducción que ya en el orden penal deban tener las sospechas acerca de la potencialidad lesiva de una sustancia, producto o una actuación en general, cuando la misma no se ha recogido aún formalmente en leyes prohibitivas que consagren el principio de precaución. Con todo, y por delimitar el núcleo problemático que aquí interesa, debe aclararse desde el principio que el mismo se ciñe a los casos en que, pese a esa situación, exista al menos un estado científico de sospecha en torno a los potenciales efectos nocivos de la sustancia o del medicamento de que se trate. De otra forma, la producción de los daños Puede ponerse como ejemplo el uso del amianto. En la actualidad está prohibido por la Orden Ministerial de 7 de diciembre de 2001, que recoge la Directiva 76/796/CEE, que reconoce que la exposición al amianto, al liberar fibras, está asociada con la asbestosis, mesotelioma y cáncer de pulmón. Con anterioridad el uso de este material se regulaba en el Real Decreto 1406/1989, de 10 de noviembre, que supuso una serie de limitaciones a la comercialización y al uso de determinadas sustancias y preparados peligrosos, y fue dictado en base a la normativa de la Unión Europea que regula esta materia, constituida por la Directiva del Consejo 76/796, de 27 de julio, relativa a la aproximación de las disposiciones legales, reglamentarias y administrativas de los Estados miembros que limitan la comercialización y el uso de determinadas sustancias y preparados peligrosos y sus posteriores modificaciones. Este Real Decreto sufrió varias modificaciones en su Anexo I como consecuencia de la evolución de la normativa comunitaria en la materia y de la necesidad de incrementar los niveles de protección de la salud. Una de esas últimas modificaciones vino de la mano de la Orden de 6 de julio de 2000, por la que se incorporó a nuestro ordenamiento jurídico la Directiva 1999/43/CE, del Parlamento Europeo y del Consejo, de 25 de mayo. 19 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 49-94, jan./jun. 2011. 63 que eventualmente se produjeran podría cobrar interés en otros órdenes jurídicos, pero no desde luego en el penal en el que, como es sabido, el juicio de responsabilidad se excluye en las situaciones de absoluta imprevisibilidad. En efecto, dicho elemento de la previsibilidad no sólo es relevante en dicho orden a la hora de identificar los riesgos que objetivamente, en un plano normativo, puedan considerarse prohibidos. También es un componente básico del juicio de atribución subjetiva a la hora de formular el juicio de reproche por imprudencia20. En un Estado de Derecho sólo los resultados previsibles pueden ser imputados al autor como garantía básica de que únicamente responderá por los actos que le sean atribuibles. Así lo impone el respeto del principio de culpabilidad, en contraste a lo que serían los presupuestos propios de un sistema de responsabilidad objetiva. Valga de nuevo como ejemplo, cuanto sucedió con los efectos lesivos –cancerígenosasociados a las primeras conductas consistentes en el contacto de seres humanos con el polvo de amianto. Como recuerda el informe de la Comisión Europea de 2002, Lecciones tardías de alertas tempranas: el principio de cautela, 1896-2000, Algunos puntos a modo de resumen, se trata de un caso que nos cogió “por sorpresa: los riesgos de estas tecnologías valiosas no se «conocieron» hasta que fue demasiado tarde para impedir los efectos irreversibles”. Por ello, en relación con esas primeras conductas realizadas en un estado de desconocimiento absoluto de la nocividad del producto, no podría formularse juicio alguno de responsabilidad penal. Así delimitado, hay que reconocer que, en realidad, el problema no es nuevo para la jurisprudencia. Si bien con la peculiaridad de que posteriormente pudo demostrase una conexión causal certera, así lo entendió el Tribunal Supremo en el caso enjuiciado por la conocida STS de 18 de noviembre de 1991, relativa a las transfusiones de sangre contaminada practicadas en el Hospital “Príncipes de España” de Bellvitge, en Barcelona, sin someterse a las pruebas de detección de anticuerpos del VIH. El Tribunal Supremo apreció la imprudencia en la actuación del Director y de la doctora encargada del servicio de hematología del hospital, no sólo respecto a las transfusiones practicadas sin someterse a control con posterioridad a la Orden 10 de octubre de 1986 de la Generalitat de Cataluña y que provocaron el contagio. También la apreció respecto al contagio de un paciente con anterioridad a la entrada en vigor de aquélla, por entender que aun sin la existencia de Cuestión distinta es que precisamente debido al doble momento en que cobra relevancia la previsibilidad -comprensiva de los conocimientos especiales- como elemento genuino o propio del delito imprudente, su necesidad haya sido puesta en entredicho por cierto sector doctrinal. Por todos, ROXIN, Claus. Derecho penal: parte general. Tradução de Diergo Manuel Luzón Peña, Miguel Díaz y García Conlledo y Vicente Remesal. Madrid: Civitas, 1997. p. 366 ss: en los casos en que “un resultado no era previsible, o bien falta ya...la creación de un peligro jurídicamente relevante, o bien falta la realización del peligro creado”. Por eso concluye afirmando que “para constatar la realización imprudente de un tipo no se precisa de criterios que se extiendan más allá de la teoría de la imputación objetiva”. (Colocar na p. 12) 20 64 FAE Centro Universitário dicha norma también se vulneraba la lex artis: “La Orden de la Generalitat no condiciona necesariamente las conductas imprudentes acaecidas con anterioridad, ni es en ningún caso constitutiva «per se» de la actividad culposa incardinada en el texto articulado del 565, vigente entonces, por hechos posteriores...la imprudencia temeraria no es infracción en blanco, no depende de norma reglamentaria alguna, que puede existir pero que no es de concurrencia inexcusable para el tipo. La valoración de la culpa está por encima del cumplimiento o incumplimiento de la susodicha Orden, aunque, se repite, su contenido en algún caso sirva para aseverar las características y requisitos del delito en sí”. De hecho, también en el caso Lederspray, al que enseguida tendremos ocasión de referirnos, el Tribunal admitió la responsabilidad penal por infracción de determinadas normas de cuidado aun no positivizadas. Cuando comenzó la sospecha de que el posible agente causante de las enfermedades que estaban padeciendo las personas en contacto con el spray podría deberse al mismo, se celebró una Junta Extraordinaria de la cúpula de dirección de la empresa matriz, en la que a la vista de las investigaciones realizadas hasta entonces, el químico director informó que no podía determinarse que el agente causante de aquellas fuera la toxicidad del spray, lo que justificaba no adoptar ninguna medida limitadora de su comercialización o uso más allá de incluir una advertencia en el envase del producto. Tanto el Tribunal de Instancia como el BGH condenaron a los administradores de las empresas por lesiones en comisión por omisión respecto a las lesiones producidas por la distribución de los productos con anterioridad a la celebración de la Junta Extraordinaria, así como por lesiones por acción respecto a los productos puestos en circulación con posterioridad a dicha Junta21. Se parte, en definitiva, de que lo decisivo a la hora de fundamentar la imprudencia es la contrariedad material a las exigencias del deber de cuidado por encima de que las mismas se hayan positivizado formalmente. Específicamente en relación con los daños por el producto KUHLEN afirma que el hecho de que “la investigación científica no haya podido demostrar de manera suficiente que un producto supone un peligro para la salud no tiene como consecuencia directa la autorización de su venta. Y al revés: para determinar la admisibilidad de la comercialización de un producto no basta con que exista una hipótesis que afirme su peligrosidad, aunque esta haya sido propuesta por algún científico. Lo decisivo es antes bien la ‘sospecha seria de peligrosidad”22. RODRÍGUEZ MONTAÑÉS, Teresa. En Incidencia dogmática de la jurisprudencia del caso de la colza y otros casos en materia de productos defectuosos. In: BOIX REIG, J.; BERNARDI, A.; CAMPOS CRISTOBAL, R. (Coord.). Responsabilidad penal por defectos en productos destinados a los consumidores. Madrid: Iustel, 2005. p. 118. 22 KUHLEN, Lothar, Necesidad y límites de la responsabilidad penal por el producto. ADPCP, v. 55, p. 79, 2002. 21 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 49-94, jan./jun. 2011. 65 En el fondo, late el argumento que ya manejara ROXIN cuando afirmaba que, quien se dispone a realizar una conducta cuyo riesgo para bienes jurídicopenalmente protegidos no puede valorar, debe informarse; si no es posible o parece que no servirá para nada informarse, se debe abstener de la conducta. Y quien pretende emprender algo que probablemente ponga en peligro bienes jurídicos y no es capaz de hacer frente a los peligros debido a insuficiencias físicas o por falta de práctica o habilidad, debe omitir la conducta; en caso contrario existe ya en el emprendimiento o asunción de la actividad una imprudencia (la llamada provocación culpable por emprendimiento o asunción). Brevemente resumido: quien no sabe algo, debe informarse; quien no puede hacer algo, debe dejarlo23. Desde luego, a nadie escapa que de esta forma se produce una considerable extensión del ámbito de la intervención penal respecto a lo que tradicionalmente han sido los parámetros clásicos de la formulación del juicio de responsabilidad por la producción de resultados lesivos. El debate que se abre entonces es precisamente el relativo a si esa expansión de la intervención penal resulta justificada teniendo en cuenta los nuevos riesgos que proceden de los avances científicos y la consiguiente necesidad de que los presupuestos de la intervención del Derecho penal puedan alcanzar el equilibrio de, por un lado, respetar los derechos de los ciudadanos y, por otro, no permanecer impasibles frente a los nuevos riesgos que proceden de los avances de la ciencia. La discusión, desde luego, adquiere peculiaridades propias, que en buena medida la apartan de las coordenadas del debate que ya desde hace varios años se viene planteando en Derecho penal, relativo a su expansión a nuevos ámbitos, terreno en el que, como es sabido, los partidarios de la llamada Escuela de Frankfurt proponen, si no renunciar al Derecho penal, sí al menos elaborar lo que se ha dado en llamar Derecho penal de dos velocidades. Por sus peculiaridades, el problema que ahora se plantea se distancia en buena medida de aquella discusión. Baste tener presente que mientras en la misma lo que se cuestiona básicamente es si el orden penal debe intervenir para hacer frente a nuevos injustos, ahora lo que se plantea es si, respecto a los bienes jurídicos que han representado tradicionalmente el núcleo básico e indiscutido del Derecho penal (los protegidos en los delitos contra la vida e integridad física), deben flexibilizarse los presupuestos del reproche punitivo para comprender los nuevos factores de riesgo que acompañan a las tecnologías actuales. Derecho penal: parte general, ob. cit., págs. 1009 ss. La concreción de este principio puede leerse en nuestra doctrina, por ejemplo, en DE VEGA RUIZ, José Augusto: La imprudencia no es infracción en blanco que depende de ninguna disposición legal. Se considera simplemente cada vez que se falta a reglas, de cualquier tipo, de precaución y cautela.. In: TRATAMIENTO jurídico penal del S.I.D.A. Madrid, 1992. p.133. 23 66 FAE Centro Universitário Según entiendo, no le falta razón a la doctrina que se ha pronunciado de forma favorable a este proceder atendiendo a que, si bien supone a la postre, expandir el ámbito de intervención penal, estamos ante conductas graves y referidas a daños con potencialidad catastrófica, lo que justificaría la filtración de tales sospechas al juicio de responsabilidad penal24. Con todo, de cara a garantizar que dicha expansión se limite a los casos más graves, habrá de cuidarse que el órgano judicial llegue al convencimiento de que las circunstancias del caso permitían fundamentar el deber del autor de abstenerse de realizar la conducta de que se trate. Para ello habrá de considerarse decisiva la atención a determinados extremos, entre los que a mi juicio resultan fundamentales los siguientes. El primero, el más básico, la atención al grado de sospecha acerca de la hipotética lesividad del producto. Se trata de un extremo que tendrá que cuantificarse en el caso concreto a partir de un reparto entre los riesgos que debe asumir la sociedad y los que corresponden al productor de los bienes o al prestador de los servicios en cuestión. Como recuerda KUHLEN, en ese juicio habrán de ponderarse las circunstancias concurrentes en cada supuesto, entre ellas, la entidad y número de las lesiones que puedan causarse y, por supuesto, el estado de opinión científica respecto a dicha eventualidad; esto es, el grado de uniformidad o discrepancia de pareceres en la comunidad científica. Cuando exista una opinión claramente dominante, el productor que acomode su actuación a la misma “no actúa de forma contraria a deber”25. En los casos en que las opiniones científicas se encuentren divididas pero sea conocido el estado de sospecha de los riesgos denunciados por una parte de los científicos, habrá de atenderse a otros criterios, entre ellos, además de los ya señalados de valoración de la entidad de los riesgos, al grado de utilidad social de la conducta. En efecto, no puede ser idéntico el baremo cuando la realización de la misma pese a la sospecha de su nocividad tiene como única finalidad la consecución de un interés económico particular, que cuando con ella se persigue un fin de utilidad social. En estos casos, ciertamente podrá Así lo considera ROMEO CASABONA Carlos, que destaca que si bien el principio de precaución cumpliría sin dificultades las exigencias de seguridad jurídica cuando una disposición legal o reglamentaria estableciera la observancia de ciertas cautelas y comportamientos en relación con determinada actividad respecto de la que no es objetivamente previsible la producción de un resultado concreto ni es conocida la posible conexión causal, añade que incluso sin ese soporte “el principio de precaución no supondría una quiebra de la estructura del delito imprudente...se sigue asentando en la base de la conducta imprudente, y esta se compara con la conducta diligente exigible en el caso concreto. Ocurre que la conducta diligente, conforme al cuidado objetivamente debido, ya no se establece a partir de la idea de previsibilidad, ni tampoco comporta que se prescinda de cualquier parámetro para determinar el cuidado debido. Éste toma como premisa una actividad de la que se sospecha un cierto riesgo no determinable ni verificable ex ante, debido a la incertidumbre científica sobre las leyes causales”, “Aportaciones del principio de precaución al Derecho penal”, ob. cit., p. 112. 25 KUHLEN, Lothar, ADPCP 2002, op. cit., p. 79. 24 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 49-94, jan./jun. 2011. 67 decirse que el agente tenía que sospechar de los efectos nocivos de su actuación, y en este sentido su conducta infringe el deber de cuidado. Pero sin duda en la determinación del mismo habrán de sopesarse las ventajas que con ello pretendía conseguir el autor. De hecho, si bien con un alcance diferente, como es del graduar la imprudencia, dicho criterio ha estado presente de forma tradicional en el razonamiento de nuestros Tribunales a la hora de concretar la intensidad de la misma. Es interesante en este sentido la Sentencia del Tribunal Supremo de 23 de abril de 1992, relativa al conocido caso de la Colza: “la intensidad de los deberes de cuidado relativos a la vida y salud de las personas es alta, pues tales bienes tienen una importancia superlativa. La utilidad social de los bienes perseguidos por el recurrente es, por el contrario, bajísima, toda vez que consiste en obtener ventajas económicas burlando la prohibición oficial de comercializar una especie determinada de aceite...la desproporción entre la utilidad del fin perseguido y la magnitud del peligro generado es, por tanto, de tal intensidad que no cabe discutir la temeridad”. De hecho, no sólo a la hora de baremar la imprudencia adquiere relevancia este dato. También puede repercutir en la valoración que efectúe el juzgador acerca del concreto titulo subjetivo que se impute al autor. Así, mientras muchas veces será posible descubrir una actitud propia del dolo eventual en quien actúa movido en exclusiva por la búsqueda del lucro personal, aun siendo consciente de los riesgos que puede comportar su conducta, será más fácil reconducir la actuación al ámbito de la imprudencia allí donde la actividad en cuestión pretendiera la consecución de cierta utilidad social, si bien el agente no indagara, o no suficientemente, sus efectos nocivos. Pero sin desviarnos a estos aspectos subjetivos y centrándonos en el momento previo que nos interesa en torno a la determinación del deber de actuar del fabricante del producto o prestador del servicio, en la tarea de determinar los casos en que el estado de sospecha pueda considerarse suficiente para integrar la infracción del deber objetivo de cuidado, puede decirse que otro de los criterios que cobra singular protagonismo es la atención al papel que haya tenido la propia Administración, esto es, si en el contexto de incertidumbre científica de que se trate, aquella había autorizado la producción del bien o la prestación del concreto servicio. Este criterio no ha pasado desapercibido a KUHLEN, quien ejemplifica con el caso planteado a mediados de los años noventa, en relación con la fabricación de productos técnico-dentales que contenían amalgamas, respecto a los que se sospechaba su nocividad para la salud por comportar una exposición al mercurio, aun de baja intensidad. En realidad, la comunidad científica llevaba muchos años discutiendo acerca de sus potenciales efectos dañosos, sobre todo a largo plazo. En esa situación, y en lo que se refiere en concreto a la responsabilidad del productor, era decisivo determinar si estaba obligado a retirar las amalgamas, lo que a su vez sólo podría fundamentarse si pudiera afirmarse que el mismo tenía que partir de una sospecha seria 68 FAE Centro Universitário de su peligrosidad. Como advierte KUHLEN, en apoyo de la respuesta negativa debía tener un peso específico el dato de que en dicho estado de incertidumbre científica el uso de esos productos había sido aprobado por la autoridad competente a partir de un examen material que se basó en la falta de su lesividad: “En estas circunstancias y en tanto se trate de ‘largas exposiciones a pequeñas dosis’, se debe permitir de modo general que el fabricante parta de la autorización estatal y de la subyacente evaluación de su producto como inofensivo...La existencia de una opinión científica consolidada y la autorización administrativa otorgada como resultado de un test de inocuidad suponen un importante límite para la responsabilidad penal por el producto”26. Es importante observar que para llegar a esta solución no es decisivo, de por sí, el solo hecho de la existencia de una autorización administrativa, sino el dato de que la misma descansa en una opinión científica mayoritaria. De distinto modo habrían de valorarse los casos en que el productor pretendiera ampararse en una autorización administrativa, pese a las fuertes sospechas científicas en torno a la lesividad de la sustancia. De esto ya tuve ocasión de ocuparme en otro trabajo en relación con los casos de autorización medioambiental27. Como allí sostenía, dicha autorización podrá tener eficacia excluyente de la responsabilidad penal por los resultados que se causen al bien jurídico colectivo – como el medio ambiente-, pero no respecto a las lesiones que sufrieran los bienes jurídicos vida o salud, que por su importancia, en ningún caso podrían considerarse justificados al amparo de una autorización emitida por los órganos administrativos. En segundo lugar, y junto con la atención a los criterios anteriores para decidir acerca de la existencia o no de un estado de sospecha que permitiera considerar infringido el deber de cuidado, otro de los criterios que debe servir para modular el juicio en torno a la procedencia o no de responsabilidad en tales casos habrá de ser la atención a la concurrencia o no del consentimiento del afectado en la situación de riesgo. Como ejemplo podría manejarse lo que sucedió hace décadas con la industria tabacalera. Lógicamente, el problema no se plantearía en la actualidad en este ámbito, en el que son ya evidentes los efectos de riesgo asociados al consumo de tabaco. La posible eficacia del consentimiento del afectado tuvo sentido cuando dichos efectos se preveían tan sólo en términos de sospecha. Lógicamente, el presupuesto para llegar a esta conclusión será, adicionalmente, que los consumidores en general tengan un conocimiento real acerca de esas sospechas y que la situación de peligro no se enmascare por informes contrarios respaldados por KUHLEN, Lothar, ADPCP 2002, op. cit., p. 79 ss. GÓMEZ RIVERO M. del Carmen. El régimen de autorizaciones en los delitos relativos a la protección del medio ambiente y ordenación del territorio. Valencia: Tirant lo Blach, 2000. p. 53ss. 26 27 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 49-94, jan./jun. 2011. 69 el interés empresarial en continuar con la comercialización del producto en cuestión. Es lo que se ha dado en llamar la “ciencia basura”, que intenta influir en la opinión pública ridiculizando a los científicos cuya investigación, por alertar de los peligros de técnicas económicamente rentables, es una amenaza para intereses poderosos28. Debe observarse, por otra parte, que para que se tenga en cuenta dicho extremo, habrá de tratarse de riesgos en los que el sujeto pueda consentir plenamente por agotarse en el mismo los posibles efectos nocivos. Ello excluye, por ejemplo, la validez del consentimiento en casos como el del xenotrasplante, dado el riesgo de que las enfermedades que contraiga el sujeto en cuestión puedan extenderse como una epidemia al resto de la población. En resumen, pues, aun reconociendo, por todo lo anterior, la necesidad de operar con especiales cautelas a la hora de fundamentar un juicio de responsabilidad penal en el contexto de incertidumbre científica, entiendo que al menos en los casos extremos, esto es, aquellos en los que la sospecha fuera más elevada y el sujeto obrase movido por intereses particulares desligados de cualquier utilidad social de su comportamiento, no habrían de ponerse obstáculos para fundamentar el desvalor de acción de la conducta. Para concluir este apartado, tan solo restaría realizar una última consideración relativa a los concretos sujetos contra los que podría formularse un juicio de responsabilidad penal por estos cauces. En efecto, hasta ahora las consideraciones se han referido a quienes ponen en práctica o comercializan los productos de que se trate y que, conforme a la exigencia básica de respetar el principio de culpabilidad, tienen conocimiento de las sospechas advertidas por la comunidad científica. Junto a ellos, habría que plantear la responsabilidad en que puedan incurrir éstos e incluso las autoridades competentes en la materia que, pese a tener razones fundadas para dichas sospechas, oculten la información, la mayoría de las veces con la finalidad de no entorpecer los intereses económicos del sector en cuestión. En tales casos, si realmente pudieran probarse esos extremos y se verificase el daño, el título de responsabilidad por las posibles muertes o lesiones que llegaran a producirse habría de ventilarse conforme a los expedientes propios de la comisión por omisión, siempre lógicamente que en el caso concreto se dieran sus presupuestos29. Véase al respecto, por ejemplo, el artículo de David Michaels: La fabricación de la incertidumbre científica. Disponível em:< http://www.project-syndicate.org>, quien denuncia precisamente cómo el interés en crear incertidumbre científica estuvo presente en relación con la industria tabacalera y actualmente lo está respecto a la industria de los combustibles fósiles en un esfuerzo por impugnar el trabajo de los científicos sobre cuestio vinculadas al cambio climático. 29 En relación con los encargados de la toma de decisiones, véase ROMEO CASABONA, Carlos. Aportaciones al principio de precaución en derecho penal. In: _____: Principio de precaución, biotecnología y derecho. Granada: Comares, 2004. p. 461. 28 70 FAE Centro Universitário III. INCERTIDUMBRE CIENTÍFICA Y RELACIÓN CAUSAL ENTRE LA ACCIÓN Y EL RESULTADO En el apartado anterior nos hemos ocupado de identificar las coordenadas mínimas dentro de las que sería posible tener en cuenta el principio de precaución a la hora de formular el desvalor de acción de los correspondientes delitos contra bienes jurídicos individuales. Sólo entonces tiene sentido comenzar siquiera a plantear la responsabilidad del sujeto por la producción tardía de los resultados en un contexto de incertidumbre científica, puesto que de otra forma los resultados que llegaran a producirse serían despreciables desde el punto de vista de una rama del Ordenamiento jurídico, la penal, que desde hace mucho desterró cualquier vestigio de responsabilidad objetiva. En el presente apartado se tratan los presupuestos con que puede atribuirse a dicho comportamiento previamente desvalorado el resultado lesivo que eventualmente provoque. Como es sabido, esa tarea resulta fundamental en relación con los delitos imprudentes, cuyo injusto determina que sólo resulten punibles allí donde, a consecuencia de la acción descuidada, se verifique un resultado imputable a la misma, cuyo presupuesto lógico es la comprobación de la relación de causalidad con aquel. Pero no sólo en ellos resulta importante esa tarea. También cobra relevancia en relación con los delitos dolosos. Aun cuando en ellos no se discute el castigo de su desvalor de acción conforme al esquema de la tentativa, lo cierto es, que ésta se basa conceptualmente en un estado de conocimiento científico en torno a la idoneidad de la acción para evolucionar hacia la producción de un resultado lesivo, con independencia, lógicamente, que después el mismo no tenga lugar por causas ajenas a la voluntad del autor. Sin embargo, allí donde se parta de una situación de incertidumbre o de desconocimiento científico en torno a los posibles efectos causales, habría que descartarse la posibilidad de responsabilizar al autor por un intento de causar algo que, paradójicamente, se desconoce si es posible causar. Sea como fuere, tanto en los delitos imprudentes como en los dolosos, conviene tener presente que cuando se habla de incertidumbre científica y dilación en la relación causal o procesos a largo plazo, debe diferenciarse el doble sentido o dualidad de realidades a que puede hacerse referencia con esta expresión. En concreto, porque dependiendo del estado de la ciencia en el momento de producirse el resultado dilatado en el tiempo es posible identificar dos ámbitos problemáticos distintos. El primero de ellos se plantea allí donde en el momento de verificarse el resultado no haya quedado probada la relación causal entre la acción y éste, esto es, allí donde no puede formularse ninguna ley causal, completa o incompleta, conforme a los correspondientes procedimientos de prueba (1). El segundo correspondería a la fenomenología de supuestos en que si bien al momento de realizar la conducta no pudiera formularse dicha ley causal, al Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 49-94, jan./jun. 2011. 71 tiempo de producirse el resultado sí fuera posible dar por probada dicha relación (2). Dadas las diversas peculiaridades que presentan cada uno de ellos conviene tratarlos por separado. 1.- Situación de incertidumbre científica y resultados tardíos Dentro de este primer grupo de casos haremos referencia, en primer lugar, al problema general que plantea la comprobación de la relación de causalidad en estos casos, para tratar a continuación las cuestiones relacionadas con su prueba en los contextos de incertidumbre científica. a. El estado de incertidumbre científica Con cierta frecuencia pueden encontrarse en los medios de comunicación noticias que dan cuenta de la lesión de bienes jurídicos fundamentales potencialmente asociada a determinadas conductas cuya relación causal, sin embargo, es imposible de formular en términos científicos conforme a los conocimientos del momento. Así, cuando hace unos años, leíamos en la prensa la noticia en torno a la posible relación entre la aparición de casos de leucemia en niños y la colocación de antenas de telefonía móvil en lugares cercanos a su domicilio o escuela, el contenido ya de por sí preocupante de esos datos, tenía para los penalistas un significado adicional: planteaba nada menos que el reto de reconducir explicativamente un resultado a una acción como presupuesto para formular, en su caso, un juicio de reproche penal a los responsables de la instalación de dichas antenas. En realidad, el problema no era distinto a otros casos que ya se habían planteado años atrás tanto dentro como fuera de nuestro país. En lo que a lo primero se refiere, baste con remontarnos a la España de los años 80 y al conocido caso de la colza, relativo a la intoxicación masiva de miles de personas. Aunque la ciencia no era capaz de ofrecer una explicación acabada de la causa determinante de la misma, todo parecía señalar a la ingestión de aceite de colza desnaturalizado destinado al consumo humano. Tras la celebración de un proceso que, por su complejidad, se prolongó casi diez años, la Sentencia de la Audiencia Nacional de 20 de mayo de 1989 condenó a los acusados, siendo posteriormente confirmado el fallo por el Tribunal Supremo en la sentencia de 23 de abril de 1992. La principal dificultad a la que se enfrentó el Tribunal fue precisamente la de individualizar el juicio de responsabilidad penal por cada uno de los resultados de muertes y lesiones producidos (lesión de los vasos sanguíneos, edema pulmonar y aumento anormal de los eosinófilos, esclerodermatosis, afecciones al sistema nervioso, lesión de los vasos arteriales pulmonares, y en general afectación de prácticamente la totalidad de los órganos). Claro que esa dificultad no tenía que ver con la constatación de los mismos, 72 FAE Centro Universitário cuya realidad era evidente, sino con la necesidad de fundamentar un juicio relacional entre éstos y la adulteración del aceite conforme al presupuesto mínimo –aunque no suficiente en Derecho penal- de la prueba de una relación de causa a efecto entre el agente presumiblemente desencadenante de los daños y el resultado o resultados producidos. Es más, en este caso no sólo se planteaba dicha dificultad, sino que también concurría un problema adicional, que a menudo se convierte en uno de los mejores bancos de prueba acerca de las posibilidades de atribuir un resultado a una acción: el de mantener el juicio de responsabilidad por los resultados que se dilatan en el tiempo. Así lo planteaba el dato de que después incluso de dictarse la sentencia, las víctimas siguieran aumentando y que de los 300 muertos iniciales, en 1995 se hablara en los medios de comunicación de 70030. Algo parecido se debatía en otros casos sucedidos en Europa31. Probablemente el más conocido fue el de “talidomida” (caso Contergán), que en los años 60 planteó al Tribunal de Aquisgrán la dificultad de comprobar la relación causal entre la ingestión de este medicamento por parte de mujeres embarazadas y la producción de serias lesiones en el feto e incluso de abortos32, así como daños en las propias embarazadas que lo habían consumido. Si bien era realmente difícil identificar la causa en términos científicos, lo cierto es que había un dato obvio: si antes de su comercialización los casos de focomelia eran rarísimos (1 en 4 millones), en el lugar y período en que el fármaco se estuvo expendiendo (entre 1958 y 1962), se detectaron al menos 845 casos. Aunque el Tribunal llegó a declarar acreditado el nexo causal sobre una base epidemiológica, la causa fue sobreseída en virtud de un acuerdo que incluía el pago de importantes indemnizaciones a las víctimas. Véase al respecto: HASSEMER, W.; MUÑOZ CONDE, F., La responsabilidad por el producto en derecho penal. Valencia: Tirant le Blanch, 1995. p. 49 ss. 31 Puede citarse fuera de Europa el caso expuesto por CHO, Byung-Sun. Cuestiones de causalidad y autoría en el derecho penal del medio ambiente coreano y japonés desde la perspectiva del derecho comparado. Trad. Díaz Pita, Mª del Mar. Revista Penal, n. 4,p. 43, enero 1999. En 1956 comenzaron a detectarse los primeros síntomas de una enfermedad hasta entonces desconocida en Minamata, una ciudad portuaria industrial. Aquellos consistían en calambres, molestias en oídos y garganta, y lesiones cerebrales. Si bien en un primer momento se creyó que podía tratarse de una enfermedad contagiosa, pronto se pudo determinar que los enfermos sufrían un envenenamiento por productos químicos que habían ingerido a través del consumo de pescado contaminado a consecuencia del vertido de desechos, fundamentalmente mercurio, que venía produciéndose desde la década de los treinta en la zona. Pero las investigaciones no podían ofrecer pruebas concluyentes de la causa. Incluso durante ese período se siguió vertiendo mercurio, hasta que en 1968 el Gobierno japonés declaró responsable a la empresa Chisso y detuvo el vertido. El juicio civil se prolongó hasta 1969, y el penal hasta 1975. Los acusados fueron condenados en primera y segunda instancia, en 1979 y 1982, respectivamente, decisión que fue confirmada por el Tribunal Supremo de Japón. El nexo causal entre los vertidos y los efectos dañinos en las personas se dio por probado recurriendo a la doctrina de la llamada causalidad epidemiológica. 32 El caso fue resuelto por la Sentencia de dicho Tribunal de 18 de diciembre de 1970. 30 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 49-94, jan./jun. 2011. 73 No fue éste, sin embargo, el único caso que puso de relieve las dificultades para fundamentar una condena penal en este tipo de supuestos. La prueba de la relación causal entre la acción y el resultado estuvo presente en el supuesto de la fábrica de alumnio Montecatini- Edison di Mori en Italia, e igualmente fue la principal dificultad para dictar una sentencia condenatoria en los conocidos como casos del “Lederspray” o del “Holzschutzmittel”, planteados en Alemania. El primero de ellos, el de la fábrica de aluminio Montecatini - Edison di Mori, se planteó en Italia en 1969. En él, el Tribunal tuvo que pronunciarse sobre la posibilidad de imputar efectos dañinos a la emisión de humos de la referida fábrica. Ésta inició su funcionamiento en 1928, y ya un año después, en 1929, comenzaron a producirse daños en diversos cultivos cercanos a la misma. Pocos años después se registraron daños en el ganado y enfermedades en las personas, especialmente manifestaciones cutáneas morbosas de carácter epidémico. Si bien el problema cesó coincidiendo con períodos de cierre y de adopción de algunas medidas, a partir de 1964, precisamente cuando entró en funcionamiento una nueva sección de la fábrica, comenzaron a verificarse los mismos efectos dañinos. En el proceso penal entablado por 836 casos de lesiones imprudentes, el Tribunal de Rovereto dio por acreditado dicho nexo causal sin mayores dificultades respecto a los daños en los cultivos. Mayores dudas albergaba el Tribunal respecto a las alteraciones en la salud de los animales y de las personas, básicamente por la circunstancia de no haberse apreciado efectos en los trabajadores de la fábrica. Pese a todo, consideró que existían indicios suficientes para fundamentar la relación de causalidad y condenar a los acusados. Otro de los casos de mayor repercusión tuvo lugar en Alemania, el del “Lederspray”. La cuestión central de la que dependía de nuevo la condena era precisamente la prueba de la relación causal entre las graves enfermedades pulmonares referidas por algunas personas y el uso de un producto de limpieza para los artículos de piel o de cuero que contenían, junto con otros, dos productos nocivos para la salud: el PCP y el lindano. La empresa fabricaba los productos protectores de la madera desde los años cincuenta. Si bien prácticamente desde el principio se registraron casos de alteraciones a la salud, básicamente de daños en la piel, fue en 1977 cuando se produjo la primera muerte: una niña cuya habitación había sido tratada con el producto33. En un terreno ajeno a las consideraciones estrictamente científicas, cualquier observador podría deducir dicho juicio Véase la exposición detallada de los hechos en el comentario a la sentencia que realiza IÑIGO CORROZA, Elena. El caso del producto protector de la madera (Holzschutzmittel). Síntesis y breve comentario de la Sentencia del Tribunal Supremo alemán. Actualidad Penal, n. 20, p. 439- 460,1997. 33 74 FAE Centro Universitário relacional a partir de la contemplación fenoménica entre, por un lado, el uso del referido producto y, por otro, la producción de la enfermedad en las personas que lo manejaban. Sin embargo, en términos estrictamente científicos la comprobación de dicha relación reclamaba bases más sólidas que, sin embargo, la ciencia no era capaz ofrecer. Con todo, el Tribunal Estadual de Mainz dio por acreditado el nexo causal y condenó a los acusados en la sentencia de 6 de julio de 1990, decisión que fue luego confirmada por el Tribunal Supremo Federal alemán. El razonamiento para llegar a esta conclusión era la suficiencia de que el juez llegara a un convencimiento subjetivo de la relación causal sobre la base de indicios y pruebas periciales, sin necesidad de que llegara a conocer cómo operaba ese producto en el organismo34. Idéntica dificultad tuvo un protagonismo indiscutido en el mismo país en 1995, en el caso del “Holzshutzmittel”. De nuevo aquí estaba en juego el obstáculo que representaba la imposibilidad de establecer una relación causal en términos científicos entre los resultados lesivos que se habían producido y el uso de barnices protectores de la madera que contenían pentaclorfenol y lindano. Aunque era realmente difícil formular una ley científica, podía comprobarse que las personas que habían usado el producto en el interior de sus viviendas comenzaron a sufrir casi simultáneamente una serie de síntomas que se repetían (conjuntivitis, problemas otorrinolaringológicos, dificultades de cicatrización, alteraciones cutáneas, diarrea, dolores de cabeza, daños en el sistema inmunológico y endocrino así como de las funciones vegetativas). Se podía comprobar igualmente que dichos síntomas tendían a desaparecer cuando interrumpían el contacto con el producto. Este caso presentaba además una peculiaridad singular: a diferencia de otros, en él se consideraron probados los efectos tóxicos generales de las sustancias (pentaclorfenol y del lindano), discutiéndose tan solo si ese efecto podría también producirse como consecuencia del contacto con dosis pequeñas. El Tribunal Estadual de Frankfurt a. M. en la Sentencia de 25 de mayo de 1993 dio por acreditado el nexo causal y condenó al directivo acusado. Si bien el Tribunal Supremo Federal casó dicha sentencia, admitió la posibilidad de dar por acreditada judicialmente la relación de causalidad en un contexto de relativa incertidumbre científica. Común a todos estos supuestos era un curioso estado de cosas caracterizado porque, de un lado, no había dificultad alguna para sustentar la evidencia de que el resultado lesivo era atribuible a una causa determinada (la producción o comercialización de los productos defectuosos) y no a otra, pero que, de otro, tropezaba con la dificultad de identificar las Sobre estos argumentos véase la completa exposición de IÑIGO CORROZA, Elena. Actualidad Penal, op. cit., 444 s. 34 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 49-94, jan./jun. 2011. 75 leyes causales que regían ese fenómeno. Es, en definitiva, lo que gráficamente se ha dado en llamar como la black box, esto es, una especie de caja negra en la que un prestidigitador imaginario colocase un elemento en su boca de entrada que produjera en la de salida un efecto, pero sin poder saber qué pasa realmente dentro de la misma. La pregunta era entonces evidente: ¿hasta qué punto esa comprobación de lo que hace nuestro prestidigitador es suficiente para fundamentar una condena penal?, ¿podría relajarse con ella en Derecho penal la formulación de una estricta regla científica entre la causa y el resultado? Ni qué decir tiene que los defensores de los imputados en los respectivos juicios alegaron la vigencia de los principios de presunción de inocencia y del in dubio pro reo, pilares como es sabido del Estado de Derecho en materia penal. Pero las razones de los acusadores eran también evidentes: ¿tendrían que soportar entonces los perjudicados que el propio Estado no los considerase víctimas de una conducta que, sin embargo a todas luces, se presentaba como la causante de sus males? ¿hasta tales extremos debía llegar la vinculación del Derecho penal a los postulados científicos que específicamente formularan dichas leyes causales que, si aquellos no pudieran ofrecer una explicación acabada del fenómeno, la consecuencia fuese nada menos que la imposibilidad de hacer responder en términos penales a quienes se habían sentado en el banquillo por fabricar o distribuir ese producto? Lógicamente, en todos esos casos los Tribunales eran conscientes de las implicaciones que tenía la discusión que, desde luego, distaba de ser meramente teórica. En ella estaba en juego nada menos que la decisión de dejar impunes o por el contrario de castigar hechos que, como los que enjuiciaban las respectivas sentencias, habían generado ante todo un fuerte impacto social por la alarma y preocupación que la gravedad de los mismos generaban. Es cierto que en estos y otros muchos casos siempre quedaría la opción de fundamentar la condena conforme a los delitos de peligro y contra bienes jurídicos colectivos que reconocen la mayoría de los Códigos penales y, entre ellos, el nuestro. Esa posibilidad resultaría, en efecto, garantizada por la técnica de los llamados delitos de peligro abstracto que, como es sabido, conforman su injusto con la comprobación de que el comportamiento reúna una serie de características de peligrosidad descritas genéricamente en el tipo. Es lo que sucede, por ejemplo, con el delito del art. 359 CP relativo a la elaboración de sustancias nocivas para la salud o productos químicos que puedan causar estragos así como el despacho, suministro o comercio de los mismos, conductas cuya punibilidad no requiere ningún requisito adicional de resultado, siquiera en cuanto verificación concreta de peligro. Pero sabido es también, no sólo que no son precisamente estos tipos que se construyen sobre la técnica del peligro abstracto los que cuentan con mayor reconocimiento en la doctrina, que a menudo denuncia su incompatibilidad con el principio penal básico de intervención mínima, y que, por ello, ha propuesto incluso 76 FAE Centro Universitário reformular el contenido de los llamados delitos de conducta peligrosa para entenderlos igualmente como delitos de lesión, si bien referida la misma al bien jurídico colectivo que protegen35. También resulta evidente que con ellos se atiende tan sólo al desvalor de la situación de peligro, pero no permiten valorar los correspondientes resultados lesivos que lleguen a producirse, básicamente lesiones u homicidio. Y desde luego, para esquivar las dificultades relacionadas con la prueba de la relación de causalidad respecto a aquellos resultados, tampoco parece más conveniente introducir en la propia tipicidad de los delitos de peligro cláusulas que ayudaran a “presumir” la prueba de aquella relación sobre la base de la constatación de determinados factores. De hecho, los ordenamientos que han introducido esta suerte de presunciones, han sido objeto de severas críticas, en cuanto que acaban a la postre en una suerte de presunción de la carga de la prueba y, con ello, desconociendo alguna de las garantías básicas del proceso penal36. A la vista de lo anterior la dificultad está servida. Si se tiene en cuenta, además, la repercusión mediática de esos casos, no es de extrañar que en todos ellos los Tribunales recurriesen a distintos expedientes para poder motivar una sentencia condenatoria. Comencemos por el caso de la colza ocurrido en nuestro país. En él, la black box parecía arrojar como resultado que la intoxicación masiva se había producido debido a la adulteración del aceite de colza. Absolutamente todas las personas que padecían el daño lo habían consumido, aunque también es cierto que, al contrario, no todas las que lo habían ingerido presentaban los síntomas de la enfermedad, o al menos no en el momento de la celebración del juicio, lo que probablemente podría explicarse por factores relacionados con la predisposición orgánica de cada individuo. Sin embargo, pese a esa aparente Por todos, GARCÍA RIVAS, Nicolás. Influencia del principio de precaución sobre los delitos contra la seguridad alimentaria. Revista General de Derecho penal, v.1, quien denuncia que la incorporación a dichos delitos del principio de precaución determina una comprensión de los mismos desvinculada por completo de cualquier comprobación del resultado. Disponível em: <, http://www.iustel.com>. 36 Es el caso de la Ley japonesa sobre delitos contra el Medio Ambiente de 1971, cuyo parágrafo 5 dispone: “Cuando alguien, en el ámbito de una actividad empresarial de una fábrica o de unas instalaciones, vierta sustancias nocivas para la salud humana que sean adecuadas, sólo con su vertido, para poner en peligro la vida o la salud pública, se presumirá, si en el territorio donde el vertido se ha producido resultan amenazadas la vida o salud pública por este tipo de sustancias, que ese peligro ha sido provocado por las sustancias que efectivamente se hayan vertido”. En el mismo sentido, la Ley Coreana sobre delitos contra el medio ambiente, de 1996, dispone en su parágrafo 6 que “En el caso de que alguien vierta sin autorización las sustancias previstas en el parágrafo 2.1, que son aptas para producir, con su sola emisión, un peligro...para la vida o la salud de las personas, los recursos hidrológicos o cualquier ecosistema natural, se presumirá si en el territorio donde el vertido se ha producido resultan amenazadas la vida o la salud por este tipo de sustancias, que ese peligro ha sido provocado por las sustancias que efectivamente se hayan vertido, si de da una relación suficiente de probabilidad entre el vertido no autorizado y el peligro mencionado”. Véase la referencia en BYUNG-SUN CHO. Revista penal, p. 48, 1999, op. cit. Colocar na pagina 23. 35 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 49-94, jan./jun. 2011. 77 evidencia, cuál fuera el concreto agente causal de la misma era una prueba diabólica, por la imposibilidad de la ciencia para ofrecerla. El Tribunal Supremo, en la línea de lo fallado ya antes por la Audiencia Nacional, consideró que a efectos de fundamentar una condena penal no es necesario que “se haya podido conocer el mecanismo preciso de producción del resultado”, por lo que entendía, en definitiva, que era posible dictar una sentencia condenatoria sin violar los principios básicos garantistas del Derecho penal y procesal penal. Claro que lo anterior no eximía de comprobar el mecanismo causal entre la acción y el resultado conforme a cualquiera de las leyes científicas, incluida la estadística, lo que también presentaba dificultades en este caso, puesto que por obvias razones éticas, no era posible reproducir el fenómeno atendiendo a variables dependientes e independientes y llegar de esta forma a formular reglas generales conforme a los procedimientos de validación en uso. Esto nos introduciría en un segundo ámbito problemático del que nos ocuparemos más adelante (b). De momento no perdamos de vista el que nos ocupa y, para ello, nada mejor que centrar la atención en el razonamiento de los Tribunales en los otros casos planteados, ahora en Alemania. Una argumentación parecida a la de nuestro Tribunal Supremo en el caso de la Colza siguió en el año 90 el Tribunal Supremo Federal en el caso del “Lederspray”. También en él, el fundamento del Tribunal para dictar una sentencia condenatoria tomó por base una evidencia empírica más que científica: todas las personas que habían sufrido los daños habían utilizado ese producto. Cierto que era imposible identificar la sustancia o combinación de ellas que le conferían su carácter tóxico. Pero sin embargo, era evidente que se descartaba una causa distinta que pudiera haber determinado el resultado. Y eso, para el Tribunal alemán, era una vez más, suficiente para sustentar el juicio de responsabilidad penal. A la misma conclusión llegó el Tribunal Superior de Frankfurt al dictar su sentencia condenatoria en el caso “Holzschutzmittel”, si bien su razonamiento resulta especialmente ilustrativo, en cuanto que por primera vez trazó una diferencia explícita y clara entre las exigencias de la comprobación de la causalidad a efectos científicos o penales sobre la base de los conceptos de causalidad general y específica: Mientras las Ciencias naturales se esfuerzan por explicar de manera concluyente los mecanismos causales de las materias nocivas, y sólo están dispuestas a afirmar la causalidad tras una explicación satisfactoria de estos mecanismos y de sus efectos, el Juez penal puede llegar al convencimiento de una causalidad general, aunque no de la causalidad específica de una materia por los efectos producidos. En definitiva, pues, con esta argumentación se trazaban las diferencias para fundamentar la distancia entre las exigencias científicas y las más limitadas del Derecho penal. La pregunta que surge entonces resulta obvia: ¿es este razonamiento suficiente para fundamentar el juicio de responsabilidad penal o estaremos, por el contrario, abriendo una 78 FAE Centro Universitário peligrosa vía para relajar de manera incompatible con los principios garantistas básicos del sistema penal las exigencias mínimas para la responsabilidad en este orden? Y es que, a la vista de la situación y de la consiguiente necesidad de los Tribunales de buscar expedientes para fundamentar el fallo condenatorio, pudiera darse la nefasta impresión de que cuando aquellos han fundamentado la condena, lo han hecho más seguros del resultado al que querían llegar que a la forma de fundamentarlo. ¿Debería entonces concluirse que sólo algunos han sido justos o, más concretamente, respetuosos con los principios irrenunciables del Derecho penal y procesal penal? Desde luego, la respuesta reclama una solución diferenciada atendiendo, básicamente, al mecanismo por el que se considere probada la relación entre la acción y el resultado, de lo que nos ocupamos en el siguiente epígrafe. Por ahora baste sólo decir que cuando conforme a aquellos procedimientos pueda formularse de forma científica, al menos como una ley causal incompleta, el mecanismo relacional entre la acción y el resultado, no existirán mermas de garantía alguna a la hora de fundamentar la condena. Porque como escribe HASSEMER, “Las diferencias entre los conocimientos exigidos por el Derecho (penal) y los conocimientos científicos (de las Ciencias de la naturaleza) (y sus respectivas metodologías) se basan de hecho en sus diferentes finalidades: para el Derecho penal lo que importa es la justicia de la decisión, mientras que para las Ciencias naturales lo que importa es aumentar los conocimientos. Por eso, a diferencia de lo que ocurre en las Ciencias naturales, para el Derecho penal carece de interés saber qué es lo que ocurre dentro del black box, en la medida en que de todos modos, pueda asegurarse que al responsable del producto no se le impute otra cosa que el producto mismo...Nadie puede pretender, en el proceso penal, un conocimiento científico carente de funcionalidad para el Derecho penal (por más que sea interesante y correcto en otros ámbitos)”37. Es esto lo que sucedía, por ejemplo, en el caso de la colza. Nadie consideraría mermadas las garantías procesales de quienes alteraron el aceite por el hecho de que fueran condenados sin llegarse a conocer si el específico agente causal era la anilida o la anilina, o cualquier otro. Ese detalle, en absoluto podría valorarse como un factor que quebrara el principio básico penal de que una condena sólo procede cuando se demuestra que el agente es el causante del daño. Y aquí lo es, con independencia, insistamos una vez más, del concreto momento o fase en que se produce la condición decisiva. Otro tanto habría que decir en relación con cualquier otro ámbito distinto al de la responsabilidad por el producto. Así, por ejemplo, en relación con los delitos relacionados con el medio Véase al respecto: HASSEMER, W.; MUÑOZ CONDE, F., La responsabilidad por el producto en derecho penal. Valencia: Tirant le Blanch, 1995. p. 49 ss. 37 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 49-94, jan./jun. 2011. 79 ambiente, si se llegase al convencimiento de que la emisión de determinados gases por una empresa es la causa de la contaminación ambiental, ¿realmente importaría para el juicio de responsabilidad penal que llegase o no a identificarse qué concreta sustancia química es la causante del daño al medio ambiente? La respuesta negativa a esta cuestión, no sólo no supone merma alguna de garantías para el imputado sino que puede decirse, incluso, que es la única que evita situaciones absurdas, que de otra forma podrían producirse38. No le falta razón a GONZÁLEZ CUELLAR cuando afirma que, el conocimiento de la razón explicativa de la causación del resultado por la acción no es necesario para la validez de la ley causal, ya que “si así fuera seguramente no existiría ninguna, pues en el fondo carecemos de explicación para los más elementales cursos causales que suceden en la naturaleza. Es significativo que no pueda ponerse como ejemplo de ley causal “completa” la ley de la gravedad, al resultar desconocido el motivo por el cual los cuerpos se atraen”39. En el fondo, que dicha regla deba admitirse en tales casos no es de extrañar teniendo en cuenta que, si bien en ámbitos semejantes aunque ciertamente distintos, la causalidad general se admite desde hace mucho tiempo en Derecho penal como forma de fundamentar una condena en este orden sin merma alguna de garantías. Sirva de ejemplo el caso en que un sujeto golpeara repetidas veces a su víctima con la intención de causarle la muerte, y cuando creyese haberlo conseguido, la introdujera en una caja que arroja por un precipicio, siendo en ese momento en el que pudiera haberse producido el fallecimiento. ¿Es que alguien se atrevería a discutir la responsabilidad del autor por el hecho de que surgieran dudas en torno a si la víctima falleció por los golpes o, por el contrario, en el momento posterior de arrojarla al vacío? Es más, la irrelevancia de la identificación del concreto procedimiento que determina el resultado lesivo no sólo es exclusiva de la comprobación de la tipicidad objetiva para determinar la relación de causalidad. Lo mismo sucede en el momento posterior de imputación subjetiva, cuando se trata de atribuir subjetivamente el hecho al autor. Nadie dudaría en estos casos, a la hora de fundamentar su responsabilidad por un delito doloso por el hecho de que alegara que desconocía el concreto curso causal que produciría el resultado. Volvamos, por ejemplo, al caso de desnaturalización del aceite Cuestión distinta será la relativa a las posibilidades de identificar los concretos agentes que hubieran de considerarse responsables. Así lo observaba acertadamente MUÑOZ CONDE, Francisco, cuando afirmaba que “una cosa es que, de acuerdo con el método científico que sea, se de por probada una relación de causalidad, y otra es que esa causalidad pueda conectarse con una determinada acción”, en HASSEMER, W.; MUÑOZ CONDE, F. La responsabilidad por el producto en derecho penal, op. cit,, p. 93. 39 GÓNZÁLEZ-CUELLAR SERRANO, Nicolás. La prueba en los delitos contra el medio ambiente. In: ________. Investigación y prueba en el proceso penal. Madrid: Colex, 2006. p. 269 ss. 38 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 49-94, jan./jun. 2011. 80 destinado al consumo humano. Sería absurdo que, una vez comprobado que el sujeto conocía los efectos lesivos que tendría su consumo humano, no se apreciara su actuación dolosa por que alegase el desconocimiento del concreto proceso que lo hacía nocivo. Sobre lo improcedente de tal alegación no creo que haya necesidad de insistir. Llegados a este punto, puede decirse que la necesidad de identificar la causa última de un resultado se va a ceñir solo a determinados supuestos, en los que en el caso concreto la responsabilidad del autor dependa directamente del concreto elemento causante del resultado. Aun reconociendo que son muchos los casos imaginables, baste la cita de aquellos en que el curso causal incide en un factor previo, por ejemplo en una debilidad constitucional preexistente de la víctima que determinase que sólo un determinado agente químico le produjera un resultado lesivo al incidir en dicha dolencia previa (por ejemplo, una insuficiencia hepática). Otro tanto habría que decir en el mismo ejemplo para comprobar si la sustancia tóxica tenía, de por sí, capacidad para evolucionar hasta el resultado lesivo o si, por el contrario, no habría tenido intensidad por sí misma para ello, correspondiendo una cuota decisiva en su producción a la previa debilidad orgánica del afectado. De la misma forma, habría de considerarse insuficiente la constatación de la causalidad general en los casos que referíamos más arriba en los que no pudiera descartarse el peso determinante de otros factores. Así sucedería, por ejemplo, si llegara a afirmarse que en la adquisición del carácter tóxico del producto no fueron decisivos los ingredientes utilizados en su fabricación sino, por ejemplo, su exposición accidental a determinadas condiciones medioambientales. De hecho, la posibilidad de la interferencia de esas otras causas va a aumentar conforme lo haga el tiempo transcurrido entre la realización de la acción y la verificación del resultado, aspecto éste del que tendremos ocasión de ocuparnos más adelante. Ahora bien, partiendo de lo anterior, interesa llamar la atención sobre el dato de que también en relación con estos casos, se plantea una exigencia mínima de seguridad en su comprobación por parte de los Tribunales de Justicia o, lo que es lo mismo, se plantea la necesidad de que los jueces motiven las razones por las que consideren o no en el caso concreto suficiente la prueba de esa causalidad general. La pregunta que surge entonces es evidente, ¿cómo debe el juez en el caso concreto, fundamentar que, por ejemplo, la debilidad orgánica de la víctima o las condiciones medioambientales determinaban la relevancia del conocimiento de la sustancia concreta? Dar una respuesta general a todos los supuestos resulta desde luego una tarea imposible, siendo necesario por el contrario atender a las particularidades del caso concreto. Pese a ello, puede decirse como pauta general que en todos estos supuestos el criterio del juez habrá de descansar sobre la base de un juicio de probabilidad en torno al protagonismo de otras causas alternativas, e incluso sobre la existencia o no de las mismas. 81 FAE Centro Universitário Llegados a este punto, y reconociendo en estos términos la validez de las leyes causales incompletas, queda aún por determinar la forma con la que en el caso concreto pueda admitirse la prueba de la misma. Porque, desde luego, una cosa es reconocer un margen de discrecionalidad al juez sobre la base de un juicio de probabilidad a la hora de valorar hasta qué punto en el caso concreto es suficiente la prueba de la causalidad general, y otro bien distinto que, a partir de ahí, se relegue además a su libre valoración la prueba de la misma. De ello se ocupan las consideraciones que siguen. b.- La prueba de la relación de causalidad general Cuando se trata de dar por probada una determinada ley causal general, uno de los principales medios para ello es el recurso a las leyes de la estadística. Como se ha destacado en la doctrina, si bien a veces la validez de la misma se plantea en términos alternativos al de la formulación de leyes científicas, la estadística debe considerarse precisamente como una forma apta para construir leyes científicas; dicho de otro modo, técnicamente la ley estadística puede considerarse como una máxima de la experiencia de carácter científico apta para ser utilizada en la valoración probatoria40. En este sentido, en el seno de las ciencias naturales se suelen emplear, sin que se ponga en duda su validez científica, explicaciones de la realidad de tipo probabilístico, esto es, que dan cuenta del hecho de que, bajo ciertas condiciones, un suceso tendrá lugar en un determinado (alto) porcentaje de casos, en oposición a una explicación determinística, conforme a la cual se puede afirmar que bajo ciertas circunstancias, el suceso se verificará en todos los casos41. De hecho, se señala incluso que en gran parte de los fenómenos complejos la gran mayoría de las explicaciones son probabilísticas, como sucede, por ejemplo, con la epidemiología, en relación con la explicación causal de determinadas enfermedades42. Sobre las máximas de experiencia véase STEIN, Friedrich, El conocimiento privado del juez: investigaciones sobre el derecho probatorio en ambos procesos Traduccion de la Oliva Santos: Madrid, 1990. 41 HERNÁNDEZ, Héctor. “El problema de la “causalidad general” en el Derecho penal chileno (con ocasión del art. 232 del Anteproyecto de Nuevo Código Penal)”. Política Criminal, n. 1, A7, p.1-33, 2006. Véase la interesante exposición que realiza ROMEO CASABONA, Carlos, sobre las aportaciones de la física para la comprensión de los procesos causales en: Causalidad, determinismo e incertidumbre científica”. Revista General de Derecho penal, n. 8, nov. 2007. Este trabajo reproduce, si bien ampliado, su discurso leído en el acto de su investidura como doctor honoris causa por la Universidad de La Laguna. Véase también al respecto HILGENDORF, Eric. Relación de causalidad e imputación objetiva a través del ejemplo de la responsabilidad penal por el producto. ADPCP, 2002, p.. 96 ss. 42 HERNÁNDEZ, Héctor. “El problema de la “causalidad general” en el derecho penal chileno (con ocasión del art. 232 del Anteproyecto de Nuevo Código Penal)”. Política Criminal, n. 1,A7, p. 1-33, 2006. Disponible en< http://www.politicacriminal.cl/n_01/pdf_01/a_7.pdf>.. Como recuerda este autor, este modelo explicativo fue desarrollado por la jurisprudencia japonesa, primero en sede civil y luego, desde 1963, también en sede penal, entre otros casos, en el citado proceso por la enfermedad de Minamata. Conforme al mismo, para que un factor pueda ser considerado causal se requiere que: a) haya aparecido con anterioridad a la enfermedad; b) que el número de enfermos aumente cuando la incidencia del factor aumenta; c) que los afectados sólo aparezcan en el ámbito de incidencia del factor, y d) que las ciencias naturales aporten una explicación sobre el mecanismo biológico desencadenado por los efectos del factor. 40 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 49-94, jan./jun. 2011. 82 Mucho más complicadas se presentan las cosas, sin embargo, cuando no es posible formular esa ley conforme a las exigencias de la estadística, de modo que lo único que puede constatarse es lo que se conoce como datos de correlación, esto es, los que sólo evidencian que una determinada conducta y un efecto aparecen fenomenológicamente correlacionados con una determinada frecuencia, pero sin que la misma permita enunciar ninguna ley científica de su interrelación. Por ello, la correlación no significa causalidad. Así, por ejemplo, podría afirmarse que las personas con alto nivel de ingresos suelen mandar a sus hijos a centros de formación privados, que los niños comen golosinas, o que cuando “A” se levanta toma un café y sale a la calle. Sin embargo, no por ello es posible formular una relación causal entre ninguno de esos hechos correlacionados. La dificultad para considerar dichos datos de correlación como elementos suficientes de la prueba de la relación causal se debe a que el fenómeno correlacionado podría ser el efecto de un tercero, previamente no considerado, llamado variable confundida. Los datos de correlación, a diferencia de las leyes científicas, sólo apuntan, como su propio nombre indica, a la observación fenoménica de una correlación de factores. Pero nada más. La formulación de una ley causal entre ambos requeriría su validación a la luz de variables dependientes e independientes para cumplir con los requisitos de las leyes estadísticas. Sin embargo, la principal dificultad con la que, a menudo se enfrenta este procedimiento tiene que ver con la imposibilidad ética de repetir el fenómeno (baste pensar en lo improcedente de cualquier pretensión de repetir, por ejemplo, el contacto humano con un producto tóxico)43. Con todo, aun cuando la mera comprobación de aquellos datos no puede considerarse por sí misma como medio de prueba, la doctrina procesalista que se ha ocupado del tema se muestra partidaria de manejarlos como indicios, incluso en su acepción de “hechos base”, siempre que cumplan una serie de presupuestos. Así, en concreto, aplicando los requisitos generales de la teoría de la prueba indiciaria se exigen los siguientes aspectos: en primer lugar, que existan varios indicios o, al menos, uno solo pero de especial significación; en segundo lugar, que se den por probados los hechos base en que consistan los indicios; en tercer lugar, que exista un enlace preciso y directo entre el hecho presunto y el hecho base, es decir, que puedan enlazarse a través de un razonamiento, que desde las reglas de la lógica y de experiencia lleve a la convicción del acaecimiento del hecho base de cuya prueba se trate; en cuarto lugar, la inexistencia o insuficiencia de contraindicios; en quinto lugar, la ausencia de explicaciones alternativas razonables que, de esa forma, habría de llevar a la absolución sobre la base del principio Por todos, por ejemplo, TORÍO LÓPEZ, Ángel. Cursos causales no verificables en Derecho penal.. ADPCP, 1983, p. 235 ss. 43 83 FAE Centro Universitário in dubio pro reo; en sexto lugar, la exigencia de que la resolución se motive; por último, en séptimo lugar, la debida aportación de los hechos al procedimiento44. Concurriendo esos presupuestos, como sucedió en España, por ejemplo45, en el caso de la colza, habría de entenderse que el fallo condenatorio respeta las exigencias garantistas básicas del proceso penal. Obviamente, a nadie escapan las peculiaridades que añade la dilación temporal, en cuanto que introduce dificultades adicionales de cuya superación dependerán las posibilidades de formular el juicio de responsabilidad penal. Baste pensar, por ejemplo, en que a medida que transcurre el tiempo resultará más difícil fundamentar un enlace preciso y directo entre los indicios y el hecho presunto, o incluso descartar la presencia de explicaciones alternativas, en cuanto que la dilación temporal aumenta las posibilidades de que el resultado esté condicionado por otras causas alternativas, dificultando así, en consecuencia, admitir dichos datos de correlación siquiera como hechos indiciarios. Todo ello sin desconocer que cuando se habla de dilación temporal de los resultados, no sólo se hace referencia a los que aparezcan dilatados en el tiempo durante la vida de la persona afectada por la situación de riesgo. También es posible que los mismos se manifiesten en sus descendientes, lo que complica sobremanera la formulación del juicio en torno a la posible incidencia de otras causas determinantes del resultado. Como sucede tantas veces en el orden penal, se tratará de una cuestión que habrá de resolverse en cada caso por el juez atendiendo a las circunstancias concurrentes en el mismo, y conforme a los criterios que le proporcionen los peritos. Pero por encima de las peculiaridades de cada caso, conviene observar que, posiblemente, con este modo de proceder se está produciendo un importante giro en torno al papel de los criterios naturales de causalidad. Así lleva a pensarlo el hecho de que, el método para dar por probado un GÓNZÁLEZ-CUELLAR SERRANO, Nicolás. Investigación y prueba en el proceso penal, ob. cit., p.. 271 ss. De forma más reciente y en un ámbito distinto al de la responsabilidad por el producto, véase por ejemplo la STS 2298/2001, de 4 de diciembre, dictada en relación con un delito contra el medio ambiente. El Alto Tribunal, haciendo suyas las palabras de la Sentencia del mismo órgano de 12 de mayo de 1986, dio por probada la relación entre la contaminación de un río y la mortandad de una serie de aves sobre la base de que, «la demostración propia del Derecho» es «distinta de la científico-natural en tanto no supone una certeza matemática y una verificabilidad excluyente de la posibilidad de lo contrario, sino simplemente la obtención de una certidumbre subjetiva». Pero precisando este punto de vista sostuvo la Sala que «en todo caso se requiere una actividad probatoria que conduzca racionalmente a dar por ciertos unos hechos determinados que no sean simples sospechas o datos de los que no se desprenda otra cosa que vicios o apariencias más o menos acusadoras de que una persona ha cometido un delito». Por tanto habrá que admitir la prueba cuando se haya logrado «la obtención de la nota de probabilidad propia de las ciencias del espíritu, con deducción que se muestre como la racional y las relaciones de causalidad de estructuras sencillas y cotidianas respecto de las que existe un importante material empírico conocido por la generalidad de las personas (por ejemplo, relación de causalidad entre el hematoma producido y la acción de golpear a otro con los puños), constituyen una materia que los Tribunales pueden apreciar sobre la base de los principios de la experiencia, según las reglas habituales en materia de prueba”. 44 45 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 49-94, jan./jun. 2011. 84 juicio relacional estrictamente causal tenga lugar con ayuda de criterios normativos con cuyo apoyo se presupone su concurrencia. De esta forma, los juicios de relación naturalística se ven confirmados o no, con ayuda de criterios como la probabilidad de que si se continuara realizando el fenómeno, se confirmaría la secuencia de correlación, la posibilidad de que el fenómeno sea explicable de esa forma porque no existen otras posibles causas explicativas, etc. Pero eso es una cuestión distinta, que nos desviaría la atención de lo que aquí interesa. Nuestro siguiente punto de estudio parte de todo lo anterior y lleva a preguntarnos acerca de qué peculiaridades adicionales se plantean allí donde finalmente, en el momento de la producción del resultado, llegue a darse por probada la relación causal. 2 CONOCIMIENTO DE LAS CAUSALES Y RESULTADOS TARDÍOS Se tratan en este apartado los casos en que, o bien al tiempo de la aparición tardía de los resultados, los conocimientos de la ciencia permiten formular leyes causales científicas, completas o incompletas, o bien sobre la base de indicios en los términos que veíamos en el apartado anterior, los Tribunales llegan a dar como probada la relación de causalidad, aun dilatada en el tiempo. También aquí, y al igual que precisábamos en el apartado anterior, se parte de que en aquél momento previo, si bien se desconocían con certeza las leyes causales, podía formularse al agente un juicio de reproche, bien sea por conformarse su desvalor de acción conforme a los delitos de peligro en los términos que vimos, o bien por concurrir los presupuestos de dicho desvalor de acción en relación con un delito relativo a bienes jurídicos individuales, especialmente lesiones u homicidio, también según los requisitos que entonces tuvimos ocasión de formular. Un ejemplo de los casos en que se da por probada la relación de causalidad, pese a que inicialmente pudiera existir un cierto período de tiempo dominado por la incertidumbre científica, lo proporciona el uso del amianto, al que ya nos referíamos al comienzo de este trabajo. Así, en España se ha estado utilizando masivamente durante el s. XX, entre otras cosas, en materiales de construcción. Como recuerda el Informe “Prospección sobre la presencia de amianto materiales que lo contengan en edificios”, realizado para la Fundación para la Prevención de Riesgos Laborales por el Institut d’Estudis de la Seguretat, fundació privada, Barcelona, 2001, en 1906 se comunicó el fallecimiento de 50 trabajadores textiles en Francia y, en 1907 se objetivó por primera vez la alteración del tejido pulmonar de la asbestosis pulmonar. La primera publicación científica de un caso de asbestosis pulmonar data de 1924, y en la década de 1940-1950 se relacionó la inhalación de amianto con el cáncer broncopulmonar. En 1960 se demostró la relación entre el amianto con el mesotelioma maligno de la pleura y del peritoneo, y en 1982 con el derrame pleural benigno. En la actualidad la nocividad de la sustancia está fuera de 85 FAE Centro Universitário dudas, hasta el punto de haberse prohibido con carácter general por la Orden Ministerial de 7 de diciembre de 2001, que recoge la Directiva 76/796/CEE, que establece que la exposición al amianto, al liberar fibras, está asociada con la asbestosis, mesotelioma y cáncer de pulmón. Dada la aparición tardía de las enfermedades (hasta treinta años), todavía se siguen registrando casos en nuestro país. En concreto, en la actualidad aún se siguen produciendo muertes por cáncer de pleura y de pulmón de empleados de Unión Naval de Levante y Unión Naval de Valencia, relacionadas con el uso del amianto durante las décadas de los años ochenta y noventa. Según diversos estudios, se calcula que hasta el año 2030 en España puedan morir de cánceres provocados por la exposición al amianto en las dos últimas décadas, entre 40.000 y 60.000 personas, sobre todo en Galicia, Cataluña, Madrid, Andalucía, Comunidad Valenciana y Asturias. Entre los distintos aspectos a que se proyecta la problemática de los resultados tardíos, nos centraremos en lo que sigue en tres de ellos, que pueden considerarse los respectivos exponentes más significativos de aquellas peculiaridades. En concreto, en primer lugar, en la posibilidad de que intervengan factores causales posteriores (a); en segundo lugar, en la eventualidad de que la ciencia sea capaz de desarrollar cursos causales salvadores (b); por último, las peculiaridades que introduce o debiera introducir en el juicio de responsabilidad la producción tardía del resultado (c). a. La posible interrelación de otros factores causales La dilación temporal propicia la posibilidad de que en el lapso temporal que media entre la realización de la acción y la producción del resultado, intervengan otros factores causales que cuestionen la procedencia de seguir manteniendo el enlace causal de este con la primera conducta. A estos supuestos corresponden los que en la doctrina alemana, se agrupan bajo la denominación de “daños sobrevenidos” (“Folgenverletzungen”). Por retomar alguno de los ejemplos que antes citábamos, podría servir el caso de que, a consecuencia de la inhalación o contacto con un spray tóxico el sujeto hubiera contraído una enfermedad pulmonar cuyo proceso de evolución se dilata en el tiempo, pero en el curso del mismo ese individuo contrajera una enfermedad, por ejemplo una neumonía, que anticipara el resultado más grave, e incluso que desencadenara un proceso letal. La solución de estos casos excede las posibilidades de solución que ofrece la atención a los criterios de causalidad para enlazar con la óptica normativa propia de los criterios de imputación. En concreto, la atribución de dicho resultado requeriría, comprobar la existencia de un juicio normativo de atribución al autor de las consecuencias que resulten de la conjugación del curso causal que directamente puso en marcha con la incidencia de esas otras causas. Como ya sostuviera en otro lugar, en dicha tarea, más allá de la atención al criterio de la previsibilidad en torno a su interferencia, resultará primordial comprobar si el daño último puede reconducirse al desvalor de la conducta inicial en términos de lo que pudiera denominarse una misma dimensión explicativa de imputación, entendiendo Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 49-94, jan./jun. 2011. 86 por tal la exigencia de que las posteriores condiciones que confluyen y determinan el resultado puedan contemplarse como una unidad de sentido respecto al injusto de la primera conducta, tomando por base tanto las circunstancias objetivamente concurrentes como los especiales conocimientos del autor46. Esto exigiría que, tratándose de condiciones posteriores al riesgo contenido en la conducta inicial, el segundo curso causal que incide decisivamente en el primero fuera imputable al agente inicial o, lo que es lo mismo, que atendiendo a las circunstancias del caso y a los especiales conocimientos del autor en el momento de actuar, pudiera pronosticarse la potencialidad del riesgo contenido en su conducta para evolucionar hacia el segundo curso causal que al incidir en el primero provoca el resultado. Conforme a lo anterior, dicha exigencia eliminaría las posibilidades de imputación de este tipo de casos, en cuanto que allí donde pudiera demostrarse la interferencia de esos otros cursos causales, el resultado final excedería del injusto por el que tiene que responder el autor, de tal modo que, si realmente pudiera probarse la incidencia de esas causas posteriores, los Tribunales de Justicia habrían de dictar una sentencia absolutoria. b. La posible incidencia de cursos causales salvadores En un sentido diametralmente opuesto a los casos tratados en el apartado anterior, se plantean aquellos otros en los que se baraja la posibilidad de que en ese lapso temporal tengan lugar nuevos conocimientos científicos que desarrollen cursos salvadores con potencialidad, bien para evitar los efectos más graves a que de otra forma habría evolucionado, bien para impedir la producción de un resultado cualitativamente distinto (muerte como derivación de las lesiones). De hecho, si bien en un contexto distinto al de incertidumbre científica, el mismo problema se plantea en relación con los casos de contagio del virus del Sida47. Como es sabido, el proceso de esta enfermedad se caracteriza porque los resultados más graves y, entre ellos el desenlace fatal, se dilatan durante una serie de años. Los descubrimientos científicos, que han tenido lugar en las últimas décadas determinan que en la actualidad pueda considerarse controlado el riesgo de producción de esos otros efectos más graves. La pregunta que se plantea es entonces evidente: la interferencia de esos otros cursos causales, ¿debe incidir en la atribución de responsabilidad penal al agente inicial? GÓMEZ RIVERO, Mª del Carmen. La imputación de los resultados producidos a largo plazo Valencia. 1998. p. 45 ss. COLOCAR P. 31 47 Véase por todos ROMEO CASABONA, Carlos. S.I.D.A y derecho penal. In: Problemas del tratamiento jurídico del S.I.D.A. Madrid: CDJ, Consejo General del Poder Judicial, Madrid, 1985, p. 77. 46 87 FAE Centro Universitário La respuesta afirmativa apenas plantea demasiadas dificultades, debiendo reconocerse dicha incidencia, si bien con distinto alcance, tanto allí donde el sujeto actúe en una situación de incertidumbre científica, como cuando en el momento de su conducta se pudieran conocer las leyes causales que rigen el proceso en cuestión. En relación con los primeros casos, los de incertidumbre científica, porque debe admitirse que quien actúa en tales circunstancias, no sólo debe responder por los efectos asociados a su conducta que la conviertan en más grave desde el punto de vista valorativo. También de forma paralela tiene que beneficiarse de las posibles interrupciones del curso causal que el desarrollo posterior de la ciencia pueda poner en práctica. Es más, en ellos decaerían no sólo los presupuestos objetivos para fundamentar la condena por un delito consumado, sino también el presupuesto subjetivo para admitir una tentativa respecto a esos resultados ulteriores que no llegan a producirse por causas ajenas a la voluntad del autor (descubrimientos científicos). En efecto, aun cuando pudiera afirmarse que aquel obró con una actitud de indiferencia respecto a la producción de dichos resultados no conocidos en el momento de actuar, dicho estado de ignorancia respecto a su producción impediría apreciar la estructura del delito intentado. Como recordábamos más arriba, la misma se basa en un juicio de conocimiento científico en torno a los efectos asociados a una determinada conducta, presupuesto que faltaría por definición cuando, en el momento de ejecutarla, no se conocieran las leyes causales que rigen el fenómeno de que se trate. A resultados parcialmente parecidos debe llegarse en los supuestos en que ya en el momento de actuar fuera posible dar por probada la relación causal entre un determinado resultado y la conducta que lo provoca. En ellos, resulta evidente que habrá de excluirse también la condena por un delito consumado, puesto que por razones obvias al sujeto no podría imputársele un resultado más grave que no se ha llegado a producir. En realidad, en estos casos las posibilidades de exigir responsabilidad penal se ciñen a la procedencia de una condena por tentativa, una calificación que a diferencia de lo que sostuvimos para los casos de incertidumbre científica, no tendría ahora en principio razones para fracasar. Ejemplo paradigmático vuelve a ser la fenomenología de casos del Sida. Si el sujeto hubiera obrado con la intención de contagiar a la víctima, no habrían de verse obstáculos para apreciar un delito intentado no sólo respecto al desarrollo de la enfermedad, sino también incluso respecto a la muerte allí donde uno y otro no llegaran a producirse gracias al descubrimientos de nuevos fármacos que paralizaran el proceso evolutivo del contagio. Con todo, también en estos supuestos hay que reconocer la existencia de determinados casos en que pudieran oponerse dificultades dogmáticas a tal construcción. Es lo que sucederá en aquellos en los que llegara a darse por probado que la actitud subjetiva del autor respecto a la producción de ese resultado más grave dilatado en el tiempo correspondiera al que se conoce como dolo eventual. Como es sabido, con el mismo se designan los supuestos en que, si bien el sujeto no quiere de forma directa la Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 49-94, jan./jun. 2011. 88 producción del resultado, actúa con tal actitud de indiferencia hacia su producción, que en términos penales se equipara valorativamente a aquellos otros en que el agente actúa con la intención directa de producirlo. En ellos, las dificultades para hacer responder al autor enlazan con un problema mucho más amplio y complejo, que excede de las posibilidades de este estudio: la discusión en torno a la compatibilidad dogmática de la tentativa con una actitud propia del dolo eventual48. c. El factor de dilación temporal como posible elemento a tener en cuenta en la determinación de la responsabilidad penal Como ya recordábamos líneas más arriba, la fenomenología de casos caracterizada por la dilación temporal entre la realización de la acción y la producción del resultado es un rasgo propio de los procesos causales que tienen lugar en las modernas sociedades. En efecto, una característica de los resultados lesivos que se producen a consecuencia de las nuevas tecnologías es que los mismos no tienden a manifestarse hasta transcurrido un largo período de tiempo, lo que contrasta claramente con los métodos clásicos o tradicionales que en su origen inspiraron no sólo la configuración típica de delitos como el homicidio o las lesiones, sino el diseño general de las causas de extinción de la responsabilidad penal por el transcurso del tiempo. Probablemente por ello, porque se trata de problemas propios de un paradigma distinto al de la inmediación temporal que clásicamente ha estado en la base de los procesos causales lesivos, el Código penal no conoce ningún mecanismo de limitación de la posibilidad de hacer responder penalmente al autor en estos casos de dilación temporal entre la realización de la acción y la producción del resultado. En ellos, además, resulta evidente la incapacidad de los clásicos criterios de imputación para limitar la responsabilidad penal, puesto que el dato del transcurso del tiempo en absoluto afecta, de por sí, los criterios normativos en que se resume: creación de un riesgo no permitido, que aumenta las posibilidades de producción del resultado, que éste es realización del peligro contenido en la conducta y que el resultado final pertenece al ámbito de protección de la norma. También, en efecto, cuando se produce un efecto nocivo muchos años después de la acción, no existen razones dogmáticas ni para fundamentar la quiebra de la relación de causalidad ni de imputación objetiva49. En realidad, la única previsión relativa al transcurso del tiempo que puede descubrirse en el Código penal es la prescripción que, sin embargo, como es sabido, comienza el cómputo de su plazo desde el momento en que se produce el resultado. GÓMEZ RIVERO, Mª del Carmen. La imputación de los resultados producidos a largo plazo, ob. cit., p. 116 ss. 49 Véase al respecto por todos ROMEO CASABONA, Carlos. Revista General de Derecho Penal, n. 8, nov. 2007. Disponível em: < http://iustel.com>, ob. cit., así como su trabajo previo El S.I.D.A. en las prisiones. Transmisión del Sida entre reclusos, en “VII Jornadas Penitenciarias Andaluzas”, Sevilla, 1991, p.. 49 ss. 48 89 FAE Centro Universitário Ante este estado de cosas, y teniendo en cuenta la ausencia de previsiones sustantivas, la mirada se vuelve al orden procesal. En él, ciertamente es posible descubrir ciertos límites a las posibilidades de entablar un proceso en relación con los resultados tardíos que sean consecuencia de una lesión intermedia a los que la misma evoluciona. En concreto, la LECr contempla una limitación procesal relativa al momento en que por última vez puede modificarse la calificación de los hechos. En los casos de resultados tardíos, lo anterior se traduce en un límite temporal al ejercicio de la acción penal cuando previamente se ha entablado un proceso por hechos intermedios que evolucionan hasta la producción de aquel. Por ejemplo, en relación con los casos relacionados con el uso de amianto, baste pensar en aquellos en que se entable un proceso por una enfermedad pulmonar, frecuentemente el cáncer, que posteriormente evolucione hasta la muerte. Conforme dispone la LECr., dicho cambio de calificación jurídica, que podrá tener lugar mediante un sumario de instrucción complementaria, sólo puede tener lugar antes de dictarse sentencia, en el momento de presentación de las conclusiones definitivas50. Una vez exista sentencia firme, por imperativo del principio de cosa juzgada, la celebración de un nuevo juicio sólo sería posible, en su caso, con la interposición de un recurso de revisión, que sólo procede en los estrictos motivos tasados que contempla el art. 954 LECr. Es más, ya en concreto en relación específica con los casos en que la acción se realizara en un contexto de incertidumbre científica, pero al tiempo de celebrarse el proceso pudieran conocerse las leyes causales que lo explican, hay que tener en cuenta que entre los motivos que permiten interponer este recurso menciona el art. 954.4, que “después de pronunciarse la sentencia sobrevenga el conocimiento de nuevos hechos o de nuevos elementos de prueba, de tal naturaleza que evidencien la inocencia del condenado”. Sin embargo, cuando se trate de la fenomenología de casos que ahora nos ocupa, lo que sucederá es precisamente lo contrario, a saber, que pueda ofrecerse una nueva prueba que evidencia la culpabilidad del ya condenado. Por ello, la específica problemática penal sustantiva en torno a las posibilidades de imputar el resultado tardío al autor en estos supuestos se va a limitar, en la práctica, a dos grupos de casos. El primero, a aquellos en que aun tratándose de un daño inicial que evoluciona hacia una consecuencia lesiva ulterior, la acción penal, bien no se ejercita hasta su verificación, bien se ejercita antes de dicho resultado tardío, pero en tal relación de inmediatez temporal que éste sobreviene durante el curso del procedimiento. El segundo, los casos en que el resultado tardío no es fruto del proceso evolutivo de una lesión previa, sino que aparece ex novo dilatado en el tiempo. Conforme al art. 788.4 LECr, en la redacción dada por la Ley 38/2002, de 24 de octubre, “Cuando en sus conclusiones definitivas la acusación cambie la tipificación penal de los hechos se aprecie un mayor grado de participación o ejecución o circunstancias de agravación de la penal, el juez o Tribunal podrá conceder un aplazamiento de la sesión...Tras la práctica de una nueva prueba, que puede solicitar la defensa, las partes acusadoras podrán, a su vez, modificar sus conclusiones definitivas”. 50 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 49-94, jan./jun. 2011. 90 En todos estos supuestos, como decíamos, ante la ausencia de previsiones especiales sustantivas en el Código penal que limitaran las posibilidades de exigir responsabilidad al autor, cualquier intento de introducir límites en este sentido no habría de valorarse más que como una propuesta de lege ferenda, sin traducción actual en el Derecho positivo 51. Esos criterios deberían tener en cuenta no sólo las menores exigencias de prevención general que suelen demandar este tipo de casos52, sino también el hecho de que la dilación del resultado puede posibilitar la interferencia de los cursos causales salvadores que antes referíamos. A la conveniencia de introducir este tipo de previsiones apuntan también razones de seguridad jurídica, que aconsejan limitar el período de tiempo al que se extiende la amenaza de que el autor resulte condenado. No es por ello de extrañar que en algunos ordenamientos de Derecho, comparado los plazos de prescripción se computen desde el momento de la realización de la acción, como es el caso del Código penal suizo, e incluso que en otros, como el Código penal austriaco, si bien se parta como regla general del cómputo de la prescripción desde el momento de la producción del resultado, sin embargo, prevean determinadas excepciones precisamente para estos supuestos de dilación temporal en el sentido de que, si bien con plazos más largos, el cómputo de aquella tenga lugar desde el momento de la realización de la acción53. Sea como fuere, y aun reconociendo la conveniencia de este tipo de propuestas, lo cierto es que, mientras no se incorporen al Derecho positivo habrá que concluir que la pretensión de manejar, de lege lata, cualquiera de dichos criterios habrá de considerarse contraria a Derecho. En este sentido de introducir en el futuro restricciones me pronuncié en La imputación de los resultados producidos a largo plazo, ob. cit., págs. 80 ss., donde proponía una serie de criterios tanto restrictivos como excluyentes de responsabilidad penal. 52 No comparto por completo los argumentos de quienes proponen la atenuación de la pena en estos supuestos argumentando que determinan un acortamiento de las expectativas de vida y no su eliminación. Porque como sostenía en aquel trabajo, si bien es verdad que dicha consideración pudiera ser correcta en términos exclusivamente de medición cuantitativa de la vida, esa valoración no resiste a menudo una contemplación de los hechos desde el punto de vista cualitativo. Es más, en determinados supuestos nada se opondrá a apreciar precisamente una circunstancia agravante, como pueda ser el ensañamiento respecto al medio de conseguir el resultado letal cuando la prolongación del curso causal letal comporte sufrimientos para la persona que han sido así buscados por el autor. 53 Sobre todos estos aspectos, véase GLESS, Sabine. Zeitliche Differenz zwischen Handlung und Erfolginsbesondere als Herausforderung für das Verjärungsrech, Goltdammer’s Archiv für Strafrecht, p. 689-707, 2006. en GA, 10/2006, p. 689 ss. En relación con la responsabilidad por el producto, véase KUHLEN, Lothar, ADPCP 2002, ob. cit., pág. 88, quien destaca la incoherencia de las posibilidades de exigir responsabilidad en el ámbito penal frente a los límites que impondría la prescripción en el orden civil conforme al Derecho alemán, ya que según el § 199,,2 BGH las acciones de indemnización por lesiones a la vida, integridad corporal y salud o a la libertad, prescriben a los treinta años de la realización de la acción, sin tener en cuenta el momento de su surgimiento. 51 91 FAE Centro Universitário Resulta, por ello, criticable que algunas resoluciones judiciales hayan aplicado criterios que no están en la letra de la ley para limitar la posibilidad de castigar los resultados tardíos. En relación precisamente con los daños causados por el contacto con el amianto, puede citarse un reciente Auto de la Audiencia Provincial de Barcelona, Sección quinta de 4 de septiembre de 2007, en relación con el Auto del mismo órgano de 30 de marzo. En el mismo se enjuiciaban las cuotas de responsabilidad que tuvieran respectivamente la Unión Naval de Levante y la Unión Naval de Valencia, que se subrogó en un determinado momento en las actividades de la primera. La Audiencia Provincial entendió que el plazo de prescripción de los delitos imputados a la Unión Naval de Levante comenzaba a correr desde el momento en que la absorbió la Unión Naval de Valencia: “...sostener que pretendidas responsabilidades sobre el hecho de que el resultado final se produjese en fecha muy posterior, es tanto como fingir que continuaron las acciones u omisiones dolosos o imprudentes en tiempo en que dichos representados habían cesado por completo en toda actividad relativa a tales acciones”. Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 49-94, jan./jun. 2011. 92 REFERÊNCIAS BAÑO LEÓN, José María. El principio de precaución en derecho público. In: BOIX REIG, J.; BERNARDI, A.; CAMPOS CRISTOBAL, R. (Coord.). Responsabilidad penal por defectos en productos destinados a los consumidores. Madrid: Iustel, 2005. BYUNG-SUN CHO. Revista penal, p. 48, 1999. CHO, Byung-Sun. Cuestiones de causalidad y autoría en el derecho penal del medio ambiente coreano y japonés desde la perspectiva del derecho comparado. Trad. Díaz Pita, Maria del Mar. Revista Penal, n. 4, p. 43, enero 1999. CRUZ BOTINI, Pierpaolo. Principio de precaución, derecho penal y sociedad de riesgos. Revista General de Derecho Penal, n. 7, mayo, 2007. Disponível em: <http://www.iustel.com>. DE SOLA RECHE, Esteban. Principio de precaución y tipicidad penal. In: : ROMEO CASABONA, Carlos María(Ed.). Principio de precaución, biotecnología y derecho. Granada: Comares, 2004 . DE VEGA RUIZ, José Augusto. 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Para ello, se analizan el proceso penal como un complejo artefacto cultural y como un proceso civilizatorio. En función de estos objetivos es que se rescatan dos valores: la tolerancia y la participación comunitaria. Palabras claves: Proceso penal – Sociología jurídica – Civilización – Tolerancia – Participación comunitaria. ABSTRACT This article study which are the characteristics that a criminal process must have if it’s purpose is the reintegration of the community. In order to this purpose, there is a study of the criminal process as a complex cultural artifact and as a civilization process. Also, recovers two values: tolerance and community participation. Keywords: Criminal process – sociology of law – Civilization – Tolerance – Community participation. * Doctor en Derecho (Universidad de Barcelona). Profesor adjunto regular (Universidad de Buenos Aires). Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 95-130, jan./jun. 2011. 95 1 UNAS PRIMERAS PALABRAS Si para representar el espacio donde resolvemos nuestros conflictos hemos construido pesados y grandes edificios, pareciera que una de sus razones lo fue porque en ellos, en su inconmensurable peso, siempre deseamos encontrar las fuentes de la Justicia. Templos en cuyas rígidas columnas es en donde se apoya nuestra civilización, en donde supuestamente la barbarie, la violencia injustificada, la arbitrariedad, no tienen cabida. Templos en donde recopilamos, enseñamos, interpretamos y reproducimos el Derecho de esa Justicia. Y en esta búsqueda, más de dos siglos son los que se lleva luchando en pos del reconocimiento y vigencia de una serie de resguardos (garantías y principios constitucionales, derechos de carácter universal) que limiten al poder de su arbitrariedad y de forma tal que el ideal civilizatorio sea palpable. No obstante, una primera observación se torna evidente: la violencia del sistema represivo y su arbitrariedad se mantienen de tal manera que están en permanente y constante observación. Si la barbarie se mantiene presente, puede ser porque no está claro qué puede significar el que nuestro derecho sea civilizado. Uno de los pocos, sino el único, que ha intentado avanzar y explicar cuáles son las raíces y el significado de un derecho civilizatorio ha sido Edmundo HENDLER. En una de sus tantas investigaciones sobre estas cuestiones, él enseña que en los diccionarios de lengua francesa, civiliser significaba la conversión de la acción penal en acción civil. Es a partir de este punto que se presenta el objetivo de estas líneas: exponer cuáles son los principales lineamientos de un derecho penal civilizatorio. Más precisamente, cuáles son los elementos que permiten formar un enjuiciamiento penal que responda a ese viejo espíritu de la voz civilizar. En otras palabras, de un derecho reductor de la violencia en el proceso de redefinición de los conflictos. 2 EL DERECHO PENAL COMO UN ENJUICIAMIENTO PENAL CIVILIZADO Tal como lo recuerda HENDLER, la hipótesis central que Nils CHRISTIE desarrolla en su libro Los límites del dolor1 es el resultado de su idea de que la participación en los conflictos es más importante que las soluciones que éstos tengan. Por ende, “de la trilogía CHRISTIE, Nils, Los límites del dolor. Trad. de M. Caro. México: Fondo de Cultura Económica, 1984 . 1 96 FAE Centro Universitário que conforman delito, enjuiciamiento y castigo, no sólo lo segundo es más importante; bien podría pensarse que el castigo sea sólo el pretexto para dar lugar al enjuiciamiento”2. Esta idea no es porque sí. Surge de la observación de que mientras más conflictos una sociedad deriva al sistema penal, mayor es el grado de desintegración comunitaria que tiene lugar en esa sociedad. Es en función de ello que HENDLER sostiene que, en consecuencia, el hecho del enjuiciamiento público, esto es, la forma que toma ese proceso de derivación a un tercero para dar respuesta a un conflicto, resulta un indicativo del grado de integración comunitaria. Desde esta perspectiva, lo que termina importando es la actitud que la sociedad adopta frente al conflicto, especialmente, del modo como éste es encarado3. Castigo y conflicto se convierten así en los elementos que determinan cuál es, en definitiva, la forma que termina adoptando el enjuiciamiento penal. Es por ello que se torna necesario realizar algunas consideraciones previas sobre éstos antes de avanzar sobre las formas que hacen que un enjuiciamiento sea penal civilizatorio. 2.1 El enjuiciamiento como castigo Al hacer referencia al castigo no se trata de realizar un estudio sobre cuál es su fin (si es que lo tuviere), ni una sociología sobre éste. De lo que se trata, es de señalar cuál es su relación con el enjuiciamiento penal. Este último puede considerarse tanto como una resolución, por parte de la autoridad, de una disputa, esto es, de un conflicto; o como la búsqueda de una verdad4. Éstas son las dos interpretaciones principales sobre lo que es el momento central del proceso penal: el juicio. Sea cual sea la interpretación que se tenga en cuenta, lo cierto es que el enjuiciamiento penal que se moldeó hacia fines del siglo XIX, y que corresponde con un modelo respetuoso de los resguardos constitucionales, el juicio penal público5, no puede disociarse de la idea de castigo. En este sentido, David GARLAND, al definir qué debe entenderse por los conceptos de castigo o de penalidad, señala que éstos son el proceso normativo de sanción y condena a los infractores del derecho sustantivo, de acuerdo con categorías y procedimientos legales HENDLER, Edmundo S. Enjuiciamiento penal y conflictividad social. In: MAIER, Julio B. J.; BINDER, Alberto M. (Comp.), El Derecho penal hoy. Buenos Aires: Editores del Puerto, 1995. p. 378. Homenaje al Profesor David Baigún, 3 Idem, pp. 375-377. 4 CAMMACK, Mark, Evidence rules and the ritual functions of trials: saying something of something, Loyola of Los Angeles Law Review, v. 25, p. 784, Apr. 1992. 5 Cf. FERRAJOLI, Luigi, Derecho y razón. Teoría del garantismo penal. Traducción: P. Andrés Ibañez et al. Madrid, Trotta, 1995 . cap. 9. 2 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 95-130, jan./jun. 2011. 97 específicos. Para él, en este proceso, se involucran una serie de “marcos discursivos de autoridad y condena, procesos rituales de imposición del castigo, (...) y una retórica de símbolos, figuras e imágenes por medio de las cuales el proceso penal se representa ante los diversos estratos de la sociedad”6. De esta manera, el proceso penal, tal como lo sostiene Alberto BINDER, es uno de los ejes estructuradores del sistema penal (al igual que lo es el plano sustantivo propio del derecho penal) y es corresponsable en la configuración de la política criminal7. De allí que no se pueda disociar el enjuiciamiento penal del castigo o de la penalidad. La circunstancia de que en el proceso de formación del sistema penal moderno, gracias al establecimiento de los Estados nacionales, tuviera lugar un desprendimiento de las reglas procesales respecto de las normas del Derecho penal material, no quiere decir que unas y otras estén irremediablemente vinculadas, en tanto ambas constituyen un único fenómeno cultural. Con ello se quiere significar algo que avanza mucho más allá de la constatación que realizara Malcolm FEELEY, en su investigación, en cuanto que, para el individuo, la realización del proceso penal en su contra puede constituir un castigo mucho mayor que el de su propia condena. Esto es, que los mecanismos que importan en el enjuiciamiento penal son el castigo mismo8. No se trata de señalar cómo el proceso de averiguación de la verdad respecto a un conflicto de naturaleza penal puede implicar determinados costos a una persona, sino que esos mecanismos que permiten la adjudicación de una pena están absolutamente vinculados con ésta. De allí que, para visualizar esta relación importa saber cuán civilizada o no es nuestra penalidad. 2.2 El conflicto y el enjuiciamiento En su primera lección de Derecho Procesal Penal, BINDER recuerda que el Derecho es un instrumento de la vida social que tiene como misión la redefinición de los conflictos. Cualquier manifestación del Derecho va a repercutir en el conflicto en el que fue llamado a intervenir, sea evitándolo, sea redefiniéndolo, sea generándolo9. Resulta evidente que esta última consecuencia no puede tenerse en cuenta. Sólo aquellas consecuencias que conducen a una mayor integración comunitaria son las que pueden tenerse en cuenta. GARLAND, David, Castigo y sociedad moderna: un estudio de teoría social. Traducción de B. Ruiz de la Conbcha.,México: Siglo XXI, 1999. p. 33. 7 BINDER, Alberto M., Introducción al derecho procesal penal, Buenos Aires Ad-Hoc, 1993. p. 37. 8 FEELEY, Malcolm M., The Process Is the punishment: handling cases in a Lower Criminal Court. New York: Rusell Sage Foundation, 1979.p. 34, 199, 201 y 241. 9 BINDER, A., op. cit., p. 29. 6 98 FAE Centro Universitário Está claro que si uno está haciendo referencia al papel que tiene el conflicto para el sistema penal, la cita de la obra de CHRISTIE es obligatoria. Ya en uno de sus primeros trabajos, Los conflictos como pertenencia, él señalaba que lo que caracterizó el enjuiciamiento penal moderno fue la pérdida de la participación directa de los miembros de la comunidad en el proceso de redefinición del conflicto: “en un moderno juicio penal dos cosas importantes han sucedido. Primero, las partes están siendo representadas. En segundo lugar, la parte representada por el Estado, denominada la víctima, es representada de tal modo que, para la mayoría de los procedimientos, es empujada completamente fuera del escenario, y reducida a ser la mera desencadenante del asunto”10. Estas ideas en relación a la ocultación del conflicto como una variable a tenerse en cuenta en la cuestión criminal, conjuntamente con la pérdida de la pertenencia de los conflictos, son las que llevaron a que más tarde este criminólogo sostuviera que los valores que terminaron siendo comunicados por el sistema penal no fueran otros que los que importan una graduación del dolor: “el Estado establece su escala, el orden de valores, mediante la variación en el número de golpes administrados al criminal, o por el número de meses o años que se le quitan. El dolor es usado como comunicación, como lenguaje”11. Por consiguiente, ese dolor no cumplía una función de redefinición del conflicto (en tanto estaba oculto), sino que simplemente comunicaba un castigo. Un sentido coincidente se puede hallar en el pensamiento de ZAFFARONI, ALAGIA y SLOKAR. Ellos enseñan que fueron dos los modelos en los programas criminalizantes: uno es el modelo de solución entre las partes; el otro es el modelo de decisión vertical o punitivo. La línea divisoria pasa, pues, por la posición de la víctima, lo que necesariamente asigna una función al procesado o penado (…). En el modelo de partes hay dos personas que protagonizan un conflicto (el que lesiona y el que sufre la lesión), y se busca una solución. En el modelo punitivo quien sufre la lesión queda de lado, es decir, que no es considerado como persona lesionada, sino como un signo de la posibilidad de intervención del poder de las agencias del sistema penal12. En este marco, es que CHRISTIE sostiene la idea de que la participación en los conflictos es más importante que las soluciones que éstos tengan. Es la forma como estos conflictos vuelvan a la luz. La herramienta para ello es similar a la propuesta por HENDLER: la civilización de los conflictos. En sus palabras: “si hay algo que esté claro, es que varios CHRISTIE, Nils, Los conflictos como pertenencia. In: De los delitos y de las víctimas . Buenos Aires: AdHoc, 1992. p. 162. 11 CHRISTIE, N. Los límites…, op. cit., p. 114. 12 ZAFFARONI, Eugenio Raúl, ALAGIA, Alejandro; SLOKAR, Alejandro, Derecho penal: parte general. Buenos Aires: Ediar, 2000. p. 219. 10 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 95-130, jan./jun. 2011. 99 de los países menos industrializados han aplicado en gran parte el código civil en donde nosotros aplicamos el código penal. Especialmente en las sociedades que carecen de un fuerte poder central, donde el Estado es débil, o donde los representantes de éste se encuentran lejos, la gente se ve obligada a no aplicar la fuerza”13. Es por ello que la respuesta no sea más que una justicia participativa en tanto el mismo resultado (la aclaración de los valores) que se obtiene con la distribución del dolor, se obtiene en el proceso mismo. La atención pasa del resultado final al proceso14. 2.3 Edmundo HENDLER y los fundamentos de un enjuiciamiento penal civilizado Es en función de estas conceptualizaciones que HENDLER entiende que el modelo de enjuiciamiento que permite cumplir aquello para lo cual el Derecho es llamado (favorecer a la integración comunitaria), no es otro que el modelo de enjuiciamiento público. Público, en el sentido de una participación ciudadana en la resolución de la trama conflictiva. Esa participación, frente a la evidente teatralidad del juicio, no tiene otra función más que la comunicativa. En sus palabras, “lo que interesa es la actitud que la sociedad adopta frente al conflicto, no sólo en cuanto al castigo que finalmente establece sino también respecto del modo de encarar, en sí mismo, el conflicto. (…) En el modelo del enjuiciamiento público, la idea subyacente es ventilar el conflicto, hacerlo explícito y dar así lugar a la catarsis de su verbalización”15. Según él, la participación de la sociedad en el juicio, sea como espectadores o como miembros del tribunal encargado de establecer un veredicto sobre el conflicto planteado, provoca que su realización tenga rasgos evidentes de teatralidad: el enjuiciamiento penal es una representación escénica que se desarrolla en el marco del sistema penal16. Esta escenificación se constituye tanto en un símbolo, es decir, en un proceso comunicativo que se dirige hacia la sociedad entera, como en una ficción: la construcción de una verdad. El juicio en el que se resuelve el conflicto es el resultado de una cosmovisión, de una “forma natural” de entender al mundo, la que le da un sentido y legitima su Idem, p. 112. Idem, pp. 114/115. 15 HENDLER, E., Enjuiciamiento penal…, op. cit., p. 377. 16 HENDLER, Edmundo S., Teatralidad y enjuiciamiento oral. La Ley –Argentina, 11 de mayo de 1989, p. 3 ss. Cf., asimismo, BALL, Milner S. All the law’s a stage. Cardozo Studies in Law and Literature, v. 11, n. 2, p.215-221, Winter 1999; SIMONETT, John E., The Trial as One of the Perfoming Arts. American Bar Association Journal, v. 52,p.1145-1147, Dec.1966 y VISMANN, Cornelia, Rejouer les crimes – Theater vs. Video. Cardozo Studies in Law and Literature, v. 11, n. 2, p.161-177, Winter 1999. 13 14 100 FAE Centro Universitário resolución. Es un proceso en el que las imágenes culturales tienen un valor importante, en tanto los símbolos que de ellas se desprenden facilitan la construcción de esta teatralización del conflicto, al igual que la puesta en escena del juicio origina nuevas formulaciones en las imágenes culturales de la sociedad17. Por otra parte, este enjuiciamiento que se lleva a cabo es la materialización de una ficción18. En este sentido, recuerda el pensamiento de Umberto ECO, al éste señalar que el teatro es una forma de comunicación y que sólo es ficción en tanto signo, añadiendo que no finge algo inexistente sino que sólo finge no ser signo, cosa que logra por tratarse, precisamente, de algo natural y no artificial19. Como también tiene presente para fundar su posición la obra de Winfried HASSEMER, quien expresamente señala una cualidad institucional de la comunicación en el proceso penal: “como institución social y, más específicamente jurídica”, el proceso penal tiene funciones que ha de realizar a costa de elementos comunicativos y, de no realizarlas, el sistema social corre el riesgo de que tales funciones no sean llevadas a cabo por nadie o incluso, es más, de que, tratándose de necesidades fundamentales enraizadas en nuestro ámbito de cultura jurídica, sean asumidas por otros (…) y resulten así graves trastornos”20. Este marco teórico no sólo me influyó especialmente (entre otros trabajos, en los fundamentos de mi tesis doctoral), sino que en un sentido coincidente, es uno de los fundamentos de la tesis doctoral de Gabriel I. ANITUA. Él, al establecer el valor del fenómeno comunicativo y el de la participación ciudadana como un vehículo de éste, expresamente señala: “nos parece interesante la opinión de quienes sostienen que el coro representa al público, que en principio no tendría voz (...). A través del coro, el público (los no actores) tiene un papel protagónico en la misma trama de la tragedia. Algunos de los filólogos que así piensan le otorgan al coro de las tragedias un valor político, consustanciado en la democracia ateniense, de representación del pueblo (...). El coro es un compendio, un extracto de todos los espectadores: un ‘espectador ideal’. Y ello también tiene un profundo contenido político puesto que la diferencia entre actor y espectador no es menor (...). De cualquiera de estas formas, como sabemos, el coro tenía voz en la tragedia. Tenía, incluso si no se le considera propiamente un actor, un papel principal para entender qué es lo que sucede en el escenario”21. GONZÁLEZ, Carlos et al… Repensar las drogas. Barcelona: IGIA, 1989. p. 15. MARÍ, Enrique E. Derecho y literatura. Algo de lo que sí se puede hablar pero en voz baja. DOXA Cuadernos de Filosofía del Derecho, v.2, n. 21, p. 251-287,1998. Actas del XVIII Congreso Mundial de la I.V.R. (Bs As, 1997) 19 ECO, Umberto, El signo teatral. In: _____.De los espejos y otros ensayos. Barcelona: Lumen, 1988. p. 42-49. 20 HASSEMER, Winfried, Fundamentos de derecho penal. Traducción de F. Muñoz Conde, L. Arroyo Zapatero. Barcelona: Bosch, 1984. p. 167. 21 ANITUA, Gabriel I. Justicia penal pública: un estudio a partir del principio de publicidad de los juicios penales. Buenos Aires: Editores del Puerto, 2003. p. 3-4. 17 18 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 95-130, jan./jun. 2011. 101 Esta referencia no es más que, un ejemplo de lo que HENDLER sostiene al señalar que la participación ciudadana en el enjuiciamiento penal es un fenómeno social y cultural de características universales: “todas las culturas, en todos los lugares y en todos los tiempos, las de la historia más antigua, las relevadas etnográficamente o las de las sociedades actuales, conocen alguna forma de participación popular en el enjuiciamiento criminal”. Como él recuerda, “(l)La costumbre del juzgamiento por los jefes del grupo social o por colegios de asesores o de ancianos, actuando en forma pública y rodeados por el conjunto de la población en actitud de franca participación, (...) no es característica solamente de organizaciones tribales: además de ser empleáda por los primitivos germanos, era la modalidad adoptada por los tribunales de la China imperial doscientos años antes de la era cristiana. La regla establecida para los jueces, en este último caso, era que debían prestar atención a las manifestaciones del público”22. El jurado, por ende, se presenta como una de las formas esenciales a través de la cual el enjuiciamiento contempla la participación de sus miembros, y gracias a ello el ritual judicial se constituye como tal. En otras palabras, en “aquella institución en la cual pensaban los ilustrados para disponer de la escena en la que se produciría la discusión pública que, con suertes imprevisibles (...) redefiniría las violencias”, en la expresión de la participación directa de la comunidad en el acto de gobierno fundamental de la disposición inmediata de la coacción estatal23. ANITUA funda el valor de este tipo de participación comunitaria, al recordar lo sostenido por LECLERQ cuando éste expresaba que “los jurados se encuentran bruscamente en la situación de ciudadanos, y aquellos que en el bar del café de comercio despotricaban contra el crecimiento de la delincuencia y exigían mano dura para acabar con los malhechores, tratan de conocer el verdadero rostro de los hombres que les hablan, se preguntan sobre lo justo y lo injusto, sobre la función de la pena. Hay pocos lugares donde se vea tan abiertamente la evidencia de la democracia. Es la responsabilidad social la que hace al ciudadano”24. Lo cierto es que la participación de los ciudadanos en el ritual judicial, en su calidad de jurados, tiene una función en particular. En palabras de HENDLER, “resguardar la homogeneidad cultural de quienes imponen los castigos y quienes son castigados”. Al desarrollar esta idea, él explica cómo el establecimiento del jurado tiene el sentido de proteger a los más débiles frente al poder, permitiéndoles restringir sus atribuciones y HENDLER, Edmundo S. El juicio por jurados: significados, genealogías, incógnitas., Buenos Aires; Editores del Puerto, 2006. p. 3-4. 23 ANITUA, G., Justicia…, op. cit., pp. 418-419. 24 Idem, p. 422. 22 102 FAE Centro Universitário preservar las pautas de comportamiento del grupo comunitario. Con esta participación, se asegura la integración del tribunal con quienes pertenecen al mismo entorno cultural de quienes tienen que ser juzgados. De esta manera, se aseguran niveles de convivencia entre los grupos dominantes y los dominados, entre cada una de sus pautas culturales25. Este tipo de participación de los ciudadanos en la justicia puede canalizarse, de una manera institucionalizada, de más de una manera: con jurados, con escabinos, con asesores populares o con otras variantes de esa índole. Este tipo de distinción atañe a lo que constituye el aspecto esencial del fenómeno participativo: la interacción entre quienes se desempeñan como jueces profesionales y quienes, sin ostentar esa calidad, intervienen en la decisión de los casos criminales. Tal como lo afirma HENDLER, en otro de sus estudios sobre este tema, “para apreciar las distintas variantes que presenta el fenómeno cultural de la participación ciudadana en el proceso penal, lo que interesa son las modalidades que puede adoptar la vinculación entre jueces y ciudadanos. Es decir la manera como se comunican unos y otros”26. Esta comunicación representa una característica más propia de la participación ciudadana en el ritual judicial: erigirse en un resguardo de la libertad de todo sujeto acusado. La participación de los ciudadanos, en sus orígenes, sirvió para dar fundamento a un derecho individual frente a la autoridad; a una prerrogativa de todos los “hombres libres”. La significación cultural de la participación ciudadana “adquiere especial relevancia en el juzgamiento de quienes pertenecen a sectores marginados o discriminados para quienes el jurado resulta una fundamental garantía27. Como se puede apreciar, la forma en que debe darse aquella derivación del conflicto hacia un tercero, con el objeto de que se facilite con posterioridad una reintegración comunitaria, no es otra que la de un modelo de enjuiciamiento público. Mas, público no sólo en un sentido formal, sino material: que reconozca la participación ciudadana como su vehículo de expresión. 3 EL PROCESO CIVILIZATORIO DEL ENJUICIAMIENTO PENAL. UN COMPLEJO ARTEFACTO CULTURAL Para estudiar cuál fue el proceso que tuvo lugar para la configuración de este tipo de enjuiciamiento penal dentro de nuestra cultura jurídica occidental hay más de un estudio posible para recurrir. No obstante, la mayoría de nuestras lecturas en ese HENDLER, Edmundo S., El juicio…, op. cit., pp. 11-13. HENDLER, Edmundo S., Jueces y jurados: ¿Una relación conflictiva?. In: MAIER, Julio B. J. et al... Juicio por jurados en el proceso penal. Buenos Aires: Ad-Hoc, 2000. p. 18. 27 HENDLER, Edmundo S. El juicio…, op. cit., pp. 45-48. 25 26 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 95-130, jan./jun. 2011. 103 sentido están orientadas a estudios que analizan este proceso histórico desde perspectivas histórico-normativas o simplemente descriptivas. De allí que la intención de las palabras que siguen es brindar los fundamentos sociojurídicos del proceso civilizatorio, esto es, un enjuiciamiento de características más participativas. Para ello, en primer lugar, como marco teórico, encuentro necesario recordar el pensamiento de GARLAND en cuanto a que el castigo deba ser entendido como un complejo artefacto cultural. Artefacto cultural que encarna y expresa las formas culturales de la sociedad; de tal forma que las mentalidades y las sensibilidades culturales en las instituciones penales influyen en el castigo tanto como éste lo hace con aquéllas. Según él, para comprender la formación y el significado social de la penalidad es necesario construir un análisis cultural en el que se señale cómo éste se expresa y actúa en el ámbito penal, en tanto la cultura es la que determina los contornos y los límites externos de la penalidad28 . De esta manera, podremos comprender los fundamentos de un enjuiciamiento penal civilizado. Especialmente, cómo se conformó éste. Ello, gracias a que se pasan a tener en cuenta herramientas tales como las correspondientes al pensamiento de la estética. 3.1 La cuestión criminal como un complejo artefacto cultural GARLAND sugiere que el castigo moderno es tanto una cuestión cultural como estratégica; en otras palabras, que es un ámbito de expresión de los valores y de las emociones, como también un proceso de control. El armazón a partir del que arma su concepción sociológica del castigo está basado en la interpretación de los valores y sentimientos del conflicto social que están expresados e invocados en el castigo, al igual que en el diseño de las estrategias instrumentales del control penal29. En su concepción, el castigo es, para cualquier sociedad, un tema simbólico, ya que se vincula directamente con las raíces del orden social, que posee un lugar prominente en la formación y desarrollo individual de las personas. El castigo opera como un signo de la autoridad y es la materialización final de su fuerza, de naturaleza universal e indispensable30. GARLAND, D. Castigo y sociedad moderna..., op. cit., p. 227-228 y 230. GARLAND, D. Frameworks of Inquiry in the Sociology of Punishment. The British Journal of Sociology, v. 41, n. 1,p. 1-15, Mar. 1990. Un extracto de este trabajo está publicado en THOMPSON, K. (Ed.) Key Quotations in Sociology, Routledge, 1996. Publicado nuevamente, en SMART, Barry (Ed.). Michel Foucault: critical assessments. Routledge, 1995.v. 4. Vuelto a publicar en MELOSSI, Dario (Ed.). The sociology of punishment. Dartmouth, 1998, p. 4. 30 GARLAND, D. Castigo y sociedad moderna... op. cit., p. 11. 28 29 104 FAE Centro Universitário Su semiología del castigo opera en dos niveles: en el mundano de los comportamientos y de los efectos físicos, pero también, en el simbólico, al ser su trabajo un análisis sobre el sistema de signos que están alrededor de él31. Lo que permite descubrir una dimensión importante de los procesos sociales del castigo: esto es, trasladar la atención de los aspectos administrativos y gerenciales del castigo hacia sus aspectos sociales y emotivos32. Este nivel simbólico autorizará a GARLAND a establecer los límites de su teoría social del castigo y, con ello, incorporar la variable cultural como un elemento indispensable en su análisis. En razón de ello, un análisis general del castigo tiene que explorar el complejo mundo de las sensibilidades culturales y de las mentalidade33. GARLAND logra su propósito de construir su idea sobre el castigo, que sintetiza lo simbólico y lo instrumental, gracias al rescate, en su análisis, de la dimensión cultural que se encuentra presente en el fenómeno de la penalidad. En otras palabras, lleva adelante su propósito al describir el castigo como un artefacto cultural, que encarna y expresa las formas culturales de la sociedad34. El desarrollo de esta perspectiva es lo que le permitirá señalar, finalmente, que el castigo es una compleja institución social. En su definición de cultura, GARLAND parte del análisis efectuado por el estudio antropológico de GEERTZ. Entiende por ella, una dimensión de la vida social, en un contexto conformador de la acción social y penal. En su esquema analítico, la cultura abarca tanto los fenómenos de conocimiento denominados por él “mentalidades”, como aquellos relacionados con el afecto o la emoción: las “sensibilidades”. De esta manera, en la cultura se distinguen dos aspectos: por un lado, el cognitivo, que se refiere a todos aquellos conceptos y valores, categorías y distinciones, marcos de ideas y sistemas de creencias (las mentalidades) que se usan para construir el mundo y su representación ordenada y significativa; y, por el otro, el afectivo, esto es, las distintas formas de sentimientos y sensibilidades. Unos y otros se vuelven inseparables35. Estas sensibilidades y mentalidades (socialmente construidas) tienen implicaciones importantes en las maneras de castigar a los delincuentes. Según GARLAND, “los patrones culturales estructuran las formas en que concebimos a los criminales, proporcionando los marcos intelectuales (científicos, religiosos o de sentido común) a través de los que vemos a estos individuos, entendemos sus motivaciones y los clasificamos como casos. Dichos GARLAND, D. Durkheim’s theory of punishment: a critique. In: GARLAND, David; YOUNG, Peter (Ed.) The Power to punish: contemporary penality and social analysis. London: Heinemann, 1983. p. 59. 32 GARLAND, D. Castigo y sociedad moderna..., op. cit., p. 103. 33 GARLAND, D. Frameworks..., op. cit., pp. 3-4. 34 GARLAND, D. Castigo y sociedad moderna..., op. cit., p. 227. 35 Idem, p. 228-229. 31 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 95-130, jan./jun. 2011. 105 patrones también estructuran nuestra forma de sentir a respecto de los delincuentes, no sólo mediante los procesos evocadores rituales (...) sino también por medio de la conformación de nuestras sensibilidades”36. En este marco, GARLAND sostiene que el castigo se vuelve una encarnación práctica de algunos de los temas simbólicos, significados y formas específicas de sentir que constituyen la cultura. De esta manera, el castigo está conformado por amplios patrones culturales originados fuera de él, a la vez que genera sus propios significados, valores y sensibilidades que contribuyen, en cierta forma, a establecer el esquema de la cultura dominante. La cultura es tanto “causa” como “efecto” de las instituciones penales37. En función de todo ello, para GARLAND, el castigo es una institución comunicadora y didáctica, dado que por medio de sus políticas y declaraciones pone en efecto algunas de las categorías y distinciones con las cuales se da significado al mundo. La penalidad actúa como un mecanismo regulador social en dos sentidos: regula la conducta directamente a través del medio físico de la acción social, al igual que, regula la conducta con un método diferente basado en la significación. Por lo que, la penalidad no sólo comunica significados acerca del crimen y del castigo, sino también acerca del poder, la autoridad, la legitimidad, la moralidad y muchas otras cuestiones38. En definitiva, para GARLAND, el castigo es un complejo artefacto cultural que codifica, en sus propias prácticas, signos y símbolos de una cultura más amplia. Entre otras circunstancias, de todo ello lo que es importante tener en cuenta es que esta visión es una propuesta metodológica: un modo de mirar que ayuda a tener acceso a los significados sociales implícitos de la penalidad. Lo que no debe hacer olvidar el hecho de que el castigo también es una red de prácticas materiales sociales y de formas simbólicas, de manera tal que las instituciones penales son parte de una estructura de acción social y un sistema de poder, al mismo tiempo que un elemento significante dentro de un ámbito simbólico39. Y una de esas instituciones penales que conforman la penalidad para él, como ya se señalara, no es otra que la del enjuiciamiento penal. Idem, p. 230. Idem, pp. 290-291. 38 Idem, p. 293-294. 39 Idem, p. 233-234. 36 37 106 FAE Centro Universitário 3.2 La penalidad, el enjuiciamiento y el proceso civilizatorio: las obras de ELIAS y SPIERENBURG El marco teórico de GARLAND se sustenta en los estudios Norbert ELIAS, al definir éste último cómo se fue desarrollando el proceso de civilización, el que implicó –en la cultura popular– un aumento y diferenciación de los controles impuestos por la sociedad sobre los individuos, y un refinamiento de conducta y mayor nivel de inhibición psicológica, en la medida en que las normas de conducta adecuadas se volvieron más exigentes. Parámetro psicológico que toma de FREUD y que, según GARLAND, no se aleja de lo estudiado por FOUCAULT sobre la disciplina y sus efectos40. De manera complementaria, GARLAND, rescata el análisis llevado a cabo por SPIERENBURG, al señalar éste, cómo las condiciones de seguridad y el uso instrumental del castigo siempre estuvieron en tensión con las fuerzas culturales y psíquicas encargadas de poner límites claros en los tipos y extensión del castigo que se consideraba aceptable, de manera que la sensibilidad influyó claramente en la forma en que se adoptaron los castigos41. En definitiva, GARLAND se centra en saber cómo se estructura la sensibilidad, y la forma como ésta cambia con el transcurso del tiempo, en tanto ello guarda una relación directa con el concepto de castigo. Esto es, en sus palabras, “el crimen y el castigo son asuntos que provocan una respuesta emocional de parte del público y los involucrados. Los sentimientos de temor, hostilidad, agresión y odio compiten con la piedad, la compasión y el perdón, para definir la respuesta adecuada ante un trasgresor de la ley. Más aún, en la medida en que el castigo implica el uso de la violencia o la imposición del dolor y el sufrimiento, su disposición se ve afectada debido a las maneras en que la sensibilidad prevaleciente diferencia entre las formas permitidas y no permitidas de violencia, y a las actitudes culturales en presencia del dolor”42. Para realizar un análisis como el semejante, se torna imprescindible pasar a observar las distintas representaciones artísticas o literarias, tal como lo realiza ELIAS en su investigación. Una de las razones de ello es lo que él entiende por cultura; esto es, productos del hombre dotados de realidad, como pueden ser obras de arte, libros, sistemas religiosos o filosóficos. Productos que poseen una particularidad mayor que lo que se puede entender por civilización, ya que ésta puede referirse también a hechos políticos y económicos, que no comprenden lo que debe entenderse por lo cultural. La Idem, p. 254-257. GARLAND, David, The punitive mentality: its socio-historic development and decline, contemporary crises, 10, 1986, p. 316. 42 GARLAND, D., Castigo y sociedad moderna... op. cit., p. 250. 40 41 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 95-130, jan./jun. 2011. 107 idea de cultura posee un carácter diferenciador y, por lo tanto, de trascendencia a la hora de efectuar un análisis como el que se propusiera43. De esta manera, por medio del análisis de manuales de etiqueta, textos pedagógicos, novelas, pinturas, periódicos, demandas judiciales, bitácoras de viaje y otros documentos, ELIAS reconstruye las expectativas sociales y las formas de conducta que prevalecieron. A través de cada una de éstas se conformaron una serie de normas de lo que se consideró una sociedad civilizada, en la que la violencia se convierte en monopolio de las autoridades, reduciéndose los niveles de agresión y aumentando los niveles de paz y seguridad de la vida social44. Normas que tuvieron su difusión cultural precisamente a través de cada una esas fuentes que recién se mencionaron; de allí que su estudio sea por demás relevante. De estas fuentes, el libro tuvo un papel primordial, en tanto que, el aumento de la demanda de libros en una sociedad –tal como ocurriera– fue, en sí mismo, un signo seguro de un movimiento civilizatorio más intenso. Según ELIAS, es notable la transformación y regulación de los impulsos, que requiere tanto el hecho de escribir los libros como el de leerlos45. Dentro de este marco, ELIAS desarrolla una de sus tesis: demostrar que las transformaciones culturales y psíquicas, que originan las sensibilidades civilizadas desempeñaron un papel importante en la configuración de las instituciones del castigo. Por un lado, en la circunstancia de que el individuo tuvo que aprender a dominarse, a no ser un prisionero de sus pasiones. Sus inclinaciones e impulsos que le pudieran proporcionar placer pasaron a estar más limitados, de forma tal que se produjo un proceso de “acortesanamiento” en el que la falta de realidad y la violencia se van a buscar en sustitutos tales como los sueños, los libros o los cuadros46. Por otro lado, en el proceso de ocultamiento al que se asiste, de traspaso en forma paulatina al espacio “detrás del escenario”, tras los muros de las prisiones, de las penas capitales y corporales que se realizaban en público; de manera que el ritual de la muerte judicial, como la demostración del sufrimiento del trasgresor, se convirtieron en actos pocos refinados y de mal gusto (especialmente de la élite social), que llevaron a su sustitución, principalmente, por el encarcelamiento. Es que, en su concepción, tal como lo señala Jonathan FLETCHER, civilización y violencia no son conceptos opuestos, sino que están íntimamente relacionados47. ELIAS, Norbert, El proceso de la civilización: investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas, México: Fondo de Cultura Económica, 1989. p. 58. 44 Cfr. ELIAS, N., op. cit. capítulos I y II. 45 Idem, p. 486. 46 Idem, p. 459. 47 FLETCHER, Jonathan, Violence and civilization: an introduction to the work of Norbert Elias, Cambridge: Polity, 1997. p. 54. 43 108 FAE Centro Universitário Esta tesis es tomada y desarrollada por SPIERENBURG, quien analiza con mucho más detalle cómo el fin de las ejecuciones públicas se relaciona con la transformación a largo plazo de la sensibilidad social48. Al analizar ello, GARLAND sostiene que, pese a que los cambios funcionales en la organización de la sociedad forman el telón de fondo y establecen las condiciones básicas para el desarrollo penal, fue la evolución en la sensibilidad lo que creó un contexto inmediato para las reformas penales y para un cambio penal49. Uno de los métodos que utiliza SPIERENBURG para lograr analizar estas sensibilidades, es tener en cuenta los testimonios que se desprenden de las distintas pinturas de la época. Encuentra que, inicialmente, la sociedad toleraba la imposición del dolor y poseía una manifiesta actitud indiferente hacia el sufrimiento de los convictos50. Mas, con posterioridad (hacia la segunda mitad del siglo XVIII), la sensibilidad se verificó en expresiones de repugnancia y ansiedad hacia estas formas de imposición del castigo, especialmente, a la aplicación de la pena de muerte en tanto ésta implicaba crueldad y un trato inhumano hacia el delincuente51. De esta forma, cambia el drama social que se intentaba reflejar a través de la ceremonia de la ejecución de la pena52. Su ocultación, en consideración de SPIERENBURG, fue producto del desarrollo de dos fases. La primera fue producto del surgimiento de una aversión a la visibilidad del castigo físico, lo que llevó a una segunda fase, en la que dicha aversión se convirtió en una repugnancia que se propagó e intensificó de manera que este tipo de ejecuciones públicas fueran definitivamente abolidas53. Como se puede apreciar, SPIERENBURG estudia el tránsito en la supuesta humanización de las penas, no tanto como una tecnología de saber-poder –en términos foucaultianos–, sino como en la consideración de que la seguridad y el uso instrumental del castigo siempre están en tensión con las fuerzas culturales encargadas de imponer límites claros sobre los tipos y la extensión del castigo. Tal vez, la razón de ello puede ser la afirmación que realiza GARLAND, en cuanto que la conducta criminal puede provocar una reacción desmedida de resentimiento y hostilidad, con respecto al peligro real que representa. En otras palabras, en el hecho de que en los criminales hay oportunidades que actúan, deseos presentes en el inconsciente de ciudadanos respetuosos de la ley, lo que puede explicar la profunda fascinación que Cf. SPIERENBURG, Pieter. The spectacle of suffering. executions and the evolution of repression: from a preindustrial metropolis to the European experience. Cambridge, Cambridge University, 1984. 49 GARLAND, D. Castigo y sociedad moderna..., op. cit., p. 263. 50 SPIERENBURG, P., op. cit., caps. 2 y 3, pp. 13 y siguientes. 51 Idem, p. 183 ss. 52 Idem, p. 43. 53 Idem, p. 204-205. 48 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 95-130, jan./jun. 2011. 109 ejerce el crimen en muchos, manifestada, por ejemplo, en la atracción que tuvo la novela negra, o las noticias de crímenes y personajes como Jack el Destripador54 y Charles Manson, entre otros55. De allí que la problemática en la que nos adentramos, no sólo reposa en un ámbito cultural, sino que también, la explicación de naturaleza psicológica se debe tener en consideración56. En palabras de GARLAND, “el castigo de otros proporciona cierta medida de gratificación y placer secretos a individuos cuyos impulsos se encuentran sometidos a la represión cultural, y para quienes el sistema penal representa una válvula de escape socialmente sancionada para su agresión inconsciente”57. Es por todo ello que GARLAND concluye en que “es en el ámbito de la literatura, el teatro y la fantasía donde se encuentran, de la manera más gráfica y penetrante, los rastros del poder simbólico de la prisión, aunque dichos efectos eludan, en general, las herramientas de medición de las ciencias sociales”58. Claro que estas palabras están enfocadas a una institución por demás particular de la cuestión criminal: la prisión. No obstante, está claro que ellas aluden en general a toda la problemática de la penalidad y no sólo a un edificio en sí. Justamente el espectáculo judicial, como fenómeno público en el que la participación ciudadana empezó a tener un papel cierto, renació luego de que la publicidad del castigo afectó las sensibilidades culturales que se terminaron de conformar hacia la segunda mitad del siglo XIX. Con el tiempo, el espectáculo cambió de escenario. Fue el enjuiciamiento penal el que cumplió estas funciones dramatúrgicas propias de la ejecución del castigo impuesto. El papel que la tortura y la penal capital del Antiguo Régimen tenían dentro del esquema de poder pasó a estar realizado por el ritual del juicio, el que se correspondía con las nuevas sensibilidades y mentalidades culturales imperantes en el proceso de civilización: el escepticismo en las ejecuciones públicas minaba el orden, en vez de reforzar las normas sociales59. Cf., entre otros estudios al respecto: BENAVIDES VANEGAS, Farid Samir, Narraciones y estructuras: relatos sobre la construcción de la nación en el Londres Victoriano; DEL MÁSTER, Teresina. Sistema penal y problemas sociales. Barcelona: Universidad de Barcelona, 1998. (Inédita). Asimismo, ver: WALKOWITZ, Judith, La ciudad de las pasiones terribles. narraciones sobre el peligro sexual en el Londres victoriano. Madrid: Universidad de Valencia, Ediciones Cátedra, 1992. Serie Feminismos, Instituto de la mujer 55 GARLAND, D. Castigo y sociedad moderna..., op. cit., p. 280. 56 Ver, al respecto: GARCÍA-BORÉS, Pep; PUJOL, Joan. Los no-delincuentes: cómo los ciudadanos entienden la criminalidad. Barcelona: Fundación “La Caixa”, 1994. p. 24-28. 57 GARLAND, D., Castigo y sociedad moderna..., op. cit., p. 280. 58 Idem, p. 302. 59 Cf. SPIERENBURG, P., op. cit.; BEATTIE, J. M. Crime and the Courts in England:1660-1800, Clarendon, Oxford, 1986; y ELIAS, N., op. cit. 54 110 FAE Centro Universitário En términos de FOUCAULT, la “sombría fiesta punitiva” va extinguiéndose. Desaparece el “espectáculo punitivo”, el cual se convierte en un nuevo acto de administración. Así, el “castigo ha cesado poco a poco de ser teatro. Y todo lo que podía llevar consigo de espectáculo se encontrará en adelante afectado de un índice negativo. Como si las funciones de la ceremonia penal fueran dejando, progresivamente, de ser comprendidas, el rito que ‘cerraba’ el delito se hace sospechoso de mantener con él turbios parentescos”. De esta manera, “el castigo tenderá, pues, a convertirse en la parte más oculta del proceso penal”. De allí que será la “publicidad (…) de los debates y de la sentencia”, en donde descansará la luz. Y, con ello, el sitio donde el espectáculo quedará radicado60. La conformación del juicio penal público en los sistemas de enjuiciamiento penal occidentales, entre fines del siglo XVIII y el siguiente, fue una oportunidad para reflejar, de esta manera, la racionalidad imperante en el proceso de imposición del castigo estatal. Las “ceremonias” penales pasaron a ser predecibles, eficaces e incruentas61. Los procesos rituales del conflicto penal se confinaron al tribunal y a las instancias de condena y sentencia, y no a su ejecución. Tal como lo describe Douglas HAY, en la sala de audiencia, cada acción de los jueces estaba dirigida por la importancia del espectáculo, en tanto había una conciencia de que los tribunales eran plataformas que se dirigían a la multitud. En el procedimiento, dos escenas eran pruebas del poder de los jueces. Por un lado, en el paternalismo en la que dirigían sus instrucciones al jurado que representaba a toda la comunidad y, por el otro, en el poder y la pasión de la venganza justa que implicaba la pena que imponían. En este ritual, se evocaban los más poderosos componentes psíquicos de la religión62. Con igual sentido, Jeremy BENTHAM llamaba a aquel lugar en que se desarrollaba esta ceremonia, la sala de audiencia, “el principal teatro de la justicia”, y a la sala del juez, un “pequeño teatro de justicia”63. Esta visión suya se correspondía con la idea de espectáculo que consideraba que tenía que tener el castigo, al considerar a la prisión como un “teatro moral”, cuyas representaciones imprimen el terror al delito64. Esta concepción dramatúrgica la acentuaba al señalar que “(l) Las mismas ficciones teatrales, envueltas en todo aquello FOUCAULT, M., Vigilar…, op. cit., pp. 16/17. ANITUA, Gabriel Ignacio, “El principio de publicidad procesal penal: un análisis con base en la historia y el derecho comparado”, en HENDLER, Edmundo S. (Comp.), Las garantías penales y procesales: enfoque histórico-comparado. Buenos Aires: Editores del Puerto, 2001. p. 73. 62 HAY, Douglas. Property, authority and the criminal law. In: HAY, Douglas et al…; Albion’s fatal tree: crime and society in eighteenth-century England. Bristol: Allen Lane, 1975. p. 27-29. 63 BENTHAM, Jeremy, Rationale of judicial evidence In: en BENTHAM, Jeremy. VI Works or Jeremy Bentham. London: Bowring, 1838-1848. p. 353-354. Citado por BALL, M. The Play’s..., op. cit., p. 86. 64 BENTHAM, Jeremy. El panóptico. Traduccion: M. J.Miranda. Madrid: La Piqueta, 1979 . p. 42. 60 61 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 95-130, jan./jun. 2011. 111 que puede mantener la ilusión, son débiles y fugitivas como las sombras, en comparación a esos dramas reales que muestran en su triste verdad los efectos del crimen, la humillación de los culpables, la angustia de sus remordimientos y la catástrofe de su condenación”65. Sin embargo, como bien advierte ANITUA, hay un supuesto peligro en que la disposición escénica en sí misma sea una metáfora de la justicia (y de la política), por las diferencias que existirían entre la ficción y la “realidad”. Ejemplifica ello con las palabras de ROUSSEAU, cuando éste realiza una crítica tanto de la analogía del teatro con las actividades sociales, como del teatro mismo, al decir que “¿En qué consiste el talento del comediante? En el arte de fingir; de revestirse de un carácter distinto al suyo, de parecer diferente a cómo se es, de apasionarse a sangre fría, de decir algo distinto de lo que se piensa con tanta naturalidad como si se pensara de verdad y, en fin, a olvidar el propio lugar a fuerza de ocupar el de otros”66. Peligro que se transformaría en una virtud si dicho “espectáculo” se convierte en una “fiesta”: “convertid a los espectadores en espectáculo, hacedlos actores, haced que cada cual se vea y se guste en los demás para que de ese modo todos se encuentren más unidos”67. De allí que, para no caer en dicho peligro, el objetivo a perseguir sea comprender al proceso penal como una profunda representación dramática en el que el propio público forme parte también del espectáculo68. 3.3 El enjuiciamiento penal y la estética Como se puede apreciar, en términos socio-jurídicos, la principal consecuencia que se desprende de estos estudios es que uno de los elementos que especialmente influyó en el proceso de conformación del enjuiciamiento penal moderno, como un espectáculo público no fue otro que en lo que coinciden ELIAS y SPIERENBURG: esto es, en una cuestión estética. De allí que corresponda realizar algunas consideraciones del valor que la estética tiene en un análisis del sistema penal que no sea simplemente normativo. BENTHAM, Jeremy, Tratado de las pruebas judiciales. Traducción M. Ossorio Florit. Buenos Aires: EJEA, 1959. v.1, t.1, p. 156. 66 ROUSSEAU, Jean Jacques. Carta a D’Alembert sobre los espectáculos. Traducción Q. Calle Carabias. Madrid: Tecnosp.p. 99. 67 Idem, p. 156. 68 ANITUA, Gabriel Ignacio. Hacia una formalización de la “video-justicia: el problema de la televisación de los juicios penales. DEL MÁSTER Tesina. Sistema penal y problemas sociales. Barcelona: Universidad de Barcelona, 2000. p. 5. 65 112 FAE Centro Universitário 3.3.1 El valor de la estética para una sociología jurídica del proceso penal Tal como lo sostiene Niklas LUHMANN, el arte debe estar relacionado con la ciencia social. Tanto es así que su esquema teórico se asienta, entre otros pilares, en lo que él llamó en su libro el Arte como un sistema social. Allí, él afirma que la ciencia (en este caso la teoría sociológica), debe abrirse a la crítica a través del arte. La ciencia debe ser capaz de observar qué es lo que se presenta como arte. Si bien, a su entender, la teoría sociológica es una “teoría empírica”, lo cierto es que el trabajo de transformar el análisis crítico que surge de la mirada del arte en información puede ser utilizada por la ciencia. En sus palabras, “la asunción de la teoría social que reclama universalidad no puede ignorar la existencia del arte”69. Como toda ciencia, la tarea propia del análisis jurídico no puede desprenderse de esta afirmación. En definitiva, se trata de una cuestión estética. Ésta, si bien disciplina propia de la filosofía, se convierte en estética sociológica cuando la reflexión sobre el mundo de los sentimientos, de la belleza y del arte se plantea a partir de su estrecha vinculación con las condiciones histórico-sociales de cada momento histórico, esto es, con la realidad social. En este marco, las relaciones entre el arte y la sociedad son recíprocas. Esto es, no sólo cabe pensar en la influencia del contexto social en el arte, sino también en la influencia del arte para con la sociedad. Esta incidencia de la obra artística es, precisamente, una de sus funciones70. Arte y literatura no son otra cosa que manifestaciones de la cultura71. Según Arnold HAUSER, el arte es un vehículo de expresión al conseguir encerrar dentro de sí la suma de experiencias derivada de la práctica existencial, e incorporarla a las formas homogéneas de sus representaciones, gracias a la intuición del hombre. Como tal, refleja la realidad del modo más perfecto, vivo y penetrante. En sus palabras, “(el arte es una fuente de conocimiento y no sólo por cuanto prosigue directamente la obra de las ciencias, completando sus descubrimientos, (...) sino por cuanto indica los límites ante los cuales fracasa la ciencia, mientras que él penetra allí donde los ulteriores conocimientos sólo pueden adquirirse por caminos que, fuera de él son intransitables”72. LUHMANN, Niklas, Art as a social system. Stanford: Stanford University, 2000. p. 3. FURIÓ GALI, Vicenç. Sociología del arte. Madrid: Cátedra, 2002. p. 20-22. 71 Cf. BOURDIEU, Pierre. Las reglas del arte. Génesis y estructura del campo literario. Traducción T. Kauf. Barcelona: Anagrama, 1995); y JOFRÉ, Manuel. Teoría literaria y semiótica. Santiago del Chile: Universidad de La Serena, 1990. 72 HAUSER, Arnold. Fundamentos de la sociología del arte. Traducción: R.G. Cotarelo, V. romano Villalba. Madrid: Guadarrama, 1975.p. 14-16. 69 70 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 95-130, jan./jun. 2011. 113 La literatura es una de sus expresiones. Según Jean-Paul SARTRE, la literatura es el acto de escribir con la intención de revelar el mundo, y al hombre que habita en él73. Entre sus géneros, la tragedia y la novela serán más que significativas. Al decir de Roger CAILLOIS, respecto de esta última, “se apodera de la ciencia, desdeña limitarse a la ficción, emprende la descripción de lo real, y pronto su explicación, o mejor dicho, su desarrollo; (...) se esfuerza en representar lo real bajo todos los aspectos, poniendo de relieve su arquitectura, sus conexiones, sus resortes. Con ese fin moviliza los diferentes aportes de las diversas disciplinas (...). Se propone realmente escribir historia, hacer psicología, sociología (...). (Sus obras) son lisa y llanamente obras de imaginación, compuestas no para agradar o divertir, sino para enseñar, hacer comprender”74. En definitiva, tal como lo señala HEIDEGGER, la obra artística hace conocer abiertamente lo otro, revela lo otro; es alegoría. Y, como tal, es símbolo75. En función de ello, las significaciones simbólicas que se pueden establecer son más que trascendentes para el conocimiento de la sociología jurídico-penal y, a partir de ésta, para el derecho. Un símbolo reenvía a dos realidades al mismo tiempo, las que son reunidas en un solo plano y que provienen de órdenes diferentes. Su lógica es la de encontrar equivalencias al establecer una correspondencia entre ellas76. El símbolo, como tal, es directo y no requiere una mediación lingüística. Un objeto, o un edificio, se convierten en un símbolo cuando su propia naturaleza es tan clara, y está tan profundamente expuesta que brinda un conocimiento de algo mucho mayor ubicado por detrás. Por señalar un ejemplo, en el mundo medieval, la cruz sugiere sufrimiento, expiación y salvación, mientras que la catedral en su totalidad y en sus detalles, es un símbolo del paraíso77. La idea de imagen, como imagen cultural, pasa a ser por ende importante en este sentido. Idea distinta de la que se puede desprender del estudio de la iconología, que como rama de la historia del arte, se ocupa del contenido temático y del significado de las obras de arte en cuanto algo distinto a su forma. Una obra de arte posee una serie de motivos artísticos (y combinaciones de éstos, es decir, composiciones). Esos motivos son portadores de un significado secundario o convencional, los que se constituyen en “imágenes”. Las combinaciones de estas “imágenes” son las que estamos acostumbrados a llamar “alegorías”. La identificación de “imágenes” y “alegorías” son las que constituyen, SARTRE, Jean-Paul, ¿Qué es la literatura? Traducción A. Bernárdez. Buenos Aires: Losada, p. 81 y 147. CAILLOIS, Roger. Sociología de la novela. Buenos Aires : Sur, 1942.p. 15-16. 75 HEIDEGGER, Martín. Arte y poesía. Traducción S.Ramos. México: Fondo de Cultura Económica, 1997. p. 41. 76 GARAPON, Antoine. L´âne portant des reliques: essai sur le rituel judiciare. Paris : Le Centurion, 1985. p. 42. 77 TUAN, Yi-Fu. Space and place: the perspective of experience. London : Edward Arnold. p. 114. 73 74 114 FAE Centro Universitário en su sentido estricto, el contenido de la iconología78. La comunicación es un efecto que engloba cada uno de estos conceptos. Es cierto que se presenta cierta dificultad en considerar el lenguaje de las imágenes como comunicativo. Esto es así, ya que mientras el lenguaje sirve únicamente para comunicar, las imágenes cumplen también otras funciones. Determinar cómo y qué es lo que comunican las imágenes sólo es posible gracias a los instrumentos que brinda la semiótica (entendida ésta como aquellos metalenguajes que intentan indicar y explicar la gran variedad de “lenguajes” a través de los cuales se constituye la cultura79), ya que en ella se estudian los procesos culturales como procesos de comunicación, y el sistema de significación que subyace por debajo de ellos. La significación, desarrollada por la teoría de los códigos, y la comunicación, resultado de la teoría de la producción de los signos, son algunos de sus elementos básicos80. 3.3.2 La penalidad y su representación artística y literaria Si bien uno podría escribir largamente sobre la relación entre el arte y la literatura con el derecho, lo cierto es que hay un par de obras que deben ser tenidas en cuenta a la hora de analizar esta vinculación. Es que sirven de referencia para ejemplificar esto que se viene sosteniendo a lo largo de estas líneas: que las mentalidades y las sensibilidades culturales, que conformaron una determinada estética de la sociedad, fueron conformadores de una reducción de la violencia pública en el proceso de conformación del enjuiciamiento penal moderno. Uno de estos trabajos es el de Victor BROMBERT. Massimo PAVARINI, en una de sus reflexiones acerca del triunfo de la prisión como medio de castigo, señalaba que para entender sobre ello, “la lectura más clara sea la de Victor Bombert en La prison romantique, o sea, la cultura de los ochocientos, la del siglo de oro de la cárcel, entendida la segregación carcelaria como una dimensión propia de la nueva sensibilidad romántica. Aquello que en la literatura –de Stendhal a Hugo, de Nerval a Dostoiewski– fue entendido como el lugar simbólico del sueño y de la poesía, y en la cultura más difusa fue apreciado porque era adecuado a la nueva sensibilidad del espíritu: la pena segregadora se oponía al inconveniente espectáculo del suplicio, a la luz del patíbulo en la plaza pública PANOFSKY, Erwin. Estudios sobre iconología. Traducción : B. Fernández. Madrid: Alianza, 1985. p. 13 y 16. ECO, Umberto. La estructura ausente: introducción a la semiótica. Traducción: F. Serra Cantarelli. 5. ed. Barcelona: Lumen, 1999. p. 11. 80 ECO, Umberto. Tratado general de semiótica. Traducción de: E. Manzano. 2. ed. Barcelona: Lumen, 1981. p. 26 y 34. 78 79 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 95-130, jan./jun. 2011. 115 reaccionaba con la penumbra discreta de la celda casi monacal, y a los gritos desgarradores del condenado le sustituía la melancolía del recluso (...). La cárcel triunfó sobre cualquier otra penalidad no sólo por motivos de buena educación, sino también por razones que hoy llamaríamos estéticas”81. La obra de BROMBERT82 es, precisamente, el encuentro del romanticismo literario con la imagen de lo carcelario, de la prisión, del castigo. Pocas obras, sino la única, han abordado tan centralmente esta cuestión. Él parte de una idea, de la existencia de una imagen sobre lo carcelario, la que implica “una dimensión mítica, la presencia de un umbral, de la posibilidad de un pasaje, de una iniciación, de un pasaje desde el interior hacia el exterior, desde el aislamiento a la comunión, del castigo al sufrimiento y redención, de la tristeza al profundo y misterioso júbilo, tal como Hugo asoció con el secreto eterno del cautiverio humano”83. BROMBERT analiza la obra de distintos escritores románticos (entre otros, BOREL, STENDHAL, HUGO, NERVAL, BAUDELAIRE y HUYSMANS) a respecto de la imagen de la cárcel. Varios temas aparecían para ellos: la trágica belleza de la soledad, la glorificación del individuo y el problema de la identidad, la angustia existencial, la exaltación de la rebelión subversiva que acusa a la sociedad de ser una prisión y de él convirtiéndose en un héroe con un drama doble de la caída y la redención84. Para ello, parte de dos imágenes. Por un lado, la de la celda. Espacio que PASCAL evocara como “aquella pequeña celda donde él está alojado, que entiendo como el universo” y que terminaba siendo inseparable del castigo capital, inseparable de la esencia de la angustia del hombre. Por el otro lado, la imagen de la prisión por excelencia para el espíritu francés: la Bastilla. Varios factores sociales, políticos, y culturales, durante los inicios del romanticismo, confirmaron el valor figurativo de la prisión como un fuerte, como emblema de la tiranía del antiguo régimen. El mito de la Bastilla implicó una perspectiva diferente y complementaria a la de la celda de detención. Según BROMBERT, ambas imágenes, juntas, permitieron comprender de mejor manera la dialéctica romántica de la prisión como tema85. PAVARINI, Massimo. Prólogo.In: RIVERA BEIRAS, Iñaki, La cárcel en el sistema penal. Barcelona: M. J. Bosch, 1996. p. 16. 82 BROMBERT, Victor, The Romantic Prison: the French tradition. Princeton: Princeton University. 1978. Tradução de: La prison romantique. Paris: José Corti, 1975. 83 Idem, pp. 6/7. 84 Idem, p. 9. 85 Idem, pp. 19 y 29. 81 116 FAE Centro Universitário A partir de estas imágenes realiza su estudio, que concluye con la idea de qué es lo que significa para él el moderno concepto de la celda de la prisión. Por un lado, la imagen del confinamiento, del aislamiento del individuo, desde una visión, como la de DOSTOIEWSKI. La que debe complementarse con otro modelo, más enigmático y ambivalente, el de KAFKA, que se puede expresar en la idea de que la condición humana implica la interiorización de su propia celda de castigo86. La imagen de la prisión evoca a la persona solitaria del escritor dando un vistazo a la luz de su calabozo estrecho, soñando el mandato de su redención, que no le fue conferida. De esta manera, BROMBERT concluye señalando que la conjugación de la idea de redención y del sentido de una soledad inviolable, terminó por configurar la imagen de la prisión para la tradición occidental87. Como se podrá apreciar, son oportunas las palabras de GARLAND, al decir que “es en el ámbito de la literatura, el teatro y la fantasía donde se encuentran, de manera más gráfica y penetrante, los rastros del poder simbólico de la prisión, aunque dichos efectos eludan, en general, a las herramientas de las ciencias sociales. La proximidad durante doscientos años a estos edificios sigilosos, aunque evocadores, propició que su imaginería y la red de emociones que provocaban se incrustaran definitivamente en nuestra cultura. Tan es así que ‘la prisión’ actual es una metáfora fundamental de nuestra imaginación cultural y una característica de nuestras políticas penales”88. El fundamento en el que se basa para señalar esto último es la investigación que llevó adelante John BENDER, en su obra Imagining the Penitentiary89, la que profundiza y analiza en mejor medida cómo, desde una perspectiva cultural, arte y literatura son medios válidos para el conocimiento propio de la cuestión criminal. El trabajo de BENDER, profesor de la Universidad de Stanford parte del presupuesto de que el arte y la literatura reflejan instituciones y actitudes: arte, cultura y sociedad no son separables ni se encuentran separadas. Él considera la literatura y las artes visuales como formas avanzadas del conocimiento, como instrumentos cognoscitivos que anticipan y contribuyen para la formación de las instituciones. Considera que las novelas son los documentos históricos e ideológicos principales, esto es, los vehículos del cambio social. En este contexto, su hipótesis de investigación parte de la consideración de que las actitudes en torno de la prisión que se formularon entre 1719 y 1779 en la literatura (especialmente en la ficción en prosa) y el arte sostuvieron y promovieron la concepción y construcción, hacia finales del siglo XVIII de las actuales penitenciarias. En otras palabras, Idem, pp. 201-202. Idem, p. 207. 88 GARLAND, D., Castigo y sociedad moderna..., op. cit. p. 302. 89 BENDER, John, Imaging the penintentiary: fiction and the architecture of mind in eightenth century England. Chicago: The University of Chicago, 1987. 86 87 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 95-130, jan./jun. 2011. 117 aquellos que narraron el poder del confinamiento para remodelar la personalidad contribuyeron con el proceso de representación cultural, en el que las prisiones fueron concebidas y reinventadas90. Dos son los paradigmas que le permitieron a BENDER desarrollar esta idea. Por un lado, un modelo descriptivo en el que se observan la novela y la prisión como textos sociales autónomos pero comparables, ambos estructurados por un tipo de forma narrativa que trata del mundo material, del carácter, conciencia, personalidad y autoridad de una manera distintiva que él asocia con el realismo de la ficción novelada. Por el otro lado, a partir del segundo paradigma, entiende la novela como una fuerza constructiva en el ascenso de la penitenciaría. Arte y literatura, más que causas de las instituciones sociales, son usualmente consideradas efectos. Es esto lo que precisamente él intenta objetar. Señala que, en un sentido particular, la novela desarrolló la penitenciaría a través de la formulación de una idea sobre ésta, la que estuvo compuesta por una estructura de sentimientos y de actitudes. Él entiende por esta estructura de sentimientos y actitudes, las cualidades que identifica como contenidas en una cultura en un momento determinado y que emergen en un proceso como convenciones que se materializan en las distintas formas literarias y visuales91. En este proceso de construcción ficcional de una realidad, BENDER sostiene que la representación que surgió de la novela, la que reestructuró la experiencia caótica de las antiguas prisiones, implicó un nuevo tipo de confinamiento concebido narrativamente a partir del realismo literario: la penitenciaría. Para comprobar esta hipótesis, él analiza no sólo lo escrito por autores como Daniel DEFOE, John GAY, William HOGARTH o Henry FIELDING, sino también pensadores como Adam SMITH y Jeremy BENTHAM, o arquitectos, como George DANCE Jr92. 4 HACIA UN ENJUICIAMIENTO PENAL CIVILIZADO. HACIA LA INTEGRACIÓN DE LA COMUNIDAD EN EL MARCO DE EFECTIVA TOLERANCIA Visto todo ello, es que entonces podemos pasar a responder cuáles pueden ser los caminos que conducen a la construcción de un enjuiciamiento penal civilizado. Si bien pareciera ser que la participación comunitaria, en pos de la búsqueda de su integración, es uno de los caminos principales, lo cierto es que éste no es el único. Para alcanzar el ideal civilizatorio también tiene que tenerse especialmente en cuenta cuáles son los niveles de tolerancia que el sistema penal ha logrado alcanzar. Idem, p. 1. Idem, pp. 4-7. 92 Idem, pp. 11 ss. 90 91 118 FAE Centro Universitário 4.1 La participación e integración comunitarias En una de sus tantas investigaciones sobre estas cuestiones, HENDLER enseña que ya la antigua ordenanza criminal francesa de 1539 distinguía entre los procesos “ordinarios” y “extraordinarios”. Con el tiempo, la ordenanza criminal de 1670 perfeccionaría un sistema en el que si se estimaba que el hecho no comportaba la imposición de penas corporales o infamantes, se adoptaba la vía “ordinaria” poniendo en libertad bajo caución al acusado, de forma tal que se seguía, por ende, el trámite de la vía civil. De no ser esto así, entonces se avanzaba por el proceso “extraordinario”, característico de la vía penal93. En sus palabras, “la naturaleza civil del proceso ‘ordinario’ era lo que daba nombre a la opción. Se le conocía como la ‘civilización’ del proceso, un dato etimológico que no deja de ser significativo ya que se trata de una expresión de raíz latina que tiene equivalentes en todas las principales lenguas europeas. El francés civilisation se corresponde con el inglés civilization, con el italiano civilizazione, con el alemán zivilisation o con el portugués civilização. El origen del vocablo aparece señalado por un importante historiador de las ‘civilizaciones’, Fernand BRAUDEL, quien puntualiza que el surgimiento del significado actual de la expresión “civilizar” data de 1752. Hasta entonces, advierte, tenía significación estrictamente jurídica: la conversión de un proceso penal en otro de carácter civil. El dato puede ser corroborado por una obra específica, el diccionario universal de las expresiones francesas de Antoine FURETIÉRE de 1727, en el que se lee: civiliser: ‘Recibir un acusado en proceso ordinario. Cambiar el procedimiento criminal en simple acción civil”94. Estas dos vías de redefinición del conflicto tienen relación con los dos entornos en los que se deslinda el sistema penal: el que lo separa de la venganza indiscriminada y, en el extremo opuesto, el que lo distingue de los mecanismos compensatorios a favor de la víctima. Tal como lo señala HENDLER, la reacción penal se encuentra bastante próxima a la reacción indiscriminada de la guerra contra el enemigo. Se contrapone a ella en la medida en que un castigo, por cruel o severo que sea, comporta un cierto grado de comprensión hacia quien se condena a sufrirlo. Es en función de ello que él termina sosteniendo que “el derecho penal es lo contrario de la venganza y supone un vínculo de solidaridad”, tratándose, en todo caso, de “sanciones restitutivas inspiradas en la idea de reponer el estado anterior al delito, propias del derecho privado. La historia de la cultura occidental nos indica, en esa perspectiva, que el tronco jurídico común es, precisamente, el derecho civil (…) Bien podría, entonces, describirse la ruta seguida por el derecho penal como un HENDLER, Edmundo S. Los caminos del Derecho penal (entre la guerra y la civilización). El derecho penal arcaico. Aproximación desde la Etnología”, NDP 2003-A. Buenos Aires: Editores del Puerto, 2003. p. 26. 94 Idem, pp. 26/27. 93 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 95-130, jan./jun. 2011. 119 camino de retorno a la ‘civilización’, empleado el vocablo en el sentido etimológico referido anteriormente y con el alcance de propiciar el estrechamiento del campo de aplicación de las sanciones penales, ya hace tiempo denunciadas como herramientas crueles de manipulación del poder en la sociedad95. Como se puede apreciar, un sistema de enjuiciamiento que cumpla este vínculo de solidaridad, no puede ser otro que aquél que importe un grado de participación de los miembros de la comunidad. En palabras de HENDLER, “el establecimiento del jurado tendría el sentido de proteger a las capas sociales más débiles frente al poder gobernante, permitiéndoles restringir las atribuciones de este último y preservar sus propias pautas de comportamiento”. Es decir, “asegurar la integración del tribunal con quienes pertenecen al mismo entorno cultural que quienes tienen que ser juzgados”96. Ahora bien, a los fines de alcanzar este ideal civilizatorio no basta simplemente con reforzar la solidaridad y la participación comunitaria, o limitar lo más posible la arbitrariedad. También hay que prestar atención a otro valor tan importante como los anteriores: la tolerancia. 4.2 El papel de la intolerancia en el sistema penal Pocos son los estudios que tuvieron en cuenta el valor de la tolerancia, especialmente, en cuál es la relación de ésta para con el sistema penal. Luigi FERRAJOLI es uno de ellos. Tal como nos enseñó, la tolerancia “consiste en el respeto de todas las posibles identidades personales y de todos los correspondientes puntos de vista y de la cual es un corolario nuestro principio de inadmisibilidad de las normas penales constitutivas. La tolerancia puede ser definida como la atribución de idéntico valor a cada persona: mientras, la intolerancia es el desvalor asociado a alguna persona por su particular identidad. A la inversa, la esfera de lo intolerable es identificable, por oposición, con la de las violaciones de las personas a través de las lesiones intolerables de sus personales identidades”97. No se trata simplemente de reforzar el ideal igualitario, el que está detrás de estas palabras, sino también el de respetar la propia identidad, la diversidad que la constituye. Más allá de las múltiples lecturas posibles respecto a qué debe entenderse por lo que importa la tolerancia, bien se puede afirmar que ésta consiste en soportar las actitudes Idem, pp. 33/34. HENDLER, Edmundo S., “El significado garantizador del juicio por jurados”, en AA.VV., Estudios sobre Justicia Penal. Homenaje al Profesor Julio B. J. Maier, Editores del Puerto, Buenos Aires, 2005, pp. 340/341. 97 FERRAJOLI, L., op. cit., p. 906. 95 96 120 FAE Centro Universitário y comportamientos de los demás, aunque vayan contra lo que consideramos correcto. Implica la paciencia a respecto de las creencias y acciones que nos molestan o dañan, de forma tal que se permite y respeta lo ajeno, las conductas distintas a las que uno seguiría o que se pueden entender como erróneas98. No se puede dejar de reconocer que el valor de la tolerancia tiene profundas raíces sagradas. Sus primeras teorizaciones explícitas, en los albores del liberalismo, tuvieron una relación profunda con la cuestión religiosa. No en vano, John LOCKE inicia su Carta de la tolerancia señalando que ésta es “la característica principal de la verdadera Iglesia”99. Ha sido la tolerancia religiosa antes que la política y la moral, de tal manera que el componente religioso original no se ha desvanecido del todo. Hasta en nuestras sociedades secularizadas de hoy en día, toda tolerancia sigue afirmándose contra creencias trascendentes que se presentan con pretensión de verdad, como monopolios interpretativos de la realidad100. Orígenes sagrados que se corresponden con la sacralidad propia del sistema penal, la cual se expresa en su enjuiciamiento, el que se constituye en un claro ritual. En palabras de GARAPON, “el ritual judicial, a través de su espectáculo y de la crueldad que en él se representa, es la reafirmación de la preeminencia del orden sobre el desorden, del Derecho sobre el caos, de la Justicia sobre la falta. Este ritual es entendido gracias al proceso de simbolización que se realiza. Así, la mutación de los intereses de la sociedad, de la forma brutal y psíquica del suplicio y de la muerte en la forma más intelectual y simbólica de la pena, debe ser comprendida como un efecto de la cultura. El ritual judicial, por ende, no es un hecho arcaico, sino todo lo contrario; es el resultado del esfuerzo, largo y frágil, de distanciarse de la venganza primaria y de la violencia como respuesta a éstas”101. Es en este ámbito en el que la tolerancia encuentra el espacio de su desarrollo. La barbarie, y las conductas que la constituyen, van ligadas a la intolerancia. Es en ésta dónde se podrán hallar las fuentes de nuestra incivilización. No se trata simplemente de si el poder se expresa arbitrariamente, sino si la fuente de dicha arbitrariedad, los fundamentos de ésta, residen en una actitud de intolerancia. Esto nos lleva a un interrogante: la intolerancia, ¿es sólo una actitud, una conducta, o la podemos hallar normativizada, formalizada en las normas y con ello autorizada a ser parte de nuestro sistema penal? Si nuestro sistema penal (y bien se podría afirmar que gran parte de todo el sistema penal latinoamericano) es profundamente autoritario, GINER, Salvador, “Verdad, tolerancia y virtud republicana”, en CRUZ, Manuel (comp.), Tolerancia o barbarie, Gedisa, Barcelona, 1998, p. 120. 99 LOCKE, John, Carta sobre la tolerancia, Tecnos, Madrid, 2008, p. 3. 100 GINER, S., Idem, p. 126. 101 GARAPON, A., op. cit, pp. 194/195. 98 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 95-130, jan./jun. 2011. 121 constituyéndose en un sistema de presos sin condena o en sistemas de enjuiciamiento de características inquisitivas, lo es porque la raíz de la intolerancia se encuentra normativizada y en ninguna ocasión el pensamiento penal de nuestras latitudes la ha puesto de relevancia, ha corrido el velo de su máscara. La intolerancia no es otra cosa más que la sospecha en la cual basamos nuestros sistemas procesales. En palabras de quien escribiera uno de los pocos estudios sobre la intolerancia, Italo MEREU, “la sospecha, que es el geniecillo escondido en la realidad penal y procesal, y la intolerancia, que de forma manifiesta o encubierta, declarada o sobreentendida, ha sido siempre la matriz de la cual la sospecha deriva, adquiere fuerza y se nutre”102. 4.3 El secreto evidente: la sospecha Es en la persistencia en creer que la sospecha es una fuente válida, en donde encontraremos respuesta a las razones de por qué las formas autoritarias y arbitrarias de nuestro sistema penal se mantienen inalterables. Sea el concepto de sospecha (tal como ocurre en nuestro sistema procesal penal federal), sea a través de otros conceptos en los que ésta se reformuló, como el concepto de indicio. Sea cual fuere la forma como la llamemos, lo cierto es que ésta sólo puede ser traducida como presunción de culpabilidad. Es la única manera de hacer inteligible, en términos jurídicos, un concepto que encierra en su etiología un estado de ánimo irracional, motivado por la prevención y que se termina de cristalizar con el castigo. De esta forma, lo que ocurre es que se reconoce una validez jurídica a una distorsionada actitud intolerante, frente a un conflicto al que la Justicia es llamada103. Presunción de culpabilidad, que no tuvo otro origen que el derecho-deber de la autoridad eclesiástica de sospechar por el bien de la fe. Y al hacerlo, la legitimación no fue otra que hacerlo en nombre de la Justicia, con el fin de recuperar la libertad perdida por las pesadas culpas que se cargaban. En palabras de quien instaurara normativamente el principio de culpabilidad a través de la introducción del concepto de sospecha, el Papa Alejandro III, “Los católicos y los fieles tienen que alzarse con valor y luchar contra los herejes y cismáticos. Y para defender la justicia y la libertad de la Iglesia deben oponerse formando un muro y un baluarte frente a los ataques de quienes se esfuerzan en desmembrar la sacrosanta Iglesia”104. MEREU, Italo, Historia de la intolerancia en Europa, Paidós, Barcelona, 2003, p. 22. Idem, p. 27. 104 Idem, p. 127. 102 103 122 FAE Centro Universitário Hacia fines del siglo XII, el Papa Alejandro III basó todo su reinado en un postulado ideológico que él denominó: “justicia y libertad”. No sólo como el elemento central de su acción política, sino también ideológicamente en su lucha contra la herejía. Contra ella era necesaria erigir un muro contra los herejes. Para ello, un elemento se hizo necesario en todo su pensamiento: la introducción de la sospecha. Y a partir de ello la verdad pasó a ser una certeza construida ya no sólo desde la duda, sino a partir de una sospecha inicialmente instalada. Así fue como en el Concilio ecuménico latarense de 1179, normativizó el valor y la necesidad de que un proceso se funde en la existencia de una sospecha previa. En sus palabras, “El acusado o el sospechoso de herejía, contra el cual había surgido una gran y vehemente sospecha relacionada con este delito, si durante el proceso abjuró de la herejía recayendo luego en la misma, debe ser juzgado como reincidente por una –por así decirlo– ficción jurídica, incluso antes de su abjuración no se haya probado plenamente en su contra el crimen de su herejía”. Palabras con las que se constituye su Decretal Accusatus105 y con ella, la introducción normativa del principio de culpabilidad que se mantiene hasta hoy en día. Dos son las tensiones que desde entonces se enfrentan sin fin. Por un lado, la contraposición de la sospecha frente a la verdad. Por el otro lado, el de la Justicia coartando la libertad. Sospecha-verdad y Justicia-libertad que se constituyen en las disyuntivas que nutren las formas en que el enjuiciamiento penal tomará lugar para dar respuesta a su objetivo central: el conflicto. La paradoja a la cual nos acercamos no es menor: los dos principales conceptos que se normativizaron y que se constituyen en los pilares de la introducción del principio de culpabilidad y con ello con la vigencia de sistemas penales inquisitivos no permanecen en secreto, todo lo contrario. Están visibles, son evidentes, tan evidentes y visibles que terminan por no ser vistos. Un ejemplo de ello bien puede ser que en ningún estudio uno pueda leer sobre cuál es el valor de que en nuestras normas procesales estén normativizados los conceptos de sospecha (fundamental para interrogar y necesario luego para privar de la libertad antes de una condena) y de justicia (gracias al cual se construyó la idea de que ésta puede ser eludida, y con ello terminar de confirmar la pérdida de libertad). Las ideas de Alejandro III permanecen inalteradas. Y una de las razones para que ello sea así es porque con posterioridad a la introducción del concepto de sospecha, éste encontró varias formas de camuflarse. En palabras de MEREU, “fue una gran operación de adaptación a la que se dedicaron de inmediato los glosadores de los Decretales, partiendo a la caza de los signos jurídicos que Idem, pp. 127/128. 105 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 95-130, jan./jun. 2011. 123 tuvieran mayor posibilidad de ser ‘aprehendidos’ y adoptados transformando su estructura. La sospecha tenía una imperiosa necesidad de camuflaje jurídico. Precisamente entonces, cuando se publicó la Accusatus, comenzaba a difundirse el estudio del Digesto en las universidades, y el hecho de presentar el principio de culpabilidad confiado exclusivamente al arbitrio de la autoridad, debía parecer, incluso entonces y pese a la justificación ideológica religiosa, algo anormal. Había que acompañar, pues, el término ‘sospecha’ de un nombre jurídicamente menos explícito y comprometedor. Y he aquí que nuestros glosadores adoptarán el signo praesumptio (presunción) (…) y afirmarán que su significado es idéntico al de sospecha”106. Con posterioridad, otra variante fue formalizada: la del indicio. Cada uno de estos conceptos inmediatamente fueron adjetivizados, como por ejemplo con la adjetivización “vehemente”, con la sola intención de continuar con este proceso de que lo evidente no fuera perceptible. Si bien surge de manera palmaria que la normativización de los conceptos de sospecha y Justicia lleva a que éstos sean pensados a respecto de cuál es el valor de la verdad en el proceso penal o los alcances de la libertad durante el procedimiento, lo cierto es que a partir de aquí surgió un sistema penal cuyo enjuiciamiento careció de los elementos propios de la civilización. Por lo pronto, fue absolutamente intolerante. 4.4 El ritual de la intolerancia: confesión y culpabilidad La introducción de este principio de culpabilidad se materializó en el ritual judicial. La confesión era su acto central. No sólo por el interrogatorio que la antecedía, sino que se terminaba constituyendo en la confirmación de la existencia de un delito y con ello, del castigo. Hasta la contumacia toma su lugar en este escenario. En la Decretal se leía: “Cuando la contumacia (…) añade a la sospecha la presunción vehemente (de culpa), si la persona sospechosa de herejía, convocada por vosotros para testimoniar su fe, elude la orden o se muestra contumaz, deberá ser castigada”107. Un viejo proverbio francés señala que “quien se acusa, se excusa”. Es que el acto de representación confesional a través del cual se reconoce la culpabilidad siempre se caracteriza por un doble aspecto: por un lado, se reconoce la comisión de un “pecado”, por el otro, ese reconocimiento implica otro sentido, el de solicitar la absolución de ese “pecado”108. De manera paralela, es Paul DE MAN uno de los que recuerda que “quien se excusa, se acusa”. Esto es, que el acto por el cual uno señala su inocencia sirve para incriminarse a uno mismo. Ello es así, por los sentidos propios del lenguaje: no sólo por la Idem, p. 142. Idem, p. 252. 108 BROOKS, Peter, Troubling confessions. Speaking Guilt in Law & Literature, University of Chicago Press, Chicago & London, 2000, p. 21. 106 107 124 FAE Centro Universitário cognición que se desprende del contenido de sus palabras, sino también por el aspecto performativo propio de todo acto del habla109. Confesor y confesante, desde un plano religioso; sospechoso e interrogador, en un plano judicial; y paciente y analista, desde un plano psicoanalítico, intervienen, todos ellos, en un diálogo revelador en el que, al producirse la confesión, el confesante y a través de él la sociedad toda, se reaseguran que pueden tener su conciencia tranquila con el juzgamiento que realizaron. En definitiva, no importa en qué plano de la confesión uno se encuentre, lo cierto es que ésta se constituye como un ritual cultural110. A partir de esta necesidad de la confesión, y en su época de la tortura como método, las prácticas judiciales tomaron nuevas formas a la hora de buscar el reconocimiento de culpabilidad del sujeto acusado. Ya no necesariamente a través de formas violentas, sino de mecanismos mucho más sutiles que pasaron a indagar más sobre la conciencia que sobre el cuerpo. En palabras de Michel FOUCAULT, el acto de confesar se constituyó en “un ritual que se despliega en una relación de poder, pues no se confiesa sin la presencia al menos virtual de otro, que no es simplemente el interlocutor sino la instancia que requiere la confesión, la impone, la aprecia e interviene para juzgar, castigar, perdonar, consolar, reconciliar; un ritual donde la verdad se autentifica gracias al obstáculo y las resistencias que ha tenido que vencer para formularse; un ritual, finalmente, donde la sola enunciación, independientemente de sus consecuencias externas, produce en el que la articula modificaciones intrínsecas: lo torna inocente, lo redime, lo purifica, lo descarga de sus faltas, lo libera, le promete la salvación”111. El valor que este ritual tuvo y aún mantiene en nuestra cultura jurídica occidental se encuentra, especialmente, en la vigencia de demandar u obtener, no importa de qué manera, una confesión por parte del criminal convicto; quien será condenado con o sin ella, de forma tal que se reconozca la necesidad de la sociedad en confirmar sus asignaciones de culpas y castigos y, a través de ello, tal vez de un deseo generalizado de transparencia. Mas, no una trasparencia que haga visible el espectáculo del ritual judicial, sino una trasparencia que tiene como misión la abolición de todas las zonas de privacidad alrededor del individuo. En otras palabras, del propósito de que su conciencia pueda ser observada por todos, en las que no puede haber zonas de oscuridad112. En este ritual, la verdad no está garantizada por la autoridad de la magistratura ni por la tradición que se transmite, sino por el vínculo, la pertenencia esencial en el discurso DE MAN, Paul, Allegories of Reading: Figural Language in Rousseau, Nietzsche, Rilke and Proust, New Haven, Yale University Press, 1979, pp. 299/300. 110 BROOKS, P., op. cit., pp. 6 y 144. 111 FOUCAULT, Michel, Historia de la sexualidad, T.1 La voluntad de saber, Siglo XXI, México, 1999, p. 78. 112 BROOKS, P., op. cit., pp. 160 y 163. 109 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 95-130, jan./jun. 2011. 125 entre quien habla y aquello de lo que habla. Por contrapartida, el espacio de dominación no está del lado del que habla (en tanto es el sujeto coercionado), sino del que escucha y se calla; no del lado del que sabe y formula una respuesta, sino del que interroga y no pasa por saber. Con ello, en este discurso los efectos son sobre aquél a quien le es arrancada la verdad oculta y no en quien la recibe113. Al acontecer esto, una vez que se ha eliminado la posibilidad de estar frente a un inocente, al descartar la idea de que sería injusto aplicar un castigo, uno puede avanzar en la misión de juzgar con una sensación de alivio y placer. El problema en ser un juez es que las sentencias que pronuncia en otros pueden volverse en contra de sí mismo, puede provocar que se conviertan en objeto de su arrepentimiento. La forma de que ello no ocurra es que primero el que juzga reúna los crímenes en su conciencia, de forma tal que la asignación de responsabilidad no sea la destrucción de una inocencia, sino la confirmación de una culpabilidad114. Las necesidades tanto de establecer un valor positivo en el discurso confesional, como la demanda de transparencia, esto es la búsqueda de observar más allá de cualquier espacio de secreto, se constituyen en elementos necesarios para ponderar en cualquier situación en la que alguien es sospechoso de ser culpable. Al ocurrir esto, el sospechoso está llamado a confesar. Mantenerse en silencio es una circunstancia que requiere un esfuerzo radical de la voluntad: toda la cultura presiona a hablar115. En definitiva, tal como lo sostiene Peter BROOKS, tanto la confesión, como el medio a través del cual se llega a ella, el interrogatorio, terminan constituyéndose en instancias igual de fascinantes y repulsivas que el castigo capital, la tortura o la cárcel: si bien no podemos dejar de verlos, al hacerlo somos profundamente perturbados116. 4.5 Reflexión final Es por todo ello que si pretendemos ser civilizados reclamando la existencia de un principio de inocencia, de tolerancia y de no arbitrariedad como pilares fundamentales de nuestro enjuiciamiento penal y con ello, de nuestro sistema penal, es que tenemos que recordar que mientras se mantengan inalteradas las formas en las que se expresa esta sospecha constitutiva del principio de culpabilidad, estos valores sólo quedarán como una declamación. Por lo pronto, no se podrá cumplir aquello a lo que está llamado todo enjuiciamiento penal respetuoso de las garantías: ser una instancia de civilización y de reintegración comunitaria frente a los conflictos en que las partes entre sí no pueden llegar por sí solas a una respuesta que les permita superar dicho conflicto. FOUCAULT, M., op. cit., p. 79. BROOKS, P., op. cit., p. 164. 115 Idem, p. 168. 116 Idem, p. 171. 113 114 126 FAE Centro Universitário REFERÊNCIAS ANITUA, Gabriel Ignacio. Hacia una formalización de la “video-justicia: el problema de la televisación de los juicios penales. Tesina (Master) - Universidad de Barcelona. Barcelona, 2000. __________ . ANITUA, Gabriel Ignacio. Justicia penal pública: un estudio a partir del principio de publicidad de los juicios penales. Buenos Aires: Editores del Puerto, 2003. __________. El principio de publicidad procesal penal: un análisis con base en la historia y el derecho comparado. In: HENDLER, Edmundo S. (Comp.) 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En este sentido, el presente artículo aborda la temática de la regulación penal en el marco del ordenamiento jurídico colombiano, respecto a la manipulación genética y haciendo un estudio crítico sobre su utilidad y efectividad, frente a la protección del bien jurídico tutelable: el genoma humano como patrimonio de la humanidad. Palabras Claves: Genoma Humano, Manipulación Genética, Derecho Penal Simbólico. ABSTRACT Genetic research moves ahead with huge steps in several and different aspects. Circumstances like those provoke a remarkable concern respect to normative parameters and how different activities related with genetic manipulation and intervention should be regulated. In that sense, this article deals with the matter of criminal regulation within the framework of Legal Code of Colombia, respect to genetic manipulation and, it makes a critical study about the usefulness and effectiveness of the mentioned Code, the protection of a tenable legal asset: Human Genome as Human Patrimony. Keywords: Human Genome, Genetic Manipulation, Symbolic Criminal Law. * Documento elaborado como parte del desarrollo del seminario denominado “DERECHO PENAL Y ACCIÓN SIGNIFICATIVA”, dirigido por el Doctor Paulo Cesar Busato. El mencionado curso corresponde al desarrollo del Doctorado en Derecho de la Universidad de Buenos Aires. ** Abogado de la Universidad de Antioquia. Magíster en Derecho de la Universidad Nacional de Colombia. Especialista en Derecho Constitucional de la Universidad Externado de Colombia. En la actualidad, realiza los cursos pertinentes para obtener el título de Doctor en Derecho de la Universidad de Buenos Aires. Docente e investigador, de distintas universidades. Actualmente desempeñándose como Director del Área de Derecho Público y profesor de tiempo completo de la Universidad de Bogotá Jorge Tadeo Lozano. Autor de diversos artículos investigativos y del libro “Materialidad de la Constitución”, producto de la coedición del Grupo Editorial Ibáñez y la Universidad Jorge Tadeo Lozano. Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 131-158, jan./jun. 2011. 131 INTRODUCCIÓN Parece poco desafortunado decir que, tal como es citado por el profesor español José Luís Velázquez Jordana, la historia de la biología molecular insista en recordarnos que lo que es inimaginable, rápidamente se convierte en rutinario (Velázquez Jordana: 2007, 119). Aquello que se podía tildar, hace unos años, como incoherente, absurdo y propio de la ciencia ficción, resulta estancarse en el marco de lo posible o ya existente. Los adelantos conseguidos en el marco de la investigación científica, especialmente a nivel genético, teniendo como referencia las últimas décadas del siglo veinte y las primeras del presente, son prueba fehaciente de ello. De cierta forma, los mencionados avances han conmocionado la percepción de legitimidad de éstos, que ostenta diversos sectores de la población mundial: algunos que observan los evidentes beneficios, mientras otra porción, percibe los riesgos eminentes que se forjan con las nuevas producciones de biotecnologías y hallazgos científicos. Estos asuntos han girado no sólo en torno de las vinculaciones con los diferentes pronunciamientos religiosos1, sino, además, desde el ámbito de la ética, la moral, la política y, por supuesto, una inclusión, no siempre afortunada, al perímetro de lo jurídico. En este sentido, el presente artículo pretende desarrollar aspectos generales referidos al fenómeno de la manipulación genética como experiencia científica y realidad práctica, en relación a la consignación dentro de la regulación penal colombiana de la Ley 599 de 2000 «Por la cual se expide el Código Penal» por parte del Congreso de la República de Colombia – en adelante CPC -. De tal forma, contará con una breve exposición de carácter reflexivo que consta de cuatro (04) acápites, desarrollando los temas propuestos, así: En primera instancia, se acomete un panorama de los avances de la investigación científica en genética humana que certifiquen la diversidad temática y pongan de manifiesto, en un segundo momento, los desafíos de la intervención penal; seguidamente, se pretenden identificar, en términos generales, los elementos de análisis de las disposiciones de la Ley 599 del 24 de julio de 2000; y por último, previo a las conclusiones, se hará alusión a la utilidad de la intervención penal en los ámbitos de la manipulación genética. Véase, por ejemplo: INSTRUCCIÓN sobre el respeto de la vida humana naciente y la dignidad de la procreación. Disponível em:<: http://multimedios.org/docs/d000454^>. Acesso em: 04 jul. 2010). Además: ECCLESIA DIGITAL. Las nuevas formas del pecado social. Disponível em: <: http://www.revistaecclesia. com/content/view/3263/75/>. Acesso em: 04 jul. 2010. 1 132 FAE Centro Universitário 1 PANORAMA DE LA INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA EN GENÉTICA HUMANA La exhibición de los adelantos de los últimas décadas en materia de investigación científica en genética humana debe partir, sin lugar a negativas, en la generación, hacia 1990, del Proyecto Genoma Humano – en adelante PGH – quien ostentaba como tarea, en el marco de quince años, determinar las posiciones relativas de todos los nucleótidos (o pares de bases) e identificar los 20.000 a 25.000 genes presentes en él. Para ello, el PGH ostentaba tres objetivos básicos: (a) crear el mapa genético2, (b) elaborar el mapa físico y (c) establecer la secuenciación del DNA. La consecución de dichos objetivos generaba grandes adelantos científicos en el tratamiento de enfermedades o alteraciones genéticas, dado que la determinación precisa de la ubicación de los genes daba luminiscencia frente a la zona concreta del genoma que debería ser estudiado: Es decir, si utilizamos como símil el mapa de una ciudad, el mapa genético indica en qué “barrio” nos estamos moviendo, mientras que el mapa físico ya es capaz de localizar la “calle” en la que se encuentra el gen en cuestión. […] [Por su parte,] la secuencia de DNA encuentra la casa, y nos describe no sólo la fachada, sino incluso qué hay en su interior. (Mangialardi: 2003, 80).3 Sin embargo, el PGH no es el único proyecto iniciado con el fin de secuenciar el genoma humano. El PGH al cual se había hecho alusión, que había iniciado en Estados Unidos, con respaldo económico y científico de varios países, como Reino Unido, Alemania, entre otros, no era el único con los objetivos señalados. Era sólo la investigación con carácter gubernamental. Con los mismos objetivos, al tiempo, surgió la iniciativa privada representada por Celera Genomics4 - en adelante CG –. El CG, compañía privada de Maryland (Estados Conseguido hacia 1994. “Para explicar lo de los mapas, se puede aseverar que los mapas simplemente nos orientan en la dirección correcta cuando queremos buscar un gen. El mapa genético no es muy informativo, indica indirectamente donde podría quedar un gen, pero no da información explícita acerca de la distancia de ese gen o la localización precisa del gen en el genoma. Es decir, orienta en la dirección correcta, pero no da la localización. Un mapa físico da más información, y hay varios tipos de mapa físico, de cualquier forma, éste debería indicar la distancia por ejemplo entre 2 genes en una magnitud absoluta (e.g. 100 nucleótidos), en otros términos, un mapa físico puede orientar y también dar una localización fija. El mejor tipo (o más informativo) de mapa físico es la secuencia total de un genoma, ya q se puede, por ejemplo, identificar dos secuencias en su totalidad, y además ver cuántos “base-pairs” o nucleótidos los separan”. Entrevista efectuada, el 20 de mayo de 2008, en razón al presente trabajo de investigación (sin publicación) a BARBERINI J., Steven Roger. Graduado en Genetics de Cardiff University, actualmente estudiante de PhD en “Wales Heart Research Institute” - Instituto Gales de Investigación Cardíaca – de la Cardiff University. 4 Véase éste: http://www.celera.com/. 2 3 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 131-158, jan./jun. 2011. 133 Unidos), desde el momento de su fundación, en mayo de 1998 por parte de Applera Corporation y J. Craig Venter, dio la disputa al consorcio de universidades y laboratorios estadounidenses y británicos financiados con dinero público, para descifrar la secuenciación del DNA. Al momento de su fundación se plantearon como finalidades, secuenciar y ensamblar el genoma humano en un plazo de tres años. En 2001 los dos proyectos publicaron una versión preliminar de sus respectivas secuenciaciones del genoma humano, versión ésta que se encontraba incompleta, dado que se encontraba a un 80% del total. Entre 20035 y 2005, se fueron haciendo públicas versiones más completas (superiores al 92 %). Pese al trabajo adelantado, diversos científicos han puesto en entredicho la culminación plena de las secuenciaciones propuestas, debido a la existencia de varias “zonas” en el DNA que son difíciles de secuenciar y la carencia de tecnología para hacer la mencionada tarea. Dichas zonas consisten, básicamente, en “DNA repetitivo”, es decir: Como es de saberse, la secuencia del DNA consiste de los nucleótidos A, T, C, G. Por su parte, los genes son secuencias específicas que resultan, relativamente, idénticas en todo ser humano, en otros términos, existen diferencias pero la mayoría de las secuencias es exacta en todos los seres humanos; por ejemplo, un gen puede ser: ATTGACGTCGAAACTG (teniendo en cuenta que dicha extensión puede resultar corta para algunos casos), sí uno da un paseo a lo largo de una cromosoma encontrará genes o secuencias que codifican proteínas, pero, también, se encontrarán secuencias que no codifican absolutamente nada. Dichas secuencias se han llamado “junk DNA” o en español “DNA basura”; su nombre se debe a que pareciera que no tienen ninguna función, sin embargo, dicha aseveración no ostenta una determinación con certeza. Esas zonas de “junk DNA” consisten muchas veces, secuencias con un alto grado de repetición, por ejemplo, una secuencia podría ser: ATATATATATATATATATATATGACGACGACGACGACGACGAC. En la actualidad, las herramientas que se emplean para secuenciar el DNA no trabajan bien con DNA repetitivo. Estas secuencias se encuentran entre genes pero son más localizadas en dos lugares particulares de los cromosomas, el “centromere” - centrosoma - y a los “telomeres”, los cuales serían las puntas de los cromosomas. Estas 2 zonas no han sido secuenciadas, por tanto, no se puede decir que la secuenciación del genoma humano se ha alcanzado al 100%. Empero, y dado que estas zonas no codifican proteínas y no son consideradas como importantes para estudiar las funciones de los genes, se ha entendido que las versiones publicadas ostentan un gran valor científico (Barberini J.: 2008). Conjuntamente, se presentaba otro inconveniente en los proyectos señalados, respecto a la metodología empleada: El genoma humano publicado hacia 2003, por parte Tal fue el caso del PGH que hacia 2003, específicamente en el mes de abril, y dos años antes de lo previsto, dio a conocer al mundo que el establecimiento de la secuenciación estaba listo. 5 134 FAE Centro Universitário del PGH, no es el genoma de un solo individuo. Era una secuencia que tiene como fuente a varias personas, es decir, cierta parte de la secuencia descrita pertenece a una persona y otra parte del genoma secuenciado concierne a otra. Para solucionar la incongruencia, Craig Venter, el líder de CG, después de haber publicado secuencias del genoma, secuenció su propio genoma. De tal forma, las publicaciones efectuadas de la secuenciación del genoma implicaban un adelanto significativo pero no definitivo; dado que la secuenciada expuesta no podía garantizar que fuera la de todos los seres humanos: existen muchas variaciones en genes y también, en secuencias que no son genes. Las variaciones pueden ser responsables por ciertas enfermedades. Ajeno a lo anterior, los pasos efectuados en la investigación del genoma humano han tenido grandes avances e importantes descubrimientos; por ejemplo, al iniciar el PGH se había señalado que existían entre 30 y 40 mil genes, actualmente, se ha mencionado que la probabilidad más alta es que sólo sean alrededor de los 20 mil genes, número que puede seguir cayendo. Por otro lado, dichas investigaciones han puesto a la vista de la comunidad científica, la relevancia que ostenta no sólo la identificación y localización de los genes sino, además, la determinación de las funciones de aquellos genes tiene mucha mayor importancia, circunstancia que ha desarrollado la rama del estudio genómico denominada “Functional Genomics”, que se preocupa sobre qué función cumplen los genes. Ello ha implicado que se busquen, asimismo, las variaciones que han sufrido las secuencias y observar si ésta se correlaciona con la presentación de la enfermedad, y luego mirar si hay algún otro gen que, igualmente, haya sufrido una “mutación” o cambio en su secuencia, y observar si estos 2 genes correlacionan con la presentación de la enfermedad, y así sucesivamente hasta identificar todos los genes posibles que tengan relación con la enfermedad6. La concentración que se ha efectuado en dichos aspectos ha generado dicientes herramientas para la investigación en biomedicina, genética clínica, patogenia y el tratamiento de las distintas enfermedades7. Adicionalmente, ha dado la posibilidad de que se generen nuevos campos, inciertos para el ámbito jurídico, tales como: Pese a ello debe aclararse que los cambios en la secuencia del genoma no siempre se asocian con una enfermedad, dado que el mismo podría ser un cambio silencioso, ósea, no afecta al individuo en lo mínimo. 7 Cada vez más empresas (actualmente la mayoría en los EEUU) están haciendo uso de la información proporcionada por la investigación sobre el genoma. Las aplicaciones comerciales incluyen: la producción de diagnósticos; tratamientos para enfermedades con múltiples componentes genéticos y medioambientales, tales como la osteoporosis y la artritis reumática; clonación y secuenciación de genes, por ejemplo, para el cáncer de pecho y la provisión de servicios de asesoramiento genético e investigación de antecedentes. (FEDERACIÓN EUROPEA DE BIOTECNOLOGÍA: 1997, 2). 6 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 131-158, jan./jun. 2011. 135 • Reprogenética8: es considerada como la combinación de las técnicas de ingeniería genética con las de reproducción asistida para la elección a priori de características genéticas de los individuos de una descendencia. Las técnicas de mejora genética se han empleado, desde hace mucho tiempo, en animales y plantas, con la finalidad de generar nuevas variedades y razas. En este caso, las técnicas clásicas estaban basadas en cruzamientos dirigidos y en procesos de selección artificial, que son lentos, aunque efectivos a largo plazo. En la especie humana se han planteado esporádicamente criterios de mejora genética bajo el epígrafe general de la eugenesia. Sin embargo, dado los adelantos, las técnicas reprogenéticas actuales o aplicables en un futuro próximo tienen dos diferencias esenciales con las clásicas: – Liberan los cruzamientos genéticos de la necesidad de relaciones entre individuos. – Plantean la posibilidad de introducir cambios genéticos en uno o pocos pasos, acelerando mucho el proceso. La reprogenética humana nació, en un primer momento, como una ciencia que buscaba alternativas a la reproducción humana natural, tratando, especialmente, de superar la esterilidad de los varones (Carrillo Gil: 2002, 2). Pese a ello, las nuevos aportes científicos y las herramientas tecnológicos han volcado la reprogenética hacia la práctica de la eugenesia. • Terapia Génica: se entiende como “la técnica de Ingeniería Genética mediante la cual se introduce material genético exógeno en seres humanos, a fin de corregir sus deficiencias y proporcionar alguna ventaja terapéutica” (Yunis: 2001), es decir, consiste en la transferencia de material genético a las células de un individuo determinado con la finalidad de corregir la enfermedad que padece o sufre (Fillat: 2004). La novedad que ostenta la terapia génica está referida básicamente al agente activo que se emplea, en otros términos, aquel que va a actuar o va a ser introducido al individuo. Anteriores investigaciones utilizaban proteínas o moléculas pequeñas, por la facilidad de manipulación y de extracción. No obstante, los adelantos tecnológicos ocasionaron que se viera viable, actualmente, emplear, como agente activo, un ácido nucleico (DNA o ARN) en vez de la proteína. EMBRIOGÉNESIS humana. Disponível em:< http://www.unavarra.es/genmic/expcia/desarrollo-embrion. pdf>. Acesso em: 04 maio 2008. 8 136 FAE Centro Universitário La terapia génica puede ser clasificada de distintas maneras9: Adición Génica: es decir, la terapia que tiene como objetivo la inserción de una copia en perfecto estado del gen que ha desaparecido, o es defectuoso en el individuo. En función a la labor a ejecutarse TERAPIA GÉNICA En función del tipo celular objeto de la técnica Edición Génica: usa enzimas especiales para producir una rotura en el DNA que hay cerca de donde está la mutación genética, con el fin de que la rotura produzca la separación de los genes defectuosos del DNA. Para solucionar la rotura se usa un modelo de gen proporcionado durante la terapia y los propios mecanismos de reparación de la célula. Esta modalidad contiene dos métodos: el de corrección o el de supresión génica. Germinal: aquella dirigida a modificar la dotación genética de las células implicadas en la formación de óvulos y espermatozoides y, por tanto, transmisible a la descendencia. Este tipo de terapia génica sería la indicada para corregir de forma definitiva las enfermedades congénitas. Somática: aquella dirigida a modificar la dotación genética de células no germinales, es decir, de las células somáticas o constituyentes del organismo. Por ello, la modificación genética no puede transmitirse a la descendencia. In vivo: la técnica , introduce directamente en las células del organismo, sin que se produzca su extracción ni manipulación in vitro. Es una técnica de mayor sencillez pero con menores garantías. En función de la estrategia aplicada Ex vivo: las células a tratar son extraídas del paciente, aisladas, crecidas en cultivo y sometidas al proceso de transferencia in vitro. Una vez que se han seleccionado las células que serán objeto de la técnica, se expanden en el cultivo y se introducen de nuevo en el paciente. Figura No. 01 • Clonación: el término se ha empleado para “describir el proceso mediante el cual una célula, o un grupo de células, de un organismo individual se utiliza para obtener un organismo completamente nuevo, que es un clon del original [es decir,] el individuo clonado es genéticamente idéntico a la célula u organismo ancestral del que se obtuvo, así como a cualquier otro clon obtenido del mismo ancestro” (Carrillo Gil: 2002, Véase entre otros: (FEDERACIÓN EUROPEA DE BIOTECNOLOGÍA: 1997), (CARRILLO GIL, 2002), (DELGADO, 2007), (FILLAT: 2004) (RONCHERA Y GONZÁLEZ) (Granda: 1999), (GONZÁLEZ DE CANCINO: 2002, 249-271) y (GONZÁLEZ DE CANCINO: 1995, 49-93). 9 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 131-158, jan./jun. 2011. 137 2). Dicho proceso parte de la misma filosofía de la reproducción asexual, debido a que ella permite un proceso de “clonación natural” de los seres que la practican, o en mejor término, están condicionados para ello. En la actualidad se ha conseguido emplear la clonación en distintos mamíferos, desde la famosa oveja Dolly, que el 23 de febrero de 1997 fue clonada tomando el tejido de la ubre de otra oveja. La práctica ha sido llevada a vacas, cabras, conejos, ratones e incluso a monos. No obstante, la comunidad en general se ha resistido a la clonación en la especie humana, mientras los científicos la observan como la posibilidad de: – Curar determinadas enfermedades, tales como la leucemia nucleóide, la cual sólo puede curarse eficazmente mediante el reemplazo de células sanguíneas germinales cancerosas por otras sanas proporcionadas por un trasplante de médula de una persona compatible, es decir un clon: la madre podría tener un nuevo hijo clonado a partir de una célula adulta suya y este hermano pequeño podría curar al mayor, enfermo. – La clonación también podría satisfacer el deseo de tener hijos de parejas homosexuales o personas solteras, bien sean de sexo masculino o femenino. (Carrillo Gil: 2002, 3). Pese a la resistencia de la sociedad y los gobiernos, que han implementado normas en contra de la clonación de humanos, se han efectuado ciertos anuncios de clonación en humanos, sin que aún hayan nacido los clones10. 2 LOS RIESGOS DE LOS AVANCES CIENTÍFICOS La observación crítica de los acaecimientos recientes en materia de la investigación genética, ha puesto presente la imposibilidad de paralizar totalmente los adelantos de los estudios en genética humana, y más si se tiene en cuenta que prevalece una tendencia de apoyo, por parte de los Países Industrializados, a dichos estudios. Estas circunstancias, ponen en riesgo evidente el concepto mismo de ser humano: “Algunos de los resultados nocivos de la ciencia y sus aplicaciones nacen del deseo de hacer el bien” (Jacob: 1998, 138). Bien lo señala François Jacob, Premio Nobel de Medicina en 1965, por sus estudios de investigación sobre los genes que trasmiten la información sobre la reproducción y el funcionamiento celular: Entre ellos se destaca el anuncio efectuado por ginecólogo italiano Severino Antinori hacia marzo de 2002 y el realizado por Científicos vinculados con la secta de los Raelianos, hacia abril del mismo año. 10 138 FAE Centro Universitário El peligro, para el científico, está en no medir los límites de su ciencia y, por lo mismo, de sus conocimientos. Está en mezclar lo que uno cree con lo que uno sabe. Y, sobre todo, en la certeza de tener razón. […] A veces se ha sugerido que no debe proseguirse más que la «buena» investigación científica, aquella, se entiende, que no procura más que beneficios a la especie humana, y que debe abandonarse la «mala», aquella en que hay riesgo de causarle daños. Es necesario ignorar qué es la ciencia para hacer una sugerencia de este tipo. La investigación es un proceso sin fin, cuya evolución nunca puede preverse. Lo imprevisible forma parte de la naturaleza misma de la empresa científica. Si lo que se va a encontrar es verdaderamente nuevo, entonces es por definición algo desconocido de antemano. No hay medio alguno de prever a dónde va a llevarnos un campo de investigación concreto ni, por consiguiente, cuáles van a ser sus posibilidades de aplicaciones. Esta es la razón por la que no es posible escoger determinados aspectos de la investigación desechando otros (Jacob: 1998, 155 -156). La producción de las ciencias vinculadas con la investigación genética ha llevado a casos que indagan sobre la conveniencia de libre generación de las mismas. Ejemplo de ello es, sin lugar a negativas, el caso de John Moore, en 1976, quien se hizo famoso porque su médico extrajo células, sin su consentimiento, de un órgano extirpado; de ellas “descubrió que producían un extraño tipo de proteínas, y patentó la línea de células obtenidas a partir de ese material” (Osset Hernández: 2000, 42). La declaración de John Moore en la comparecencia ante el Comité sobre la Diversidad del Genoma Humano de la National Academy of Sciences de Washington el 16 de septiembre de 1996 resulta, en algunos momentos, conmovedora, y, en otros, digna de reflexión…: Señoras y Señores: Posiblemente algunas de las personas presentes en esta habitación me conocen como la Patente nº 4.438.032. Mi nombre real es John Moore. […]. Me preocupa que, a pesar de que en este país los derechos individuales son supuestamente protegidos del abuso de las instituciones y de la codicia de las empresas e investigadores privados, en realidad no lo son (Osset Hernández: 2000, 42-43). Asimismo, los progresos han llevado a espacios tan problemáticos como la diferenciación de los denominados pre-embriones. El vocablo apareció con el fin de caracterizar un producto de una etapa del desarrollo embrionario11: la primera, de manera más específica; la cual iría desde el momento de la fecundación hasta antes de que sea completa la anidación, o, en otros términos, hasta cumplirse los primeros catorce (14) días, contados desde el momento en que se produce la fecundación. “En la especie humana se considera que la fase embrionaria dura desde la fecundación, hasta la seis semanas, pasando a continuación a denominarse feto”. GAFO, Javier (Ed.). Nuevas técnicas de reproducción humana. Madrid: Universidad Pontificia Comillas, 1986. p. 194-219 apud GONZÁLEZ DE CANCINO: 1995, p. 69. 11 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 131-158, jan./jun. 2011. 139 El señalado concepto fue ganando adeptos con el pasar de los años de las prácticas de reproducción asistida, o sí así se quiere, de las nominadas fecundaciones extracorpóreas, productoras de embrión in vitro. Con la finalidad de aumentar la eficacia procreativa y permitir la selección de aquellos embriones considerados como óptimos, de acuerdo con su estado previsible de salud, o que garanticen el sexo deseado por los padres, se ha vuelto una práctica común, la producción de número excesivo de embriones, en los centros de reproducción asistida, para aquella pareja que se ha sometido al tratamiento. Bajo dichos acaecimientos, es como, “aparecen así los adjetivos (con carga de eufemismo) de embriones subóptimos, inviables, sobrantes, crioconservados” (López Moratalla: 2004, 8). No obstante, las primeras prácticas de producción excesivas de embriones y la posterior destrucción de aquellos que no eran seleccionados para el proceso de reproducción asistida, no trajeron consigo los simples términos antes citados, sino que por el contrario involucraron discusiones y debates fácticos sobre dos temáticas de relevancia: por un lado, el asunto de si el embrión in vitro tiene o no la misma realidad que uno in útero o producido naturalmente, y, por el otro, la existencia de una fase pre-humana de la vida, la que coincide con los primeros catorce (14) días desde que se fecundan los gametos hasta que el embrión queda totalmente implantado en el útero materno, es decir, la etapa pre-embrionaria. Conjuntamente, al pasar de los años, esas primeras prácticas tomaron rumbos o direcciones más novedosas: Inicialmente se aceptó, como mal menor, transferir a la madre varios embriones de manera simultánea, a fin de que entre los hermanos, unos facilitasen a otro anidar en la madre. Esta medida fue contestada por los clínicos, dado que los posibles embarazos múltiples no sólo son un peligro para la madre, sino que han resultado en un déficit para los niños que nacen prematuros. El aborto selectivo de algunos de ellos (conocido con el eufemismo de reducción embrionaria) no resuelve ningún problema, sino añade otro nuevo, el aborto provocado. Posteriormente se ha ido imponiendo –por imperativo económico de las clínicas de reproducción humana asistida– el llamado “diagnóstico genético preimplantatorio”, a fin de asegurar que sólo fueran gestados aquellos embriones que no presentaran taras heredables. El deseo de un hijo se transformó en exigencia de un hijo sano. Y de aquí se ha pasado, en breve espacio de tiempo, a que dichos centros sanitarios acojan como clientes a padres fértiles, y les ofrezcan, como alternativa al diagnóstico prenatal, este diagnóstico previo a la transferencia del embrión in vitro a la madre. Pueden así elegir muy pronto (antes de alojarlo en el seno materno) a cuál de los hijos van a dar la oportunidad de vivir, y a cuál no. Aparecen esos casos, que airean los medios de comunicación como progreso médico, de parejas de sordomudos o enanos que reclaman elegir por tal método a un hijo que también lo sea; o padres con un hijo enfermo, que reclaman que les seleccionen un hijo compatible inmunológicamente con el hermano, a fin de que cuando nazca sea donante de sangre o de los tuétanos de sus huesos. 140 FAE Centro Universitário Al mismo tiempo, a esa realidad cotidiana de producir embriones en exceso se suma, donde las leyes lo permiten, la potestad de disponer del destino de los embriones excedentes, un fin diferente de aquel para el que fueron producidos; así, de procurar la procreación de una pareja con algún problema de esterilidad, se ha pasado a arrogarse el derecho a detener su vida por congelación, almacenarlos y que puedan ser utilizados para investigar con ellos. (López Moratalla: 2004, 9). Las anteriores circunstancias, han generado diversos interrogantes sobre la temática; y quizás el principal surge de saber ¿en qué se basa la diferenciación entre el embrión in vitro y el in útero? Para algunos científicos la distinción ostenta claras razones bioéticas y biológicas, tales como: – La inviabilidad natural del embrión extracorpóreo después del día catorce (14), si no es anidado. – La finalidad con la cual ha sido creado o engendrado el embrión in vitro. – La ausencia de capacidad sensitiva, dada la ausencia de un sistema nervioso diferenciado, el cual aparecerá después del día catorce (14), y que el mismo no tiene posibilidad alguna de existir sin la presencia o manipulación externa que implique la implantación en el útero materno. Empero, según el doctor Justo Aznar, Jefe del Departamento de Biopatología Clínica del Hospital La Fe de Valencia, “el término pre-embrión fue establecido por una Comisión del Reino Unido, presidida por una economista, la señora Warnock, para facilitar la utilización de los embriones. [Pero la misma], carece de toda base científica, pues la implantación es una etapa más que no modifica el desarrollo biológico del embrión”12. Por su parte, el Dr. Jesús Ballesteros, catedrático de Filosofía del Derecho de la Universidad de Valencia, España, puntualiza sobre el particular: “Me parece interesante recordar que la opción por el día 14 fue resultado de un pacto para conciliar intereses contrarios. Por un lado, existía una fuerte presión científica para que se permitiese la investigación con embriones. Por otro lado, la conciencia ciudadana se resistía a reducir el embrión a un objeto de manipulación. Con la propuesta del día 14 se satisfacía a ambas partes: los ciudadanos encontraban un límite para distinguir entre lo moral y lo ilícito, que tranquilizaba sus conciencias, y los científicos tenían vía libre para actuar sobre el embrión hasta el día 14” (PEZZOTTI: 2001). De cualquier forma, la elección del día catorce (14) ha conjugado argumentos que parecen sostenibles. Por ejemplo, es sólo hasta el día catorce (14) que el embrión se consolida, dado que, incluso si hubiese sido generado de forma Disponível em: <http://www.archimadrid.es/alfayome/menu/pasados/revistas/99/oct99/num183/espana/ espana1.htm>. Acceso em: 06 abr. 2008. 12 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 131-158, jan./jun. 2011. 141 natural, no siempre éste llega a constituirse como tal, sino que, en ocasiones, da lugar a un tumor que se hace necesario extirpar del seno materno, o bien a alguna clase de quiste que es absorbido por la placenta (PEZZOTTI: 2001), y sólo hasta las dos semanas se tiene certeza del mismo. Asimismo, se aduce que en las primeras dos semanas se obtienen los más altos índices de mortalidad de los embriones, y sólo será reducido hasta que el producto de la concepción sea implantado en el útero materno. En este sentido, existen claras posiciones, las cuales aseveran que la realidad de la distinción o de la categoría es contundente: ella implica la ausencia de vida humana, y por ende, la posibilidad de investigación sin atentar contra los derechos humanos ni la dignidad. Tal parece ser el caso de España, donde el Tribunal Constitucional Español se ha encargado de reproducir la doctrina de que el pre-embrión no es titular del derecho constitucional a la vida, y por tanto, el Estado no tiene obligación de proporcionar un marco jurídico penal que lo proteja13. Con ello se ha garantizado la investigación genética sobre los mismos, de cierta forma; pero al tiempo, parece haberse dejado de lado la importancia que pueda existir, para el derecho, la destrucción de los pre-embriones que no han sido empleados ni seleccionados para procesos de reproducción asistida, e incluso los abortos inducidos, antes señalados. Con el paso de los años, el término “pre-embrión” ha dejado de emplearse y de reconocerse su valor, al considerarse, nuevamente, que no tiene ningún valor científico. En materia legislativa, solamente se le encuentra en la ley española, que data originariamente de 1988. Las leyes posteriores y las publicaciones sobre el tema hablan simplemente de “embrión” (antes o después de los 14 días)14. Pese a la eliminación del término, la dirección que ha tomado cada una de las intervenciones, herramientas, avances y progresos de la investigación genética, puede ser vista como una orientación a las denominadas prácticas eugenésicas, que son potenciadoras, Sentencias de inconstitucionalidad: 212/1996 y 116/1999. En el caso colombiano, se desconoce providencias proferidas por la Corte Constitucional, durante los años de 1992 y 2010, que incluyan la expresión «pre-embrión ». Sin embargo, el término se presenta en el ordenamiento jurídico colombiano no en el ámbito legal, sino mediante las reglamentaciones administrativas; entre ellas se encuentran: (a) El Acuerdo 195 de 1998 del Instituto de Seguros Sociales, donde se introduce la figura del preembrión como sinónimo de gameto; (b) El Decreto Número 1546 del 04 de agosto de 1998, por el cual se reglamentan parcialmente las Leyes 9a. de 1979, y 73 de 1988, en cuanto a la obtención, donación, preservación, almacenamiento, transporte, destino y disposición final de componentes anatómicos y los procedimientos para trasplante de los mismos en seres humanos, y se adoptan las condiciones mínimas para el funcionamiento de las Unidades de Biomedicina Reproductiva, Centros o similares; (c) La Resolución Número 3199 del 06 de agosto de 1998, expedida por el Ministerio de Salud, donde se establecen las normas técnicas, científicas y administrativas para el funcionamiento de los Bancos de Componentes Anatómicos, de las Unidades de Biomedicina Reproductiva. Centros o similares. 13 14 142 FAE Centro Universitário en buena parte, de la construcción de una sociedad de exclusión, ya no desde los bienes de consumo, sino desde el material genético del cual se es dueño15. En 1883, Francis Galton, incluía como término, en el mundo científico, una experiencia que habían desarrollado algunas civilizaciones de la antigüedad, y no parecía descartada por la sociedad decimonónica de la que hacía parte Galton. Eugenics entendida como “la ciencia que trata de todos los factores que mejoran las cualidades propias de la raza, incluidas las que desarrollan de forma óptima”16, permitió a Galton, a través de estadísticas, demostrar la importancia de selección de un prototipo para el desarrollo de la humanidad. Basado en las manifestaciones de su familia, Charles Darwin sobre “selección natural”, y bajo las construcciones teóricas manifestadas por Galton, sociedades del siglo XX promovieron medidas eugenésicas; entre ellas, el régimen Nazi con la Ley de Esterilización Obligatoria para la prevención de las enfermedades hereditarias de 193317, que condujo a la esterilización de gran cantidad de mujeres en Alemania, ello, sin contar las medidas de eliminación impuestas a partir del concepto de raza superior. Si bien las circunstancias presentadas cayeron aparentemente, con el final de la II Guerra Mundial, en la indignación general, la aparición de la ingeniería genética, paralelamente, puso de presente los riesgos de nuevas intervenciones, que, sin duda, debían ser limitadas. 3 LA MANIPULACIÓN GENÉTICA EN EL CONTEXTO COLOMBIANO Las advertencias generadas por la academia, y la preocupación social, han llevado a que las intervenciones que se han observado con posible carácter eugenésico, se encuentren limitadas en los distintos ordenamientos internos. En el caso colombiano se cuenta con tres (03) tipos penales18: (a) Manipulación Genética, (b) Repetibilidad del Ser Humano y (c) Fecundación y Tráfico de Embriones Humanos. Son diversos ejemplos los que se puede percibir, desde las prácticas eugenésicas en estricto sentido, como la selección de características fenotípicas y genotípicas – principalmente para identificar enfermedades potenciales – y aquellas, que se vinculan con la mera exclusión por la información genética, como la tan discutida solicitud de exámenes o información propia del genoma para los contratos laborales y de seguro. 16 Citado en: OSSET HERNÁNDEZ, Miquel. Ingeniería genética y derechos humanos. Barcelona: Icaria, 2000. p. 119. 17 La mencionada ley se llevo a cabo pocos meses después de que Adolf Hitler asumiera como Canciller. En el año de 1935, se produciría, además, la ley que prohibía los matrimonios entre “arios” y judíos. 18 Además, de los tipos penales consagrados en el Capítulo VIII del Título I – “ Delitos contra la vida y la integridad personal” de la Ley 599 de 200 – Código Penal Colombiano-, también se pueden observar tipificaciones que ostenta relación como las consagradas en el artículo 330. Manejo ilícito de microorganismos nocivos y 334. experimentación ilegal en especies animales o vegetales, ambos dentro del Título XI – “De los delitos contra los recursos naturales y el medio ambiente”, en el Capítulo Único - Delitos Contra Los Recursos Naturales Y Medio Ambiente. 15 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 131-158, jan./jun. 2011. 143 Los cuales tuvieron como origen, según la exposición de motivos del proyecto de ley presentado por la Fiscalía General de la Nación: “Así mismo, la propuesta prohíbe la manipulación genética, poniéndose a tono con los avances de la ciencia; se brinda especial protección al genoma humano que, de acuerdo con la Declaración Universal sobre el Genoma Humano y los Derechos Humanos, es la base de la unidad fundamental de todos los miembros de la familia humana y del reconocimiento de su unidad y diversidad intrínsecas. En sentido simbólico, el genoma humano es el patrimonio de la humanidad. Se busca también la protección del genotipo entendido como conjunto de gentes que identifican al ser en su esencia natural; es por ello que se prohíbe la manipulación genética con fines diferentes a la investigación científica, siempre orientada a aliviar el sufrimiento o mejorar la salud de las personas y de la humanidad; de esta forma se da el desarrollo legal a la referida Convención” (Cancino Moreno: 2005; 189). Sin embargo, el sustento ofrecido no deja plena claridad y certeza sobre el bien jurídico objeto de protección y que se requiere preservar o salvaguardar. Los citados tipos penales que se encuentran incluidos dentro del Título I del Libro 2º, nombrado como “Delitos contra la vida y la integridad personal”, no manifiestan una aparente línea transversal con la ordenación generada, tal como lo exhibe la profesora Emilssen González de Cancino: Hemos estado en desacuerdo con esta clasificación pues, por las razones que expondremos al tratar este delito en particular, entendemos que la clonación no es un delito contra la vida o la integridad personal, que es el bien jurídico protegido en el título I, del cual hace parte este capítulo. Es muy dudoso que lo sea el tráfico de cigotos o embriones y no puede serlo el de gametos. (González De Cancino: 2003; 579). La defensa que se ha efectuado sobre la pertenencia de su inclusión en el título a referencia, se construye desde un presunto concepto dinámico del bien jurídico vida, donde se vislumbra no sólo la del individuo concreto sino la de su propia especie19. Con todo, más que un sentido dinámico del bien jurídico vida, parece existir un bien jurídico frente a los tipos de la manipulación genética, que difiere con la consignación realizada por el Legislador Colombiano. Las legislaciones internacionales y la doctrina, aluden que los tipos penales relacionados con el fenómeno de modificación genética, parecen ser integrados desde una perspectiva dual20, donde se garantiza la protección En este sentido, parece diciente el argumento que presenta la Dra. González de Cancino, en el texto citado: “En este orden de ideas, ¿deberían, clasificarse en este título los delitos contra los recursos naturales y el medio ambiente, que en la actualidad se ubican en el capítulo único del título XI del mismo Código?”. 20 La estructura de protección que se presenta estos delitos, parece congruente con la consagración de las aspiraciones de los denominados derechos colectivos o de Tercera Generación. Sin embargo, tal como se exhibirá, posteriormente, parece estar vinculada con un derecho evidentemente de naturaleza distinta a los derechos colectivos, y, conjuntamente, de las diferencias existentes con los derechos de cuarta generación o Derechos de la Naturaleza, consagrados constitucionalmente, dentro del texto de 2008, de Ecuador, en los artículo 71 al 74. 19 144 FAE Centro Universitário no meramente individual, del contenido genotípico del sujeto, sino, adicionalmente, la vulneración de un bien de carácter general o colectivo, relacionado con la inalterabilidad o intangibilidad del patrimonio genético de la especie humana (Romeo Casabona: 2009; 122-123). En esta medida, el bien jurídico parece ser realmente un derecho a la conservación del material genético no manipulado de la especie humana, como patrimonio de la humanidad21. Haciendo referencia, entonces, a la construcción de una nueva serie de derechos humanos, a partir de éste, donde se vislumbra, por ejemplo: 1. Derecho al empleo de técnicas de reproducción asistida, con finalidad terapéutica, 2. Derecho a la no discriminación por el material genético, 3. Derecho a la individualidad y a la diferencia genética, 4. Prohibición de beneficios pecuniarios frente al genoma humano en su estado natural, 5. Prohibición de la eliminación de la variedad genética de la humanidad, 6. Derecho a la emisión, valoración y vinculación del consentimiento informado 22. Desde esta perspectiva, el reconocimiento de estos derechos permitiría no sólo una congruencia real con la protección del bien jurídico sino además, una propensión a evitar situaciones y/o formas de exclusión por razón del material genético, ocasionadas, en primera medida, por la generación de medidas eugenésicas intolerables dentro del marco de aquello que Jürgen Habermas, ha denominado el consenso producto de la acción comunicativa (Habermas: 2001). Asevera Habermas que “la manipulación de los genes afecta cuestiones de identidad de la especie, y la autocomprensión del ser humano como pertenecientes a una especie” (Habermas: 2001; 37); es, de esta manera, que esta actividad no sólo puede llegar a postular un problema meramente genotipo y fenotipo, sino, además, de consenso social, donde el concepto de inclusión y exclusión se remitiría al ideal que puede ser construido, materializado artificialmente de ser humano. Congruente de esta forma con la Declaración Universal sobre el Genoma Humano y los Derechos de la Personar Humana, proferida por la UNESCO en el año de 1998. Véase, por ejemplo: <http://www.juridicas. unam.mx/publica/librev/rev/derhum/cont/45/pr/pr29.pdf> Acesso em: 06 jul. 2010. 22 Derechos en buena parte reconocidos por el llamado soft law. 21 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 131-158, jan./jun. 2011. 145 No obstante, cercenar cualquier tipo de intervención o manipulación que pueda ostentar un carácter de germinal, es decir, que la misma sea transmisible a las futuras generaciones puede obedecer, igualmente, una política de Estado que limite de modo innecesario el desarrollo de la persona, e incluso, vulnere la posibilidad de ofrecer condiciones mínimas para el perfeccionamiento de un futuro plan de vida, que, en otros términos, no es nada distinto a la transgresión de la dignidad humana. La negación absoluta de la intervención genética, existiendo la posibilidad de ejercerla como medio terapéutico, exhibe al ser humano como un medio para la conservación de la especie, y deniega al individuo, particularmente considerado, como un fin en sí mismo. Es bajo el parámetro anterior, que se justifica la intervención terapéutica, de carácter somático y germinal, en el material genético de las personas en aquél tipo de enfermedades o padecimientos considerados consensualmente como intolerables para el ser humano, pese a que la eliminación de las mismas demande alteración trasmisible hereditariamente23. Pero la alteración sin las justificaciones conducentes, pone en riesgo el genoma humano como patrimonio de la humanidad. Por lo cual, es necesario establecer la viabilidad sobre la intervención del derecho penal en el presente caso, con el fin de proteger y garantizar los bienes jurídicos de mayor relevancia, de aquellas ofensas de mayor gravedad. 4 UTILIDAD DE LA INTERVENCIÓN PENAL, EN EL CONTEXTO COLOMBIANO El carácter fragmentario y subsidiario del ius puniendi, rememora que aquel control social que se ejerce por medio de las normas sancionatorias de carácter penal, sólo puede resultar como última ratio; dado que la pena, como sanción impuesta por el ordenamiento jurídico penal, no puede ser una panacea para los males sociales, sino que debe representar la existencia de un caso extremo, donde exista un verdadero estado de necesidad social, que amerite la imposición del poder punitivo24. Con todo, el riesgo que corre el Estado al avalar el fenómeno descrito está realmente referido a la garantía del acceso de un servicio de interés general. La negación o la imposibilidad de una cobertura a la demanda del mismo, genera, de tal forma, volver la intervención genética, incluso en casos necesarios, en un bien de consumo, que a la postre pone barreras sociales discriminatorias de inclusión y exclusión: aquellos que se les habilita, por condiciones especiales, a perfeccionar por razones terapéuticas su material genético y aquellos que no pueden hacerlo pese a la existencia de circunstancias y condiciones de necesidad como los anteriores. 24 Hoy por hoy, la misión del derecho penal es mucho más modesta y terrenal a aquella que se pretendían en épocas anteriores; es simplemente la de reforzar el control social de ciertas conductas externas reputadas como lesivas, de modo intolerable, de los bienes jurídicos fundamentales o de las condiciones mínimas de la existencia o persistencia del sistema social. (Fernández Carrasquilla: 1995; 85). 23 146 FAE Centro Universitário Bien lo dice el profesor Fernández Carrasquilla: Por consiguiente, antes de actuar la pena criminal debe el Estado agotar los demás recursos políticos y socioeconómicos de que dispone para la solución de los conflictos sociales y la estabilización de la Instituciones indispensables para la convivencia pacífica (subsidiaridad material o socio-política). Es claro: la pena criminal no es indispensable socialmente –ni desde el punto de vista democrático está justificada- cuando el conflicto puede resolverse o la protección otorgarse por medios menos drásticos, sean estos de índole jurídica o socio-política. Acudir al derecho penal sin agotar los otros recursos estatales muestra una tendencia facilista y simplista al exceso de derecho penal en una comunidad determinada. (Fernández Carrasquilla: 1994; 47-48). Las manifestaciones efectuadas al interior de la presente exposición indican, sin lugar a dudas, la relevancia del bien jurídico que se procurar proteger: el genoma humano como patrimonio de la humanidad25. Sin embargo, queda restando el cuestionamiento que se involucra con la valoración, si aquellas conductas descritas en el tipo penal pueden ser observadas como las más graves contra dichos bienes, y suponen que los restantes medios o recursos jurídicos son insuficientes para la protección de éste. Frente a la manifestación de la gravedad de las conductas tipificadas, se puede asegurar que son equivalentes o equiparables a las consignaciones que realizan las diferentes legislaciones penales26, y normas de índole internacional27. Todas y cada una de ellas, afines con la intención de materializar una función de carácter preventivo del poder sancionatorio a ejercer. La satisfacción de la función preventiva que se le ha atribuido al derecho penal y a la pena, se ha puesto entre dicho de manera constante, bajo el carácter meramente reaccionario del Derecho Penal: Es un derecho que llega cuando el daño está hecho, y la Sin que la determinación del bien jurídico tutelado termine siendo criticado, en ocasión que no es el mismo que se declara en las legislaciones penales. Además, de su carácter difuso. 26 Ejemplo de tal afirmación se encuentra en el Código Penal Español, que consagra en su Libro II, Título V los Delitos Relativos a la Manipulación Genética, artículo 159 y siguientes. Asimismo, puede observarse el Código Penal Peruano, y las legislaciones especiales de Alemania, Italia, Canadá, entre otros. 27 Se encuentran, entre otras, con: Convenio para la protección de los Derechos Humanos y la dignidad del ser humano con respecto a las aplicaciones de la Biología y la Medicina. Convenio relativo a los Derechos Humanos y la Biomedicina. (4 de abril de 1997), Protocolo Adicional al Convenio para la Protección de los Derechos Humanos y la Dignidad del Ser Humano con respecto a las Aplicaciones de la Biología y la Medicina, por el que se Prohíbe la Clonación de Seres Humanos (7 de enero de 2000), Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Generaciones Futuras (26 de febrero de 1994), Declaración Universal sobre el Genoma Humano y los Derechos de la Persona Humana (11 de noviembre de 1997) y Declaración Bioética de Gijón (2000). 25 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 131-158, jan./jun. 2011. 147 salvaguarda del bien jurídico no puede ser garantizada, sino que “legitima” el cumplimiento de fenómenos de violencia del sistema sobre la porción de la sociedad que ha sido declarada objeto de persecución del poder punitivo. Con todo, personajes como el profesor Carlos Santiago Nino defiende esa función preventiva del derecho penal, en los siguientes términos: [..] creo que muchos de nosotros percibimos que la amenaza de pena es efectiva en muchos casos para prevenir la comisión de actos dañosos (sin ir más lejos, pensemos, por ejemplo, cómo se han limpiado últimamente las calles de Buenos Aires de autos mal estacionados ante la amenaza combinada de la grúa y el “cepo”). Me parece que muchos de nosotros no estaríamos muy tranquilos si se indultaran, por ejemplo, a todos quienes cometieran homicidios, tormentos, secuestros, atentados, violaciones, y se anunciara que en el futuro no se aplicará por esos hechos ninguna medida coercitiva y se permitirá que sus autores sigan desarrollando su vida normal. Por cierto que puede discutirse qué clases de actos las penas pueden y deben prevenir, pero parece no caber dudas que algunos actos deben y pueden ser disuadidos mediante algún tipo de penas por actos similares. Por ejemplo, no creo que el profesor Zaffaroni se oponga a que los responsables del terrorismo de estado durante la última dictadura militar hayan sido objeto de sanciones penales. Dado que coincidimos en los argumentos en contra del retributivismo, supongo que si el autor avalara esa punición lo haría porque supone que ella tiene algún poder preventivo de situaciones similares que podrían producirse en el futuro. Una vez que se admite la eficacia del sistema penal para prevenir ciertos daños, debe extenderse la misma conclusión a casos similares. Y una vez que se acepta que hay algunos efectos socialmente beneficiosos de la existencia de un sistema penal, debe demostrarse que esos efectos beneficiosos no permiten legitimar al sistema si es que sus consecuencias deletéreas fueran contenidas o atenuadas28. Pese a la consideración de la posibilidad de generar un carácter preventivo mediante la formulación de tipos penales, la efectividad de dicho carácter se condiciona, realmente, no sólo por la idoneidad del bien jurídico, sino por la técnica legislativa que se emplea para la redacción de la conducta tipificada, con el fin de que sea verdaderamente aplicable. En este sentido, el examen de las formulaciones legislativas contenidas en el acápite de Manipulación Genética, dentro del CPC, arroja como resultado que las mismas figuran como construcciones que padecen de una carencia estructuración de acuerdo con las exigencias de la filosofía liberal del derecho penal, respecto al principio de legalidad y de lesividad. NINO, Carlos. Debate entre Carlos Nino y Eugenio Zaffaroni: apertura de Carlos Nino. Disponível em: < http://www.stafforini.com/nino/zaffaroni1.ht^> Acesso em: 08 jul. 2010. Parece congruente también, poner de presente la respuesta del profesor Zaffaroni a Nino: En cuanto al genocidio, creo que nadie afirma seriamente que si Europa no sigue hoy a otro Führer es debido al efecto preventivo general de Nürnberg. Me parece que la cuestión es otra: cuando nos hallamos frente a conflictos tan aberrantes que por su magnitud y brutalidad no tienen solución ¿quién puede reprochar que se inflija un dolor a los pocos causantes que se ponen al alcance del reducido poder punitivo? ZAFFARONI, Eugenio. Debate entre Carlos Nino y Eugenio Zaffaroni; réplica de Eugenio Zaffaroni. Disponível em: <: http://www.stafforini.com/nino/zaffaroni2.htm> Acesso em: 08 jul. 2010. 28 148 FAE Centro Universitário Se aprecian, de manera general, inconvenientes en aspectos como los siguientes: 1. Determinación del Bien Jurídico Tutelable: Tal como se afirmó con anterioridad, existe una notoria carencia de congruencia con el bien jurídico presuntamente protegido, y aquél que es determinable. Fenómenos, por ejemplo, como la clonación realmente no atenta contra la vida humana sino la materializa en el desarrollo de un ser con idéntico material genético, postula la ausencia de correspondencia del bien jurídico que se protege y aquel predicado. 2. Titularidad del Bien Jurídico: implica la necesidad de formular con exactitud y precisión la titularidad individual o colectiva del bien que está siendo protegido, que dentro de las tipificaciones no parece claramente definido. 3. Univocidad de elementos descriptivos del tipo: hace relación a la necesidad de minuciosidad en la redacción o determinación de elementos propios del tipo, tal como el objeto material donde recae la acción y acciones formuladas. En este sentido, las determinaciones que efectúan los tipos penales en el ámbito colombiano emplean términos que pueden ser problemáticos y carentes de una univocidad; ejemplo de ellos es el empleo del vocablo “embrión” que puede llevar a la exclusión de las prácticas sobre preembriones – si es que se reconoce la pertinencia del término -, de los productos de la clonación terapéutica - donde no se requiere la unión de los gametos -, entre otras. Indefiniciones que pueden ser solventadas con remisiones a normatividad especializada que complete la vaguedad del tipo penal, y de tal forma no volver absolutamente casuística la descripción típica. Con todo, en la actualidad no se da de presente. Las anteriores falencias, se conjugan con la imposibilidad de generación de buena parte de las conductas descritas en el tipo penal. Las tipificaciones, si bien deben ser posibles de ser efectuadas, parece evidente que en el contexto nacional se presentan impedimentos técnicos y tecnológicos para la realización de los procesos o conductas formuladas, en los tipos estudiados. La imposición de una sanción por la presencia de las conductas típicas, antijurídicas y culpables descritas, es una mera utopía: A la fecha no existen registro de imposición de sanciones penales frente a los tipos objeto de revisión. En este sentido, la tipificación carece de nivel preventivo y no ostenta idoneidad, al tiempo que el derecho penal pasa a tener una mera eficacia simbólica. Que las leyes, especialmente las penales, están vinculadas de una u otra forma a efectos simbólicos, no es en principio ningún reproche, sino que cuando menos de acuerdo a la opinión contemporánea es una simple obviedad. Las justificaciones para ello son múltiples y -cuando menos en una primera aproximación- ampliamente discutidas (Hassemer: 1995). Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 131-158, jan./jun. 2011. 149 Siguiendo a Hassemer, establece una clasificación de los efectos simbólicos del derecho penal así: En la literatura se puede encontrar ya una clasificación plausible de diversas formas simbólicas de Derecho: -Leyes de declaración de valores (Ejemplo: Aborto, entre la exigencia moral de la mujer a su determinación y descendencia por un lado y la confirmación de la prohibición de matar por otro lado); -Leyes con carácter de apelación (moral) (Ejemplo: Derecho penal del medio ambiente con el objeto de dotar de conciencia ecológica a las personas que ocupan posiciones relevantes -StGB-); -Respuestas sustitutorias del legislador: Leyes que sirven de coartada, leyes de crisis (Ejemplo: Leyes en contra del terrorismo con el objeto de por lo menos tranquilizar el miedo y las protestas públicas); -Leyes de compromiso (Ejemplo: cláusulas penales generales, las que si bien son poco decisorias siempre tiene un núcleo central para satisfacer la “necesidad de actuar”). (Hassemer: 1995). Desde la anterior perspectiva, se cuenta en el CPC una mera tipificación con carácter de apelación moral, donde se pretende reproducir un consenso global sobre los peligros y la resistencia a actividades que conlleven la manipulación genética, especialmente sobre seres humanos. Con todo, existe un convencimiento, de este modo, en que no es el Derecho Penal, el propicio ni es útil para el establecimiento de dicho requerimiento, dado que la pena criminal solo puede ser utilizada en subsidio de otros recursos jurídicos, o en mejor término en ausencia de ellos, o cuando los medios de control existentes resulten insuficientes. La implementación tal como se ha efectuado a administrativizado el derecho penal, atribuyendo cargas no sostenibles ni justificables, ni siquiera con el presunto carácter predictivo que se le puede imputar respecto a penalizar actividades que se podrían generar en un futro mediato. No es trabajo del derecho penal jugar a la futurología, sino se debe reducir a la protección de bienes jurídicos. La no penalización de ciertas conductas, no niega la importancia del bien jurídico ni tampoco la reprochabilidad consensual que se le puede ofrecer, pero cuando éstas no conducen a una realidad fáctica y comprensible se cae nuevamente en la visualización equivocada de un derecho penal salvador, que todo lo puede, y que no es una razón final, sino la solución más sencilla a la imposibilidad del Estado de resolver por otros medios. 150 FAE Centro Universitário Lamentablemente, el Derecho Penal nada resuelve y nada ha logrado: ¿Cómo voy a salvar la Amazonía? ¿Con el Código Penal? ¡No! Eso es absurdo. Con el Código Penal no puedo resolver nada. ¿Qué resolvió el hombre en la historia con el Código Penal? Emergencias. Las brujas, los herejes, la tuberculosis, la sífilis, la droga ¿Resolvió alguna cosa? No resolvió nada, absolutamente nada. Algunas se resolvieron por sí mismas, el tiempo las disolvió. Otras fueron resueltas por otros medios, la tuberculosis por la citomicina, la sífilis por la penicilina, los herejes ya no son problema, la droga no la resolvió nadie. Pero el Código Penal, la ley penal, la Inquisición, no resolvieron nada29. CONCLUSIÓN El auge que ha sostenido la investigación genética en los últimos años, ha puesto de presente la posibilidad que la determinación fenotípica y genotípica no sea una mera cuestión de azar, entre las variables que limitaban dos entes que ofrecen los gametos. Hoy por hoy, incluso, es verosímil omitir, en los casos que eran necesarios, el empleo de los gametos para la reproducción y la generación de seres vivos. La formación de dicientes herramientas para la investigación relacionada con la biomedicina, genética clínica, patogenia y el diagnóstico, tratamiento de enfermedades hereditarias, han puesto de presente nuevos campos científicos, que se encaminan a cambiar la percepción que se había tenido de la especie humana: Existe un camino dirigido hacia la viabilidad de intervenciones y manipulaciones en la información genética que exhibe, claramente, la opción de un determinismo artificialmente generado por decisiones autónomas que marcan el plan de vida de un tercero. Además de ello, es posible avizorar el reconocimiento de riesgos como la creación de nuevos parámetros de exclusión social, a través de la información genética: con quienes contratar laboralmente, a quienes asegurar según su propensión a ciertas enfermedades y capacidades, e incluso, quienes son aptos de acuerdo a la idoneidad construida por la manipulación. Sin embargo, se debe declarar que los riesgos ofrecidos por los nuevos hallazgos y avances, distan de ser per se “malos”, sino es la ausencia de una regulación eficaz la que puede ocasionar la apertura a potencializar los efectos nocivos socialmente. ZAFFARONI, Eugenio Raúl. La Función reductora del derecho penal ante un estado de derecho amenazado (O la lógica del carnicero responsable). Disponível em:< http://www.carlosparma.com.ar/ index.php?option=com_content&view=article&id=62:la-funcion-reductora-del-derecho-penal-ante-unestado-de-derecho-amenazado-&catid=39:parte-general&Itemid=27> Acesso em: 09 jul. 2010. 29 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 131-158, jan./jun. 2011. 151 En consecuencia, se ha reconocido el requerimiento de establecer y postular nuevos parámetros médicos no contingentes que deben ser tenidos en cuenta en la formulación de políticas y normatividad regulante en el tema de la manipulación genética. En el camino de ello, se empiezan a advertir las regulaciones internacionales y nacionales sobre la temática, que en algunos casos exhiben la ausencia de experiencia y de un marco interdisciplinar que consiga efectos reales en la protección del genoma humano como patrimonio de la humanidad. El presente artículo, ha expuesto cómo en el ámbito colombiano, de manera coincidente que buena parte de las otras legislaciones nacionales, la protección ha caído en el ámbito del Derecho Penal, como mecanismo de control social. Pero su efectividad, irreal como puede catalogarse, no ha dado un estándar necesario y lejos está de hacerlo. No es el fenómeno de la inclusión en un tipo de legislación especial lo que evitará las conductas contrarias al derecho, sino la posibilidad de hacerse cumplir la misma, y de ello dista totalmente la regulación penal colombiana, con lo cual pueden especificarse tres conclusiones de relevancia: 1.La preeminencia del genoma humano como bien jurídico y su protección, dentro del marco de ser el fundamento individual y colectivo del desarrollo de los derechos humanos que han sido aceptados históricamente, y aquellos que se han puesto de presente con los avances actuales. 2. El camino extenso, en términos discursivos y de construcción de consenso, que resta para que se otorgue la aceptación a la intervención genética, sin que ello pueda convertirse en una forma más de exclusión de los seres humanos, dentro del conglomerado social. 3. Parafraseando al maestro Zaffaroni, sobre la utilidad del derecho penal, en lo que se coincide en el caso expuesto, es tan insuficiente, como cuando un carnicero habla de medicina, de viajes o asuntos tributarios. 152 FAE Centro Universitário REFERÊNCIAS BARBERINI J., Steven Roger Entrevista sobre actualidad de la investigación genética humana. (Fecha de realización: 20, may 2008). Texto sin publicación. CANCINO MORENO, Antonio José. Genética y derecho penal. Bogotá, D.C.: Universidad Externado de Colombia y Academia Colombiana de la Abogacía, 2005. CÓRDOBA TRIVIÑO, Jaime. La manipulación genética y las nuevas tecnologías de Investigación Científicas. In: LÓPEZ DÍAZ, Claudia (Comp.). Comentarios a los códigos penal y de procedimiento penal. Bogotá, D.C.: Universidad Externado de Colombia, 2002. p.179-200. FERNÁNDEZ CARRASQUILLA, Juan Concepto y límite del derecho penal. 2. ed. Bogotá; D.C.: Temis , 1994. __________. 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THE IMPACT OF INTERNATIONAL NORMS CONCERNING THE DELIMITATION OF THE LEGAL INTEREST PROTECTED IN CRIMES RELATED TO CHILD PORNOGRAPHY. Alexandre Ramalho de Farias** RESUMO O presente artigo parte do Direito penal na sociedade atual e analisa de forma crítica alguns diplomas internacionais de proteção à infância e juventude, especialmente a delimitação do bem jurídico tutelado em alguns delitos relativos à pornografia infantil. Palavras-chave: Direito penal; sociedade pós-moderna; diplomas internacionais; cibercrimes; pornografia infantil e bem jurídico. ABSTRACT This article concerns criminal law in modern society and critically analyzes some international instruments of children and youth protection, especially the influence on the delimitation of the legal interest in certain offenses related to child pornography. Keywords: Criminal law; postmodern society, international instruments, cybercrime, child pornography and legal interest. * Trabalho apresentado parcialmente como requisito à obtenção do Título de Mestre em Criminologia e Ciências Forenses da Universidade Pablo de Olavide, Sevilha, Espanha, em 2010. **Alexandre Ramalho de Farias, Mestre em Direito Econômico e Social, do Programa de Pós-Graduação em Direito, Setor de Ciências Jurídicas e Sociais da Pontifícia Universidade Católica do Paraná. Mestre em Criminologia e Ciências Forenses pela Universidade Pablo de Olavide/ES, Promotor de Justiça do Estado do Paraná e Professor da FEMPAR – Escola Superior do Ministério Público do Estado do Paraná. Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 159-194, jan./jun. 2011. 159 1INTRODUÇÃO A sociedade atual está marcada pela transformação industrial, pelo comércio mundial e ambos pela velocidade de suas mudanças motivados por uma busca incessante de competitividade e de lucro. Diariamente há decisões de abertura e fechamento de empresas que mudam de cidades e países, motivadas por razões de mercado; como também aquisições e fusões de empresas; novos produtos que substituem outros que haviam sido recém lançados. Esta sociedade globalizada1 é marcada pela relativização das fronteiras espaçotemporais e pelo desenvolvimento de novas tecnologias, avanços científicos e tecnológicos alcançados que a juízo de alguns vêm acompanhados de grandes riscos, como os que derivam da energia nuclear ou das contaminações do meio ambiente, entre outras, e que tem levado nossa sociedade a ser qualificada como uma sociedade de risco2. Têm sido precisamente estas mudanças sociais e, sobretudo, os novos riscos originados em decorrência que manifestam, segundo a opinião de alguns autores, a necessidade de transição do Direito penal tradicional, com a clássica proteção de bens jurídico-individuais há um ‘moderno Direito penal’, caracterizado pela proteção de bens jurídicos coletivos3. Mas o ‘moderno Direito penal’ também se caracteriza por sua expansão4, por uma ‘deliberada política de ‘criminalização’, com reflexos em frequentes e parciais reformas na parte especial do Código Penal, que aumentam o marco penal nos delitos clássicos, utilizando a técnica dos delitos de perigo abstrato, reconhecendo a responsabilidade da BECK, Ulrich.¿Qué es la globalización? Barcelona: Paidós Ibérica, 2007. p. 17 y ss. BECK, Ulrich. La sociedad del riesgo. Barcelona: Paidós Ibérica, 2002. 3 GRACIA MARTÍN, L. afirma que “O próprio surgimento da sociedade de risco não deixa de ser causa da expansão do Direito penal, tanto pela evolução das atividades produtivas que acaba por marginalizar certa parcela da população (criminalidade comum), quanto pelo progresso técnico que desenvolve novas formas de criminalidade organizada (criminalidade econômica, ‘ciberdelinquência’, etc.). Ainda, também a complexidade da sociedade com vários fatores de delinquência (desemprego crescente, correntes migratórias, etc.). Neste contexto, a tipificação de condutas através de delitos de lesão se tornou insuficiente, exigindo o surgimento de novos tipos penais, como os de perigo”. In: DIEZ RIPOLLÉS, José Luis et al. (Ed.) La ciencia del derecho penal ante el nuevo siglo. Libro en homenaje al Profesor Doctor Don José Cerezo Mir. Madrid: Tecnos, 2002. p. 359. Vide também neste sentido MENDOZA BUERGO, Blanca. El Derecho penal en la sociedad del riesgo. Madrid: Civitas, 2001. p. 68 y ss. E com uma postura crítica ao moderno Direito penal, vide HASSEMER, Winfried.Persona, mundo y responsabilidad: bases para una teoría de la imputación en derecho penal. Valencia Tiirant lo Blanch, 1999. p. 39-76. 4 Ainda que a doutrina de forma unânime faça a defesa do princípio da intervenção mínima do Direito penal, como ultima ratio, na prática, o que se observa é uma expansão do Direito penal, agora um Direito penal moderno, caracterizado pela “criação de novos bens jurídico-penais, ampliação dos espaços de risco jurídico-penalmente relevantes, flexibilização das regras de imputação e relativização dos princípios políticocriminais de garantia...”, conforme SILVA SÁNCHEZ, J. M., La expansión del derecho penal: aspectos de la política criminal en las sociedades postindustriales. 2. ed., rev. y ampl.. Madrid: Civitas, 2001. p. 20. 1 2 160 FAE Centro Universitário pessoa jurídica, gerando profundas alterações no processo penal5 e agravando as condições de execução penal6. Dentro deste processo expansivo relacionado com as modernas tecnologias, que tem dado lugar a muitos novos delitos, não tardaram em aparecer novas formas de criminalidade e também modernizar antigas práticas delitivas, como os referidos delitos informáticos ou cibercrimes7, destacando entre outras condutas, (a) os acessos não autorizados a bases de dados ou sistema informáticos alheios (‘hacking’), com ações destrutivas (‘cyberpunk’) ou intromissão branca; (b) a vulneração de software cometendo condutas de reprodução e intercâmbio de obras de criação intelectual, com infrações aos direitos de autor – pirataria informática (‘cracker’); (c) a invasão da vida privada de maneira insidiosa, por programas rastreadores ou ‘sniffers’; (d) a possibilidade de introduzir informação (dados, imagens, voz e sons), como na prática de delitos contra a honra e a intimidade8. Agora, entre todos os delitos informáticos, é certo que os referentes à pornografia infantil têm posição destacada, por sua habitualidade e também pela importância dos bens jurídicos ameaçados9. Sem embargo, não é menos certo que o tema põe em relevo diversas GOMES, L. F., Globalización y derecho penal. In: DIEZ RIPOLLÉS, José Luia et al. (Ed.) La ciencia del derecho penal ante el nuevo siglo. Libro en homenaje al Profesor Doctor Don José Cerezo Mir. Madrid: Tecnos, 2002. p. 331 sss. 6 Vide como posturas críticas e acertadas à posição de expansão do Direito penal e do Direito penal de duas velocidades de SILVA SÁNCHEZ; GRÁCIA MARTÍN, Luis. Prolegómenos para la lucha por la modernización y expansión del derecho penal y para la crítica del discurso de resistencia. Valencia: Tirant lo Blanch, 2003 e RAMOS VÁZQUEZ, José Antonio. Del otro lado del espejo: reflexiones desordenadas acerca del derecho penal en la sociedad actual. In: FARALDO CABANA, Patricia (Dir.) Nuevos retos del d penal en la era de la globalización. Valencia: Tirabt lo Blanch, 2004. p. 66 e ss. 7 ROMEO CASABONA, Carlos María (Coord.). El cibercrimen: nuevos retos jurídico-penales, nuevas respuestas político-criminales. Granada: Comares, 2006. Faz a diferenciação, sendo que “os primeiros estariam caracterizados por ser perpetrados em torno de sistemas informáticos, nos quais a rede, ao ser utilizada, tem em geral uma relevância limitada ou secundária para as características da conduta delitiva (é mais frequente que se trate então de redes fechadas ou de acesso restrito). Enquanto que os segundos girariam em torno a redes telemáticas (abertas, fechadas ou de acesso restrito), sendo nestes casos os sistemas informáticos mais instrumentais ou secundários para a comissão do delito. (…) poderia sustentar-se que os ciberdelitos, ainda que coexistam no tempo com os chamados delito informáticos, configuram uma geração posterior (…)”. P. 09/10. 8 Vide MORÓN LERMA, E. Internet y derecho penal: ‘hacking’ y otras conductas ilícitas en la red. Pamplona: Aranzadi, 2002. p. 32 e seguintes e também ROMEO CASABONA, Carlos María. Obra citada. p. 1-2. 9 MARCOS MARTÍN, Teresa, afirma que “O tráfico de crianças para a prostituição, pornografia e sua difusão em Internet constitui, segundo estudos na matéria, o terceiro mercado ilegal mais importante do mundo, precedido somente pelo tráfico de drogas e de armas”. Em: Pornografía infantil en Internet: los derechos del niño y su protección internacional.In: VILLAGRASA ALCAIDE, Carlos; RAVETLLAT BALLESTÉ, Isaac (Coord.). Los derechos de la infancia y de la adolescencia. 1. ed. Barcelona: Ariel, 2006, p 317-334. 5 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 159-194, jan./jun. 2011. 161 questões de difícil enfrentamento e harmonização como o conceito de pornografia infantil, a idade para considerar-se como vítima do delito ou a própria configuração típica dos delitos que supostamente protegem os menores; temas que se buscará aclarar, partindo de uma análise crítica das normativas internacionais que tem dado lugar as últimas reformas relativas ao tema, até chegar ao estudo concreto de alguns sistemas como o Direito penal espanhol, especialmente dos tipos penais referidos à pornografia infantil, o que servirá para determinar os verdadeiros bens jurídicos protegidos. 2 NORMATIVAS INTERNACIONAIS A seguir, serão analisadas as normativas internacionais relativas à pornografia infantil, especialmente suas questões fundamentais. 2.1 Aproximação: as primeiras normas internacionais protetoras dos direitos dos menores de idade O caminho foi longo desde que Eglantyne Jebb, fundadora da Save the Children Fund, 1919) e a União Internacional de Auxílio à Criança (Genebra, 1920), tiveram a ideia de formular a Declaração dos Direitos da Criança, sendo que o desenvolvimento até chegar ao estágio atual dos documentos internacionais relativos à proteção das crianças merece registro. Uma primeira versão da Declaração de Direitos da Criança, realizada em Genebra, em 1924, ditou como princípios básicos a favor das crianças em desenvolvimento, atenção, ajuda, formação e educação. Posteriormente, em 1959, acrescentaram os princípios da proteção, tratamento e unidade familiar10. A Declaração Universal de Direitos Humanos, de 10 de dezembro de 1948, ainda que de forma bastante tímida, no artigo 25.2, dispõe que “a maternidade e a infância têm direito a cuidados e assistências especiais. Todos as crianças, nascidas no matrimônio ou fora do matrimônio, têm direito a cuidados e assistências especiais”11 MORILLAS FERNÁNDEZ, David Lorenzo. Análisis dogmático y criminológico de los delitos de pornografía infantil: especial consideración de las modalidades comisivas relacionadas con internet. Madrid: Dykinson, 2005. p. 31. 11 Disponível em: <http://www.un.org/es/documents/udhr/ >. Acesso em 09 maio 2010. 10 162 FAE Centro Universitário Conectado com os direitos das crianças, se encontra o tema da exploração sexual infantil como complexo problema mundial, pois como destacou a Declaração do primeiro Congresso Mundial sobre o tema, realizado em Estocolmo (1996), não tem somente como causa a pobreza, senão questões sociais variadas e complexas como “disparidades econômicas, as estruturas socioeconômicas injustas, a desintegração familiar, a carência de educação, o crescente consumismo, a migração rural-urbana, a discriminação de gênero, a conduta sexual masculina irresponsável e as práticas tradicionais nocivas e o tráfico de crianças”12. Após o surgimento de alguns documentos importantes como o Pacto Internacional de Direitos Civis e Políticos, de 1966, que alude ao tema, há que colocar de relevo como documento geral de grande importância a Convenção dos Direitos das Crianças, de 20 de novembro de 198913, que outorga uma série de direitos como os de igualdade (art. 2), interesse superior (art. 3.1), bem-estar (art. 3.2), a vida (art. 6), nome e nacionalidade (art. 7), unidade familiar (art. 9), liberdade física, de expressão, pensamento, consciência e religião (art. 11 a 14), saúde (art. 24), educação (art. 28), proteção contra a exploração laboral, sexual ou de qualquer outra forma (artigos 32 e seguintes) e, que, posteriormente, serviu de texto base para a legislação de muitos países14. 2.2 A CONVENÇÃO SOBRE OS DIREITOS DAS CRIANÇAS Ainda que no âmbito das Nações Unidas, merece especial atenção a aprovação pela Assembleia Geral, dos protocolos facultativos da Convenção sobre Direitos das Crianças, relativos à participação de crianças em conflitos armados e a venda de crianças, a prostituição infantil e a utilização de crianças em pornografia (A/54/263), assim como o Anexo II do citado protocolo, especialmente porque nele se encontra a primeira definição normativa de pornografia infantil como “toda representação, por qualquer meio, de uma criança dedicada a atividades sexuais explícitas, reais ou simuladas, ou toda representação das partes genitais de uma criança com fins primordialmente sexuais”. Disponível em: <http://www.iin.oea.org/iin/Pdf/exp_sexual/Declaracion%20Estocolmo96.pdf>. Acesso em: 10 maio 2010. 13 Disponível em: <http://www.unicef.es/derechos/docs/CDN_06.pdf>. Acesso em 09 maio 2010. No I Congresso Mundial contra a exploração comercial sexual de crianças, em Estocolmo, no ano de 1996, já eram 187 os países signatários. 14 Como por exemplo a Lei Federal brasileira n. 8.069/90 – “Estatuto da Criança e do Adolescente”. 12 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 159-194, jan./jun. 2011. 163 O conceito é amplo por compreender atividades sexuais explícitas de uma criança, não somente reais, senão também simuladas, assim como toda representação das partes genitais, ainda que esta modalidade seja limitada por uma exigência de natureza subjetiva, ou seja, a finalidade primordialmente sexual, com o que se exclui aquelas de caráter cultural, artístico ou técnico-informativas15. Ademais, assinala o Anexo II que todo Estado parte deverá tipificar em sua legislação penal “a proteção, distribuição, divulgação, importação, exportação, oferta, venda, ou posse, com os fins antes assinalados de pornografia infantil, no sentido que define o artigo 2º”, como também a tentativa, cumplicidade ou participação naqueles atos, com penas proporcionais a sua gravidade e a responsabilidade das pessoas jurídicas16. O Anexo II do protocolo facultativo da Convenção sobre Direitos da Criança segue buscando abarcar todas as possibilidades fáticas com uma pluralidade de condutas típicas e, inclusive, a de mera possessão quando se realize com fins de distribuição, divulgação, exportação, oferta ou venda. A referida norma da Assembleia Geral das Nações Unidas (Resolução n. 44/25), como também os dois primeiros congressos mundiais contra a exploração sexual comercial de crianças, realizados, respectivamente, em Estocolmo17 (agosto de 1996) e Yokohama (dezembro de 2001), parece que impulsionaram o Parlamento Europeu a desenvolver uma série de documentos (resoluções, protocolos facultativos, propostas de Decisão Marco, ditames e recomendações)18 que culminaram no Convênio Europeu sobre Delitos Informáticos – Budapeste, 23 de novembro de 200119. Vide neste sentido MORILLAS FERNÁNDEZ, David Lorenzo. Op. cit. p7. Disponível em:< http://ods-dds-ny.un.org/doc/UNDOC/GEN/N00/625/70/PDF/N0062570. pdf?OpenElement>. Acesso em: 09 maio2010. 17 Os representantes de governo de 122 países declararam o compromisso em desenvolver, reforçar e aplicar medidas legais nacionais para estabelecer a responsabilidade criminal dos provedores de serviço, clientes e intermediários na prostituição, tráfico e pornografia infantil, incluía a posse de material pornográfico infantil. Disponível em: <http://www.iin.oea.org/iin/Pdf/exp_sexual/Declaracion%20Estocolmo96.pdf>. Acesso em:10 maio 2010. 18 Para uma análise bastante detalhada do histórico de diplomas europeu no tema, vide MORILLAS FERNÁNDEZ, David Lorenzo. Op cit. p. 33 ss. 19 Disponível em:<http://www.coe.int/t/dghl/cooperation/economiccrime/cybercrime/Documents/ Convention%20and%20protocol/ETS_185_spanish.PDF>. Acesso em 09 maio 2010. 15 16 164 FAE Centro Universitário 2.3 Convênio Europeu sobre Delitos Informáticos E quanto aos objetivos do Convênio de Budapeste20, há que destacar... “Por outro lado, consiste em estabelecer a cooperação internacional para a prevenção e persecução dos delitos cometidos mediante ou através das redes e computadores. Por outro lado, estabelece um mandato as partes signatárias para desenvolver uma legislação nacional coerente entre todos eles e repressiva dos seguintes delitos: acesso ilegal, interpretação ilegal, interferência de dados, interferência de sistemas, mau uso dos próprios aparatos, modificação de dados, perda da propriedade por modificação ou interferência ilegítima de dados, pornografia infantil e delitos contra a propriedade intelectual”21. É de se destacar também que o Convênio tem mais força que uma simples recomendação, sobretudo quando, como acontece neste caso, o mesmo concreta um compromisso de harmonização das legislações de muitos países e não somente dos que pertencem ao Conselho Europeu, pois sua assinatura e ratificação restou aberta a países alheios ao bloco europeu, ainda que não estivessem inicialmente comprometidos com a normativa22. Especialmente com relação ao tema de pornografia infantil, o convênio estabelece que os Estados signatários deveriam adotar como infrações penais, em seu artigo 9º, as condutas de produção de pornografia infantil com a intenção de difundir-la através de sistemas informáticos; o oferecimento, a colocação à disposição, a difusão, a transmissão de pornografia infantil através de um sistema informático; o fato de procurar pornografia infantil através de um sistema informático; e a posse de pornografia infantil em um sistema informático ou em um meio de armazenamento de dados informáticos23. O Convênio busca uma alternativa para potencializar o Direito penal, pois, como advertiu ALBIN ESER, “o direito penal internacional de caráter tradicional não estava preparado para enfrentar os desafios que estabelecia a Internet e a facilidade que esta tem de saltar fronteiras, assim como a universalidade de seu alcance”. ESER, Albin. Hacia un derecho penal mundial. Granada: Comares, 2009.p. 74. También sobre el tema: VOGE, Joachim R. La internacionalización del derecho penal. Revista Penal, n. 22, p. 161-167,2008. 21 RODRÍGUEZ GÓMEZ, Carmen. Criminalidad y sistemas informáticos. In: DIEGO DÍAZ-SANTOS, Maria Rosario; FABIÁN CAPARRÓS, Eduardo (Coord.) El sistema penal frente a los retos de la nueva sociedad. Madrid: Colex, , 2003, p.153. 22 Conforme destaca MORALES GARCIA, Óscar. Apuntes de política criminal en el contexto tecnológico: una aproximación a la convención del Consejo de Europa sobre Cyber-crime.. Cuadernos de Derecho Judicial, Madrid, p. 18, 2002. Inclusive participaram na elaboração Estados Unidos, Canadá, Austrália e Japão. 23 Artigo 9º. Infrações relativas à pornografia infantil 1. Os Estados signatários adotarão as medidas legislativas ou de outro tipo que se estimem necessárias para prever como infração penal, conforme seu direito interno, as seguintes condutas quando estas sejam cometidas dolosamente e sem autorização: a. a produção de pornografia infantil com a intenção de difundi-la através de um sistema informático; b. o oferecimento ou disposição de pornografia infantil através de um sistema informático; c. a difusão ou a transmissão de pornografia infantil através de um sistema informático; o fato de procurar pornografia infantil através de um sistema informático; e. a posse de pornografia infantil em um sistema informático ou em um meio de armazenamento de dados informáticos. 20 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 159-194, jan./jun. 2011. 165 O Convênio de Budapeste, em relação à tipificação de condutas de pornografia infantil, seguiu o modelo amplo do protocolo das Nações Unidas, ainda que tenha adotado termos mais relacionados aos sistemas informáticos24. Esta regulação, de forma questionável, parece ter ido longe demais com a previsão do delito de mera procura e de posse de pornografia infantil, porque resulta duvidosa que estas condutas demasiado adiantadas afetem realmente a liberdade ou indenidade como bem jurídico protegido. O Convênio continua ainda em sua parte inicial, estabelecendo um conceito de pornografia infantil como qualquer “material pornográfico que apresente de maneira visual a) um menor adotando um comportamento sexualmente explícito; b) uma pessoa que pareça com um menor adotando um comportamento sexualmente explícito; ou c) umas imagens reais que representem um menor adotando um comportamento sexualmente explícito”. Ainda que o Convênio de Budapeste tenha apresentado uma concepção de pornografia infantil – que era um dos objetivos mais importantes da pretendida harmonização-, parece pecar pelo excesso ao incluir a necessidade de tipificação penal da pornografia técnica (uma pessoa que parece com um menor, todavia, sem sê-lo, adotando um comportamento sexualmente explícito) e a pseudopornografia (umas imagens reais que representem um menor adotando um comportamento sexualmente explícito) porque também duvidosa a afetação ao bem jurídico protegido. Por outra parte, no item terceiro do mesmo artigo, o regulador europeu estabelece o limite de idade para considerar como menor e, por consequência, como pornografia infantil, até os dezoito anos, mas admite a controvérsia do tema ao permitir aos Estados signatários adotar uma reserva a respeito desta questão, estabelecendo como possível o limite alternativo de idade aos dezesseis anos25. Finalmente no item quarto, o caráter controvertido de alguns delitos como o de “procurar pornografia infantil através de um sistema informático”, da “possessão de pornografia infantil em um sistema informático ou em um meio de armazenamento de dados informáticos”, da “pornografia técnica” e da “pseudo-pornografia ou simulada”, parece que foi o que levou a estabelecer a faculdade aos legisladores dos Estados membros de que façam reserva, abrindo a possibilidade de não adoção total ou parcial da incriminação dos mesmos. Mudando por exemplo importação ou exportação por difusão ou a transmissão de pornografia infantil através de um sistema informático. 25 Mas como se advertirá a seguir, a Decisão Marco 2004 68 JAI do Conselho Europeu foi mais adiante, porque estabelece a regra aos dezoito e apesar de não haver feito reserva aos dezesseis anos como o Convênio de Budapeste, autoriza com menos si nos ordenamentos internos se permite manter relações sexuais em idade inferior aos 16 anos. 24 166 FAE Centro Universitário 2.4 Decisão Marco do Conselho Europeu – 2004/68/JAI Posteriormente, a Decisão Marco 2004/68/JAI do Conselho Europeu, de 22 de dezembro26, relativa à luta contra a exploração sexual de crianças e a pornografia infantil dispõe como pressuposto lógico das condutas delitivas, de alguns conceitos, considerando como criança a pessoa menor de dezoito anos, e pornografia infantil qualquer material pornográfico que descreva ou represente de maneira visual a uma criança real ou uma pessoa real que pareça ser uma criança, ou também imagens realistas de uma criança inexistente praticando ou participando de uma conduta sexualmente explícita, incluída a exibição lasciva dos genitais ou da zona púbica de uma criança27. Este preceito define o menor de idade na mesma linha do Convênio de Budapeste, como pessoa menor de dezoito anos, mas sem considerar a exceção até os dezesseis, senão outra muito maior como se analisará a seguir e delimita também a pornografia infantil, incluindo a pornografia técnica e a pseudopornografia. Também resulta interessante que na dita Decisão Marco se faça alusão e defina de forma específica os conceitos de sistema informático. Por outro lado, no artigo 3º, dispõe as condutas que os Estados membros adotarão como delitos relativos à pornografia infantil: “a) produção; b) distribuição, difusão ou transmissão; c) oferecimento ou ministrar; d) aquisição ou possessão de pornografia infantil”28. Se comparados os tipos penais previstos pelo Convênio de Budapeste, com os previstos na Decisão Marco, percebe-se que nesta última foi suprimida a conduta consistente em “procurar pornografia infantil através de um sistema informático”, porque, como destacado, parecia que adiantava em demasia a intervenção penal em relação ao bem jurídico ameaçado, uma vez que poderia castigar como delito de perigo também D i s p o n í v e l e m < h t t p : / / e u r - e x . e u r o p a . e u / L e x U r i S e r v / L e x U r i S e r v. d o ? u r i = C E L E X =CELEX:32004F0068:ES:HTML>. Acesso em 09 maio 2010 27 Artigo 1º. Definições: Para efeitos da presente Decisão marco, se entenderá por: a) criança, qualquer pessoa menor de 18 anos; b) pornografia infantil, qualquer material pornográfico que descreva ou represente de maneira visual: i) a uma criança real praticando ou participando em uma conduta sexualmente explícita, incluída a exibição lasciva dos genitais ou da zona púbica de uma criança, ou ii) a uma pessoa real que pareça ser uma criança praticando ou participando da conduta mencionada no inciso i) ou iii) imagens realistas de uma criança inexistente praticando ou participando da conduta mencionada no inciso i); c) sistema informático, qualquer dispositivo ou conjunto de dispositivos interconectados ou relacionados, um ou mais dos quais realize, de acordo com um programa, um tratamento automático de dados; d) pessoa jurídica,…”. 28 Artigo 3º. Infrações relacionadas com a pornografia infantil: 1. Cada Estado membro adotará as medidas necessárias para garantir a punibilidade das seguintes condutas intencionais, se realizem mediante sistemas informáticos ou não: a) produção de pornografia infantil; b) distribuição, difusão ou transmissão de pornografia infantil; c) oferecimento ou ministro de pornografia infantil; d) aquisição ou posse de pornografia infantil. 26 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 159-194, jan./jun. 2011. 167 quando a procura pela pornografia infantil restasse infrutífera29. Nada obstante, as exigências incriminadoras seguem sendo muito amplas, já que o artigo 3º, parágrafo 1º, contempla diversas condutas, alternativamente, com a intenção de tipificar todas as possíveis ações relativas à pornografia infantil, inclusive as de mera posse. No parágrafo 2º, do artigo 3º, o regulador europeu alude novamente à possibilidade de estabelecer reserva por parte dos legisladores dos Estados membros, tornando facultativa a adoção de algumas ações delitivas30, como ocorre quando se cria pornografia no caso de um adulto que se faz passar por menor de idade; e a pseudopornografia ou pornografia simulada, quando houver imagens realistas de uma criança inexistente praticando ou participando de conduta sexualmente explícita; ou ainda, quando se produz ou possui estritamente para uso privado, o material e desde que não haja nenhum risco de difusão do material31. A questão da idade para considerar-se como pornografia infantil volta a ter importância porque o regulador da Decisão Marco, apesar de não fazer reserva aos dezesseis anos como no Convênio de Budapeste, pode caracterizar um recorte muito maior nos casos de produção ou posse em que se produzam imagens de crianças que tenham alcançado a idade do consentimento sexual, contando com o consentimento “regular” dos mesmos e exclusivamente para seu uso privado. Há que ressaltar a questão porque inclusive se poderá rebaixar muito a idade para considerar-se como pornografia infantil, pois, por exemplo, na Espanha, a exceção não estaria aos dezesseis anos como regulado Não se esquece e tampouco se nega a possibilidade razoável da adoção de tipos de perigo concreto ou abstrato para a proteção jurídico-penal de bens, especialmente quando supraindividuais. Neste sentido: CORCOY BIDASOLO, Mirentxu. Delitos de peligro y protección de bienes jurídico-penales supraindividuales. Valencia: Tirant lo Blanch, 1999. 30 Artigo 3º, parágrafo 2º. Qualquer Estado membro poderá excluir de responsabilidade penal as condutas relacionadas com a pornografia infantil: a) contempladas no inciso ii) da letra b) do artigo 1º, quando a pessoa real que parecia ser uma criança tiver de fato ao menos 18 anos no momento da representação; b) Contempladas nos incisos i) e ii) da letra b) do artigo 1º, quando nas condutas de produção e posse, se produzam e possuam imagens de crianças que tenham alcançado a idade do consentimento sexual, com o consentimento dos mesmos e exclusivamente para seu uso privado. Ainda no caso de que se demonstre que tenha havido consentimento, este não se considerará válido se foi obtido valendo-se, por exemplo, de uma maior idade, maturidade, posição, status, experiência ou relação de dependência da vítima com o autor; c) contempladas no inciso iii) da letra b) do artigo 1º, quando tenha ficado acreditado que o produtor produz o material pornográfico e está em posse do mesmo estritamente para seu uso privado, sempre que para esta produção não se tenha utilizado o material pornográfico a que se referem os incisos i) y ii da letra b) do artigo 1º e que o ato não apresente nenhum risco de difusão do material. 31 Conforme já expresso anteriormente o Convênio de Budapeste conceitua como pornografia técnica aquela em que os atores da cena erótica apesar de adultos se fazem parecer menores de idade, p. ex. usando roupas de colegiais. De outro lado, a pornografia simulada ou pseudopornografia caracteriza-se pelo fato de que o menor ou incapaz não participa real e diretamente na conduta sexual, mas se faz uma inserção de sua voz ou imagem. A diferenciação tem efeitos práticos na medida em que a primeira não é tipificada penalmente pelo legislador espanhol, mas a segunda sim, no artigo 189.7 CP. 29 168 FAE Centro Universitário pelo Convênio de Budapeste, senão aos treze anos como idade possível de considerar o consentimento, analisados também outros elementos. Da mesma forma, no Brasil, aos quatorze anos. Nestes casos a regulação chama a atenção porque parece confrontar as diversas condutas com os respectivos bens jurídicos que supostamente busca proteger, fazendo uma espécie de graduação dos tipos penais a criar, ao expressar algumas hipóteses em que a afetação ao bem jurídico estaria tão distante da conduta por castigar que permitiria que os legisladores nacionais pudessem deixar de tipificar alguns casos de pornografia técnica, produção ou posse de pornografia e pseudo-pornografia. Também resulta interessante esta normativa porque aborda outros temas importantes como idade para consentir relações sexuais e uso privado de pornografia simulada ou pseudopornografia. No artigo 4º, segue buscando tipificar com amplitude todas as modalidades comissivas, ao mencionar expressamente ações de participação e tentativa, que, muito provavelmente já estavam contempladas na parte geral dos Códigos penais32. Apesar de tudo, há que ressaltar que nem sempre seria proporcional equiparar estas condutas delitivas, especialmente quanto à sanção penal, já que a atuação do partícipe pode ser menos importante que a do autor, como também é, mutatis mutandis, distinta a afetação do bem jurídico protegido no delito tentado com relação ao consumado. O regulador europeu foi bastante minucioso na hora de estabelecer as sanções e circunstâncias agravantes, estabelecendo parâmetros concretos de punição máxima para algumas ações delitivas e também definir muitas novas condutas típicas agravadas33. Em definitivo, como observado, as distintas normativas internacionais relativas à exploração sexual de crianças e pornografia infantil, provenientes das Nações Unidas ou da União Europeia, tem como objetivo reconhecer as especiais características das pessoas em desenvolvimento, garantindo seus direitos através de uma harmonização internacional dos ordenamentos, ainda que não alcancem efetividade até que não sejam implementadas nas legislações dos distintos Estados signatários, porque não são fontes diretas de Direito penal34. Artigo 4º. Indução, cumplicidade e tentativa. 1. Cada Estado membro adotará as medidas necessárias para garantir a punibilidade da indução à comissão de qualquer das infrações mencionadas nos artigos 2º e 3º, e da cumplicidade na comissão dos mesmos. 2. Cada Estado membro adotará as medidas necessárias para garantir a punibilidade da tentativa de praticar qualquer das condutas a que se referem o artigo 2º e as letras a) y b) do parágrafo 1º do artigo 3º. 33 Vide a este respeito o extenso artigo 5, que trata das sanções e circunstâncias agravantes. 34 Por conseguinte, afirma NAVARRO DOLMESTCH, Roberto: “se requer uma norma interna de desenvolvimento do preceito externo, sem o qual o primeiro fica sem aplicação e a omissão do dito ato estatal de desenvolvimento pode gerar responsabilidade internacional do Estado por descumprimento de uma obrigação convencional Em: Reconfiguración’ del sistema de fuentes del Derecho penal y ‘amenaza de crisis’ del principio de legalidad: la incorporación del derecho internacional convencional y del fenómeno de la globalización. In: FARALDO CABANA, Patrica (Dir.).Nuevos retos del derecho penal en la era de la globalización. Valencia; Tirant lo Blanch, 2004. p. 150 e ss. 32 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 159-194, jan./jun. 2011. 169 Portanto, chegou o momento de analisar a concreta legislação espanhola referida à pornografia infantil, construída a partir de diversas e numerosas reformas que parece, todavia, não terminaram precisamente como consequência da necessidade de adaptá-la a existência de exigências incriminadoras internacionais. 3 REFLEXO DAS NORMAS INTERNACIONAIS NA LEGISLAÇÃO ESPANHOLA 3.1 Considerações prévias Antes de adentrar propriamente na análise específica dos instrumentos jurídicos do Código penal espanhol afetos a matéria, deve-se enfrentar algumas questões prévias, como a delimitação do conceito normativo de pornografia infantil, a fixação do critério de idade para fins de pornografia infantil, como também uma aproximação as reformas legislativas que resultaram na legislação penal espanhola atual: a) O conceito de pornografia infantil. No âmbito das Nações Unidas, como já observado, a pornografia infantil definese como “toda representação, por qualquer meio, de uma criança dedicada a atividades sexuais explícitas, reais ou simuladas, ou toda representação das partes genitais de uma criança com fins primordialmente sexuais”35. De outro lado, para o Convênio Europeu sobre Delitos Informáticos (Budapeste, 2001), a pornografia infantil compreende “a. um menor adotando um comportamento sexualmente explícito; b. uma pessoa que parece com um menor adotando um comportamento sexualmente explícito; c. imagens realistas que representem um menor adotando um comportamento sexualmente explícito”. Por sua vez, a Decisão Marco 2004/68/JAI do Conselho Europeu define “pornografia infantil, como a representação i) de uma criança real praticando ou participando de uma conduta sexualmente explícita, incluída a exibição lasciva dos genitais ou da zona púbica de uma criança, ou ii) de uma pessoa real que pareça ser uma criança praticando ou participando de uma conduta sexualmente explícita, conforme mencionada no inciso anterior, ou ainda iii) imagens realistas de uma criança inexistente praticando ou participando da referida conduta sexualmente explícita”. Conforme os Protocolos facultativos da Convenção sobre os Direitos da Criança relativos à participação de crianças em conflitos armados e à venda de crianças, a prostituição infantil e a utilização de crianças na pornografia, especialmente no Anexo II. 35 170 FAE Centro Universitário Em resumo, das três normas poder-se-ia extrair um conceito comum e amplo de pornografia infantil, como a representação de um menor de idade em uma conduta sexualmente explícita, incluída a exibição lasciva dos genitais ou da zona púbica36, real ou simulada, com fim primordialmente sexual. Além do citado ‘conceito’, deve-se sublinhar especialmente a necessidade de que a conduta esteja orientada pela finalidade sexual para não acabar perseguindo outras representações de caráter científico, afetivo, cultural, etc., como nos exemplos de imagens de corpos nus para fins de estudos científicos ou tratamento médico ou mesmo fotos tiradas pelos pais durante o banho de seu filho, que nada tem de pornográficas37. Deve-se destacar, neste sentido, que estas aproximações conceituais internacionais podem resultar importantes para a interpretação da lei espanhola, pois o Código penal não contém nenhuma definição expressa do conceito de pornografia infantil, senão menções pontuais nos artigos 189, a e b e parágrafo 2º. Precisamente esta orientação doutrinária que enfatiza a finalidade sexual nos delitos de pornografia infantil parece haver sido acolhida pela jurisprudência espanhola, pois o Tribunal Supremo busca concretizar o conceito de pornografia, conforme expresso na STS de 2 de novembro de 2006, “… é aquele que desborda os limites do ético, do erótico e do estético, com finalidade de provocação sexual, constituindo portanto imagens obscenas ou situações sem pudor, tudo isso sem prejuízo de que, nesta matéria, como já se apontou, as normas devem ser interpretadas de acordo com a realidade social, como impõe o art. 3.1 do CC”38. Portanto, a tendência jurisprudencial concorda com o entendimento mantido nos distintos textos internacionais, concluindo que a definição de pornografia infantil na Espanha também exclui as representações de menores, inclusive quando nus, desde que se realizem sem finalidades ou pretensões lascivas ou sexuais. Conforme destaca MORRILLAS FERNÁNDEZ, por condutas sexuais explícitas, segundo a Proposta de Decisão marco do Conselho relativa à luta contra a exploração sexual de crianças e a pornografia infantil e o “Informe Preparatório da Convenção sobre a delinquência na rede” do Conselho de Europa, compreenderá as seguintes condutas: a) contato sexual, incluindo o genital-genital, oral-genital, anal-genital ou oral-anal; entre menores, ou entre um adulto e um menor, do mesmo ou oposto sexo; b) brutalidade; c) masturbação; d) desenvolvimento de condutas sádicas ou masoquistas; e) exibição lasciva dos genitais ou da área púbica de um menor. Op. cit. p 75. 37 MORILLAS FERNÁNDEZ, David Lorenzo, desenvolve a finalidade sexual, fazendo a diferenciação da pornografia e do erotismo infantil. Op. cit. p. 72. 38 Conforme destacado por ÚBEDA DE LOS COBOS, Julio José. La persecución de la pornografía infantil: problemas relacionados con su distribución por Internet. La Ley: revista de derecho penal, procesal y penitenciario, n. 37, p. 71, 2007. 36 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 159-194, jan./jun. 2011. 171 b) O conceito de menor de idade. O conceito de menor de idade é um pressuposto lógico para os delitos que se passará a estudar, porque tem justamente a função de proteger diferentes aspectos relacionados com a “sexualidade dos menores de idade”. Neste sentido, as normativas internacionais fixam os dezoito anos como idade limite para considerar a pornografia infantil39. Sem embargo, conforme destacado, o Convênio Europeu sobre Delitos Informáticos (Budapeste, 2001) também possibilita que os Estados possam estabelecer o limite inferior até os dezesseis anos. Entretanto, a fixação do limite de idade não é uniforme em todos os países signatários das referidas normas internacionais. Assim, MORILLAS FERNÁNDEZ destaca os diversos critérios de idade utilizados por alguns países, em relação à idade de consentimento em atividades sexuais e a idade contemplada na legislação em matéria de pornografia infantil, respectivamente: Alemanha (14/14); Austrália (16-18/16); Áustria (14/14); Bélgica (16/16); Dinamarca (15/15); Finlândia (16/15); França (15/15); Grécia (15/18); Islândia (14-16/18); Irlanda (17/17); Itália (16/18); Luxemburgo (16/18); Holanda (16/18); Portugal (-/18); Espanha (13/18); Suécia (15/18); Reino Unido (16/16); Estados Unidos (15/18)40. Em termos de América latina, destaca-se o Brasil (14/18)41. Esta diversidade de critérios pode fazer surgir casos problemáticos de colaboração na persecução penal em que alguns países consideram uma determinada conduta como pornografia infantil e outros, sem embargo a consideram como conduta atípica. O Código penal espanhol apenas faz referência à menoridade e maioridade em sua parte geral para efeito de delimitar a aplicação da Lei de responsabilidade penal aos menores de dezoito anos e, por outro lado, o Código penal aqueles que já tenham superado a referida idade42. Já a parte especial, considera como válido o consentimento dos maiores de treze anos para atividades de natureza sexual43. Vide o extenso rol enunciado por MORILLAS FERNÁNDEZ, David Lorenzo. Op. cit. p. 73. MORILLAS FERNÁNDEZ, David Lorenzo. Op. cit. p 72. 41 Vide o artículo 217-A do Código penal brasileiro e o artigo 240 e seguintes do Estatuto da Criança e do Adolescente, Lei n. 8.069/90. 42 “Artigo 19. Os menores de dezoito anos não serão responsáveis criminalmente com aplicação deste Código. Quando um menor de referida idade cometa um fato delitivo poderá ser responsável com aplicação do disposto na Lei que regula a responsabilidade penal do menor”. 43 “Art. 181.1. Aquele que, sem violência ou intimidação e sem que medeie consentimento, realize atos que atentem contra a liberdade ou indenidade sexual de outra pessoa, será castigado, como responsável de abuso sexual, com a pena de prisão de um a três anos ou multa de dezoito a vinte e quatro meses. 2. Para os efeitos do item anterior, se consideram abusos sexuais não consentidos os que se executem sobre menores de treze anos, sobre pessoas que estejam privadas de sentido ou de cujo transtorno mental se abuse”. 39 40 172 FAE Centro Universitário Neste sentido, deve-se ter em conta neste tema que a fixação de uma idade determinada para considerar como válido ou possível o consentimento do jovem para atividades de índole sexual, pressupõe considerá-lo como maduro e desenvolvido para realizálas. Neste ponto, ao considerar como válido o consentimento para relações sexuais desde os treze anos, se constata que o legislador espanhol atuou corretamente porque foi coerente com o desenvolvimento social atual, em que o despertar sexual ocorre relativamente cedo. Mas agora parece um tanto contraditório que o mesmo legislador considere como válido o consentimento para atividades sexuais desde os treze e, de outro lado, que o desconsidere até os dezoito em relação à realização de pornografia. O erro do legislador parece flagrante ao dar tratamento diverso em casos de índole sexual como no exemplo de um casal jovem que desde os treze anos pode decidir livremente manter relações sexuais sem incidir em nenhum tipo penal, mas não pode gravá-las e divulgá-las por meios tradicionais ou pela Internet, ainda que queiram. Destaca-se que tem capacidade para o mais, que são as relações sexuais desde os treze anos e parece, todavia, não tem para o menos, a divulgação das imagens. Portanto, parece haver dúvidas sobre se o que se busca realmente tutelar é a liberdade ou indenidade sexual ou algum outro bem jurídico. Por tudo isso e buscando uma aproximação conceitual mais lógica com o desenvolvimento social atual, inclusive porque em alguns países os jovens são considerados maduros e aptos para importantes atividades de exercício de direitos individuais como votar, dirigir veículos automotores, etc., se entende, mutatis mutandis, o critério de menoridade/ maioridade e da idade com a qual um jovem pode consentir validamente quanto a realizar atividades sexuais poderia ser unificado em uma idade mais jovem e similar aquela utilizada para outorgar-lhes a capacidade de exercer tão importantes e relevantes direitos. Conforme já destacado, a Decisão Marco 2004 68 JAI havia permitido, ainda que como exceção, que somente se considerasse pornografia infantil aquela realizada com menores de treze anos. Mas senão aos treze, quando se considera apto para consentir em atividades sexuais na Espanha, pelo menos aos dezesseis anos, idade admitida como alternativa pelo próprio Convênio Europeu sobre Delitos Informáticos (artigo 9.3)44. A partir destes conceitos, faz-se necessária uma breve análise dos antecedentes legislativos espanhóis referidos aos delitos relativos à pornografia infantil. MUÑOZ CONDE, Francisco, destaca, “sem embargo, a dificuldade de delimitar o momento a partir do qual se deve permitir o exercício da sexualidade com outras pessoas e em que idade, e os distintos níveis em que se produz a iniciação à mesma, obrigam ao legislador a adotar soluções realistas de acordo com o nível cultural e a sensibilidade social de cada época e a não deixar-se levar por considerações puramente moralistas, não sempre apoiadas em dados científicos nem compartidas pela maioria dos cidadãos. In:_____. Derecho penal: parte especial. 17. ed., rev y puesta al día. Valencia: Tirant lo Blanch, 2009. p. 194. 44 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 159-194, jan./jun. 2011. 173 3.2 Análise dos tipos delitivos a) Origens. O Código Penal de 1995, em relação aos delitos contra a liberdade sexual, foi alterado pela Lei orgânica 11/1999, de 30 de abril, porque recebia críticas por não ser adequado nas tipificações das condutas, nem na cominação das penas e tampouco representar a vontade da Sociedade nacional e internacional. As mudanças tinham como objetivo “garantir uma autêntica proteção da integridade e liberdade sexual dos menores e incapazes”, conforme a Exposição de Motivos, por meio de sancionar os casos de distribuição de pornografia infantil através de Internet e a reintrodução do delito de corrupção de menores. Não muito depois, a Lei orgânica 15/2003, de 25 de novembro-, conforme a exposição de motivos, buscou melhorar a técnica na descrição das condutas e introduzir novos tipos como a possessão para o próprio uso do material pornográfico ou os casos da denominada pornografia infantil virtual. Todavia, reformou o Código penal para aumentar as condutas típicas, acrescentar novos tipos agravados45, etc. Resulta que a legislação espanhola atual em tema de pornografia infantil sofre a influência direta da Convenção das Nações Unidas sobre os Direitos da criança relativos à participação de crianças nos conflitos armados e a venda de crianças, à prostituição infantil e a utilização de crianças na pornografia, do Convênio Europeu sobre Delitos Informáticos – Budapeste, 2001 e da Decisão Marco 2004/68/JAI do Conselho Europeu, ao que se somam as intenções sempre criminalizadoras do legislador pátrio. Neste sentido, e como se não fosse suficiente, se aprovou uma nova reforma do Código penal espanhol que, especialmente no tema agora analisado, transpõe a Decisão Marco 2004/68/JAI do Conselho Europeu, buscando tutelar a indenidade sexual, a formação e desenvolvimento da personalidade e sexualidade do menor, acrescentando ainda mais condutas ao artigo 189 do Código Penal, como as de ‘captar’ na letra ‘a’ e ‘oferecer’ na letra ‘b’, e também aumentando sua pena máxima de prisão (para cinco anos), e a mínima e máxima dos tipos agravados (respectivamente, 5 a 9 anos)46. A partir disso, se faz necessária a análise das principais tipificações vigentes no tema de pornografia infantil, centrando nossa atenção nos delitos criados em reformas penais recentes que supostamente encontram sua origem na normativa internacional, FERNÁNDEZ TERUELO, Javier Gustavo. La sanción penal de la llamada distribución de pornografía infantil a través de Internet y otras modalidades afines tras la reforma 15/2003. In: BUENO ARÚS, Francisco et al. (Dir.). Derecho penal y criminología como fundamento de la política criminal: estudios en homenaje al profesor Alfonso Serrano Gómez. MADRID: Dykinson, 2006. p. 708. 46 Lei Orgânica 5/2010, de 22 de junho, que modifica o Código penal. 45 174 FAE Centro Universitário especialmente os delitos de posse (tanto o destinado à distribuição como o destinado ao autoconsumo) e o de pornografia virtual. b) A utilização de menores de idade ou incapazes com fins de exibicionismo ou pornográficos O artigo 189.1 ‘a’ expressa que se “aquele que utilizar menores de idade ou incapazes com fins ou em espetáculos exibicionistas ou pornográficos, tanto públicos como privados, ou para elaborar qualquer classe de material pornográfico, qualquer que seja seu suporte, ou financiar qualquer destas atividades” será castigado com pena de prisão de um a quatro anos47. Este preceito foi reformado pela Lei Orgânica 15/2003 para atender as exigências das normativas internacionais que se encontram no artigo 2º da Decisão Marco 2004 68 JAI do Conselho Europeu, como infrações relacionadas com a exploração sexual de crianças. Isto foi atendido na medida em que as condutas de “captar, coacionar, lucrar ou explorar uma criança que se prostitua ou participe em espetáculos pornográficos” expressa na Decisão Marco foram observadas pelo legislador espanhol, inclusive na recente reforma do Código penal. O tipo delitivo de utilização de menores com fins exibicionistas ou pornográficos começa na modalidade de “utilizar menores de idade ou incapazes com fins ou em espetáculos exibicionistas ou pornográficos, tanto públicos como privados”. A doutrina defende a ideia de que esta modalidade já abarcaria as duas seguintes condutas48, isto é, a de “utilizar menores de idade ou incapazes com fins ou em espetáculos exibicionistas ou pornográficos” para “elaborar qualquer classe de material pornográfico” ou a de financiar “qualquer destas atividades”, que foram acrescentadas pelo afã criminalizador do legislador. De outro lado, e pelo que respeita a utilização propriamente dita de menores ou incapazes em espetáculos exibicionistas ou pornográficos, mesmo quem sustenta que a contemplação do menor de idade em um espetáculo pornográfico já seria suficiente para a adequação típica da conduta49, parece haver maior razão em entender que utilizar pressupõe uma participação mais efetiva e significativa do menor ou incapaz em cenas inequivocamente exibicionistas ou pornográficas, sobretudo pela existência do tipo penal do artigo 185 do Código penal50. A redação original do Código de 1995 foi alterada pela reforma de 1999, ampliando o tipo penal para acrescentar os termos “tanto públicos como privados, ou para elaborar qualquer classe de material pornográfico, ou financiar qualquer destas atividades”. 48 ORTS BERENGUER, Enrique et al. Derecho penal: parte especial. Valencia: Tirant lo Blanch, 2004. p. 292. 49 MORALES PRATS, Firmín (Coord.). Comentarios al código penal: parte especial (Artículos 138 a 318). 5. ed. Cizur Menor, Navarra: Thomson Aranzadi, 2008. v. 2, p. 382. 50 ORTS BERENGUER, Enrique. Op. cit.. p. 292. 47 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 159-194, jan./jun. 2011. 175 Também tipifica alternativamente a conduta daquele que “utilizar menores de idade ou incapazes” para “elaborar qualquer classe de material pornográfico”. Esta conduta foi introduzida pela reforma de 1999, e refere-se à utilização de menor de idade ou incapaz para elaborar qualquer destes materiais, inclusive a pornografia infantil técnica ou a simulada, conforme parágrafo 7º, do artigo 189, introduzidos pela reforma de 200351. Em terceiro lugar, se castiga aquele que “financiar qualquer destas atividades”. O financiamento das condutas anteriores também foi acrescentado na reforma de 1999 e recebe críticas em razão de que sua criação não pareceu necessária já que estaria incluída nas hipóteses anteriores, especialmente atendendo aos critérios de concurso de pessoas52. Neste sentido, parece correto entender que aquele que financia a utilização de menores de idade ou incapazes com fins ou em espetáculos exibicionistas ou pornográficos ou na elaboração de material pornográfico aporta uma conduta acessória e dependente de outras principais que efetivamente fazem o menor de idade atuar no espetáculo ou material pornográfico, realizando, portanto, a relação de vinculação que caracteriza e diferencia a autoria e a participação. Já com relação à reforma aprovada recentemente, o legislador espanhol influenciado pela Decisão Marco 2004 68 JAI do Conselho Europeu, amplia ainda mais o âmbito de ações puníveis ao acrescentar ao citado artigo à conduta daquele que ‘captar’ o menor de idade ou incapaz para utilizá-lo em espetáculos exibicionistas ou pornográficos ou para elaborar qualquer classe de material pornográfico. Deve-se ressaltar que, em verdade, o agenciamento ou captação do menor é uma conduta prévia a utilização em espetáculos ou material pornográfico e como tal se caracterizaria como tentativa desta conduta, sendo que a reforma viria a equiparar de forma questionável duas ações que parecem claramente diferentes desde a perspectiva da afetação ao bem jurídico. Por último, o legislador também aproveita a reforma para aumentar a pena máxima de prisão, agora para cinco anos, superando em muito a orientação de pena máxima expressa na Decisão Marco do Conselho Europeu para os tipos penais não agravados, “de ao menos entre um e três anos”53; enquanto que, por outro lado, ademais de tipificar as condutas tradicionais de tráfico de pornografia infantil realizadas por meio impresso, destaca a duvidosa tipificação expressa da difusão por meios informáticos, ainda que a mesma já se considerava inserta na redação anterior do comentado preceito. MORALES PRATS; RAMÓN GARCÍA ALBERO. Op. cit.. p 382. MORALES PRATS; RAMÓN GARCÍA ALBERO. Op. cit. p. 383. 53 Artigo 5º. Sanções e circunstâncias agravantes 1. Sem prejuízo do disposto no parágrafo 4, cada Estado membro adotará as medidas necessárias para que as infrações contempladas nos artigos 2, 3 e 4 se castiguem com sanções penais privativas de liberdade de uma duração máxima de ao menos entre um e três anos. 51 52 176 FAE Centro Universitário c) Tráfico de pornografia infantil (CP, art. 189.1.b): Uma vez mais o legislador buscou castigar da forma mais ampla possível, sancionando condutas alternativas como a produção, a venda, a distribuição e a exibição de material pornográfico em cuja elaboração tenham sido utilizados menores de idade ou incapazes, como também facilitar estas condutas ou possuir o referido material para estes fins, mesmo quando tiver sua origem no exterior ou desconhecida. A Lei Orgânica 11/1999 adaptou diversas condutas lesivas54 que poderão ser realizadas diretamente (produzir, vender, distribuir, exibir) ou indiretamente, quando intervenha facilitando as mesmas ações, o que significa, a juízo de alguns autores “uma clara e compreensível preocupação do legislador de evitar a existência de indesejáveis espaços de impunidade entre os meios de atentar contra o bem jurídico55”. Mas, novamente, preocupa o fato de que equipara uma conduta acessória, como é a facilitação das demais ações de tráfico de pornografia infantil, a autoria correspondente. Além das condutas anteriores, o legislador tipificou penalmente também a conduta daquele que “possuir para estes fins”56, o que gera problemas na hora de determinar em cada caso concreto quando a posse seja para tráfico de pornografia infantil (art. 189.1 b) CP) ou para consumo próprio (art. 189.2) CP). Preocupa especialmente a diferenciação do elemento subjetivo da posse para tráfico (do parágrafo anterior) e para uso próprio (atenuado), pois a prova destes elementos resulta muito difícil, “salvo se existam muitas cópias de um mesmo material”, o que evidentemente levará a um grau de “insegurança jurídica, considerando as possibilidades de aceso a esta informação que oferece à Rede e considerando as possibilidades ilimitadas de reprodução ou difusão que se pode alcançar com uma cópia apenas do material”57. “Que quantidade se considerará que excede o simples uso e constitui a posse para o tráfico?”58 RAMOS VÁZQUEZ, José Antonio. Realiza uma precisa interpretação semântica do artigo 189.1 b, advertindo que “se a ideia do legislador expressava a intenção de ampliar os contornos…, o certo é que com a nova redação do referido preceito existe uma menor extensão típica: a facilitação da produção, venda, distribuição ou exibição de material pornográfico é uma conduta de contornos más amplos que a mera facilitação de próprio material pornográfico, sempre que esta última fique bem entendida”. “Del otro lado del espejo: reflexiones desordenadas acerca del Derecho penal en la sociedad actual”. In: FARALDO CABAÑA, Patrícia (Dir.): Nuevos retos del derecho penal en la era de la globalización. Valencia: Tirant lo Blanch, 2004. p. 108. 55 TAMARIT SUMALLA, Josep María. La protección penal del menor frente al abuso y explotación sexual: análisis de las reformas penales de 1999 en materia de abusos sexuales, prostitución y pornografía de menores. Navarra: Aranzadi, 2002. p. 110. 56 Na reforma realizada pela Lei Orgânica 15/2003. 57 MORALES PRATS/RAMÓN GARCÍA ALBERO. Op. cit. p. 393. 58 MUÑOZ CONDE, Francisco. Derecarraho penal parte especial. Op. cit. p. 231. 54 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 159-194, jan./jun. 2011. 177 Em qualquer caso, e existindo alguma dúvida a respeito, perece inquestionável que deverá prevalecer a solução mais favorável ao acusado59. Por outro lado, o meio de representação de material pornográfico infantil se definiu de forma ampla, admitindo a “difusão gráfica, fotográfica, analógica, digital o de qualquer outra espécie”60. Na reforma aprovada pela Lei Orgânica 05/2010, o legislador espanhol influenciado pelas normativas internacionais busca ampliar o âmbito de ações puníveis ao acrescentar a conduta daquele que oferece material pornográfico em que tenham sido utilizados menores de idades ou incapazes, o que supõe uma nova ampliação da intervenção penal nesta matéria porquanto castiga alguém que, todavia, não difundiu o conteúdo e talvez nem sequer o possua efetivamente, mas se oferece a distribuí-lo61. d) A posse de pornografia infantil com fins de autoconsumo Por outro lado, ao contrário da posse do parágrafo anterior que se destinava ao tráfico, o artigo 189 também incrimina no parágrafo 2º a mera posse para uso próprio de material pornográfico de menores ou incapazes, ainda que com pena diminuída62. Resulta evidente, nesta matéria, a influência exercida sobre o legislador espanhol de diferentes normas internacionais, como o Anexo II do Protocolo facultativo da Convenção dos Direitos das Crianças, aprovado pela Assembleia Geral das Nações Unidas, que sugere a tipificação da posse de pornografia infantil, o Convênio Europeu sobre Cibercrimen ou a Decisão Marco 2004 68 JAI do Conselho Europeu, normas que, como vimos, em que pese RAMOS VÁSQUEZ, José Antonio, adverte para o perigo de “uma ilegítima inversão do ônus da prova”. Op. cit. p. 115. 60 MORALES PRATS,, Fermín. Op. cit. p.. 392. 61 O Anexo II, do Protocolo facultativo da Convenção de Direitos da Criança, aprovado pela Assembléia Geral das Nações Unidas já previa a tipificação penal da conduta de quem ofereça pornografia infantil. Também o Convênio Europeu sobre Cibercrimes aduz no “artigo 9. Infrações relativas à pornografia infantil. 1. Os Estados signatários adotarão as medidas legislativas ou de outro tipo que se estimem necessárias para prever como infração penal, conforme seu direito interno, as seguintes condutas quando estas sejam cometidas dolosamente e sem autorização: a. (…); b. o oferecimento ou a colocação à disposição de pornografia infantil através de um sistema informático; (…)”. Por último, a Decisão Marco 2004 68 JAI do Conselho Europeu, no “Artigo 3º - Infrações relacionadas à pornografia infantil. 1. Cada Estado membro adotará as medidas necessárias para garantir a punibilidade das seguintes condutas intencionais, se realizem mediante sistemas informáticos ou não, quando se cometam sem direito: a) (…); c) oferecimento ou ministro de pornografia infantil; (…)”. 62 Artigo 189.2“Aquele que para seu uso próprio possua material pornográfico em cuja elaboração se houver utilizado menores de idade ou incapazes, será castigado com a pena de três meses a um ano de prisão ou com multa de seis meses a dois anos”. A tipificação do delito de posse simples ou para uso próprio de pornografia infantil não é exclusividade da Espanha que, inclusive, foi um dos últimos países europeus a adotar. No mesmo sentido, tipificando o referido delito Itália, Alemanha, França, Inglaterra, Estados Unidos, conforme MORILLAS FERNÁNDEZ, David Lorenzo. Op. cit. p. 316-317. Também o Brasil, no artigo 241-B da Lei n. 8.069/90, todavia, modificada pela Lei n. 11.829, 25 de novembro de 2008. 59 178 FAE Centro Universitário proponham a tipificação da mera posse de material pornográfico, em seguida, outorgavam ao legislador a possibilidade de excepcioná-las para no verse obrigado a tipificá-las. Com relação ao conceito de posse, FERNÁNDEZ TERUELO destaca que “a exigência de posse exclui a tipicidade da mera visualização de pornografia infantil porque, na realidade, não se sanciona penalmente o consumo, senão a acumulação destes materiais. Portanto, “será necessário que o sujeito realize algo mais que a mera visualização (normalmente a descarga) que lhe permita poder visualizar os materiais quando deseje sem voltar a conectar-se à Rede”63. Sustentar interpretação diversa, ou seja, que a mera visualização na tela do computador já seria suficiente para a subsunção ao citado delito parece questionável e temerário porque poderia incidir em casos de duvidosa caracterização, “considerando as possibilidades de acesso a esta informação que oferece à Rede e considerando as possibilidades ilimitadas de reprodução ou difusão que se pode alcançar com uma só cópia do material”64. Há que fazer referência também ao problema referente à prova do dolo do possuidor deste tipo de materiais. Porque além da difícil prova da finalidade da posse (distribuição ou autoconsumo), já mencionada no item anterior, salvo em casos verdadeiramente flagrantes, sempre existirão problemas para demonstrar que o sujeito sabia realmente que o que teria era um material de pornografia infantil, já que sempre poderá alegar, por exemplo, que desconhecia a idade das pessoas que tomavam parte em ditos materiais. e) A produção ou difusão de pornografia virtual Finalmente o legislador espanhol encerra a regulação da pornografia infantil tipificando no parágrafo sétimo do artigo 189 a pseudopornografia ou pornografia simulada, ao estabelecer que “aquele que produzir, vender, distribuir, exibir ou facilitar por qualquer meio material pornográfico em que não havendo sido utilizado diretamente menores ou incapazes, se empregue sua voz ou imagem alterada ou modificada, será castigado com pena de prisão de três meses a um ano ou multa de seis meses a dois anos”. FERNÁNDEZ TERUELO, Javier Gustavo. Op. cit. p. 720. No mesmo sentido vide ORTS BERENGUER, E. Derecho penal, Op. cit. p. 294-295 y RAMOS VÁSQUEZ, J. A. Op. cit. p. 115. Relacionado com isto, segue esclarecendo FERNÁNDEZ TERUELO que “pode ocorrer um suposto limite relacionado com o ‘temporary Internet files’, que proporciona acesso rápido à informação visualizada na Rede, pois na mesma se encontram todas as páginas e imagens que se visualizaram durante a navegação. Deste modo, o usuário sem haver realizado nenhum ato de descarga ou download pode sem embargo aceder aos materiais ilícitos. Pode qualificar-se tal situação como posse de material pornográfico? Parece que a resposta deve ser positiva somente se o sujeito conhece essa circunstância e ademais faz uso do conteúdo da referida tela”. 64 MORALES PRATS, Fermín (coord.). Op. cit. p. 393. Superado o conceito, também há que aclarar o conteúdo da pornografia infantil para efeito de mera posse, concluindo pela “atipicidade da posse de pseudopornografia já que a regulação da mesma aparece no parágrafo 7, em que se faz referência às demais condutas típicas (produzir, vender, distribuir, exibir ou facilitar por qualquer meio) e, portanto, não resta afetado pelas disposições do art. 189.1 b (ou possuir para estes fins) nem do 189.2 (aquele que para seu próprio uso possua material pornográfico)”. Conforme FERNÁNDEZ TERUELO, Javier Gustavo. Op. cit. p. 721. No mesmo sentido também TAMARIT SUMALLA, Josep María. Op. Cit. p. 112. 63 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 159-194, jan./jun. 2011. 179 Neste caso, a produção ou difusão de material pornográfico virtual65 se caracteriza justamente pela inexistência da participação direta de menores ou incapazes na atividade pornográfica. O que sanciona é o uso de sua voz ou imagem alterada ou modificada no material pornográfico. A origem do referido dispositivo encontra-se nas normas internacionais analisadas, porque os protocolos facultativos da Convenção sobre os Direitos da Criança das Nações Unidas, o Convênio europeu sobre cibercrimes e a Decisão Marco 2004 68 JAI do Conselho Europeu fazem referência à necessidade de que os países membros tipificassem penalmente a pseudopornografia ou pornografia simulada. Todavia, deve-se destacar o fato de que tanto o Convênio de Budapeste como a Decisão Marco preverem a possibilidade de que os países façam reserva expressa desta incriminação, ou seja, lhes dá a opção de que excepcionem e não tipifiquem o delito de pseudopornografia ou pornografia simulada. A tipificação é bastante ampla na medida em que o legislador espanhol castiga a produção, a venda, a distribuição, a exibição ou a facilitação por qualquer meio de material pornográfico em que não havendo sido utilizados diretamente menores ou incapazes, se empregue sua voz ou imagem alterada ou modificada. Das condutas tipificadas, tem especial relevo a conduta de facilitar a difusão de material pornográfico virtual, como espécie de participação ou atuação acessória da difusão em si, que, nada obstante, se tornou independente da referida conduta, com status legal de ação principal e autônoma, castigada com a mesma pena. Para alguns como MORRILLAS FERNÁNDEZ, deve-se destacar que o preceito tem razão de ser pelos avanços na área da informática e a possibilidade de situar no Código, porque afetaria mais à imagem que a indenidade sexual66. Parece correto advertir em relação a este ponto que somente se encontra criminalizada a produção ou difusão de pseudopornografia ou pornografia simulada, sendo que a posse da mesma, em princípio resulta impune, salvo se encontrasse adequação em alguma concreta modalidade de participação típica das condutas anteriores, quando para consumo próprio ou se destina a facilitar sua difusão67. Bem, chegando a este ponto, isto é, uma vez analisados – ainda que superficialmente, os mais importantes textos internacionais relativos à pornografia infantil e estudada a influência que os mesmos têm sobre o ordenamento penal espanhol, resta analisar desde MUÑOZ CONDE, Francisco. Derecho penal: parte especial… Op. cit. p.. 231. MORILLAS FERNÁNDEZ, David Lorenzo. Op. cit. p. 143-144. Em uma posição semelhante, critica a imprecisão do tipo penal que não estaria de acordo “com as exigências do princípio da ofencividade, suscetíveis de propiciar a qualificação como delito de fatos que não lesionam nem põe em perigo bem jurídico algum”, mas superando-a, conclui que “possam afetar à intimidade ou ao direito à própria imagem de uns e outros; mas não é o título VIII o lugar adequado para sua repressão”. ORTS BERENGUER, E. Derecho penal… Op. cit. p. 299. 67 ORTS BERENGUER, E. Derecho penal…. Op. cit. p. 299. 65 66 180 FAE Centro Universitário o ponto de vista crítico a legitimidade das reformas produzidas ao amparo destes textos; tarefa para qual necessariamente terá que partir de estudo e da delimitação do verdadeiro bem jurídico protegido pelos referidos delitos. 4 O BEM JURÍDICO PROTEGIDO NOS DELITOS RELATIVOS À PORNOGRAFIA INFANTIL O Direito penal mesmo nos tempos atuais sempre deve reafirmar os ideais do pensamento jurídico-racionalista da Ilustração, tendo como finalidade e legitimação a limitação do poder punitivo do Estado frente ao indivíduo68 e a proteção de bens jurídicos, especialmente baseado nos princípios de intervenção mínima e subsidiariedade69. MUÑOZ CONDE, Francisco. Evoluciona desde a Revolução Francesa e o pensamento ilustrado do século XVIII, afirmando que o Direito penal “somente deve empregar-se contra ataques muito graves a esses valores e em uma forma controlada e limitada pelo ‘império da lei’, para a seguir, advertir que: “A situação não mudou tanto como para esquecer-se já deste problema. A excessiva intromissão do poder estatal na esfera privativa é fato corrente, repetidas vezes denunciado. O Direito penal entrou, ademais, em um círculo vicioso em que o aumento da criminalidade corre junto com um aumento da dureza na repressão punitiva, que parece voltar aos tempos de uma política penal autoritária de onde parecia haver saído já definitivamente. In: ____. Derecho penal : parte general. 7. ed. rev. y puesta al día. Valencia: Tirant lo Blanch, 2007. p. 69. ZAFFARONI, Eugenio Raúl, afirma que “parece muito claro que a principal função que cumprimos é a de colocar limites ao exercício do poder punitivo. Mais ainda: ou servimos para isso ou não servimos para nada. Ao colocar limites ao exercício do poder punitivo estamos cumprindo com uma função política vital que é a de preservar os espaços de liberdade social, os espaços de autonomia dentro de nossas sociedades, em suma, se trata da função fundamental que é a de garantir o respeito à dignidade humana”. In: _____. Apuntes sobre el pensamiento penal en el tiempo. Buenos Aires: Hammurabi, 2007. p. 21. Também ROXIN, Claus, em uma clássica passagem afirma que: “A ‘ideia de fim no Direito penal’, além da que Liszt havia colocado em seu famoso programa de Marburgo, é a meta da Política criminal; enquanto que o Direito penal, como ‘magna carta do delinquente’ segundo expressão de Liszt, protege não a comunidade, senão ao indivíduo que ‘se rebela contra ela’, garantindo-lhe o direito ‘de ser castigado somente segundo os pressupostos legais e unicamente dentro dos limites legais”. In: _____. Política criminal y sistema de derecho penal. Traducción e introducción de Francisco Muñoz Conde. 2.. ed., 2. reimpr.. Buenos Aires: Hammurabi, 2006. p. 32-33. 69 Neste sentido Claus ROXIN, depois de reafirmar a importância dos limites da intervenção penal como uma função social do Direito penal, expresso nos princípios da intervenção mínima e subsidiariedade, sustenta que é o “pensamento jurídico-racionalista da Ilustração, base da forma democrática de Estado. En ¿Es la protección de bienes jurídicos una finalidad del derecho penal? In: HEFENDEHL, Roland. La teoría del bien jurídico: ¿fundamento de legitimación del derecho penal o juego de abolorios dogmático? Madrid: Marcial Pons, 2007. p. 446-447. No mesmo sentido HASSEMER, W. sustenta que a finalidade e legitimação do Direito penal é a proteção de bens jurídicos, afirmando que “uma proibição de uma conduta pela ameaça penal que não puder remitir-se a um bem jurídico seria terror de Estado. Seria nada menos que uma intromissão na liberdade humana de atuação respeito a qual o Estado ingerente não pode dizer com que fim a leva a cabo. Dito ‘fim’ é o lugar que tradicionalmente ocupa o conceito de bem jurídico. A intervenção na liberdade de conduta não teria algo que a legitimara, algo do que pudera extrair seu sentido”. En ¿Puede haber delitos que no afecten a un bien jurídico penal? In: HEFENDEHL, Roland. La teoría del bien jurídico: ¿fundamento de legitimación del derecho penal o juego de abolorios dogmático? Madrid: Marcial Pons, 2007.p. 103. Vide também FERRAJOLI, Luigi. Como referência ao modelo garantista clássico. In:_____. Derecho y razón: teoría del galantismo penal. Madrid: Trotta, 2006. p. 33 e ss. 68 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 159-194, jan./jun. 2011. 181 Esta legitimidade do Direito penal como limite do poder punitivo do Estado de Direito a partir do bem jurídico, “somente pode servir a uma autêntica teoria democrática do injusto, na medida em que corresponda a seus fins limitativos e não somente a propósitos punitivos” e exige como consequência lógica, chegar ao conceito que, segundo TAVARES, é “entendido como um valor que se incorpora a norma como seu objeto de preferência real e constituir, portanto, um elemento primário da estrutura do tipo, ao qual se deve referir à ação típica e todos os demais componentes”70. Ante esta configuração democrática de bem jurídico, se faz necessário analisar os bens jurídicos afetos aos delitos relativos à pornografia infantil, sendo que o histórico recente do Código penal espanhol tem estado marcado por distintas mudanças de nomenclatura e, por consequência, também quanto ao próprio bem jurídico supostamente tutelado por ditos delitos. Na reforma de 1989 se substituiu os “delitos contra a honestidade” por “delitos contra a liberdade sexual” que, posteriormente foi mantido no Código penal de 1995. De outro lado, a reforma de 1999 (LO 11/1999) introduziu a indenidade sexual, passando a constar no Título VIII, chamado de “Delitos contra a liberdade ou indenidade sexual”. Por outro lado, resulta necessário fazer também uma aproximação ao conceito e respectivos elementos destes dois bens jurídicos já consagrados, mas também de outros mais afetos aos delitos sexuais para questionar sua existência, elementos, validade e necessidade, frente a uma postura crítica em que o sujeito é o Direito penal democrático em um Estado de Direito. Em primeiro lugar, o próprio legislador espanhol se refere à liberdade sexual, como bem jurídico tutelado. ORTS BERENGUER sustenta que “a liberdade sexual pode definir-se em abstrato como faculdade do ser humano de determinar-se autonomamente no âmbito da sexualidade”, para depois acrescentar que o conteúdo “estará integrado pela possibilidade de eleger e praticar a opção sexual preferida em cada momento e por utilizar e servir-se do próprio corpo nesta ordem de coisas, de onde derivam a escolha de companheiro com seu consentimento, e rechaçar propostas não desejadas e, com mais motivo, a de repelir eventuais ataques”71, desenvolvendo, portanto, as vertentes positiva e negativa do conceito. TAVARES, Juarez E. X. bien jurídico y función en derecho penal. Traducción de Monica Cuñarro. Buenos Aires: Hamurabi, 2004. p. 20-21 e 39. 71 ORTS BERENGUER, Enrique et al. Derecho penal: parte especial. Valencia: Tirant lo Blanch, 2004. p. 230. Vide também MUÑOZ CONDE, Francisco, ao afirmar que a liberdade sexual é “entendida como aquela parte da liberdade referida ao exercício da própria sexualidade e, em certo modo, a disposição do próprio corpo, aparece como um bem jurídico merecedor de uma proteção penal específica, não sendo suficiente para abarcar toda sua dimensão com a proteção genérica que se concede à liberdade”. MUÑOZ CONDE, Francisco. Derecho penal : parte especial… Op. cit. p. 192. 70 182 FAE Centro Universitário Sem embargo, desafia este inicial entendimento na matéria que nos ocupa o fato de que o artigo 181.2 do Código Penal aprecia o consentimento como válido, para manter relações sexuais, a partir dos treze anos, desconsiderando em consequência o delito de abuso sexual, mas não realizando consideração similar em relação aos delitos de pornografia infantil. Portanto, não pode ser a liberdade sexual o bem jurídico protegido na pornografia infantil porque, a maior parte da doutrina e da jurisprudência tem entendido que somente o consentimento do maior de dezoito anos pode excluir a tipicidade destes delitos. Como consequência da negação da liberdade sexual como bem jurídico tutelado, somente resta como opção expressa pelo legislador, a indenidade sexual entendida como a proteção ao livre desenvolvimento do menor em temas de sexualidade. Neste sentido, MUÑOZ CONDE se manifesta a favor da indenidade sexual ao afirmar que “mais que a liberdade do menor ou incapaz, que obviamente não existe nestes casos, se pretende, no caso do menor, proteger sua liberdade futura, ou melhor dito, a normal evolução e desenvolvimento de sua personalidade, para que quando seja adulto decida em liberdade seu comportamento sexual; e no caso do incapaz ou deficiente mental, evitar que seja utilizado como objeto sexual”72. Com efeito, ao tratar-se do bem jurídico indenidade sexual, seria mais correto estabelecer um processo legislativo gradual, ponderando as diferentes idades e capacidades de desenvolvimento mental. Para isso, o legislador deveria seguir a lógica de dar mais proteção quanto menos desenvolvimento tivesse, determinando a intangibilidade dos menores de treze anos ou plenamente incapazes, mas depois mais relativizada, desde os treze a, por exemplo, os dezesseis ou dezoito anos. Também deveria considerar o consentimento não somente nas relações sexuais, senão também na divulgação das imagens das mesmas, pois não se entende porque podem manter relações, mas não gravá-las. Nestes casos, é questionável e chama a atenção o exemplo do jovem de treze anos ou mais que poderá exercer validamente sua liberdade sexual, mantendo relações com outro jovem ou com um adulto, mas mesmo que queira, não pode gravar por meios tradicionais ou informáticos. Não se entende porque podem manter as relações, mas não gravá-las. Afinal, questiona-se: em que o fato de gravar-se incide no desenvolvimento do menor de idade? MUÑOZ CONDE, Francisco. Derecho penal : parte especial… Op. cit. p. 192. MORILLAS FERNÁNDEZ, David Lorenzo. Também nega a liberdade sexual dos menores ou incapazes como bem jurídico, afirmando que “o menor ou incapaz carece de liberdade sexual desde a perspectiva jurídica como imposição legal ainda que não real, pelo que não cabe concluir que seja a liberdade sexual o bem jurídico protegido no delito de pornografia infantil, pois carece de ela por imperativo legal”. Op. cit. p. 160. 72 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 159-194, jan./jun. 2011. 183 Consequentemente o que se sustenta é a negação ou a impossibilidade absoluta do exercício da sexualidade em uma tenra idade, mas mudando com o passar dos anos para o desenvolvimento através do exercício gradual, positivo e simples que certamente “favorece o desenvolvimento psíquico e uma melhor afetividade nas relações interpessoais futuras73”, tudo para reafirmar a indenidade sexual como bem jurídico de necessária tutela penal. A partir do citado bem jurídico, e focando já especialmente nos delitos de posse de pornografia infantil para uso próprio e pornografia virtual, se questiona se estas condutas típicas realmente afetam o desenvolvimento do menor? Isto é, se realmente, são condutas que afetam a sua indenidade sexual. Em verdade, parece que o referido bem jurídico não se vê afetado em absoluto nas hipóteses comentadas, porque a posse se produz quando o sujeito já foi gravado e a pornografia virtual nem sequer grava a menor algum. Neste sentido, deve-se destacar que no delito de posse de pornografia infantil para uso próprio (CP artigo 189.2), a conduta é posterior a lesão de bens jurídicos, identificada e tipificada no artigo 189, letras ‘a’ e ‘b’. E seja qual for o ponto de vista ante o tipo penal em análise, a realidade é que a conduta de possuir a pornografia infantil para uso pessoal, apesar de imoral, se encontra distante de qualquer bem jurídico, no tempo, espaço ou na linha de ação do anterior ‘abuso sexual’74. A conduta “de quem, sem haver participado da ação gravada, satisfaça seus impulsos sexuais visualizando-os” em absoluto segue perpetrando ataques a qualquer bem jurídico75. Alguns autores têm tratado de justificar a tipificação da posse de material pornográfico, por considerá-lo um delito de perigo abstrato para o bem jurídico da liberdade ou indenidade sexual dos menores, ao entender que com cada ‘observação’ das imagens se “perpetua o ataque à liberdade e à dignidade das crianças que foram gravadas previamente”; e por outro lado, se contribui para a manutenção e expansão de uma nova e degradante ‘indústria’ que tem como objeto e pressuposto para a comissão de gravíssimos delitos sexuais contra meninas e meninos”76. MUÑOZ CONDE, Francisco. Derecho penal: parte especial… Op. cit. p 194. ESQUINAS VALVERDE, Patricia. Op. cit. p. 175. 75 RAMOS VÁSQUEZ, José Antonio. Op. cit. p.. 113. 76 GIMBERNAT ORDEIG, Enrique. Prólogo. In: _______. Código penal. 15. ed. actual. Madrid: Tecnos, 2009. Vide também neste sentido CARMONA SALGADO, Concha. Derecho penal español: parte especial. 2. ed. Madrid: Dykinson, 2005, p. 318. No mesmo sentido, vide GARCÍA VALDÉS, Carlos. Acerca del delito de pornografía infantil. In: TOLEDO Y U BIEDO, Emilio Octavio de; GURDIEL SIERRA, Manuel; CORTES BECHIARELLI, Emilio.(Coord.) Estudios penales en recuerdo del Profesor Ruiz Antón. Valencia: Tirant lo blanch: Valencia, 2004. p. 411-430. 73 74 184 FAE Centro Universitário Sem embargo, a juízo de outros, a tipificação da posse para uso próprio de pornografia infantil resulta inadequada tanto por motivos criminológicos, como por outros relativos a garantias e liberdades individuais. Inicialmente e desde uma perspectiva criminológica se afirma que não deveria preponderar a penalização da posse de pornografia infantil pelos duvidosos argumentos de que aquele que observa imagens de pornografia infantil será no futuro o agressor e de que se estaria punindo o consumo para acabar com o tráfico, porque nem em uma hipótese e nem em outra, está provada a relação necessária de causa e efeito77. “Em consequência, proibir a posse de semelhante iconografia não representa uma solução ao problema, pois a atração física segue e o pedófilo continuará consumindo material pornográfico infantil, tudo isso sem contar ademais o freio às inibições sexuais que leva a citada tendência e que, em um percentual bastante elevado de casos, evita a comissão de ilícitos mais graves”78. Neste sentido, MORILLAS FERNÁNDEZ chega a questionar a própria utilidade prática do preceito, perguntando-se: através da criação deste tipo penal pode afirmar-se que a taxa de criminalidade em matéria de elaboração de material pornográfico infantil diminuirá?79 Em razão das crescentes estatísticas na matéria, parece correta a resposta negativa. Por outro lado e desde outro ponto de vista, agora relativo às garantias e liberdades individuais, se assinala que não se deveria “proibir determinadas condutas, em princípio protegidas pelo princípio fundamental da liberdade e autonomia dos cidadãos, somente pelo fato de que se assemelhem a outras que se resultem ilícitas, simplesmente com objeto de facilitar a luta contra estas últimas”80. Ademais destes argumentos, no caso da posse de pornografia infantil prevalece a ausência de bem jurídico diretamente protegido e, como consequência, se cria uma tutela penal adiantada e desnecessária que contradiz os princípios de intervenção mínima e subsidiariedade81.ed, ESQUINAS VALVERDE, Patricia. . Op. cit. p. 180. ESQUINAS VALVERDE, Patricia. . Op. cit. p. 180. 78 MORILLAS FERNÁNDEZ, David Lorenzo. Op. cit. p. 323. 79 MORILLAS FERNÁNDEZ, David Lorenzo. . Op. cit. p. 323. 80 Sentença da Suprema Corte dos Estados Unidos no caso Ashcroft versus The Free Speech Coalition, de 16 de abril de 2002, citada por: EMPT, Martin. Virtuelle Kinderpornografe als verfassungsrechtlich geschützte Meinnungsfreiheit.Revista ZUM, 2002, cuadernos 8 y 9, p. 613- 620 (619). Apud ESQUINAS VALVERDE, Patricia. p. 179. 81 MORILLAS FERNÁNDEZ, David Lorenzo, afirma que “os bens jurídicos referidos para o comum das figuras típicas compreensivas desta modalidade delituosa – liberdade e indenidade sexual, intimidade, dignidade, livre desenvolvimento da personalidade – carecem da relevância para efeitos da posse simples, no entanto já foram lesionados em virtude de condutas antecessoras na hipotética cadeia de tráfico de pornografia infantil, não podendo apreciar-se pelo mero fato de possuí-la. Op. cit. p. 322. Vide também TAMARIT SUMALLA, Josep María. . Op. cit. p. 110. 77 77 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 159-194, jan./jun. 2011. 185 Sob outro vértice, e com relação ao delito de pornografia simulada ou pseudopornografia, quando, em realidade, não se utiliza diretamente um menor ou incapaz, senão sua voz ou imagem alterada, sendo justamente por isso, que não se pode falar em lesão a indenidade do menor, pois não afeta seu desenvolvimento em temas de sexualidade. É por tudo isso, pelo que poderia entender-se que os delitos relacionados com a pornografia infantil, no artigo 189, parágrafos 2 e 7, não haveria outros bens protegidos que não uma suposta moral sexual coletiva. Quiçá uma vez mais tenha razão MUÑOZ CONDE quando pergunta “não estamos aqui diante de um ‘Direito penal de autor’ que penaliza a tendência pederasta como tal, ainda que sem traduzir-se em atos que incidam diretamente no menor ou incapaz?”82. Para dizer a verdade, há hipóteses, como as já referidas, em que se torna difícil, senão impossível encontrar uma referência expressa a um bem jurídico, o que levaria a considerar que nos mesmos se tutela a moral sexual coletiva83. Sem embargo, e com uma postura crítica, ao comentar o bem jurídico protegido no Título VIII do Código penal espanhol, MUÑOZ CONDE assinala que “isto não significa que seja a ‘moral sexual’ o bel bem jurídico protegido nesta matéria. E mais, qualquer intento de converter a ‘moral sexual’ como tal, sem identificar os concretos bens jurídicos que podem ser especificamente questionados nos respectivos tipos delitivos, em um bem jurídico protegido autônomo, implica no perigo de converter o Direito penal nesta matéria em um instrumento ideológico mais próprio da Inquisição que de um moderno Estado pluralista e democrático”84. MUÑOZ CONDE, Francisco. Derecho penal : parte especial… . Op. cit. P231. En este sentido, porque el Convenio adoptara conductas demasiado alejadas de la lesión o puesta en peligro del bien jurídico protegido, no tardaron críticas ya como resalta MORALES GARCÍA, Óscar, “la constatación del incremento de la difusión de pornografía infantil en las redes telemáticas fue la excusa para la moralización de las tendencias sexuales con ocasión del fenómeno Internet extendiendo el concepto pornografía y el de su atributo, infantil, hasta estadios previos completamente alejados de la libertad o la difusa indemnidad sexual y próximos a concepciones preñadas de carga moral sobre las tendencias sexuales, alcanzando así la criminalización de la posesión para el consumo personal o la difusión de pornografía pseudo-infantil. In: MORALES GARCIA, Oscar. Apuntes de política criminal en el contexto tecnológico; una aproximación a la convención del Consejo de Europa sobre Cyber-crime”. Cuadernos de Derecho Judicial, Madrid, n.9, p. 24,2002. 83 Neste último caso, inclusive já tinham proteção no Título X, Dos delitos contra a intimidade, o direito à própria imagem…, do Código penal. 84 MUÑOZ CONDE, Francisco. Derecho penal: parte especial… Op. cit. p. 196. Também ROXIN manifestase contra que a mera ilicitude moral justifique uma disposição penal, ao comentar a evolução do Código penal alemão, afirma “no entanto, não é um bem jurídico, a “moralidade” (Sittlichkeit), não se protege jurídico-penalmente, de modo que, consequentemente, ficaram isentos de pena comportamentos então imorais, como a homossexualidade entre adultos, o adultério, a zoofilia e outros ilícitos morais”. ROXIN, Claus. ¿Es la protección de bienes jurídicos una finalidad del Derecho penal? In: HEFENDEHL, Roland. La teoría del bien jurídico: ¿fundamento de legitimación del derecho penal o juego de abolorios dogmático? Madrid: Marcial Pons, 2007. p. 444. 82 186 FAE Centro Universitário Parece que o legislador mudou a defesa dos bens jurídicos próprios para quiçá assumir a defesa de funções um tanto questionáveis como a proteção da infância e a diminuição ou extinção do material pornográfico infantil, buscando perseguir o ‘pedófilo’ não por suas condutas, senão pelo que ‘é’. Neste caso, como parece claro, não se confunde com as clássicas funções de repressão e prevenção que inspiram o Direito penal, e que tampouco podem substituir-se ao bem jurídico nas tarefas relativas à lei penal85. Com efeito, esta pseudofunção do Estado em diminuir a pornografia infantil, travestida no suposto bem jurídico ‘moral sexual coletiva’ é mais do que duvidosa quando a iniciação sexual na Espanha se situa hoje em torno de 14-15 anos, sem que isso cause catástrofe alguma e siga tendo sentido proteger uma suposta indenidade sexual, neste e em outros preceitos, de pessoas de 17 anos ou mais. Entrar nestes motivos de criminalização exigiria, em uma aproximação político-criminal, indagar porque há tal obsessão em perseguir comportamentos sexuais de pessoas menores, apelando a uma suposta proteção de sujeitos que, com caráter general, não necessitam. Nesta linha, parece que ao final encontraria o ponto de vista político-criminal que se adota não é abstrato, senão claramente concreto: é o dos adultos e, em particular, o controle dos pais sobre o corpo de seus filhos…86. Retornando ao ponto principal, o Estado espanhol deve compatibilizar os tratados, convênios, decisões marco em que tome parte com os princípios gerais de Direito penal, próprios de um Estado Democrático de Direito – como a intervenção mínima, subsidiariedade, legalidade estrita e a proteção de bens jurídico-penais, mediante a expressa exigência de lesão ou colocação em perigo dos mesmos em cada uma das condutas que se vá reprimir penalmente. Ademais de muitas reformas legislativas, deve-se criticar o legislador espanhol que se mostrou equivocado em sua política criminal, na forma e conteúdo, porque optou por tipos penais demasiado amplos, equiparando condutas relativas à hipóteses de tentativa a delitos consumados e de participação à autoria como já destacado; outros desnecessários Todavia, equivocado, pois, “se tomamos a ordem jurídico-penal sobre o pressuposto de garantia, a incriminação de uma conduta somente deve ter por objeto jurídico o que possa surgir de um ente real estável – a pessoa humana – e não de uma função, sendo inválidas as normas que assim o tratem. A distinção entre função e bem jurídico é, pois, essencial a um Direito penal democrático”. Também equivocada esta opção porque “no setor do injusto, por isso mesmo, as funções não podem ser encontradas como pressupostos indeclináveis da incriminação dos objetos de proteção, porque carecem de substância e não se podem submeter a qualquer exame, ou demonstração empírica, de que hajam sido lesionadas ou postas em perigo”. Conforme TAVARES, Juarez E. X. . Op. cit. p. 53-65. 86 ROXIN, Claus. Importante a advertência de que “a lei, como tal – e, portanto, também o Código Penal-, ‘não é instrumento de configuração social, senão somente um meio para a elaboração e ordenação da coexistência das liberdades”. Política… Op. cit. p.42. 85 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 159-194, jan./jun. 2011. 187 porque estão completamente desvinculados ou quando menos muito distantes da tutela efetiva de bens jurídicos, como sucede com os delitos de mera posse de pornografia infantil e a produção de pornografia virtual. Neste sentido, deve-se destacar, uma vez mais, que o regulador europeu no Convênio de Budapeste (artigo 9º, parágrafo 4º) e na Decisão Marco (artigo 3.2) ‘deixou a porta entreaberta’, pois permitiu aos Estados excluir a sanção penal de determinados casos, especialmente os mais criticados. Portanto, o legislador espanhol não estava obrigado a criar tipos penais tão questionáveis, senão teria espaço e condições de seguir o caminho contrário, este sim em conformidade com o Direito penal do Estado Democrático de Direito87. Com efeito, parece que a história se repete e voltamos ao lugar comum, porque a necessidade de escolher o bem jurídico como objeto obrigatório de tutela penal, ainda quando indicado por normativas internacionais88, não transforma o Direito penal em algo diverso como as duas velocidades sugeridas por SILVA SANCHEZ89. Senão é certo que deverá seguir como Direito penal respeitoso dos princípios de intervenção mínima, subsidiariedade, legalidade estrita, sempre com decisões valorativas político-criminais vinculadas a defesa dos ataques mais graves aos bens jurídicos importantes e determinados90. Mesmo diante dos objetivos da internacionalização e harmonização, não se admite a negação do Direito penal mínimo, razoável do Estado Democrático de Direito, com limites de intervenção nos direitos fundamentais do indivíduo. Finalmente, a atuação do Direito penal democrático em um Estado de direito frente à pornografia infantil, impõe de lege lata “uma interpretação restritiva que atualize a função de carta magna do Direito penal e sua ‘natureza fragmentária’ e que alcance conceitualmente somente o âmbito de punibilidade que seja indispensável para a proteção do bem jurídico”91 e de lege ferenda a adoção pelo legislador dos recortes facultados pelo regulador europeu, especialmente a supressão do delito de posse de pornografia infantil para uso próprio e do delito de pseudo-pornografia ou pornografia simulada. RAMOS VÁSQUEZ, José Antonio. Op.cit. p. 118. Situação semelhante ocorre com outros ramos do direito como o do meio ambiental. 89 SILVA SÁNCHEZ, Jesús Maria. Obra citada. 90 ROXIN, Claus. Política… Op. cit. p. 49. 91 ROXIN, Claus. Política… Op. cit. p. 73. 87 88 188 FAE Centro Universitário 5CONCLUSÕES A sociedade atual apresenta rápidas mudanças no comércio e indústria e também grande desenvolvimento na ciência, meios tecnológicos e de informação, o que relativiza as fronteiras e a caracteriza como globalizada. Mas grandes avanços vêm acompanhados de grandes riscos como contaminações do meio ambiente, crises econômicas mundiais, terrorismo e organizações criminosas transnacionais, o que sugere a necessidade de um moderno Direito penal. Entre estes novos temas que reclamam a atuação do Direito penal, destacam os referidos aos cibercrimes e especialmente os delitos de pornografia infantil, por sua grande incidência e importância dos bens jurídicos ameaçados. Partindo do reconhecimento dos direitos dos infantes por diversos textos internacionais e especialmente objetivos de cooperação entre Estados e harmonização das legislações nacionais para enfrentar a crescente pornografia infantil, foi aprovado o Anexo II do Protocolo facultativo da Convenção sobre direitos das crianças da Assembleia Geral das Nações Unidas; também na União Europeia, o Convênio Europeu sobre Delitos Informáticos (Budapeste, 2001); e a Decisão Marco 2004/68/JAI do Conselho Europeu que estabeleceram alguns conceitos básicos quanto ao tema, também os delitos e penas que deveriam ser adotados. Mas também as referidas normativas trariam algumas opções de reservas para os legisladores dos Estados membros, especialmente nos temas mais polêmicos. Depois de algumas reformas legislativas, o Código espanhol adotou, sem muitas reservas, os delitos sugeridos pelas normativas internacionais, em alguns casos de forma ampla e utilizando a descrição de condutas alternativas, que inclusive geraram impropriedades dogmáticas como a equiparação de casos de tentativa aos delitos consumados e participação aos de autoria. Sem embargo, o problema mais grave nesta matéria continua sendo o que deriva da tipificação penal de algumas figuras delitivas. Neste sentido, há que ressaltar que partindo de um Direito penal democrático e garantista, que pretende limitar o poder punitivo do Estado e proteger bens jurídicos sociais imprescindíveis, deve-se analisar criticamente os tipos penais relativos à pornografia infantil, especialmente os mais duvidosos. Foi precisamente esta análise que leva a entender que a posse de pornografia infantil e a pornografia simulada ou pseudopornografia não tutelam a liberdade ou indenidade sexual. Em realidade, estas condutas delitivas apresentam uma afetação mais que duvidosa, para não dizer praticamente inexistente com respeito a estes bens jurídicos ou com respeito a qualquer outro, o que deveria haver levado o legislador espanhol a fazer uso da possibilidade de reserva realizada pelo regulador europeu com respeito a tais delitos, e, por conseguinte, haveria permitido não ter que adotá-los em seu ordenamento jurídico. Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 159-194, jan./jun. 2011. 189 REFERÊNCIAS ABOSO, Gustavo Eduardo; ZAPATA, María Florencia. Cibercriminalidad y derecho penal: la información y los sistemas informáticos como nuevo paradigma del Derecho penal; análisis doctrinario, jurisprudencial y su derecho comparado sobre los denominados delitos informáticos. Buenos Aires: Editorial B y F, 2006. ALONSO PÉREZ, Francisco. Los nuevos delitos de exhibicionismo y pornografía infantil. 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ABSTRACT * ** Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 195-210, jan./jun. 2011. 195 O processo penal é um instrumento público mediador, imparcial e objetivo, o qual ultrapassa o fim subjetivo das partes, capaz de ajustar interesses contrapostos, mas que em última instância devem possuir objetivo comum: a busca da verdade para realização da justiça1-2. Em nome da realização da justiça, em busca da verdade, há um aparato jurisdicional em função do processo, no que muitas vezes o Estado é obrigado a utilizar determinadas medidas que acarretam prejuízos de diversas ordens na esfera de um cidadão. Dentre estas medidas se compreende a prisão preventiva, da qual vamos nos ocupar, a qual, em determinadas circunstâncias, se apresenta imprescindível para o deslinde do processo. São pacíficas na doutrina e na jurisprudência as considerações acerca dos malefícios decorrentes da prisão preventiva, do mesmo modo é pacífica a ideia de que a mesma é necessária ao processo penal. O processo penal deve ser o mecanismo através do qual se tutela pela liberdade jurídica de um acusado. Antes mesmo de se apresentar como via adequada de aplicação de uma pena, deve se apresentar como um instrumento de garantia da liberdade e do status dignitatis. O problema capital da nossa época continua a ser conciliar a exigência da sociedade com a liberdade individual3. Infelizmente, grande parte da sociedade ainda tem em mente que o único remédio para as atrocidades do mundo do crime é o encarceramento, consequentemente a prisão preventiva vem sendo utilizada como arma no combate à criminalidade. É correto que cabe ao Estado a repressão da criminalidade, da forma mais eficiente possível, contudo, dentro dos limites em que o permita a justiça, sem nenhuma espécie de favoritismo. Quando surge um suspeito em determinado processo, este fica à mercê do julgamento feito pelo Estado, e mais, fica à mercê das provas e dos meios de que a justiça Nessa esteira, as 3 (três) finalidades básicas do processo penal se resumem em: realizar a justiça, proteger os direitos fundamentais dos cidadãos perante os Estados e restabelecer a paz jurídica. 2 Os direitos fundamentais pertencem a todos os cidadãos conviventes em comunidade, independentemente da classe social em que se inserem. Contudo, quando os seus direitos fundamentais são violados de alguma maneira, tendo como consequência uma infração, por ter-lhe sido vitimado um bem penal juridicamente protegido, nasce com esse fato o suspeito de um crime, o acusado, que deverá ser submetido ao processo penal e, com isso, se dá um deslocamento dos direitos fundamentais dos cidadãos, e das vítimas do suposto crime, que já tiveram seus direitos violados, para os agentes do delito. E, é aqui que se deve buscar o tão aclamado equilíbrio processual. Cf.: MOURA. José Souto de. A protecção dos direitos fundamentais em processo penal. In: CONGRESSO DE PROCESSO PENAL, 1., 2004. Lisboa. I congresso de processo penal, Coordenação de:. Manuel Monteiro Guedes Valente. Coimbra : Almedina, 2005. 3 Cf.: ABREU, José Vasconcelos. Para o enquadramento do instituto da prisão preventiva. Revista da Ordem dos Advogados, Lisboa, v. 25,p. 135, 4 trim, 1965, citando André Malraux, em discurso pronunciado na Acrópole. 1 196 FAE Centro Universitário se utiliza para colhê-las, restando-lhe acreditar na imparcialidade do julgador, para que realmente seja cumprido o objetivo de justiça. Daí a importância do estudo e de um amparo legal eficiente quando o tema é a prisão cautelar, nomeadamente a prisão preventiva, antes do trânsito em julgado da sentença criminal condenatória ou absolutória. Referimonos ao exato momento quando os direitos fundamentais saem do plano abstrato, onde são garantidos a todos de maneira universal, para se efetivar em concreto nos direitos assegurados a um acusado dentro de um processo penal, sopesando o fato desse acusado se encontrar preso preventivamente4. Segundo Jorge de Figueiredo Dias: O processo penal constitui um dos lugares por excelência em que se há de encontrar a solução do conflito entre as exigências comunitárias e a liberdade de realização da personalidade individual. Aquelas podem postular, em verdade, uma «agressão» na esfera desta; agressão a que não falta a utilização de meios coercitivos (prisão preventiva, exames, buscas, apreensões) e que mais difícil se torna de justificar e se suportar por se dirigir, não a criminosos convictos, mas a meros «suspeitos» – tantas vezes inocentes5. 1 OS PREJUÍZOS DA CUSTÓDIA PREVENTIVA O fato de estar submetido a um processo criminal, aos meandros de uma investigação, por si só caracteriza um constrangimento6. Estar sujeito a um processo criminal, inocente ou culpado, é algo insuportável, principalmente se esse processo for enfrentado “atrás das grades”. Podemos pesar, ainda, o fato de esse sujeito ser inocente e ter de esperar uma sentença penal que o condene ou absolva. O grande aparelho jurisdicional, Importante salientar que foi nesse contexto de proteção aos direitos fundamentais que nasceu a Declaração dos Direitos do Homem e do Cidadão, quando surgiu a primeira reação normativa contra o processo penal de estrutura inquisitória, vindo a ser reconhecida ao acusado uma posição processual, deixando este de ser considerado objeto do processo, para sucessivamente fazer parte deste, vindo a poder exercer alguma influência ativa na formação da convicção do julgador, na tentativa de propiciar a realização da justiça, através de uma decisão mais equitativa. Tal declaração serviu como influência a Códigos Penais de acepção mais liberal. Destacou-se, também, no desenvolvimento dos direitos fundamentais dos cidadãos, a Convenção Européia para a Salvaguarda dos Direitos do Homem e das Liberdades Fundamentais e O Pacto Internacional dos Direitos Civis e Políticos. 5 Cf.: DIAS, Jorge de Figueiredo. Direito processual penal. Coimbra: Coimbra Editora, 1984. v.1, p. 59. 6 Como assevera Sérgio Marcos de Moraes Pitombo: «O processo penal, de índole condenatória, emerge sancionatório, pouco importando-lhe o resultado. O imputado sofre o processo. Suporta-lhe e para sempre os efeitos sociais, ainda que termine absolvido. Os muitas vezes relapsos – até eles - padecem o processo, o seu ritual e longo andamento: transporte, algemas, espera, interrogatório, audiência de instrução e mais aparatos da Justiça Penal. A função simbólica do processo de conhecimento, de natureza condenatória, traz-lhe, também, a marca da infâmia».PITOMBO, Sérgio Marcos de Moraes. Inquérito policial: exercício do direito de defesa. Boletim IBCCRIM, n. 83, p. 14, out. 1999. 4 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 195-210, jan./jun. 2011. 197 em função do processo, não garante que o acusado, mesmo inocente, sairá incólume perante uma sentença absolutória. Restringir a liberdade, direito fundamental amplamente assegurado nas Cartas Constitucionais, mesmo quando se apresentam todos os indícios e requisitos suficientes para que lhe seja feito, já é um grande mal, mais ainda, restringir a liberdade sem as cautelas legais necessárias é inconcebível. Mesmo considerada por muitos doutrinadores como um mal necessário7, por vezes se faz imperiosa a decretação da prisão preventiva quando há dificuldade em se encontrar a «verdade», que surge, em determinadas ocasiões, demonstrando a inocência apenas posteriormente à sua decretação, quando todos os malefícios do cárcere já foram lançados. Antes de uma decisão definitiva, a prisão somente pode ocorrer sob o pretexto da necessidade, uma vez que ao se limitar a liberdade de um cidadão, faz pairar sobre ele a presunção da prática do crime e gera à sua família custas, prejuízos e sacrifícios, sem falar no desgosto e infâmia social que inevitavelmente se apresentam sobre eles. A custódia preventiva apresenta graves problemas como a separação brusca da profissão, do convívio em sociedade, de modo a produzir sérios danos econômicos, morais e sociais. A prisão preventiva gera riscos, tais como: a) um grave perigo de contágio criminal ao inocente, através do convívio com os presos efetivamente condenados; b) a superlotação do sistema carcerário, devido à escassez de meios necessários para separar adequadamente os presos preventivos do resto da população reclusa; c) não desempenhar os objetivos propostos e rejeitar a sua verdadeira função de instrumento do processo; d) quase sempre não cumprir rigorosamente com os prazos previstos; e e) demonstrar-se tão infamante quanto à própria pena, muitas vezes, na configuração antecipada desta. José Miguel Júdice8 afirma com clareza que «muitos podem entrar inocentes nas prisões, mas delas poucos conseguem sair inocentes; a opinião pública condena sumariamente quem foi detido e a hipotética absolvição não resolve nada; as vidas dos detidos ficam destruídas ou afectadas muito gravemente sem nenhuma compensação adequada». Para aplicação de uma custódia preventiva é necessária, além da indispensável adequação entre a fundamentação da prisão com o estado de inocência atribuído ao acusado durante todo o processo, uma série de precauções por meio das quais sejam minimizadas suas implicações. Nesse sentido leia-se: TOURINHO FILHO, Fernando da Costa. Processo penal. São Paulo: Javoli, 1977. v.3, p. 320 e GASPAR, Antonio Henrique. Tribunal Europeu dos Direitos do Homem (direito penal e processo penal) . Revista Portuguesa de Ciências Criminais, v. 7, n. 4, p. 658, out/dez 1997. 8 JÚDICE, José Miguel. Prisão preventiva: um cancro que envergonha. Revista da Ordem dos Advogados, Lisboa, v. 64.p. 42, 2004. 7 198 FAE Centro Universitário 2 NECESSÁRIAS PRECAUÇÕES A SEREM OBSERVADAS QUANDO DA APLICAÇÃO DA PRISÃO PREVENTIVA Para que uma prisão preventiva seja decretada, privando da liberdade alguém que ainda não foi devidamente julgado, se faz indispensável a exigência de algumas cautelas para que as finalidades almejadas com o encarceramento não se percam. Após a rigorosa observância dos requisitos que a requer, a prisão cautelar deve ser claramente motivada, apoiada em fatos concretos, que constituam grandes probabilidades e não meras presunções; as circunstâncias devem revelar a probabilidade de procedência do juízo formulado, devendo a necessidade da custódia ser demonstrada com segurança, com a indicação de dados constantes do processo, dos quais se possa deduzir legitimamente a necessidade da medida, sob pena de se consubstanciar em punição antecipada. Ao ter em vista a gravidade da medida e a necessidade de sua decretação para um natural e adequado deslinde da causa, de modo a evitar prisões arbitrárias, todos os atos que submetem o acusado a uma prisão preventiva, devem estar devidamente fundamentados. Não se pode conceber que seja a liberdade física de um cidadão cerceada sem que a autoridade judiciária competente consigne as razões e os motivos decisivos do seu ato. Não se pode abandonar a liberdade aos arbítrios e a morosidade da justiça; o acusado não pode restar prejudicado, em qualquer fase do inquérito ou do processo. Dessa forma, a privação da liberdade não pode ser levianamente consentida, para tanto se exige a demonstração dos motivos de fato e de direito que ensejaram tal atitude. Não estando o juiz subjetivamente convencido da autoria do delito e não estando devidamente preenchidos e fundamentados os pressupostos e requisitos legais para a autorização da custódia preventiva, não deve a mesma vir a ser decretada. Não obstante, o despacho que defere a prisão preventiva não pode ser instruído tão sublimemente como se exige para o caso de uma sentença definitiva, por não constar no processo elementos suficientes para tanto. Nessa esteira se posiciona Gomes Neto9: «É claro que nenhum despacho de prisão preventiva, decretando-a ou não, pode ser tão simples como um mero despacho ordinário dado a relevância do assunto», entretanto, segue o autor, «Também não pode ser uma sentença, absolutamente afirmativa e completa em seus elementos, abrangendo todas as questões de fato e de direito contidas no processo. O prejulgamento é inadmissível e o juiz é obrigado até mesmo a não emitir opinião ou parecer sobre assunto ainda sujeito a decisão sua». Primeiramente, porque GOMES NETO, F.A. A Prisão preventiva «obrigatória. Separata de: Jurídica, Rio de Janeiro: Instituto do Açúcar e do Álcool, p.9, 1973. 9 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 195-210, jan./jun. 2011. 199 equivocadamente estaria emitindo um juízo pessoal de valor, o que não lhe é permitido, a julgar antecipadamente a causa com base em sua opinião sobre os fatos; e segundo, porque, mais uma vez equivocado, com base em tal opinião, estaria por aplicar uma pena antecipada ao acusado. A fundamentação do despacho, por um lado, permite o controle da atividade jurisdicional e, por outro, serve para convencer a sua correção e justiça. A exigência de fundamentação atua também como meio de autocontrole do próprio juiz, pela necessidade de justificar a ocorrência das condições legais de aplicação da medida10. Assim uma das finalidades ocultas da fundamentação, ao lado das garantias de defesa do acusado, é de que o juiz para decretar a custódia preventiva, efetivamente examine os autos e a autorize dentro dos ditames e limites da lei, pois se trata de uma privação da liberdade de um cidadão através do encarceramento, com males incontáveis e irreparáveis ao submetido. Posteriormente, como medida ad cautela, necessária se faz a separação dos presos já condenados daqueles que se encontram preventivamente presos. Sendo asseguradas a ambas as espécies de reclusos, a não submissão a qualquer forma de tratamento desumano ou degradante, sendo-lhes garantidos alimento, segurança e higiene, enquanto se encontram a disposição do Estado. Um dos maiores males da política penal é justamente a deficiência do sistema em separar os presos preventivos dos efetivamente condenados. Daí decorre um dos maiores problemas do sistema prisional, ou seja, a da superlotação carcerária, com graves consequências para os submetidos. O Primeiro Congresso das Nações Unidas sobre a Prevenção do Crime e o Tratamento dos Delinquentes, realizado em Genebra em 1955, e aprovado pelo Conselho Econômico e Social das Nações Unidas através das suas resoluções 663 C (XXIV), de 31 de Julho de 1957 e 2076 (LXII), de 13 de Maio de 1977; Resolução 663 C (XXIV) do Conselho Econômico e Social trataram das regras mínimas para o tratamento dos reclusos, quando na época já decidiram pela regular separação entre os presos preventivos daqueles sobre os quais já pesa uma efetiva sentença de condenação11. As prisões, cada dia mais, se transformam em depósito de seres humanos, excluídos da sociedade, autênticas escolas do crime, que não cumprem com seus reais objetivos e distorcem por completo seus resultados, sendo de extrema importância a efetiva separação dos presos, para que inocentes não restem injustiçados, e além de todos os males, não fiquem amedrontados pelo sistema. SILVA. Germano Marques da. Curso de processo penal II. Lisboa: Verbo, 1993. p. 224. 10 200 FAE Centro Universitário A separação dos presos não deveria se dar apenas no que toca aos preventivos e condenados, mas antes, deveria ser consoante a espécie de crime praticado, a gravidade deste e o grau de periculosidade do acusado. Nesse sentido é a disposição do artigo 313 do Código Procesal Penal de la Nacion Argentina: «Se dispondrá su separación por razones de sexo, edad, educación, antecedentes y naturaleza del delito que se les atribuye». No mesmo sentido é a disposição do artigo 521 da Ley de Enjuiciamiento criminal da Espanha: «Los detenidos estarán, a ser posible, separados los unos de los otros. Si la separación no fuese posible, el Juez Instructor o Tribunal cuidará de que no se reúnan personas de diferente sexo ni los co-reos en una misma prisión, y de que los jóvenes y los no reincidentes se hallen separados de los de edad madura y de los reincidentes. Para esta separación se tendrá en cuenta el grado de educación del detenido, su edad y la naturaleza del delito que se le impute». Entretanto, dita separação, muitas vezes, não passa de mera utopia, pois na prática a realidade é bem diversa. Os sistemas dificilmente conseguem trabalhar com o grande número de reclusos que lhe são entregues todos os dias. Tal situação é incompatível com o princípio da presunção de inocência, o qual deve ser analisado com prioridade quando o assunto é a prisão preventiva, devendo ser o ponto de partida das normas que regulam essa matéria. As pessoas ainda não condenadas pelo crime de que são objeto de acusação não podem possuir o mesmo tratamento das que já foram efetivamente condenadas. Presumir inocência exige, no mínimo, que as pessoas acusadas sejam submetidas a um tratamento diferenciado de acordo com a sua qualidade de pessoas não condenadas. Faz-se, portanto, imprescindível tornar mais efetiva e indispensável a separação entre presos provisórios dos já definitivamente condenados, como forma de resguardar o submetido do convívio com estes e de preservar o sistema no tratamento dispensado aos mesmos de maneira mais adequada. Teoricamente, as legislações possuem excelentes regulamentações, o problema se encontra na aplicação das mesmas e em sua eficiência. Estabelece o Código de Processo Penal brasileiro, artigo 300 «sempre que possível, as pessoas presas provisoriamente ficarão separadas das que já tiverem definitivamente condenadas». O Código Procesal Penal de la Nación Argentina prevê em seu artigo 313: «los que fueren sometidos a prisión preventiva serán alojados en establecimientos diferentes a los de los penados». 11 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 195-210, jan./jun. 2011. 201 Outra medida que já é prevista pelos ordenamentos e que nos parece adequada é o cômputo da pena cumprida em fase processual daquela que deverá ser cumprida em caráter definitivo12. Esse desconto da pena, previsto expressamente pelos ordenamentos jurídicos, demonstra o reconhecimento pelos prejuízos causados pelo cárcere e a indistinção nesse caso da prisão definitiva e da prisão processual. Germano Marques da Silva, nesse sentido discorre: «Assim, o regime de execução da prisão preventiva, muito similar e muitas vezes até mais grave do que da pena de prisão, deveria limitar-se apenas à realização da função processual que lhe é inerente, não devendo nunca ser equiparado à pena de prisão, nem sequer em seus aspectos práticos. Porventura pelo reconhecimento da impossibilidade prática de se estabelecer um modo de execução adequado, diverso da pena de prisão, é que a lei desconta o tempo de prisão preventiva na duração da pena de prisão, reconhecendo de certo modo a sua identidade prática na execução, ainda que a diversidade dos seus fins»13. Para René Dotti14: «A detração visa impedir que o Estado abuse de poder-dever de punir, sujeitando o responsável pelo fato punível a uma fração desnecessária da pena sempre que houver a perda da liberdade ou a internação em etapas anteriores à sentença condenatória». Aproveitar-se o tempo de prisão processual àquele que definitivamente deverá prestá-la posteriormente, partindo da premissa de que ninguém pode ser punido duplamente pelo mesmo fato, se apresenta como uma maneira protetiva dos direitos e garantias assegurados ao acusado. Nesse sentido temos o Código Penal Brasileiro, artigo 42: «Computam-se, na pena privativa de liberdade e na medida de segurança, o tempo de prisão provisória, no Brasil ou no estrangeiro (...)». O Código de Direito Penal Argentino estabelece no artigo24: «La prisión preventiva se computará así: por dos días de prisión preventiva, uno de reclusión; por un día de prisión preventiva, uno de prisión o dos de inhabilitación o la cantidad de multa que el tribunal fijase entre pesos treinta y cinco y pesos ciento setenta y cinco». Por sua vez, o Código Penal Espanhol estabelece no artigo 58: «El tiempo de privación de libertad sufrido provisionalmente será abonado en su totalidad por el juez o tribunal sentenciador para el cumplimiento de la pena o penas impuestas en la causa en que dicha privación fue acordada». No mesmo sentido o ordenamento português dispõe no artigo 80 do Código Penal, quando trata das medidas processuais: «1 - A detenção, a prisão preventiva e a obrigação de permanência na habitação, sofridas pelo arguido no processo em que vier a ser condenado, são descontadas por inteiro no cumprimento da pena de prisão que lhe for aplicada. 2 - Se for aplicada pena de multa, a detenção, a prisão preventiva e a obrigação de permanência na habitação são descontadas à razão de 1 dia de privação da liberdade por, pelo menos, 1 dia de multa». 13 Cf: SILVA, (10), p. 206. 14 DOTTI, Rene. Curso de direito penal: parte geral. 1. ed. Rio de Janeiro: Forense, 2002. p. 605. 12 202 FAE Centro Universitário A prisão preventiva resultará, muitas vezes, em curtas prisões, com todos os seus consabidos inconvenientes, nomeadamente o perigo de contágio aliado à perda de sentimento de certo pudor, existente até a primeira prisão, que vinha influindo no afastamento do crime, sem que o detido ganhe algo, pois, por falta de tempo, não sai intimidado, tampouco melhorado. Será este mais um aspecto a ponderar por quem tome a decisão de uma prisão preventiva15. Se a prática de um delito representa um mal à sociedade, mal maior é a busca desatinada de um culpado apenas para acalmar os ânimos de uma sociedade que se sente injustiçada, ferindo direitos fundamentais do homem, consagrados constitucionalmente, de modo que censuráveis condenações geram ainda mais insegurança para a sociedade do que o próprio cometimento do crime, pois passam a desacreditar não apenas em seus conviventes, como também, na sua «justiça». A luz do princípio da legalidade, no que toca a prisão preventiva, essa só pode ser aplicada dentro dos casos taxativamente previstos em lei. As regras constitucionais bem como a lei ordinária têm que ser estritamente cumpridas e quando se tratar da liberdade do cidadão, têm que ser restritamente interpretadas. Tratando-se a prisão preventiva de um mal necessário, só deve ter lugar quando, por outros meios, não for possível acautelar os fins que com ela se almeja. Deve, portanto, cessar logo que seus objetivos estejam efetivados. 3 A NECESSÁRIA APLICAÇÃO DE MEDIDAS ALTERNATIVAS À PRISÃO PREVENTIVA É perceptível que a prisão preventiva tem sido demasiadamente utilizada em nome da segurança social e jurídica. A prisão durante o processo deixou de ser uma medida extraordinária para se converter em uma medida de uso frequente, contrariando as normas constitucionais e os princípios que as próprias ciências criminais visam acautelar. Para que não haja uma banalização maior na utilização da prisão preventiva o sistema deve dispor alternativas ao aplicador da norma para que em última hipótese, quando realmente não exista outro meio para se alcançar determinado fim, esta venha a ser decretada16. Muitos países já possuem medidas alternativas à prisão preventiva, vindo esta a ser aplicada somente quando outros meios forem considerados ineficazes. Cf.: FABIÃO, Fernando. A prisão preventiva. Braga: Livraria Cruz, 1964. p. 14. Nesse sentido Heleno Cláudio Fragoso: «A prisão representa um trágico equívoco histórico, constituindo a expressão mais característica do vigente sistema de justiça criminal. Validamente só é possível pleitear que ela seja reservada exclusivamente para os casos em que não houver, no momento, outra solução.» FRAGOSO, Heleno Cláudio. Direitos dos presos. Rio de Janeiro: Forense, 1980. p. 15. 15 16 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 195-210, jan./jun. 2011. 203 Nesse sentido o Código de Processo Penal de Buenos Aires dispõe a respeito de meios de controle eletrônicos, no artigo 159: Alternativas a la prisión preventiva. Cuando se tratare de imputados mayores de setenta (70) años, o que padecieren una enfermedad incurable en período terminal, o cuando se tratare de un mujer en estado de gravidez o con hijos menores de cinco (5) años y siempre que el peligro de fuga o de entorpecimiento probatorio pudiera razonablemente evitarse por aplicación de otra medida menos gravosa para el imputado, o de alguna técnica o sistema electrónico o computarizado que permita controlar no se excedan los límites impuestos a la libertad locomotiva, el juez de garantías impondrá tales alternativas en lugar de la prisión, sujeta a las circunstancias del caso, pudiendo establecer las condiciones que estime necesarias. El imputado según los casos, deberá respetar los límites impuestos, ya sea referidos a una vivienda, o a una zona o región, como así las condiciones que se hubieran estimado necesarias, las que se le deberán notificar debidamente, como así también que su incumplimiento hará cesar la alternativa. O referido artigo trata de pessoas que de alguma forma se encontram em risco (maiores de setenta anos, portadores de alguma doença incurável em fase terminal, mulheres grávidas ou com filhos menores de 5 anos). Também trata de situações mais delicadas, mas que de outra forma se possa remediar com uma medida menos gravosa que a prisão cautelar. O juiz possui a faculdade para que dentro das possíveis medidas possa estabelecer outras condições que entenda necessárias. Contudo, o imputado deve respeitar os limites que lhe foram impostos sob pena de ver a preventiva decretada. O mesmo Código, no artigo seguinte, dispõe mais alternativas: Entre otras alternativas, aún de oficio y con fundamento suficiente, podrá disponerse la libertad del imputado sujeta a una o varias de las condiciones siguientes, de acuerdo a las circunstancias del caso: 1. La obligación de someterse al cuidado de una persona o institución, quién informará periódicamente a la autoridad; 2. La obligación de presentarse periódicamente ante la autoridad que se designe; 3. La prohibición de salir de un ámbito territorial determinado, de concurrir a determinados lugares, o de comunicarse con ciertas personas; 4. La prestación de una caución patrimonial por el propio imputado o por otra persona; 5. La simple promesa jurada de someterse al procedimiento penal, cuando con ésta bastara como alternativa o fuere imposible el cumplimiento de otra. Outro país que claramente dispõe um rol de medidas alternativas à aplicação da prisão preventiva é Portugal. Trata-se das chamadas medidas de coação que podem ser aplicadas ao réu infrator, sendo dentre estas, a prisão preventiva, considerada a mais grave17-18. Conceituam-se as medidas de coação como meios processuais penais limitadores da liberdade pessoal, de natureza meramente cautelar, aplicáveis aos arguidos sobre os quais recaiam fortes indícios da prática de um crime. GONÇALVES, Fernando; ALVES, Manuel João. A prisão preventiva e as restantes medidas de coacção. Coimbra: Almedina, 2004, p. 87. 18 As medidas de coação estão previstas taxativamente no Código de Processo Penal português entre os artigos 191 ao 228. 17 204 FAE Centro Universitário Listam-se as medidas de coação tendo em consideração o seu grau crescente de gravidade: Termo de identidade e residência; caução; obrigação de apresentação periódica; suspensão do exercício de funções, de profissão e de direitos; proibição de permanência, de ausência e de contatos; obrigação de permanência na habitação e prisão preventiva. A subsidiariedade da prisão preventiva em Portugal, em vista das demais medidas de coação, é expressa e encontra amparo no artigo 193, n. 2 do Código de Processo Penal português. No Brasil, a prisão preventiva é uma medida cautelar, considerada isoladamente dentro das possíveis prisões com caráter provisório. Todavia, a legislação brasileira não apresenta nenhuma medida alternativa à aplicação da prisão preventiva, muito embora possua institutos muito parecidos com esses que acabamos de citar no sistema argentino e português, todos são utilizados de maneira distinta, para casos específicos e não como uma alternativa à aplicação da prisão preventiva. Dispor medidas alternativas à aplicação da custódia preventiva é visar à boa administração da justiça, de maneira a impedir que se coloquem percalços ao desenvolvimento normal do processo e consequente justiça social, mas sem descuidar da liberdade dos cidadãos. As Regras Mínimas das Nações Unidas para a Elaboração de Medidas não Privativas de Liberdade, resolução 45/110 da Assembleia Geral, de 14 de Dezembro de 1990, as chamadas Regras de Tóquio, propõem que se evite a prisão preventiva, se referindo à prisão como uma medida extrema, de último recurso, somente utilizada quando outras medidas substitutivas se demonstrarem ineficazes19. 4 A PRISÃO PREVENTIVA COMO «ULTIMA RATIO» DAS MEDIDAS PROCESSUAIS A natureza jurídica conferida a uma medida cautelar, deriva na proporção em que, acautelar significa prevenir contra a ocorrência de um mal, de um inconveniente, ou até mesmo de um dano20. O citado Diploma apresenta as seguintes alternativas: «8.2. As autoridades competentes podem tomar as seguintes medidas: a) Sanções verbais, como a admoestação, a repreensão e a advertência; b) Manutenção em liberdade antes da decisão do tribunal; c) Penas privativas de direitos; d) Penas econômicas e pecuniárias, como a multa e o dia de multa; e) Perda ou apreensão; f) Restituição à vítima ou indenização desta; g) Condenação suspensa ou suspensão da pena; h) Regime de prova e vigilância judiciária; i) Imposição de prestação de serviços à comunidade; j) Afetação a um estabelecimento aberto; k) Residência fixa; l) Qualquer outra forma de tratamento em meio aberto; m) Uma combinação destas medidas. 20 Cf: Dicionário Eletrônico Houaiss de Língua Portuguesa. 19 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 195-210, jan./jun. 2011. 205 Ao atribuir a prisão preventiva essa função cautelar, pretendeu o legislador proteger o próprio processo penal e a sua efetiva aplicação, contra a sua total frustração, o que poderia ocorrer facilmente se ele se encontrasse desarmado de quaisquer meios cautelares – tornando impossível a aplicação da justiça penal21. A prisão preventiva possui uma natureza estritamente cautelar e meramente instrumental não podendo ultrapassar os limites dos fins a que se destina sob pena de se tornar em um «castigo» ao submetido. Trata-se de uma medida subsidiária, não obrigatória e de caráter excepcional. Tais características, atribuídas à prisão preventiva, são reconhecidas não só pelas legislações ordinárias e constitucionais, bem como pelo Pacto Internacional de Direitos Cívicos e Políticos de 16 de dezembro de 1966, nos seguintes termos do artigo 9, n.3: «Não deve ser, em regra, obrigatória a detenção de pessoas que aguardam julgamento (…)», onde encontramos seu caráter facultativo. Na Convenção Europeia dos Direitos do Homem, e por resoluções e recomendações do Comitê de Ministros do Conselho da Europa, em conformidade com a resolução (65), que prescreve em sua alínea a) que: «a detenção nunca deve ser obrigatória» e na alínea c) «a prisão preventiva não deve ser ordenada ou mantida senão quando for estritamente necessária». Por sua vez, a recomendação (80) 11, I, de 27 de junho de 1980, estatui que a prisão preventiva deva: «ser considerada como medida excepcional e nunca deve ser obrigatória nem utilizada com finalidades punitivas». Considerada uma medida meramente instrumental, a prisão preventiva não possui uma finalidade em si mesma, antes tem por objetivo assegurar a eficácia da atividade jurisdicional exercida no processo, com o escopo de acautelar os meios e os fins do processo satisfativo. Nas palavras de António Pires Robalo, a prisão preventiva é um simples meio para fins que ultrapassam a própria prisão e a que esta serve de mero instrumento22. Em outras palavras, a prisão preventiva está à disposição do processo. Aqui vale lembrar o dito de Calamandrei, citado por Dyrceu Aguiar D. Cintra Jr.23, para quem a custódia preventiva, como medida cautelar que é, configura-se em um instrumento a serviço do instrumento: ela serve à eficiência do provimento jurisdicional principal e este, por sua vez, serve ao direito material e à própria sociedade24. Cf.: SÁ, Pedro Jorge Teixeira De. Fortes indícios de ilegalidade da prisão preventiva. Scientia Ivridica; revista de direito comparado portuguesa e brasileira v.48, n.280/282, p. 394, jul/dic.1999. 22 ROBALO, Antonio Domingos Pires. Noções elementares de tramitação do processo penal. Coimbra: Almedina, 2004. p. 78. 23 CINTRA JÚNIOR, Dyrceu Aguiar Dias. Prisões cautelares - o uso e o abuso. Revista dos Tribunais, v. 83, n. 703, p. 260-271, maio 1994. 24 Contudo, existem autores que afirmam se distanciar a prisão preventiva do seu caráter instrumental. Nesse sentido, Roberto Delmanto Junior afirma ao comentar a decretação da prisão preventiva para garantir a ordem pública: «(...) é de se esclarecer, porém, ser indisfarçável nesses termos a prisão preventiva se distancia de seu caráter instrumental – de tutela do bom andamento do processo e da eficácia de seu resultado – ínsito a toda e qualquer medida cautelar, servindo de instrumento de justiça sumária, vingança social etc». DELMANTO JÚNIOR, Roberto. As modalidades de prisão provisória e seu prazo de duração. Rio de Janeiro: Renovar, 1998. p. 156. 21 206 FAE Centro Universitário Dinamarco25, ao falar da instrumentalidade do processo, especifica que: em primeiro lugar, e acima de tudo, a regra do equilíbrio que deve estar presente no espírito de todo o juiz quando chamado a decidir sobre uma demanda cautelar. É preciso sopesar os males que o demandante poderá razoavelmente sofrer em caso de denegação da medida, em confronto com os que a concessão desta poderá causar ao demandado (…). Muito embora a prisão preventiva esteja à disposição do processo, como medida instrumental que é, não pode em nome da satisfação do mesmo ser arbitrariamente utilizada, sem a devida observância das requisições legais que o caso requer. A tutela cautelar parte do pressuposto de um direito incerto. Quando tratamos de um instituto de natureza cautelar, esse pode incidir sem que o seu beneficiário, ao final do processo principal, tenha efetivamente o direito alegado, que surge apenas como viável ou provável, porquanto, todo o cuidado é pouco ao se expedir a medida. Tendo como corolário o princípio da presunção de inocência em confronto com a gravidade atribuída à prisão cautelar esta deve ser utilizada apenas como ultima ratio das medidas processuais. O legislador deve deixar à disposição do aplicador da norma outras medidas em função do processo que sejam menos gravosas ao acusado. A prisão preventiva deve ser vista apenas como uma das possíveis medidas processuais aplicadas a um acusado em casos específicos e de extrema exceção. Em outras palavras: a prisão preventiva deve ser tão somente um dos instrumentos que o legislador deixa à disposição do julgador, para que o mesmo, quando considerar indispensável, possa aplicar dita medida em nome do próprio processo penal, de modo a proteger a sociedade contra a frustração da aplicação da justiça criminal. Nesse sentido, a prisão preventiva só deve ser aplicada para fins relativos àquele processo e àquela pessoa em concreto e, fundamentalmente, deve ter fins de segurança, isto é, a prisão preventiva não deve, ao contrário do que acontece na prática, funcionar como uma medida punitiva adiantada, mas deve funcionar, como qualquer outra medida de caráter cautelar, como uma garantia de segurança, no sentido de que o acusado não se eximirá a estar presente no processo e não irá perturbar o decurso das investigações26. No mesmo sentido Fernando Fabião27 afirma que: Efectivamente, manda a verdade reconhecer que a prisão preventiva é necessária e útil ao desenrolar do processo e não pode prescrever-se do processo penal, sob pena de perigar seriamente a segurança social; e, note-se, do seu emprego não sairá muito maltratada a liberdade dos cidadãos, contanto que não se percam de vista os fins que a legitimam, só, judiciosamente, devendo lançar-se mão dela, quando um ou outro de tais fins inequivocamente a impuserem. Proceder de outro modo será não fazer caso da razão de ser do instituto, incorrendo no perigo de injustificadamente violar a liberdade de cada um. DINAMARCO, Cândido Rangel. A instrumentalidade do processo. 6. ed. São Paulo: Malheiros, 1998. p. 262. Cf.: BELEZA, Teresa. Apontamentos de direito processual penal II, p. 125 e 126. 27 Cf: Fabião, (15), p. 09. 25 26 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 195-210, jan./jun. 2011. 207 CONSIDERAÇÕES FINAIS É evidente o uso excessivo da prisão preventiva. Com o aumento da criminalidade há uma tendência em se estabelecer novos tipos penais e a agravar sanções. Com o agravamento das sanções se torna mais complicado se esquivar da prisão cautelar. Esta seria a “pronta resposta” do Estado para a pressão das exigências sociais. Em contrapartida, não raro, os magistrados que adotam uma postura mais humanizada em prol dos direitos fundamentais dos cidadãos são censurados pela opinião pública quando não decretam uma preventiva e possibilitam ao acusado responder o processo em liberdade. Para acabar com esse paradigma é necessário conscientizar a população a respeito dos efeitos danosos da prisão preventiva na adoção de políticas efetivas no combate à criminalidade. A prisão preventiva se demonstra na realidade não só ineficaz como também repressora. Uma remodelagem do sistema da prisão preventiva, com medidas alternativas, estabelecimento e cumprimento de prazos de duração e regras rígidas para sua decretação, deve fazer parte de uma visão geral das instituições a ponto de torná-la uma medida socialmente legítima e não ameaçadora. Note-se que os presos preventivos ficam excluídos das políticas sociais, a maioria das ações ocorre nas penitenciárias e dificilmente nas cadeias públicas, dessa forma se facilita ou se deixa de prevenir a marginalização dos presos preventivos. Prendem-se pessoas legalmente inocentes, que teoricamente por não haver sentença penal condenatória deveriam ser tratadas como tal, porém, que na prática estão suportando uma sanção que deveria ser somente para pessoas legalmente declaradas culpadas pela prática de um ato ilícito penalmente reprovável. Encarceram-se sujeitos que poderiam responder ao processo em liberdade. Encarceram-se sujeitos durante mais tempo do que o devido. Encarcera-se sem prevenção às condições dos locais de detenção. Encarcera-se para demonstrar «serviço» à sociedade. Cremos, ainda, num direito penal humanitário onde estar sujeito a um processo criminal não seja algo degradante e com poder discriminatório, mas simplesmente seja sinônimo de busca pela «verdade» e realização da justiça. Por mais atroz que pareça o crime não pode a prisão preventiva ser decretada sem o preenchimento dos pressupostos que a requer, única e exclusivamente para representar uma falsa ideia de segurança para a sociedade. A prisão preventiva não pode ser utilizada pelo Estado como arma no combate à criminalidade. Encarcerar para resolver os problemas. Cuida-se do assunto da prisão preventiva tendo em vista que o mal causado durante o trâmite do processo não pode ser maior do que o acusado aferiria ao ser término. 208 FAE Centro Universitário Para aplicação da prisão preventiva devemos ter em mente o conceito de um direito penal mínimo que permita alternativas à restrição da liberdade, em favor de medidas menos gravosas ao acusado. A sociedade esquece brevemente o fato de ter sido o cidadão condenado ou absolvido, justiçado ou injustiçado, no entanto, guardam para sempre o fato de ter sido o mesmo submetido a um encarceramento. Medidas alternativas a prisão preventiva respeitam a presunção de inocência, previnem a reincidência e a superlotação carcerária. Somente quando tivermos medidas alternativas à aplicação da prisão preventiva é que poderemos utilizá-la como medida de ultima ratio no processo penal e veremos a sua finalidade eficazmente cumprida. Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 195-210, jan./jun. 2011. 209 REFERÊNCIAS ABREU, José Vasconcelos. Para o enquadramento do instituto da prisão preventiva. Revista da Ordem dos Advogados, Lisboa, v. 25,4. trim.1965. BECHARA, Fábio Ramazzini. Prisão cautelar. São Paulo: Malheiros, 2005. BELEZA, Teresa Pizarro. Ainda a prisão. Direito e Sociedade, n. 2, dez. 1986. BITENCOURT, Cézar Roberto. Novas penas alternativas. São Paulo: Saraiva, 2006. CARRANZA, Elias. Prisión preventiva em América Latina y Europa, Jueces para la democracia, n. 26, jul.1996. CINTRA JÚNIOR, Dyrceu Aguiar Dias. Prisões cautelares - o uso e o abuso. Revista dos Tribunais, v. 83, n. 703, maio. 1994. DELMANTO JÚNIOR, Roberto. As modalidades de prisão provisória e seu prazo de duração. Rio de Janeiro: Renovar, 1998. DIAS, Jorge de Figueiredo. Direito processual penal. Coimbra: Coimbra Editora, 1984.v. 1 DINAMARCO, Cândido Rangel. A instrumentalidade do processo. 6. ed. São Paulo: Malheiros, 1998. 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Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 195-210, jan./jun. 2011. 210 OS PRINCÍPIOS PENAIS CONSTITUCIONAIS E O ESTADO CONSTITUCIONAL DE DIREITO Roberta Duboc Pedrinha* RESUMO O presente trabalho ressalta a relevância dos Princípios Penais Constitucionais para garantir a supremacia do Estado Constitucional de Direito na Contemporaneidade. Posto que o Estado Constitucional se contrapõe ao Estado Policial, sendo portanto, necessário para detê-lo. Para que, dessa forma, se assegure a efetivação dos Direitos Fundamentais a todas as pessoas. Palavras-Chave: Estado Constitucional de Direito, Princípios Penais Constitucionais, e Direitos Fundamentais. ABSTRACT This paper highlights the relevance of the Criminal Constitutional Principles to ensure the supremacy of the State Constitutional Law in the contemporary time. Since the Constitutional State is opposed to the Police State, and so, to stop him. For thus it ensures the realization of fundamental rights to all people. Keywords: State Constitutional Law, Criminal Constitutional Principles and Fundamental Rights. * Advogada. Doutoranda em Direito Penal na Universidade de Buenos Aires (UBA). Doutoranda em Sociologia Criminal no Instituto Universitário de Pesquisa do Estado do Rio de Janeiro (IUPERJ). Mestra em Ciências Criminais na Universidade Candido Mendes (UCAM). Pós-graduada em Criminologia na Universidade de Havana (UH). Graduada em Ciências Jurídicas na Universidade Federal do Estado do Rio de Janeiro (UNIRIO). Professora Concursada de Criminologia do Ministério de Justiça (MJ). Coordenadora da Pós-graduação de Criminologia, Direito e Processo Penal da UCAM. Membro Permanente da Comissão de Direitos Humanos e integrante da Comissão de Direito Penal do Instituto dos Advogados Brasileiros (IAB). Ex-integrante da Banca Examinadora do Exame de Ordem de Direito e Processo Penal da Ordem dos Advogados do Brasil – Seção Rio de Janeiro (OAB-RJ). Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 211-232, jan./jun. 2011. 211 NOÇÕES INTRODUTÓRIAS Vivemos tempos difíceis. Assistimos à supremacia dos valores de mercado, do capital, em detrimento dos valores sociais, humanos. Assistimos ao fortalecimento do Estado Punitivo em contraponto ao Estado Social. Assistimos à maior expansão do Estado Policial, desde sua criação, em face do esvaziamento ou restrição do Estado de Direito. Nessa seara, vale o esclarecimento de Nilo Batista, acerca do Estado Policial, o qual “é aquele regido pelas decisões do governante. Pretende-se com certo simplismo estabelecer uma separação cortante entre o Estado de Polícia e o Estado de Direito: entre o modelo de Estado no qual um grupo, classe social ou segmento dirigente, encarna o saber acerca do que é bom ou possível, e sua decisão é lei, e outro, no qual o bom ou o possível é decidido pela maioria, respeitando os direitos das minorias, para o que tanto aquela quanto estas precisam submeter-se a regras que são mais permanentes do que meras decisões transitórias. Para o primeiro modelo, submissão à lei é sinônimo de obediência ao governo; para o segundo, significa acatamento às regras anteriormente estabelecidas. O primeiro pressupõe que a consciência do bom pertence à classe hegemônica e, por conseguinte, tende à uma Justiça substancialista. O segundo pressupõe que pertence a todo o ser humano por igual, e, portanto, tende a uma Justiça procedimental. A tendência subastancialista do primeiro o faz tender para um direito transpersonalista (a serviço de algo meta-huamano: divindade, casta, classe, estado, mercado etc.); o procedimentalismo do segundo, para um direito personalista (para os humanos)”1. Na Atualidade, acompanhamos ao recrudescimento do Estado Policial, através do sistema penal, que se sobrepõe aos direitos e garantias fundantes do Estado Constitucional de Direito, configurando, de tal maneira, flagrante ameaça à sociedade. Por sistema penal, como preleciona Zaffaroni, entende-se “o controle social punitivo institucionalizado”2, que abarca várias agências reguladoras, desde a confecção do crime, passa pela persecução, julgamento, imposição da pena3 e execução penal. Pressupõe a atividade normativa, do legislador; de perseguição aos desviantes, da polícia, de condenação e fixação da sanção, dos juízes; e administração da pena, dos juízes e funcionários da execução penal. Contudo, cabe atentar para o fato de que o sistema penal não pode atuar em nome do Estado Policial, visto que os direitos fundamentais além de constituírem a base ZAFFARONI, Eugenio Raúl; BATISTA, Nilo; ALAGIA, Alessandro; SLOKAR, Alessandro. Direito penal brasileiro. Rio de Janeiro: Revan, 2003. v.1, p. 93- 94 2 ZAFFARONI, Eugenio Raúl; BATISTA, Nilo; ALAGIA, Alessandro; SLOKAR, Alessandro. Direito penal brasileiro. Rio de Janeiro: Revan, 2003.v. 1 3 ZAFFARONI, Eugenio Raúl. Poder Judiciário: crise, acertos e desacertos. Tradução: Juarez Tavares. São Paulo: Revista dos Tribunais, 1995. p. 36 e ss. 1 212 FAE Centro Universitário tríplice processual-constitucional dos direitos do cidadão, através do: contraditório, ampla defesa e devido processo legal; devem permanecer respeitados por toda a comunidade jurídica. Isso no entanto, não é o que se percebe nas mais diversas esferas de atuação do Estado, que se conectam ao sistema penal, no que diz respeito ao Poderes: Executivo, Legislativo e Judiciário, em âmbito tanto federal, quanto estadual. Nessa esteira, o Estado Constitucional de Direito vê-se em risco pela expansão do Estado Policial, pois ocorre a busca da segurança4 em lugar da busca da liberdade, o discurso da segurança pública em lugar do discurso de direitos humanos, a proteção de poucos, em oposição à proteção de todos os indivíduos. 1 A IMPORTÂNCIA DO ESTADO CONSTITUCIONAL DE DIREITO NA CONTEMPORANEIDADE Nesses tempos difíceis, mais do que nunca, na Contemporaneidade, verifica-se a importância da consolidação do Estado Constitucional de Direito. O termo Estado Constitucional de Direito merece atenção especial, uma vez que ele é mais específico que Estado de Direito, quando não usado em contraponto ao Estado Policial. Primeiramente, cumpre destacar que não se pode fazer a associação direta da noção de Estado de Direito com a de Estado Democrático. Sabe-se que pode existir o Estado de Direito sem que se tenha Democracia e vice-versa. Nesse âmbito, vale recordar os Estados totalitários, que, embora se caracterizem, formalmente, como Estados de Direito, em termos efetivos, apregoam o desrespeito aos direitos fundamentais. Portanto, o paradigma no qual se inscreve o Constitucionalismo contemporâneo não mais se resume aos ditames do mero Estado de Direito. O holocausto humanitário cometido sob o manto do regime nazista, é preciso salientar, foi inteiramente amparado pela legalidade de sua época. O Estado Constitucional de Direito não é apenas um “Estado de Direito”. As leis que violam a Constituição e a base principiológica são inválidas e não podem ser aplicadas, pois hoje há um sistema de garantia dos direitos fundamentais. A construção do Estado Constitucional de Direito adveio, embrionariamente, do Estado de Direito Clássico (liberal). Nesse sentido, fincava-se a afirmação de que o Direito e a Lei Geral Abstrata tinham sua origem na Vontade Geral, onde sedimentava-se o instrumental de garantia que o Estado de Direito Clássico (liberal) dispensava aos indivíduos frente ao DENNINGER, Erhard. Security, diversity, solidarity instead of freedon, equality, fraternity Constellation. v.7, n. 4, 2000. 4 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 211-232, jan./jun. 2011. 213 Poder Político. A Lei, nesse aspecto, é a melhor forma de garantia do indivíduo frente ao Poder. Pois este não poderá atuar à margem da Lei, mas apenas dentro de seus limites. Na mesma direção, a Lei também é o instrumento mais idôneo para garantir as liberdades individuais, pois é por meio dela que o povo converte-se na voz que pronuncia o Direito. Assim, para assegurar a subsunção de todos os Poderes Públicos ao Direito, foi afirmada a supremacia da Constituição e o caráter plenamente normativo das Constituições, como forma de reforçar a máxima vinculação de todos os Poderes do Estado e de sua produção normativa ao Direito. De modo que, a passagem do Estado de Direito (legislativo) para o Estado Constitucional (democrático assegurador de direitos) pressupõe a ratificação do caráter normativo das Constituições, que integram um plano de juridicidade superior, vinculante e indisponível para todos os poderes do Estado5. Acerca da transição do Estado de Direito Liberal para o Estado Constitucional de Direito, vale rememorar a distinção, sugerida por Bobbio6. Posto que para o jurista italiano, o termo Estado de Direito pode significar duas coisas: Governo per leges ou mediante leis gerais e abstratas, e Governo sub lege ou submetido às leis, acrescentando ainda que, de qualquer forma, a Lei, no Estado de Direito, deve ser fruto da Vontade Geral, entendida em sentido amplo. Notadamente, para o autor, o Governo per leges caracteriza-se: a) pela generalidade da norma, imperativa para todos os sujeitos face ao Ordenamento; b) pela abstração da Lei, que deve referir-se a situações nas quais qualquer pessoa possa encontrar-se; c) pela Norma que deve decorrer da vontade geral, evitando-se governos absolutistas ou autoritários. Logo, estes três elementos configuram o potencial garantista da Lei enquanto forma jurídica, pois enquanto Lei geral e abstrata responde às exigências da igualdade e enquanto fruto da vontade geral atende à exigência de liberdade (entendida como autonomia). Ainda consoante o autor, o Governo sub lege, por sua vez, corresponde à vinculação e submissão dos Poderes Públicos ao Direito e, no sentido forte indicado por Ferrajoli7, significa que todo Poder deve ser limitado pela Lei, a qual determina não apenas suas formas e procedimentos de ação, normativa ou executiva, mas também o conteúdo do que ela pode ou não dispor. Tal característica, mesmo em sua conotação mais fraca, ou de mera legalidade, foi fundamental para a consolidação do Estado de Direito (liberal, legislativo). Portanto, passa-se a não mais aceitar o Poder que não fosse o disciplinado e FREIRE, Antônio Manuel Peña. La garantía en el estado constitucional de derecho.. Madrid: Trotta, 1997. p. 58. 6 BOBBIO, Norberto. A era dos direitos. Tradução: Carlos Nelson Coutinho. Rio de Janeiro: Campus, 1992. p. 25. 7 FERRAJOLI, Luigi. O direito como sistema de garantias. Porto Alegre: Livraria do Advogado, 1997. p. 89-91. 5 214 FAE Centro Universitário limitado por Lei. Uma vez que tanto a “existência” (aspecto formal) como a validade (aspecto substancial) das normas está condicionada pelo Estado Constitucional de Direito. Este possui um núcleo imperativo intangível, constituído de valores, regras e princípios ancorados nos direitos fundamentais (que configuram a chamada realidade “teleológico-axiológica” da Constituição). Esse núcleo consubstancia-se no que se denomina “Constituição material”, como consequência de que “o próprio conteúdo de cada uma das normas que compõem o Ordenamento Jurídico se acha necessariamente afetado pela norma básica”8. O Estado Constitucional de Direito, como um efetivo governo sub lege, portanto, assegura a centralidade da pessoa humana e a garantia de seus direitos fundamentais como vínculos estruturais de toda a dinâmica política que implica o princípio democrático. Contrapõe-se ao Estado que era conhecido no absolutismo como à “margem da lei” e ou “acima da lei”; que passará, agora, a ser “dentro da lei” ou “submetido à lei”. Por conseguinte, não era reconhecida, a priori, nenhuma supremacia do Estado, porque todos os sujeitos jurídicos, incluindo também o próprio Estado, passaram a ser disciplinados pela Lei. No paradigma contemporâneo, ou seja, no Estado Constitucional de Direito de Direito, as categorias do Direito Constitucional, para poderem servir como critério de ação ou de juízo, para o conjunto de atividades humanas, indispensáveis à existência da sociedade, devem encontrar uma combinação que já não deriva do fundamento indiscutível de um centro de ordenação. Para usar uma imagem de Zagrebelsky9, o Direito Constitucional é um conjunto de materiais de construção, porém o edifício concreto não é obra do Direito Constitucional enquanto tal, mas sim de uma Política Constitucional, que versa sobre as possíveis combinações desses materiais. Na visão de Canotilho, o novo Direito Constitucional remete a um “claro juízo de valor” e, no fundo estamos diante de uma “Teoria Normativa de Política”10. Isto porque, sem dúvida, o Constitucionalismo Moderno é uma ordenação sistemática e racional da comunidade política, através de um documento escrito, no qual, se declaram as liberdades e os direitos; e onde se fixam os limites do Poder Político11. O Estado Constitucional de Direito apresenta-se para ser colocado a serviço da sociedade, já que é produto da vontade da mesma. Por isso, não designa simplesmente um “Estado de Direito” ou “regulado pela Lei”, mas um modelo de Estado nascido com as modernas Constituições e com suas características específicas, como: BOBBIO, Norberto. Estado, governo, sociedade. Rio de Janeiro: Paz e Terra, 1995. ZAGREBELSKY, Gustavo. El derecho dúctil, ley, derechos y justicia, 1998. p. 12. 10 CANOTILHO, Joaquim José Gomes. Direito constitucional e teoria da constituição. 2. ed. Coimbra: 1998. p. 11 CANOTILHO, Joaquim José Gomes. Direito constitucional e teoria da constituição. 2. ed. Coimbra: 1998. p. 52. 8 9 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 211-232, jan./jun. 2011. 215 a) no plano formal, preocupação com o Princípio da Legalidade, pelo qual todo o Poder Público está submetido a leis gerais e abstratas, cujo exercício está sujeito ao controle de legitimidade por parte de juízes independentes; b) no plano substancial, preocupação com a funcionalização de todos os poderes estatais a serviço da garantia dos direitos fundamentais dos cidadãos, incorporados às Constituições sob a forma de proibições de lesar os direitos de liberdade e obrigações de satisfazer os direitos sociais. Portanto, como ocorre com a teoria garantista da validade, pode-se afirmar que o Estado Constitucional de Direito assenta sobre um modelo de legitimidade substancial (ou material)12. É nesse espectro que se enquadra a Constituição da República Federativa Brasileira de 1988. Foi em reação ao autoritarismo militar, às violações freque. Vol.: I. ntes a direitos e garantias fundamentais que se desenvolveram os trabalhos da Assembleia Nacional Constituinte de 1987. Nesse contexto, a dignidade da pessoa humana foi constitucionalmente acolhida juntamente com um vasto rol de direitos fundamentais. Entretanto, o Brasil, como país de capitalismo tardio, apresenta um acentuado déficit de efetivação no que tange aos comandos do Estado Constitucional de Direito. Seja em âmbito federal ou estadual, assiste-se à inobservância de seus preceitos fundamentais, na produção normativa orientada pelo discurso penal de emergência, na atuação abusiva e violadora do aparato policial, nas punitivas sentenças sem lastro constitucional, e diante das arbitrariedades do sistema penitenciário. Sob a égide do Estado Constitucional de Direito, até mesmo a produção do Direito tem que se subsumir às regras constitucionais (seja do ponto de vista formal, seja do ponto de vista substancial). Pois o processo de produção das normas jurídicas está formal e substancialmente constitucionalizado. O Direito, agora concebido como “sistema de garantias”, ainda dentro da linha de pensamento de Ferrajoli13, não só é condicionante (rege a sociedade) senão também “condicionado”, isso quer dizer, seu conteúdo, sua substância, não pode extrapolar os limites da Constituição, especialmente os dados pelo seu núcleo material. Nessa ordem, cabe verificar a disjuntiva enfocada por Zaffaroni14, acerca da “vontade irrestrita da maioria” ou da “supremacia da Constituição”, que encontra uma pronta resposta dentro do Estado O modelo jurídico de cunho marcadamente liberal, na maioria das vezes indiferente às pressões das massas populares e às lutas pelo direito, vem sendo paulatinamente suplantado por um modelo de Estado de Constitucional Democrático de Direito inclusivo. Assim, localiza-se o texto constitucional, por apresentar um corpo normativo de valores, possui contornos claramente substancialistas. 13 FERRAJOLI, Luigi. Direito e razão: teoria do garantismo penal. Tradução: Juarez Tavares et al. São Paulo: Revista dos Tribunais, 2002. p. 851-854. 14 ZAFFARONI, Eugenio Raúl. Poder judiciário: crise, acertos e desacertos. Tradução: Juarez Tavares. São Paulo: Revista dos Tribunais, 1995. p. 36 e ss. 12 216 FAE Centro Universitário Constitucional de Direito: pois nenhuma maioria, por mais contundente que seja, pode decidir algumas matérias (as salvaguardadas pelas cláusulas pétreas, por exemplo) ou deixar de decidir outras (nem tampouco pode ir além do que a Constituição lhe permite). Dessa forma, cumpre ao legislador, ao intérprete e ao administrador público, a compreensão de que ocorreu a transição do Estado de Direito tout court para o Estado Constitucional de Direito. Logo, todas as vezes em que se legisla, interpreta ou executa a lei, especialmente no âmbito criminal, deve-se observar estritamente a matéria que se acha constitucionalizada. O Estado Constitucional de Direito constitui um referencial imprescindível a ser adotado pelo Direito Penal. Posto que se consubstancia em um modelo de garantias que se opõe ao modelo autoritário de Estado, está assentado nos Princípios e no Direito Constitucional, e tem como primazia os Direitos Fundamentais dos indivíduos. Para tal, deve fazer valer sua preponderância hierárquica. O Estado Constitucional de Direito foi erigido sob um sistema de garantias, que deverá assegurar o caráter positivo das normas produzidas; jamais no aspecto moral ou no aspecto do direito natural, especialmente se compreendidos na acepção incriminadora do Direito Penal. De modo que, o Direito Penal encontra seus limites na supremacia constitucional. “A perspectiva é, portanto, a de expandir os espaços de luta pela cidadania também por dentro das potencialidades do próprio Direito, procurando fortalecer o espaço do Direito Constitucional, sobretudo, sobre o Direito e o Sistema Penal”15. Ou seja, o Estado Constitucional de Direito restringe a atuação punitiva do Direito Penal e amplia, em contraposição, os direitos fundamentais. De acordo com Salo de Carvalho, o Estado Constitucional de Direito ancora-se “no máximo grau de tutela dos direitos e na fiabilidade do juízo e da legislação, limitando o poder punitivo e garantindo a(s) pessoa(s) contra qualquer tipo de violência, pública ou privada”16. O Estado Constitucional de Direito traz em sua verve a secularização, como reação ao modelo inquisitorial. Este último respaldava-se no modelo autoritário, que preconizava no âmbito penal a concepção ontológica do desviante e etiológica do delito, o qual foi reapropriado sob uma pseudofeição humanizadora do Positivismo Criminológico17. Estes elementos possibilitam a construção de um quadro referencial de valores que permite a adequada aplicação do Direito Penal, tanto na teoria do delito, quanto na teoria ANDRADE, Vera Regina Pereira. Sistema penal máximo x cidadania mínima: códigos da violência na era da globalização. Porto Alegre: Livraria do Advogado, 2003. p. 29. 16 CARVALHO, Amilton Bueno de; CARVALHO, Salo de. Aplicação da pena e garantismo. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2002. p. 21. 17 CARVALHO, Salo de. Pena e garantias: uma leitura do garantismo de Luigi Ferrajoli no Brasil. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2001. p. 76. 15 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 211-232, jan./jun. 2011. 217 da pena. Portanto, o Direito Penal a serviço do Estado Constitucional de Direito, verifica: quanto à elaboração normativa - se sua estrutura é minimalista ou maximalista; quanto ao juízo - se acusatório ou inquisitivo; quanto à pena - se retributiva ou pedagógica; para tentar corrigir excessos punitivos, autoritários e irracionais. Nesse sentido, é imprescindível que a Constituição exerça uma obstaculização positiva em face do Direito Penal, limitando-o. A Constituição deve sempre funcionar como um grande filtro, para vetar normas infraconstitucionais obtusas. Nesse campo, o modelo garantista do Estado Constitucional de Direito de Direito aclama a primazia da Constituição, dos Princípios e dos Tratados Internacionais. Contudo, sua tarefa de atuação deve ser ainda mais restritiva e específica, limitando a tutela penal àqueles bens de natureza fundamental18. Da mesma forma, o Direito Penal, adstrito ao Estado Constitucional de Direito, deve seguir esse entendimento. Pois, em sua matriz teórica, o Direito Penal tem capacidade para efetivar os direitos fundamentais, desde que a serviço do Estado Constitucional de Direito. Portanto, o Direito Penal deve buscar guarida na essência dos preceitos constitucionais, na interpretação judicial da lei, em um juízo sobre a própria lei, quando o juiz tem o dever e a responsabilidade de escolher somente os significados válidos, quer dizer, compatíveis com as normas constitucionais substantivas e com os direitos fundamentais por ela estabelecidos, para dar sustentáculo teórico à práxis alternativa penal19. 2 A IMPRESCINDIBILIDADE DOS DIREITOS FUNDAMENTAIS NO ESTADO CONSTITUCIONAL DE DIREITO O Estado Constitucional de Direito está assentado em uma base principiológica e constitucional, que tem como primazia os direitos fundamentais dos indivíduos. Quer dizer, o Estado Constitucional de Direito20 encontra seus limites na supremacia constitucional. Deverá ocorrer a própria sujeição do Estado Constitucional de Direito e do próprio Ordenamento Jurídico às regras formais. Posto que deverá assegurar o caráter positivo das normas produzidas, RIVACOBA Y RIVACOBA, Manuel de. Introducción al estudio de los principios cardinales del derecho penal. In.: CRIMINALIDADE moderna e reformas penais: estudos em homenagem ao Prof. Luiz Luisi. Org.: André Copetti. Porto Alegre: Livraria do Advogado, 2001. p. 68. 19 Nesse sentido, vale conferir o prefácio de Salo de Carvalho, na obra de seu pai. CARVALHO, Amilton Bueno de. Garantismo penal aplicado. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2003. p. 17. 20 Segundo Zaffaroni e Nilo Batista deve-se compreender no Estado Constitucional de Direito a idéia do Direito como processo histórico conflitivo. ZAFFARONI, Eugenio Raúl; BATISTA, Nilo; ALAGIA, Alejandro e SLOKAR, Alejandro. Direito penal brasileiro. Rio de Janeiro: Revan, 2003. v.1, p. 42. 18 218 FAE Centro Universitário uma vez que funciona “como sistema hierarquizado de normas que condiciona a validade das normas inferiores à coerência com as normas superiores, com os princípios axiológicos nelas estabelecidos, tem validade seja qual for o ordenamento” 21. Dessa maneira, se consubstanciará a tutela dos direitos fundamentais. Acerca dos direitos fundamentais, Ferrajoli propõe uma definição teórica para eles: “são todos aqueles direitos subjetivos que correspondem universalmente a todos os seres humanos enquanto dotados do status de pessoas, de cidadãos ou pessoas com capacidade de fazer alguma coisa. (...) Os direitos fundamentais são direitos indisponíveis, inalienáveis, invioláveis, intransigíveis e personalíssimos”22. Vale notar que a Constituição Federal, promulgada em 1988, trouxe em seu bojo uma série de direitos fundamentais. Nesse sentido, cabe o compromisso na efetivação dos direitos fundamentais. Posto que não basta ter assento nos preceitos constitucionais, tem que estar na interpretação judicial da lei, no juízo sobre a própria lei, quando o magistrado tem o dever e a responsabilidade de escolher somente os significados válidos, quer dizer, compatíveis com as normas constitucionais substantivas e com os direitos fundamentais por ela estabelecidos, para dar sustentáculo teórico à práxis alternativa penal23. Os direitos fundamentais preservam a dignidade da pessoa humana, o pluralismo e a tolerância. São limite e objeto do Direito Penal frente ao Estado Policial. Possuem uma função negativa, uma vez que impõem um limite à intervenção do Estado Punitivo. Vale lembrar que em sua função positiva o Estado intervém, elegendo bens jurídicos a serem tutelados. Assim, prima-se deslegitimar qualquer modelo de controle social maniqueísta, que coloca a defesa social acima dos direitos fundamentais. Pois estes se organizam por mecanismos de tutela do indivíduo, adquirem status de intangibilidade, são indisponíveis, intransferíveis e inegociáveis. Eis que são vistos sob o prisma estatal, como de caráter negativo, por serem limitadores da intervenção. Para que os direitos fundamentais sejam assegurados, particularmente no campo do Direito Penal, Ferrajoli evoca alguns postulados, sintetiza o modelo teórico em dez hipóteses limitadoras do poder judicial e do arbítrio legislativo. Estabelece máximas latinas, ou seja, aforismas amparados nas noções de: pena, delito, lei, necessidade, ofensa, conduta, culpabilidade, juízo, acusação, prova e defesa. Estes elementos possibilitam uma base FERRAJOLI, Luigi. A soberania no mundo moderno. Tradução: Carlo Coccioli. São Paulo: Martins Fontes, 2002. p. 53. 22 FERRAJOLI, Luigi. Derechos y garantías: la ley del más débil. Tradução: Perfecto Andrés Ibáñez, Andrea Greppi. Madrid: Trotta, 1999. p. 37 e 47. 23 Nesse sentido, vale conferir o prefácio de Salo de Carvalho, na obra de seu pai. CARVALHO, Amilton Bueno de. Garantismo penal aplicado. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2003. p. 17. 21 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 211-232, jan./jun. 2011. 219 principiológica adequada à aplicação de direitos e garantias, conectadas à teoria da norma penal, teoria do delito e teoria da pena. Portanto, em um verdadeiro Estado Constitucional de Direito, se deve verificar quanto à elaboração normativa - se sua estrutura é minimalista ou maximalista; quanto ao juízo - se acusatório ou inquisitivo; quanto à pena - se retributiva ou pedagógica; para se tentar corrigir excessos punitivos, autoritários e irracionais. Nessa seara, Ferrajoli24 elabora o que entende serem os dez axiomas que na área criminal asseguram o Estado Constitucional de Direito, vale conferir: Nulla poena sine crimine; Nullum crimen sine lege; Nulla poenalis sine necessitate; Nulla necessitas sine injuria; Nulla injuria sine actione; Nulla actio sine culpa; Nulla culpa sine judicio; Nullum judicium sine accusatione; Nulla accusatio sine probatione; Nulla probatio sine defensione. A maioria dos axiomas podem ser depreendidos dos Princípios Penais Constitucionais, que norteiam o Ordenamento Jurídico Penal Brasileiro. 3 OS PRINCÍPIOS COMO INSTRUMENTOS GARANTIDORES DOS DIREITOS FUNDAMENTAIS Caminhando com Figueiredo Dias nota-se o fato de que a ordem dos valores jurídico-constitucionais constitui o quadro de referência e, simultaneamente, o critério regulador no âmbito de uma aceitável e necessária atividade punitiva do Estado25. Nesse sentido, é imprescindível que a Constituição exerça uma obstaculização positiva em face do Direito Penal, limitando-o. Nessa esteira, consoante um Estado Constitucional de Direito se reforça a primazia da Constituição, dos Princípios e dos Tratados Internacionais. Contudo, sua tarefa de atuação deve ser ainda mais restritiva e específica, limitando a tutela penal àqueles bens de natureza fundamental26. Ainda que se moldure a importância da Lei Magna, no que diz respeito às outras leis, deve-se verificar que no horizonte garantista a lei perdeu o cunho de dogma, de verdade absoluta. Ou seja, a lei passou a ser condição de civilidade, imprescindível à contenção do poder do Estado, abusivo e desmesurado. Como bem assevera Amilton Bueno de Carvalho a lei deve ser tomada em outra perspectiva, como “absolutamente indispensável, como condição de humanidade”27. Portanto, é limite à dominação dos fortes. FERRAJOLI, Luigi. Direito e razão. Tradução: Juarez Tavares, Fauzi Hassan Choukr, Ana Paula Zomer, Luiz Flávio Gomes. São Paulo: Revista dos Tribunais, 2002. p. 74 e ss. 25 DIAS, Jorge de Figueiredo. As tendências recentes da política criminal e o novo código penal português de 1982. Revista de Direito Penal e Criminologia, Rio de Janeiro, v. 34, p. 9, 1982. 26 RIVACOBA Y RIVACOBA, Manuel de. Introducción al estudio de los principios cardinales del derecho penal:In.: COPETTI, André (Org.). Criminalidade moderna e reformas penais. Porto Alegre: Livraria do Advogado, 2001. p. 68. Estudos em homenagem ao Prof. Luiz Luisi. 27 CARVALHO, Salo de; CARVALHO, Amilton Bueno de. Reformas penais em debate. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2005. p. 14. 24 220 FAE Centro Universitário Ou seja, a lei é proteção ao débil. A lei é sempre a lei do mais fraco. Destarte, no Direito Penal o réu ou o condenado representa o débil, e os direitos fundamentais se afirmam como leis do mais débil contra o mais forte ou a maioria. Nesse sentido Ferrajoli aduz: “Nenhuma maioria, nem sequer por unanimidade, pode legitimamente decidir a violação de um direito social”28. Assim, o direito do mais débil, do mais frágil, deve ser preservado a todo custo. Cumpre destacar que na seara penal, o pólo frágil na relação jurídico-penal no momento do processo, é o réu; e no momento da execução, é o condenado. Contudo, reiteradamente, leis abaixo da Lei Magna, ou seja, leis infraconstitucionais, devem colocar-se de acordo com a hierarquia, subordinando-se, na medida em que a Constituição funciona como um filtro. Porém, quando as normas infraconstitucionais violam a intenção de proteção, que muitas vezes advém da inflação legislativa em matéria punitiva e da crise da legalidade, faz-se necessária a imperatividade dos princípios. Notadamente, verificase que o Direito por regras está cedendo, paulatinamente lugar, ao Direito por Princípios. Os princípios traduzem valores centrais, representações jurídicas gerais de cada sistema jurídico. Consubstanciam-se em mandamentos nucleares e atuam como alicerces de um sistema, retratam a construção histórica do homem em busca de dignidade. Os princípios funcionam como pano de fundo que norteia a elaboração e interpretação da norma, momento sublime do Ordenamento Jurídico, imperativo de Justiça. Os princípios se referem a propósito, meta, faculdade ou valor. Prescrevem um valor mais genérico e não específico. Possuem maior abstração, compatibilizam-se e acomodam-se, ou seja, humanizam-se. Os princípios são informadores da norma. Então, quando há um atrito entre um princípio e uma norma, o princípio prevalece e nega não só a validade, mas até a vigência daquela. O princípio tem como ambiência natural a Constituição. Consiste na base de reserva ético-valorativa, centro irradiador, imantador, que norteia o próprio Poder Constituinte, trata-se de grande conquista da civilização. Inobstante, existem princípios que são supralegais, não estão ancorados na Constituição. Lamentavelmente têm aplicação restrita, especialmente, no que concerne à atuação positivista-legalista dos operadores jurídicos. O elevado grau de abstração propicia o medo no emprego dos princípios associados à pseudonoção de insegurança jurídica. Os princípios elevam as garantias e direitos fundamentais, antes de representarem prerrogativas dos cidadãos, dirigem-se ao Estado, isto é, estabelecem os parâmetros de atuação, bem como os seus limites. Dessa forma, todo Estado Democrático de Direito, cuja ordem está pautada a partir da Constituição Federal, não pode criar e validar normas infraconstitucionais que não estejam em conformidade com a Lei Maior, e esta deve sempre estar em conformidade com os princípios. 28 FERRAJOLI, Luigi. Derechos y garantías: la ley del más débil. Tradução: Perfecto Andrés Ibáñez, Andrea Greppi. Madrid: Trotta, 1999. p. 24. Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 211-232, jan./jun. 2011. 221 4 RELEVANTES PRINCÍPIOS PENAIS CONSTITUCIONAIS EM DESTAQUE Como preleciona Ferrajoli29 os Princípios funcionam como critérios pragmáticos de aceitação, enunciados nas Constituições, leis, ou mesmo implícitos como construções doutrinárias. Desse modo, resultam importantes princípios a serem adotados no campo penal e processual. No âmbito processual ecoam os seguintes princípios: presunção de inocência, licitude da prova, verdade real, contraditório e ampla defesa. Já no âmbito penal reverberam os seguintes princípios: secularização30, lesividade31 ou intervenção mínima32, proporcionalidade33, FERRAJOLI, Luigi. Direito e razão. Tradução: Juarez Tavares, Fauzi Hassan Choukr, Ana Paula Zomer, Luiz Flávio Gomes. São Paulo: Revista dos Tribunais, 2002. p. 138. 30 O Princípio da Secularização é lapidar no Estado Constitucional de Direito, no modelo jurídico de garantias, derivado do Positivismo e do Utilitarismo. Trata-se de um princípio metajurídico, de legitimidade externa do Direito Penal, desenvolve-se pela adoção do modelo republicano, pedra angular da democracia. (CARVALHO, Salo de. Pena e garantias: uma leitura do garantismo de Luigi Ferrajoli no Brasil. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2001. p. 173). Foi levando em conta este princípio que ocorreu a ruptura com o modelo religioso, ao menos nas grandes questões, uma vez que ainda nos dias de hoje, muitas sejam as ingerências do modelo judaico-cristão no sistema punitivo, em que se pauta em um Deus punitivo e fortalece a noção de retribuição no âmbito da função penal (BATISTA, Nilo. Matrizes ibéricas do sistema penal brasileiro. Rio de Janeiro: Instituto Carioca de Criminologia, Freitas Bastos, 2000. Coleção Pensamento Criminológico, v.5, . p. 194- 238) 31 O Princípio da Lesividade se encontra relacionada a. evento. Diferencia-se da materialidade no que tange à ação. Deve-se considerar a afetação sofrida ao bem jurídico. De modo que, quando não houver ofensa, a lesão for pequena, ou ainda o indivíduo se autolesar, não caberá punição. 32 O Princípio da Intervenção Mínima retrata que a lei penal deve somente estabelecer penas em casos de estrita e evidente necessidade. Do mesmo modo preconiza que apenas se legitima a criminalização de um fato, quando este constitui um meio extremamente necessário para a proteção de um determinado bem jurídico, sendo a aplicação da pena imprescindível. “Portanto, se somente a sanção penal for instrumento indispensável de proteção jurídica é que a mesma se legitima. Nas legislações constitucionais e penais contemporâneas o princípio em causa, em geral, não se encontra explicitado” . (LUISI, Luiz. Os princípios constitucionais penais. 2. ed. Porto Alegre: Antonio Fabris, 2003. p. 39). Embora, cumpra salientar, esteja imanente em outros postulados explícitos. Desse modo, tal princípio revela o caráter fragmentário do Direito Penal, ou seja, ultima ratio, para que se inviabilize o aspecto supérfluo da sanção penal. 33 O Princípio da Proporcionalidade ampara-se em critérios objetivistas (como a gravidade do crime e a da pena correspondente) e subjetivistas (aferidos pelo grau de culpabilidade). Inobstante, quando um bem jurídico é lesado, deve-se atentar para qual bem jurídico que será retirado do condenado. Pois se no período que antecedeu a Revolução Francesa, dois crimes de furtos eram punidos com a pena de morte. Hoje, crimes contra o patrimônio, são punidos com a perda da liberdade. Como bem aduz Ferrajoli, o descomedimento punitivo é brutal e oriundo de uma ilusão substancialista. Pois a idéia de que a pena deve igualar-se ao crime, consiste em uma falácia, uma vez que tal assertiva é vazia de comprovação. Além do que se confunde com a retribuição, através da máxima mágica-religiosa presente nas mais arcaicas codificações do mundo - do Código de Hamurabi à Lei das XII Tábuas e à Bíblia. (FERRAJOLI, Luigi. Direito e razão. Tradução: Juarez Tavares, Fauzi Hassan Choukr, Ana Paula Zomer, Luiz Flávio Gomes. São Paulo: Revista dos Tribunais, 2000. p. 312). Vale frisar que existem duas modalidades de pena que não se coadunam de maneira alguma ao Princípio da Proporcionalidade: as penas pecuniárias e a prisão perpétua. Nesses casos a ilusão erigida pelo Direito acerca da proporcionalidade das penas revela-se ainda mais fantasiosa. 29 222 FAE Centro Universitário pena mínima necessária34, culpabilidade35, legalidade e dignidade humana. Neste estudo nos ocuparemos, a título de aprofundamento, para não nos delongarmos muito, em apenas dois dos Princípios Penais Constitucionais em tela, que ao nosso ver, são de maior relevância, e se tomados em acepção ampla englobam os demais, sem deixarmos de enfatizar a importância de todos, porque os que selecionamos incidem transversalmente nos demais princípios. Tratam-se dos dois últimos supracitados: Legalidade e Dignidade Humana. Não é sem motivo que, para Palazzo36, entre os valores fundamentais no campo do Direito Penal, estão os princípios estruturantes do Estado Constitucional, que determinam a dogmática penal e a política criminal adotadas. Com efeito, sublinha e elenca: a legalidade e a dignidade humana. Foi a partir do Iluminismo, e finalmente, com a Declaração dos Direitos do Homem e do Cidadão, em 1789, que surgiu o Princípio da Legalidade, como apotegma jurídico do Estado, cuja construção se funda no contrato social. De acordo com o relato do insigne mestre Paulo César Busato37, o Princípio da Legalidade possui significado e alcance Atenta-se para o fato de que a pena deve ser a mínima necessária, ultima ratio. Afinal, ela nem mesmo pode ser quantificável pautada em um grau de certeza de correspondência. Nessa direção, Ferrajoli demonstra que se a pena é quantificável, o delito não é. Desse modo, desconstrói a dosiometria penal, ingênua crença no correto cálculo da sanção a ser aplicada. Afinal, como medir o custo da prisão? Portanto, constata: não existe nenhum equivalente que possa traduzir-se em justo. (FERRAJOLI, Luigi. Direito e razão. Tradução: Juarez Tavares, Fauzi Hassan Choukr, Ana Paula Zomer, Luiz Flávio Gomes. São Paulo: Revista dos Tribunais, 2000. p. 313). A pena coisifica, especialmente se concebida sob um prisma histórico. “A história das penas é, sem dúvida, mais horrenda e infamante para a humanidade do que a própria história dos delitos: porque mais cruéis e talvez mais numerosas do que as violências produzidas pelos delitos, têm sido as produzidas pelas penas e porque enquanto o delito costuma ser uma violência ocasional e às vezes impulsiva e necessária, a violência imposta por meio da pena é sempre programada, consciente, organizada por muitos contra um”. (FERRAJLI, Luigi. Direito e razão. Tradução: Juarez Tavares, Fauzi Hassan Choukr, Ana Paula Zomer, Luiz Flávio Gomes. São Paulo: Revista dos Tribunais, 2000. p. 310). Ferrajoli considera-se um crítico contumaz da pena privativa de liberdade. Tece críticas contundentes à função de prevenção individual positiva. Rechaça o caráter moralista do discurso ético, a construção das doutrinas pedagógicas, funcionalistas e correicionalistas de inspiração católica ou positivista, quando o crime figura como doença moral ou patológica e a pena como remédio ou tratamento. Logo, como preleciona o autor: a prisão é “uma instituição ao mesmo tempo antiliberal, desigual, atípica, extralegal e extrajudicial, ao menos em parte, lesiva para a dignidade das pessoas, penosa e inutilmente aflitiva”. (FERRAJOLI, Luigi. Direito e razão: teoria do garantismo penal. Tradução: Ana Paula Zomer. São Paulo: Revista dos Tribunais, 2002. p.331). 35 O Princípio da Culpabilidade atua no que diz respeito à responsabilidade penal. Esta última merece uma maior atenção em decorrência da coculpabilidade, que diminui a reprovação social, pela ampliação dos casos de inexigilibidade de conduta diversa, aumentando as fórmulas de exculpação ou ainda reduzindo a culpabilidade35. No que diz respeito à culpabilidade, para efetivar os direitos fundamentais, há que se estabelecer a distinção entre a culpabilidade do fato e a culpabilidade do autor. Ou seja, em consonância com o Estado Constitucional de Direito, pode-se apenas reprovar o que o homem fez, como depreende a primeira forma de culpabilidade. Já a segunda é condizente com o que o homem é. Esta última representa uma ruptura com os preceitos garantistas por associar a culpabilidade à dita periculosidade, aos valores éticos e morais do autor. Com efeito, não se pode confundir Moral com Direito. A tutela de pautas éticas e de normas morais (como drogas, incestos, sodomia) não deve ser objeto do Direito Penal. 36 PALAZZO, Francesco. Valores constitucionais e direito penal. Porto Alegre: Fabris, 1989. p. 22- 26. 37 BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: fundamentos para um sistema penal democrático. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2003. p. 151- 152. 34 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 211-232, jan./jun. 2011. 223 político, assim, pode ser fundamentado politicamente, uma vez que se apoia na divisão de poderes. Afinal, foi inspirado pelos ideais da Revolução Francesa, quando a Vontade Geral se sobrepôs à Vontade do Monarca. Nesse diapasão, a Vontade do Geral deve ser respeitada, expressa pela Assembleia Geral Constituinte, contudo, asseguradora do direito das minorias, advindo daí a força política criadora do Direito Penal. No Brasil, o Princípio da Legalidade adveio com as ondas liberais, que informaram o Código Criminal do Império, de 1830, quando ganhou fulcro. O Estado tornou-se um instrumento de garantia dos chamados Direitos do Homem, e passou a ter a sua própria atuação limitada, pelo Ordenamento Jurídico. Nessa órbita, o Princípio da Legalidade estabelece a necessidade de previsão anterior da conduta a ser incriminada, de modo que esta não mais se subsume ao mero talante do juiz. Com isso, são restringidas as arbitrariedades do magistrado e dos clamores sociais. Conforme aduz Nilo Batista o Princípio da Legalidade deve se preocupar com o modo como vai formular tipos penais, com os bens jurídicos que merecem ser tutelados, posto que muitos cuidados têm que ser tomados. Afinal, tipos incriminadores “genéricos ou vazios”, valendo-se de “cláusulas gerais”, ou de “conceitos indeterminados” ou “ambíguos”, equivalem teoricamente a nada formular; são, portanto, politicamente mais perigosos e nefastos. Esta “técnica” utilizada pelo legislador serve somente para justificar um Ordenamento Jurídico-penal voltado para a repressão e para o controle social. De modo que, a título de defesa do discurso da lei, da ordem e da sociedade, o legislador e os operadores do direito, lamentavelmente, preterem os Princípios Constitucionais norteadores do Estado Constitucional de Direito. Em contraponto ao que foi explicitado, verifica-se a notoriedade do Princípio da Legalidade, o qual representa uma razão de garantia ao indivíduo. Nesse sentido, Hassemer38 assevera limites não só à liberdade individual, mas também limites à intervenção estatal. Esta função de controle dos limites de atuação do Estado impõe ao legislador o respeito não só à legalidade formal no processo de produção de leis, como, sobretudo, à legalidade material referente ao conteúdo das normas. O Princípio da Legalidade no Direito brasileiro se desdobra em três postulados: da reserva legal, da determinação taxativa e da irretroatividade. Contudo, Assis Toledo aponta outras expressões latinas imprescindíveis para a compreensão do mencionado princípio, sob a égide da função de garantia da lei penal: Nullum crimen, nulla poena sine lege praevi; Nullum crimen, nulla poena sine lege scripta, nullum crim; Nulla poena sine lege stricta; e Nullum crimen, nulla poena sine lege certa. Assim, respectivamente, explicita a 38 224 HASSEMER, Winfried. Fundamentos del derecho penal. Tradução.: Francisco Muñoz Conde, Luis Arroyo Zapatero. Barcelona: Bosc, 1984, p. 313. FAE Centro Universitário proibição da retroatividade para agravar ou fundamentar a punibilidade, proíbe o costume para agravar a situação do réu, proíbe o uso da analogia in malam partem, e, finalmente, impede as normas indeterminadas39. Cabe salientar a opinião de Zenkner40, segundo a qual o Princípio da Legalidade atravessa uma dupla crise nos dias atuais. Uma primeira crise, que se pode denominar política, decorre do fato de tal princípio possuir os mesmos contornos estabelecidos há mais de dois séculos, ao mesmo tempo em que o nosso Estado não é mais compreendido como Liberal, mas sim como Constitucional e Democrático de Direito. Além disso, deparamonos com outra crise, a de legitimidade da reserva legal: embora os seus desdobramentos sejam reconhecidos e aceitos pela comunidade jurídica de um modo geral, o certo é que a função dessa garantia vem se apresentando, salvo algumas exceções, como um simples fator de (des) legitimação externa do Ordenamento Jurídico, ou seja, como uma mera recomendação legiferante e judicial que, caso inobservada, não será capaz de gerar a invalidação do ato que a contraria (deslegitimação interna). Entretanto, o Princípio da Legalidade, lato sensu, de conteúdo quase que meramente formal, é capaz de legitimar sistemas de Direito Penal Máximo, vigora em consonância com os Estados Autoritários, nos quais não há reconhecimento dos direitos individuais nem limitação às arbitrariedades e ilegalidades praticadas pelo Estado e por seus agentes. Nesse sentido, alertando para a necessidade de utilização do Princípio da Legalidade no Estado Constitucional de Direito, Ferrajoli irá repensá-lo e remodelá-lo, a partir do convencionalismo penal. Portanto, compreende no Princípio da Legalidade um caráter formal e fático41. Desse modo, o mestre italiano estabelece uma distinção entre duas categorias intrínsecas ao Princípio da Legalidade: a da mera legalidade e a da legalidade estrita. Por mera legalidade entende a imprescindibilidade da norma penal como pressuposto do crime e consequentemente da pena, compreende a vigência e validade da norma, independentemente do seu conteúdo, ou seja, a norma é condicionada. A mera legalidade, como denominou a reserva legal, é, portanto, norma dirigida aos juízes aos quais prescreve a aplicação das leis, tais como são formuladas42. Nesse sentido ver: TOLEDO, Francisco de Assis. Princípios básicos de direito penal. 5.. ed. São Paulo: Saraiva, 1999. p. 22. BATISTA, Nilo. Introdução crítica ao direito penal brasileiro. 4. ed. Rio de Janeiro: Revan, 2001. p. 78. 40 SCHMIDT, Andrei Zenkner. A crise da legalidade na execução penal. In.: CARVALHO, Salo de (Coord.) Crítica à execução penal: doutrina, jurisprudência e projetos legislativos. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2002. P.. 48. 41 FERRAJOLI, Luigi. Direito e razão: teoria do garantismo penal. Tradução: Ana Paula Zomer, Fauzi Hassan Choukr, Juarez Tavares , Luiz Flávio Gomes. São Paulo: Revista dos Tribunais, 2002. p. 76. 42 FERRAJOLI, Luigi. Direito e razão. Tradução: Juarez Tavares, Fauzi Hassan Choukr, Ana Paula Zomer, Luiz Flávio Gomes. São Paulo: Revista dos Tribunais, 2002. p. 301-305. 39 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 211-232, jan./jun. 2011. 225 Por legalidade estrita condiciona as garantias como condições irretocáveis para a legalidade da norma. Quer dizer, encontra na conformidade com as garantias a condição de validade e vigência da norma penal, ou seja, é condicionante. A legalidade estrita impossibilita a existência de um legislador onipotente, pois a atividade jurisdicional permite que a metanorma, regra metajurídica de formação da linguagem penal, condicione a validade das leis penais vigentes à taxatividade dos seus conteúdos, sob os auspícios do paradigma garantista. Portanto, implica todas as demais garantias, é condição de validade e legitimidade das leis vigentes. Diante da dificuldade, apresentada pelo legislador e pelos operadores do direito, de aplicar o princípio da legalidade estrita, condicionando as normas infraconstitucionais ao seu conteúdo; é que se assiste, em nosso Ordenamento Jurídico, à recepção de alterações legislativas penais arbitrárias, excessivas, com conteúdo punitivo incoerente com um Estado Constitucional de Direito, fato que propicia flagrantes crises de legitimidade, na qual está inserida não só a reserva legal, mas a Ordem Jurídica como um todo. Nesse diapasão, se faz imprescindível a apreensão do princípio da legalidade estrita, no condicionamento de garantias, como a mais relevante de todas: a da dignidade humana. A dignidade humana é o fundamento máximo, constitucional, em matéria penal, erigida como princípio estrutural, unidade axiológica penal referencial no delineamento das diretrizes do Ordenamento Jurídico, como mencionou o saudoso Luiz Luisi43. Por ter uma acepção mais ampla abriga muitas outras proteções específicas, fornece guarida a múltiplos bens jurídicos assegurados por diferentes ramos do Direito Penal. A dignidade humana remonta à Grécia, mas nem sempre foi protegida por Leis ou Costumes. Contudo, consubstancia-se enquanto pilar da Civilização Ocidental. Cabe lembrar que Kant ofereceu relevantes contribuições, no século XVIII, acerca da dignidade humana. Asseverou que o homem é um valor absoluto, fim em si mesmo, porque dotado de razão. “No reino dos fins, tudo tem um preço ou uma dignidade. Quando uma coisa tem um preço, pode por-se, em vez dela, qualquer outra coisa como equivalente; mas quando uma coisa está acima de todo o preço e, portanto não permite equivalente, ela tem dignidade44”. A dignidade humana diz respeito à pessoa, começa a formular-se enquanto princípio no Iluminismo, com o objetivo de mitigação e minimização punitiva, que culminou com a Declaração dos Direitos do Homem e do Cidadão, em 1789. Assim, o criminoso não LUISI, Luiz. Os princípios constitucionais penais. Porto Alegre: Fabris, 1991. p. 9. KANT, Immanuel. Fundamentação da metafísica dos costumes e outros escritos. São Paulo: M. Claret, 2003. p. 77. 43 44 226 FAE Centro Universitário será tratado como objeto ou como meio, e sim como fim, como pessoa. O valor da pessoa humana deverá prevalecer sobre qualquer argumento utilitarista. O Princípio da Dignidade Humana impõe limite à qualidade e à quantidade da pena. Ou seja, jamais a pena poderá ser perversa ou mesmo perverter o réu. A dignidade humana consiste em se enxergar o indivíduo especialmente no que tange à pena, que prevê a impossibilidade do réu ser reduzido à condição de coisa e sacrificado em prol de finalidades alheias45. No Brasil, começou-se a atentar para a dignidade humana com o Código Criminal do Império, de 1830. Mas, de modo ainda muito incipiente, mesmo porque, uma elevada parcela da população não foi contemplada, como os negros. Estes ainda se submetiam à escravidão, eram tratados como peças para o Direito Civil e tinham uma natureza jurídica ambígua, uma vez que, para o Direito Penal eram pessoas, capazes de responder por seus crimes. Desse modo, as mutilações e suplícios eram aplicadas a eles em grande escala. Apenas mais tarde, com o Código Penal Republicano, em 1890, o tratamento penal dos suplícios para os negros foi vetado, e junto com ele a pena capital, para todas as pessoas. Entretanto, foi particularmente após a segunda Guerra Mundial que houve a conscientização geral da população acerca da relevância da dignidade humana, que culminou com a Declaração Universal dos Direitos Humanos, em 1948. Nessa ocasião, a noção de dignidade humana propalou a ideia-força do modo como é tomada ainda hoje. Foi após o holocausto que a dignidade humana passou a ganhar expressão como princípio, foi elencada em muitas Constituições, em todo o mundo. Miguel Reale46 analisa historicamente três concepções de dignidade humana: a individualista, a transpersonalista e a personalista. Quanto à primeira, a individualista, retratada pelo liberalismo clássico, o pressuposto básico é o indivíduo, que zela por seus próprios interesses. Refere-se aos direitos contra a autoridade estatal, resguarda a autonomia do indivíduo. Quanto à segunda, a transpersonalista, que advém do marxismo, prima pela realização do bem coletivo, como maneira de tutelar os interesses individuais, que serão sobrepujados por valores da comunidade. Já quanto à terceira, a personalista, não se coloca nem na individualista nem na coletivista, pois propugna a conjunção dos valores individuais e coletivos. Contemporaneamente, a qualificação da dignidade humana vai além do conteúdo ético e moral, posto que constitui norma juridicamente positiva dotada de status constitucional formal e material, imbricado de eficácia e valor jurídico fundamental. “A dignidade humana consiste em valor-guia não apenas dos direitos fundamentais, mas de toda a ordem jurídica (constitucional e infraconstitucional)47”. A dignidade humana consubstancia-se na condição de valor primordial, princípio normativo que pressupõe o reconhecimento e a proteção dos direitos fundamentais de todas as dimensões ou gerações. Nessa seara, “sem FERRAJOLI, Luigi. Direito e razão: teoria do garantismo penal. Tradução: Juarez Tavares, Fauzi Hassan Choukr, Ana Paula Zomer, Luiz Flávio Gomes. São Paulo: Revista dos Tribunais, 2000. p. 319. 46 REALE, Miguel. Filosofia do direito. São Paulo: Saraiva, 2003. p. 277. 47 SARLET, Ingo Wolfgang. Dignidade da pessoa humana e direitos fundamentais na Constituição Federal de 1988. Porto Alegre: Livraria do Advogado, 2001. p. 72. 45 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 211-232, jan./jun. 2011. 227 que se reconheçam a pessoa humana, os direitos fundamentais que lhe são inerentes, em verdade estar-se-á lhe negando a própria dignidade”48. Ferrajoli49 assevera a relevância da dignidade humana no Estado Constitucional de Direito. Na Ordem Jurídica Constitucional Brasileira a dignidade humana apresenta-se como condição precisamente de valor e princípio central, com dimensão objetiva. Desta maneira, no paradigma do Estado Constitucional de Direito, não basta a mera previsão legal dos institutos do Direito Penal e Processual Penal. É imperativo que se exerça uma leitura constitucionalmente adequada, de todos os institutos jurídico-penais, para que se ajustem nas premissas maiores, às vezes amparadas apenas por princípios. Nesta seara, o Direito Penal deve assumir um papel fundamental na contenção da voraz hipertrofia do Estado Policial, para assegurar, em primeiro plano, a dignidade humana. Para Comparato50, “a dignidade do ser humano é fonte e medida de todos os valores, está sempre acima da lei, vale dizer, de todo o direito positivo”. Segundo Konrad Hesse51, a dignidade humana é um escopo constitucional, quer dizer, representa a vontade da Constituição, com aspecto vinculante e caráter imperativo, em decorrência da força normativa que tem a Constituição. Cumpre frisar que “a proteção e a promoção da dignidade do homem embasam e atestam legitimidade a um Estado e a uma comunidade que tenham na pessoa humana seu fim e fundamento máximos. Assim, a dignidade seria um critério para a aferição do sentido de uma ordem estabelecida. (...) O princípio constitucional da defesa e da promoção da dignidade da pessoa humana deve influenciar o sistema penal para que este opere com respeito aos direitos humanos fundamentais e se assente precipuamente, no paradigma humanitário52.” Cumpre destacar que os direitos humanos correspondem à direta expressão da dignidade humana, sendo obrigação dos Estados assegurá-los. Segundo Flávia Piovesan a dignidade humana é “ valor a iluminar o universo de direitos. (...) A condição humana é requisito único e exclusivo para a titularidade de direitos. Isto porque todo o ser humano tem uma dignidade que lhe é inerente. Sendo incondicionada, não dependendo de qualquer outro critério, senão, ser humano. O valor da dignidade humana se projeta, assim, por todo o sistema internacional de proteção”53. Daí, denota-se a importância de se conceber como princípio a dignidade humana e a legalidade, baluartes da construção à consolidação do Estado Constitucional de Direito. SARLET, Ingo Wolfgang. Dignidade da pessoa humana e direitos fundamentais na Constituição Federal de 1988. Porto Alegre: Livraria do Advogado, 2001. p. 87. 49 FERRAJOLI, Luigi. Direito e razão: teoria do garantismo penal. Tradução: Juarez Tavares, Fauzi Hassan Choukr, Ana Paula Zomer, Luiz Flávio Gomes. São Paulo: Revista dos Tribunais, 2002 50 COMPARATO, Fábio Konder. A afirmação histórica dos direitos humanos. São Paulo: Saraiva, 1999. p. 30. 51 HESSE, Konrad. A força normativa da constituição. Porto Alegre: Fabris, 1991. p. 19. 52 TAIAR, Rogerio. A dignidade da pessoa humana e o direito penal: a tutela dos direitos fundamentais. São Paulo: SRS, 2008. p. 69 e 75. 53 PIOVESAN, Flávia. Direitos humanos: o princípio da dignidade humana e a constituição brasileira de 1988. Revista dos Tribunais, São Paulo, v. 94, n.. 833, p. 41- 53, mar. 2005. 48 228 FAE Centro Universitário CONSIDERAÇÕES FINAIS A consolidação do Estado Constitucional de Direito necessita de um Direito Penal concebido como ultima ratio, em razão do seu caráter fragmentário e subsidiário. Nas palavras de Ferrajoli, o Direito Penal só é válido enquanto “instrumento de defesa e de garantia de todos: da maioria ‘não desviada’, mas também da minoria ‘desviada’, que portanto se configura como um direito penal mínimo, como técnica de minimização da violência na sociedade”54. Para que assim sejam tutelados os direitos fundamentais de todas as categorias de indivíduos, independentemente de terem ou não cometido uma conduta desviante. Em um verdadeiro Estado Constitucional de Direito são preservadas as garantias máximas do ser humano, daí, a necessidade de uma (re) leitura constitucional, e do papel fundamental da base principiológica, para assegurar que se tenha um Direito Penal contido, e direitos fundamentais ampliados. Pois, afinal, “a certeza perseguida pelo direito penal máximo está em que nenhum culpado fique impune, há custa da incerteza de que também algum inocente possa ser punido. A certeza perseguida pelo direito penal mínimo está, ao contrário, em que nenhum inocente seja punido à custa da incerteza de que também algum culpado possa ficar impune.”55 Nessa esteira, ganha dimensão a relevância da proteção dos direitos fundamentais para a existência do Estado Constitucional de Direito, e seu particular instrumento de viabilidade: os Princípios Penais Constitucionais, como filtro aos excessos e arbitrariedades, sejam do legislador, sejam do magistrado, sejam da sociedade, na construção de um mundo melhor. 54 55 FERRAJOLI, Luigi. A pena em uma sociedade democrática. Trad.: Christiano Fragoso. Revista Discursos Sediciosos: crime, direito e sociedade. Rio de Janeiro: Instituto Carioca de Criminologia, Freitas Bastos, v.12, p.32, 2002. FERRAJOLI, Luigi. Direito e razão. Tradução: Juarez Tavares, Fauzi Hassan Choukr, Ana Paula Zomer, Luiz Flávio Gomes. São Paulo: Revista dos Tribunais, 2000, p. 84-85. Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 211-232, jan./jun. 2011. 229 REFERÊNCIAS ANDRADE, Vera Regina Pereira. Sistema penal máximo x cidadania mínima: códigos da violência na era da globalização. Porto Alegre: Livraria do Advogado, 2003. BATISTA, Nilo. Introdução crítica ao direito penal brasileiro. 4. ed. Rio de Janeiro: Revan, 2001. _______ . Matrizes ibéricas do sistema penal brasileiro. Rio de Janeiro: Instituto Carioca de Criminologia, Freitas Bastos, 2000. Coleção Pensamento Criminológico, v. 5 BOBBIO, Norberto. A era dos direitos. Tradução: de Carlos Nelson Coutinho. Rio de Janeiro: Campus, 1992 BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Estado, governo, sociedade. Rio de Janeiro: Paz e Terra, 1995. _________. Introdução ao direito penal: fundamentos para um sistema penal democrático. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2003. CANOTILHO, Joaquim José Gomes. Direito constitucional e teoria da constituição. 2. ed. Coimbra: Almedina, 1998. CARVALHO, Amilton Bueno de. 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Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 211-232, jan./jun. 2011. 231 O ERRO DE PROIBIÇÃO NOS CRIMES CONTRA O SISTEMA FINANCEIRO NACIONAL Luiz Gustavo Mantovani* RESUMO Trata-se de artigo que possui por objetivo analisar estrutura e fundamentos do erro de proibição no direito penal, para realizar, em seguida, um estudo sobre a amplitude de sua aplicação nos tipos penais da Lei nº. 7.492/86 (Lei de Crimes Contra o Sistema Financeiro Nacional) e concluir sobre a existência ou não de uma relação estreita entre a complexidade técnica dos referidos delitos e a impossibilidade de compreensão, pelo destinatário da norma penal, da antijuridicidade de sua conduta. Palavras-chave: erro de proibição – crimes de colarinho branco – sistema financeiro nacional – Lei nº. 7.492/86. ABSTRACT This article analyzes the structure and grounds of mistakes to perform, then a study on the extent of its application in the criminal Law definitions of the Law 7.492/86 (Crimes Against the National Financial System) and conclude on the existence of a close relationship between the technical complexity of such crimes and the impossibility of understanding the misbehavior. Keywords: mistakes - white collar crime - the financial system - Law no. 7.492/86. * Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 233-244, jan./jun. 2011. 233 1. A TUTELA PENAL DO SISTEMA FINANCEIRO NACIONAL A tutela a determinados bens jurídicos escolhidos pela sociedade como essenciais para o Estado Democrático de Direito sempre foi aceita como objetivo primordial do direito penal. Tamanha é a importância dessa tutela, que o princípio da lesividade, um dos princípios basilares da estrutura penal, proíbe a cominação, a aplicação e a execução de penas ou medidas de segurança em hipóteses de lesões irrelevantes contra bens jurídicos protegidos em tipos penais.1 Tal princípio assegura que o processo de criminalização terá por objeto apenas as lesões consideradas relevantes a determinado bem jurídico escolhido como alvo da tutela penal. A Lei nº. 7.492/86, de 16 de junho de 1986, tem por escopo assegurar, na esfera do direito penal, a proteção ao Sistema Financeiro Nacional (SFN). Deste modo, o bem jurídico alvo da tutela pelo referido diploma constitui-se no Sistema Financeiro Nacional, sendo, assim, criminalizadas aquelas ações ou omissões humanas, praticadas ou não por agente institucionalmente ligados ao sistema, dirigidas a lesionar ou colocar em perigo o SFN, enquanto estrutura jurídico-econômica valiosa para o Estado brasileiro, bem como as instituições que dele participam, e o patrimônio dos indivíduos que nele investem suas poupanças privadas.2 Nas palavras de Tigre Maia, a proteção penal emprestada ao SFN deve envolver não apenas a garantia da consecução das metas das políticas públicas –, quer monetárias quer cambiais, que norteiam o sistema – como a preservação das instituições públicas e privadas que o compõem – quer propriamente financeiras, quer a elas equiparadas – bem como viabilizar a licitude e a transparência das relações existentes entre tais instituições, abrangendo este relacionamento ocorrente entre elas mesmas, o existente entre elas e seus funcionários, o estabelecido entre elas e o Estado (quer como controlador e regulador de suas atividades, quer como utilizador de seus serviços em suas atividade de fomento) e, finalmente, o que ocorre entre tais entes e os usuários de seus serviços (pessoas físicas ou jurídicas), aplicadores, poupadores, tomadores, segurados, consorciados, etc.3 SANTOS, Juarez Cirino dos. Direito penal: parte geral. Curitiba: ICPC; Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2006. p. 25 2 MAIA, Rodolfo Tigre. Dos crimes contra o sistema financeiro nacional; anotações a lei federal n. 7492/86. São Paulo: Malheiros, 1996. p. 15 3 MAIA, Rodolfo Tigre. Idem, p. 26-27 1 234 FAE Centro Universitário Dando contornos ao conceito de Sistema Financeiro Nacional e, consequentemente, aos limites de sua proteção, pode-se afirmar que este estaria subordinado ao interesse público, “na medida em que será organizado para promover o desenvolvimento equilibrado do País e a servir aos interesses da coletividade”.4 E sendo subordinado ao interesse público, plenamente possível seria a sua tutela no âmbito penal, enquanto um bem jurídico coletivo ou social. No âmbito de aplicação da lei penal, o Sistema Financeiro Nacional, em homenagem ao princípio da reserva legal, deve ser entendido como o conjunto articulado de instituições financeiras ou entes a ela equiparados, públicos ou privados, que correspondam ao modelo expressamente definido em lei e estruturados com o escopo de ‘promover o desenvolvimento equilibrado do País e a servir aos interesses da coletividade’, instituições em atuação na captação, gestão ou aplicação de recursos financeiros e valores mobiliários de terceiros – quer entes públicos ou privados – sob a fiscalização do Estado, bem como as relações jurídicas existentes entre tais instituições, seus usuários, seus funcionários e o poder público.5 Tal conceito se extrai por complementação lógica do art. 1º da Lei nº. 7.492/86, que conceitua instituição financeira. Saindo da esfera da definição do bem jurídico tutelado pelo diploma em análise, no tocante às condutas incriminadas pela Lei nº. 7.492/86, a lei trouxe um conjunto de vinte dois ilícitos penais voltados à proteção do Sistema Financeiro Nacional. Tais delitos encontram-se, em geral, dentre aqueles denominados “crimes de colarinho branco”, que na acepção de Edwin Sutherland6, correspondem a “crime cometido por uma pessoa respeitável, e de alta posição (status) social, no exercício de suas ocupações”.7 Em geral, a expressão refere-se a atos delitivos cometidos por uma pessoa de elevada respeitabilidade e posição socioeconômicos, cometidos, em geral, sem violência e em situações comerciais, com considerável ganho financeiro, sendo que o sujeito ativo geralmente se utiliza de métodos sofisticados e de transações complexas para a sua consumação, circunstância que dificulta muito sua percepção e investigação. Este enquadramento atrelado aos crimes contra o sistema financeiro por si só revela a complexidade relacionada aos tipos penais da Lei nº. 7.492/86 que, por serem crimes geralmente relacionados ao desenvolvimento de determinada atividade econômica ou 6 7 4 5 MAIA, Rodolfo Tigre. Idem, p. 20 MAIA, Rodolfo Tigre. Op. cit., p. 28 White collar crimes. SUTHERLAND, Edwin Hardin. White collar crime. New York: Dryden, 1949. p. 3 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 233-244, jan./jun. 2011. 235 financeira, teriam a sua incidência mais comum sobre aquelas pessoas que participam do mundo corporativo, empresarial ou financeiro, onde o desenvolvimento da atividade econômica pressupõe o domínio de um maior conhecimento técnico sobre o sistema financeiro e sobre a atividade legislativa em geral. 2. A ESTRUTURA DO ERRO DE PROIBIÇÃO Diferentemente do erro de tipo, que recai sobre os elementos exigidos no tipo objetivo e, portanto, exclui a tipicidade dolosa da conduta, o erro de proibição não pertence à esfera da tipicidade do delito, mas se refere a uma questão de culpabilidade do agente.8 De acordo com Cirino dos Santos, a culpabilidade – elemento essencial do conceito analítico de crime – conceitua-se como um juízo de reprovação sobre o sujeito (quem é reprovado), que tem por objeto a realização do tipo de injusto (o que é reprovado) e por fundamento (a) a capacidade geral de saber o que faz (b) o conhecimento concreto que permite ao sujeito saber realmente o que faz e (c) a normalidade das circunstâncias do fato que confere ao sujeito o poder de não fazer o que faz (porque é reprovado).9 Portanto, estruturalmente, a culpabilidade é constituída pelos elementos da imputabilidade, da exigibilidade de conduta conforme o direito e da potencial consciência da ilicitude. O potencial conhecimento da ilicitude trata-se de requisito da culpabilidade pelo qual o juiz averigua se o sujeito ativo do crime poderia, no caso concreto, compreender a ilicitude do comportamento do qual é acusado. A diferença entre a imputabilidade e a potencial consciência da ilicitude é que aquela é in genere, isto é, a imputabilidade observa se a mente do agente está capaz de compreender em geral o certo e o errado e então poder se determinar. A potencial consciência da ilicitude é observar se naquele determinado valor poderia o sujeito ativo diferenciar o certo do errado. É, portanto, uma análise em concreto. Nesse sentido, o erro de proibição encontra-se assentado sobre a noção da potencial consciência da ilicitude, isto é, sobre o conhecimento concreto do valor que permite ao ZAFFARONI, Eugênio Raúl; PIERANGELI, José Henrique. Manual de direito penal brasileiro: parte geral. 6. ed. São Paulo: Revista dos Tribunais, 2005. p. 547. 9 SANTOS, Juarez Cirino dos. Direito penal: parte geral. p. 274 8 236 FAE Centro Universitário autor imputável saber, realmente, o que faz. Nas palavras de Zaffaroni, “chama-se erro de proibição àquele que recai sobre a compreensão da antijuridicidade da conduta”.10 Entretanto, para se chegar ao alcance do erro de proibição deve-se, em primeiro lugar, definir o objeto da consciência do injusto, isto é, o substrato psíquico mínimo de conhecimento do injusto necessário para configurar a consciência da ilicitude do fato. Nesse aspecto, destacam-se três teorias11: 1. Teoria tradicional: situa a ilicitude material como objeto de consciência do injusto, caracterizada pelo conhecimento da contradição entre o comportamento real e ordem comunitária, que possibilitaria ao leigo saber que sua conduta infringe o ordenamento jurídico ou moral, independentemente de conhecer o bem jurídico lesionado ou a punibilidade do fato12. 2. Teoria moderna: apresenta a punibilidade do fato como objeto de conhecimento do injusto, ou seja, a consciência do injusto significaria o conhecimento da punibilidade do comportamento através de uma norma penal positiva e, assim, consciência de infringir uma prescrição penal, embora não exija um conhecimento preciso da norma penal infringida13. 3. Teoria de Roxin (dominante): encontra-se em uma posição intermediária, argumentando que conhecer a danosidade social ou a imoralidade do comportamento, segundo a teoria tradicional, seria insuficiente, e conhecer a punibilidade do fato, conforme a teoria moderna, seria desnecessário. Para esta corrente, o objeto de consciência do injusto seria a chamada antijuridicidade concreta, como conhecimento da específica lesão ao bem jurídico compreendido no tipo legal respectivo, ou seja, o conhecimento da proibição concreta do tipo de injusto. Desta feita, dependendo da teoria adotada, a distinção feita do objeto do conhecimento do injusto poderá resultar em uma amplitude maior ou menor do alcance do erro de proibição. Importante ainda no estudo sobre o erro de proibição é a análise de suas classificações. De acordo com Muñoz Conde, ZAFFARONI, Eugênio Raúl; PIERANGELI, José Henrique. Manual de direito penal brasileiro: parte geral. p.547 Teorias cf. SANTOS, Juarez Cirino dos. A moderna teoria do fato punível. Rio de Janeiro: Freitas Bastos, 2000. p.232-233 12 Esta teoria seria defendida por Jescheck e Weigend, cf. SANTOS, Juarez Cirino dos. A moderna teoria do fato punível. p. 232 13 Teoria defendida por Grundkurs Strafecht Otto, cf. SANTOS, Juarez Cirino dos. A moderna teoria do fato punível. p. 232 10 11 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 233-244, jan./jun. 2011. 237 o erro de proibição pode se referir à existência da norma proibitiva como tal (erro de proibição direto) ou à existência, limites ou pressupostos objetivos de uma causa de justificação que autorize a ação, geralmente proibida, em um caso concreto (erro de proibição indireto ou erro sobre as causas de justificação.14 No primeiro caso, o autor desconheceria a existência de uma norma penal que veda a sua conduta; já no segundo o autor sabe que sua conduta é vedada pela norma penal, mas acredita erroneamente que no caso concreto exista uma causa de justificação que a permita (art. 20, §1º, do CP). Quanto à possibilidade de superação do desconhecimento da ilicitude da conduta, o erro de proibição pode ser vencível (evitável) ou invencível (inevitável), conforme distinção feita no art. 21 do Código Penal. É invencível ou inevitável quando com a devida diligência o sujeito não teria podido compreender a antijuridicidade do seu injusto, eliminando a culpabilidade da conduta. No tocante ao erro de proibição invencível, ele será denominado erro de compreensão quando a incapacidade de entendimento da ilicitude é decorrente da impossibilidade de se exigir a sua compreensão ou entendimento, embora haja o conhecimento de sua antijuridicidade. Portanto, no erro de compreensão caracteriza-se por ser erro que impede a internalização ou introjeção da norma, por mais que ela seja conhecida.15 Já o erro de proibição vencível ou evitável reduz a reprovação da culpabilidade do agente “quando o agente atua ou se omite sem consciência da ilicitude do fato, quando lhe era possível, nas circunstâncias, ter ou atingir essa consciência” (art. 21, p. u., do CP), podendo reduzir a sua pena de um sexto a um terço (art. 21 do CP). Sobre a evitabilidade do erro de proibição, importante é a lição de Cirino dos Santos, segundo o qual a possibilidade de conhecimento do injusto, como critério de evitabilidade, depende de múltiplas variáveis, como a posição social, a capacidade individual, as representações de valor do autor, etc. e deve ser medida por critérios normais de reflexão ou informação, e não por critérios rigorosos, incompatíveis com a vida social. A certeza ou, até mesmo, a existência de fundamentos razoáveis sobre a permissibilidade do fato seriam argumentos suficientes para a inevitabilidade do erro de proibição, porque ninguém pode conhecer a infinidade de proibições da lei penal.16 MUÑOZ CONDE, Francisco; GARCÍA ARÁN, Mercedes. Derecho penal: parte general. 3. ed. Valencia: Tirant lo Blanch, 1998. p. 429 15 ZAFFARONI, Eugênio Raúl; PIERANGELI, José Henrique. Manual de direito penal brasileiro: parte geral, p. 547 16 SANTOS, Juarez Cirino dos. A moderna teoria do fato punível, p. 238 14 238 FAE Centro Universitário Finalmente, questão fundamental no tocante ao erro de proibição seria a análise dos meios de conhecimento do injusto, uma vez que a compreensão da ilicitude da conduta está estreitamente ligada aos modos de se chegar à essa compreensão. Nesse aspecto, Cirino dos Santos leciona que o método atual para conhecer o injusto de tipos penais é o da reflexão e informação, isto é, a evitabilidade ou não do erro de proibição dependeria do nível de reflexão e informação do autor sobre o injusto específico do tipo legal, sendo que na grande maioria dos delitos a reflexão do autor no momento do fato seria suficiente para que este conhecesse a ilicitude concreta do injusto específico. Entretanto, para alguns delitos mais complexos, o conhecimento do injusto dependeria de informações especializadas, que devem ser obtidas anteriormente.17 Existiria dúvida para o exame da juridicidade da conduta nas hipóteses de: a) dúvida sobre a sua juridicidade concreta; b) de consciência de atuação em área regida por normas especiais; c) de consciência da possibilidade de dano individual ou coletivo. Ainda, de acordo com Cirino dos Santos, na hipótese de dúvida sobre a juridicidade, a atitude de não levar a sério a dúvida, ou de leviana admissão da juridicidade da ação, é suficiente para configurar erro evitável; na hipótese de atuação em áreas regidas por normas especiais (crimes contra o meio ambiente, o consumidor, etc.), o erro de profissionais ou de empresários da área é, normalmente, evitável, mas o erro do cidadão comum seria, normalmente, inevitável; na hipótese de consciência da possibilidade de dano individual ou coletivo (por exemplo, a consciência de que determinada ação na esfera negocial poderá prejudicar número indeterminado de pessoas), qualquer lesão a normas sociais elementares configura erro evitável.18 Deste modo, a evitabilidade ou não do erro de proibição em determinado crime estaria relacionada, dentre outros fatores, com a complexidade do delito em questão, bem como pelas circunstâncias pessoais do sujeito ativo envolvido da conduta delitiva, dividindose, assim, o erro como evitável ou inevitável de acordo com natureza do delito e com a exigência do conhecimento da ilicitude pelo agente em um determinado caso concreto. SANTOS, Juarez Cirino dos. A moderna teoria do fato punível, p. 239 SANTOS, Juarez Cirino dos. Idem. p. 240 17 18 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 233-244, jan./jun. 2011. 239 3. O ERRO DE PROIBIÇÃO E A TUTELA PENAL COMPLEXA DO SISTEMA FINANCEIRO Feita essa breve análise da estrutura e fundamentos do erro de proibição e sobre o delineamento da tutela penal ao sistema financeiro no Brasil, questiona-se agora sobre a possível existência de uma relação entre a complexidade técnica dos crimes contra o Sistema Financeiro Nacional e a impossibilidade de compreensão, pelo destinatário da norma penal, da antijuridicidade de sua conduta. Conforme supramencionado, os crimes contra o Sistema Financeiro Nacional são crimes que se situam entre aqueles de maior complexidade cognitiva no direito penal, uma vez estão voltados à tutela de bem jurídico em geral não internalizado nos valores mais comuns da sociedade. Além disso, por se tratar de bem jurídico supra-individual, a dificuldade em se materializar e se demonstrar a importância da sua tutela acentua o problema da ausência de internalização do valor protegido pela norma penal. Entretanto, não se pode tomar a referida dificuldade ou complexidade como pronta justificativa ou “cheque em branco” para a prática dos delitos previstos na Lei nº. 7.492/86, irrestritamente. Conforme já mencionado, os crimes da citada lei integram aqueles denominados “crimes de colarinho branco” por se tratarem de atos delitivos cometidos por pessoas de elevada respeitabilidade e alta posição socioeconômica ou no exercício de determinadas atividades econômicas. Assim, alguns dos delitos trazidos pela lei de crimes contra o sistema financeiro pressupõem na sua consumação uma condição especial do sujeito ativo, isto é, seriam crimes próprios. Nesses casos, parece inadmissível sustentar o desconhecimento da ilicitude dessas condutas, pois a sua compreensão seria, em geral, intrínseca ao próprio desenvolvimento da respectiva atividade econômica. São exemplos desses delitos, aqueles tipificados nos artigos 4º, 5º, 6º, 7º, 8º, 12, 15, 17 e 23 da Lei nº. 7.492/86. Ademais, outros tipos penais da lei em comento trazem crimes relacionados à ideia da utilização de fraude, falsidade ou meio fraudulento para a consumação do delito. A fraude é a utilização de astúcia para causar dano, é o logro, o engodo. Nesses casos, da mesma forma, difícil se defender a possibilidade de ocorrência de erro de proibição, isto é, da ausência de capacidade do sujeito ativo de compreender a real e concreta ilicitude do que faz, uma vez que o agir fraudulento implica necessariamente um conhecimento, ainda que profano, da antijuridicidade da conduta. Não se utiliza de subterfúgios fraudulentos sem se conhecer a sua natureza faltosa. São exemplos de delitos da Lei nº. 7.492/86 que tratam da utilização de fraude aqueles previstos em seus artigos 4º, 9º, 10, 14, 16, 19, 21 etc. 240 FAE Centro Universitário Todavia, especial destaque deve ser dado às condutas tipificadas nos artigos 3º, 13, 18, 20 e 22 da referida lei.19 As condutas ali tipificadas parecem trazer uma carga de ilicitude meramente latente, onde seria difícil a identificação pelo destinatário leigo da específica lesão ao bem jurídico compreendido na sua conduta, de acordo com o entendimento da teoria de Roxin. Nesse ponto é importante se salientar que embora o conhecimento da lei seja inescusável, pois é condição de sua validade, não se deve confundir tal figura com o erro de proibição, pois este é o desconhecimento do valor protegido pela lei, não se tratando do conhecimento técnico da lei, mas sim a capacidade do sujeito de conhecer o valor por ela protegido. Na análise do erro de proibição o juiz deve observar se o agente, na sua condição leiga, tem conhecimento da sua conduta como algo ruim, errado ou inadequado (máxima cristã ou kantiana: “não faça aos outros aquilo que não quer que façam a ti”). No caso dos crimes complexos, como é o caso dos citados crimes contra o Sistema Financeiro Nacional, cuja compreensão da ilicitude não bate com o entendimento comum e envolve bens supraindividuais, exige-se um maior dever de informação por parte dos cidadãos, dever este que poderia não ser plenamente exigível do cidadão comum. Deste modo, em um país com grandes desigualdades como o Brasil, com elevadas taxas de exclusão do mercado de trabalho e do sistema escolar, não seria difícil se imaginar situações de completo desconhecimento da lesividade da conduta do agente, nos crimes referidos ali referidos, face ao bem jurídico tutelado pela Lei nº. 7.492/86. 19 Art. 3º Divulgar informação falsa ou prejudicialmente incompleta sobre instituição financeira: Pena - Reclusão, de 2 (dois) a 6 (seis) anos, e multa. Art. 13. Desviar (Vetado) bem alcançado pela indisponibilidade legal resultante de intervenção, liquidação extrajudicial ou falência de instituição financeira. Pena - Reclusão, de 2 (dois) a 6 (seis) anos, e multa. Parágrafo único. Na mesma pena incorra o interventor, o liquidante ou o síndico que se apropriar de bem abrangido pelo caput deste artigo, ou desviá-lo em proveito próprio ou alheio. Art. 18. Violar sigilo de operação ou de serviço prestado por instituição financeira ou integrante do sistema de distribuição de títulos mobiliários de que tenha conhecimento, em razão de ofício: Pena - Reclusão, de 1 (um) a 4 (quatro) anos, e multa. Art. 20. Aplicar, em finalidade diversa da prevista em lei ou contrato, recursos provenientes de financiamento concedido por instituição financeira oficial ou por instituição credenciada para repassá-lo: Pena - Reclusão, de 2 (dois) a 6 (seis) anos, e multa. Art. 22. Efetuar operação de câmbio não autorizada, com o fim de promover evasão de divisas do País: Pena - Reclusão, de 2 (dois) a 6 (seis) anos, e multa. Parágrafo único. Incorre na mesma pena quem, a qualquer título, promove, sem autorização legal, a saída de moeda ou divisa para o exterior, ou nele mantiver depósitos não declarados à repartição federal competente. Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 233-244, jan./jun. 2011. 241 Trata-se de verdadeira edificação punitiva exigir do cidadão comum, desprovido de qualquer conhecimento técnico e específico sobre os meandros do Sistema Financeiro Nacional, um saber preliminar de que, por exemplo, eventual aplicação de financiamento concedido por instituição financeira oficial em finalidade diversa da prevista em lei ou contrato ou, então, divulgar informação falsa ou incompleta sobre instituição financeira constituem fatos típicos criminalmente puníveis. O mesmo se dá no tocante aos delitos previstos nos artigos 13, 18 e 22 da lei em comento. O que parece claro no tocante às condutas típicas analisadas, e que possibilitaria uma incidência recorrente do instituto do erro de proibição, é a aparente relação entre os ilícitos penais ali previstos e meras irregularidades de cunho obrigacional e contratual, situação que dificultaria uma apreensão, por parte do destinatário da norma, da antijuridicidade penal da sua conduta. Aqui entraria a ideia de direito penal como última ratio do sistema coercitivo estatal, gerando confusão ou incompreensão nas hipóteses em que o sistema penal transforma-se em primeira barreira de defesa social, agindo na defesa de interesses predominantemente obrigacionais. Ademais, a criminalização em excesso, sobretudo em setores onde tradicionalmente não há a atuação do direito penal, provoca a inversão do seu princípio da subsidiariedade, provocando o que Ferrajoli denomina de “elefantíase” do direito penal, refletindo diretamente, assim, sobre a possibilidade de cognição, pelos destinatários da norma penal, da ilicitude de eventuais condutas criminalizadas em legislações extravagantes. Tão grave seria essa situação de hipercriminalização que Ferrajoli propôs a instituição, ao lado do princípio da reserva legal, de um princípio de “reserva de código” que determinaria que novos delitos só poderiam ser criados por uma maioria qualificada no parlamento e que estes delitos deveriam ser integrados diretamente no Código Penal.20 Resta claro, assim, que a possibilidade de aplicação do erro de proibição em determinados tipos penais da lei de crimes contra o sistema financeiro nacional é nítida, sendo que a maior ou menor extensão dessa aplicação dependerá da teoria adotada sobre o meio de se chegar a consciência da ilicitude do fato, conforme mencionadas anteriormente. Nesse aspecto, a teoria moderna e a teoria de Roxin exigiriam um maior conhecimento sobre a existência de uma punição legal pela conduta ou sobre a específica lesão ao bem jurídico compreendido no tipo legal respectivo. FERRAJOLI, Luigi. Quattro proposte di riforma delle penne. p. 50. 20 242 FAE Centro Universitário Partindo-se dessas teorias, mais contemporâneas, a questão da incidência do erro de proibição em alguns crimes contra o sistema financeiro nacional envolvendo pessoas leigas no pólo ativo da conduta seria resolvida em seu favor na maioria dos casos, restandose apenas analisar sobre a evitabilidade ou inevitabilidade do erro. Nesse sentido, tendo por base o método da reflexão e da informação sobre o injusto, mais uma vez valemo-nos da lição de Cirino dos Santos, segundo a qual, a reflexão do homem comum não oferece o mesmo nível de confiabilidade, por causa de uma contradição aparentemente insolúvel: por um lado, o leigo é incapaz de resolver questões jurídicas que não conhece; por outro, a lei penal não pode ser inacessível à compreensão do homem do povo” e, por isso, em sociedades como a brasileira, onde a limitação à educação e à instrução é recorrente, “a frequência do erro de proibição e a imprecisão dos critérios de evitabilidade/inevitabilidade respectiva reclamam atitudes democráticas na sua avaliação: bitola larga para a inevitabilidade, bitola estreita para a evitabilidade do erro de proibição.21 Conclui-se, de tudo, pela existência de uma maior possibilidade de aplicação do instituto de erro de proibição em crimes que envolvem bens jurídicos complexos, pois envolvem valores menos arraigados no sentimento da população em geral, como é o caso dos delitos trazidos na Lei nº. 7.492/86. Entretanto, essa maior extensão deve ser avaliada de acordo com as circunstâncias trazidas no caso concreto, devendo-se, em primeiro lugar, avaliar as particularidades do sujeito ativo do delito, afastando-se, desde logo, a incidência do erro de proibição no que se refere aos agentes envolvidos em atividades relacionadas ao mundo corporativo, empresarial ou financeiro – uma vez que tais áreas pressupõem o domínio de um maior conhecimento técnico sobre o sistema financeiro e sobre a atividade legislativa em geral – e também nos casos que envolvem a prática de crimes com fraudes ou outros meios fraudulentos. Nas demais situações, a aplicação do erro de proibição pode se revelar mais corriqueira, restando ao juiz analisar diante do caso concreto sobre a evitabilidade ou inevitabilidade do erro, sendo certo que em uma sociedade de formação desigual como é a sociedade brasileira a segunda opção poderá ser sempre a mais adotada. SANTOS, Juarez Cirino dos. A moderna teoria do fato punível. p. 241 21 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 233-244, jan./jun. 2011. 243 REFERÊNCIAS BITENCOURT, Cezar Roberto. Erro de tipo e erro de proibição: uma análise comparativa. 3. ed. São Paulo: Saraiva, 2003. FERRAJOLI, Luigi. Quattro proposte di riforma delle penne. In: CARVALHO, Salo de. As reformas parciais no processo penal brasileiro: crítica aos projetos de informalização dos procedimentos e privatização dos conflitos. Revista Ibero-Americana de Ciências Penais, v.3, n.5, p.123-153, jan./abr. 2002. MAIA, Rodolfo Tigre. Dos crimes contra o sistema financeiro nacional: anotações à lei federal n. 7.492/86. São Paulo: Malheiros, 1996. MUÑOZ CONDE, Francisco; GARCÍA ARÁN, Mercedes. Derecho penal: parte general. 3. ed. Valencia: Tirant lo Blanch, 1998. SANTOS, Juarez Cirino dos. A moderna teoria do fato punível. Rio de Janeiro: Freitas Bastos, 2000. SANTOS, Juarez Cirino dos. Direito penal: parte geral. Curitiba: ICPC; Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2006. SUTHERLAND, Edwin Hardin. White collar crime. New York: Dryden Press, 1949. ZAFFARONI, Eugenio Raúl; PIERANGELI, José Henrique. Manual de direito penal brasileiro: parte geral. 6. ed. São Paulo: Revista dos Tribunais, 2005. 244 FAE Centro Universitário A FORMAÇÃO HISTÓRICA DO MINISTÉRIO PÚBLICO Origens do Ministério Público na França, em Portugal e no Brasil THE HISTORICAL FORMATION OF THE “MINISTÉRIO PÚBLICO” Origins of the “Ministério Público” in France, in Portugal and in Brazil Ana Maria Bourguignon de Lima* Paulo César Busato** RESUMO A pesquisa identifica as raízes do Ministério Público, com fim de verificar sua evolução no Brasil até figurar como órgão estatal considerado essencial à função jurisdicional do Estado. Constata-se os fundamentos do direito brasileiro passando pela formação do Estado Antigo, Medieval e Moderno. Traçam-se, com isso, as marcas deixadas pelo Direito Português e a ascendência deste dos direitos greco-romano, canônico e germânico. O Parquet surge como instituição na França, com a legalização do cargo de procurador do rei em 1302. O Ministério Público lusitano, do qual descende o brasileiro, é regulamentado em 1387, com a criação do Ministério Fiscal. No Brasil, o Ministério Público é instituído pelas Ordenações Portuguesas, passando pelo período colonial, imperial, pelas constituições republicanas e atingindo sua autonomia funcional com a Constituição de 1988. Portanto, certifica-se que, em sua história, o Ministério Público consolida-se diante da edificação de uma esfera pública de direitos, da democracia como forma de Estado e da garantia dos direitos da cidadania humana. A cada avanço nesses três aspectos, o Ministério Público potencializa e caracteriza sua funcionalidade. Palavras-chave: Ministério Público, Formas Históricas de Estado, Democracia, História do Direito. ABSTRACT The research identifies the origins of the “Ministério Público” with the finality to verify its evolution in Brazil until to figurate as a state department considered essential to the judicial function of the State. It verifies the fundaments of the Brazilian law through the formation of the Ancient, Medieval and Modern States. It traces, with this, the marcs of the Portuguese law and its ascendance from Greek – Roman, canon and Germanic law. The “Parquet” appears as institution in France, with the legalization of the king prosecutor’s post in 1302. The Portuguese “Ministério Público”, from what descends the Brazilian, is regulated in 1387, with the creation of the “Ministério Fiscal”. In Brazil, the “Ministério Público” is instituted by the Portuguese Ordinations, passing by the colonial and imperial period, by the republican constitutions and reaching its function autonomy with the 1988 Constitution. Therefore, it certifies that, in its history, the “Ministério Público” consolidates in front of a building of a public sphere of rights. In each advance in those three aspects, the “Ministério Público” becomes effective and characterizes its functionality. Key Words: “Ministério Público”, Historical Forms of State, Democracy, Law History * ** Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 245-278, jan./jun. 2011. 245 A história do sistema jurídico brasileiro inicia-se antes da História do Brasil, quando a Europa fazia a História, pois começa muito antes de 1500. (Gusmão, 2006) 1INTRODUÇÃO Este artigo traz as raízes da instituição do Ministério Público na formação dos tipos históricos de estado europeus, com o fim de verificar quais circunstâncias determinam seu nascimento e evolução até ser considerado órgão estatal essencial à função jurisdicional do Estado, defensor legítimo da ordem jurídica, do regime democrático e dos interesses sociais e individuais indisponíveis (CF/1988, Art. 127). Pretende-se demonstrar a formação histórica do Ministério Público em duas dimensões. A primeira retoma a evolução do Ministério Público, passando da impossibilidade de seu surgimento nos Estados da Grécia e Roma, no Estado Medieval e seu despontar no Estado Moderno, na França do século XIV. A segunda dimensão refere-se ao desenvolvimento do Ministério Público brasileiro, de onde surge, como evolui e qual a sua situação atual, a partir da Constituição Federal de 1988. Este estudo tem por norte uma questão primordial: qual o papel político-criminal do Ministério Público Brasileiro, no contexto atual do Estado Social e Democrático de Direito? Considerando que o estudo do direito não se desvincula de um contexto histórico social, torna-se imprescindível uma análise do percurso dos estados ocidentais, perscrutando o momento propício para o nascimento do Ministério Público moderno. A amplitude temporal da análise justifica-se pelo fato de que o berço das instituições governamentais brasileiras remonta o processo histórico da colonização portuguesa, uma vez que, Portugal, ao adotar a tradição romano-germânica do direito, introduziu-a também nos institutos jurídicos do Brasil. Parte-se do pressuposto, arrimada em Gusmão1 , de “[...] que o direito brasileiro, através do direito português, sofreu a influência do direito romano, do direito germânico e do direito canônico”. GUSMÃO, Paulo Dourado de. Introdução ao estudo do direito. 37. ed. Rio de Janeiro: Forense, 2006. p.329. 1 246 FAE Centro Universitário Assim, a proposta de se compreender a função do Ministério Público no Brasil contemporâneo impõe o desafio de procurar na história quais fenômenos sociais, políticos e culturais levam a civilização ocidental declarar o regime democrático como o melhor dos regimes de estado. As antigas repúblicas gregas e romanas de vinte e cinco séculos passados, entre as quais se destaca como tipo clássico o Estado ateniense, foram as primeiras manifestações concretas de governo democrático. Foram aquelas experiências as sementes da democracia, que os filósofos antigos e medievais conservaram vivas até que germinassem assinalando o advento dos tempos modernos2. Justifica-se a análise histórica das instituições consideradas marcos para o desenvolvimento da civilização ocidental, traçando as características culturais de cada momento e os aspectos que influenciaram a teoria política contemporânea, no sentido de valorar positivamente o renascimento dos estados democráticos. Para tanto, toma-se a pesquisa como exploratória, movimento que Gil3 conceitua como a construção de uma visão geral acerca de um fato; utilizando como referências as formas históricas de estado de Dallari4 : Estado Antigo, Estado Grego, Estado Romano, Estado Medieval e Estado Moderno. Segundo o jurista, a adoção de métodos científicos possibilita o isolamento de certos fenômenos sociais, ou, ainda alguns de seus aspectos particulares sem prejuízo da noção de unidade e continuidade. Mediante esse isolamento consegue-se excluir grande parte do individual e, relacionandose o particular com o geral, faz-se ressaltar este último. Por esse mesmo critério, podese procurar, de início, o conhecimento dos Estados particulares, descrevendo suas singularidades, tanto por seus aspectos histórico-políticos, quanto pelos jurídicos. Mas um Estado particular não é, em qualquer sentido, um fenômeno isolado, mas, de maneira mais ou menos consciente, influíram sobre ele as relações atuais e pretéritas dos demais Estados, ou seja, a evolução total das instituições dos Estados. E o problema de uma teoria geral do Estado consiste, justamente, em buscar os elementos típicos nos fenômenos do Estado e as relações em que se encontram5. Desse modo, em cada um dos tipos de estado apresentados ao longo do texto, procura-se perscrutar quais razões determinam o surgimento do Ministério Público como “braço do Poder Executivo”6 e o redimensionamento de seus princípios e estrutura orgânica para servir às instituições democráticas e, por conseguinte, à Justiça de ‘mister público’. 4 5 6 2 3 MALUF, Sahid. Teoria geral do estado. 26. ed. São Paulo: Saraiva: 2003. p.280. GIL, Antonio Carlos. Métodos e técnicas de pesquisa social. 5. ed. São Paulo: Atlas, 1999. p.43. DALLARI, Dalmo de Abreu. Elementos da teoria geral do estado. 2. ed. São Paulo: Saraiva, 1998. Ibid, p.38-40. Expressão utilizada por MACEDO JÚNIOR, Ronaldo Porto. O Ministério Público 500 anos após o descobrimento. Disponível em: < www.dhnet.org.br.:>. Acesso: set. 2006. Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 245-278, jan./jun. 2011. 247 2 A ANCESTRALIDADE INDO-EUROPEIA DA CULTURA GRECOROMANA: ELEMENTOS DO ESTADO ANTIGO O Estado Antigo Ocidental surge há quatro milênios quando a população indoeuropeia, da qual descendem gregos e romanos, dissemina-se das planícies russas para diferentes regiões, inclusive a Europa Mediterrânea. Coulanges7 identifica três pontos comuns nas sociedades gregas e italianas antigas: “[...] a religião doméstica, a família e o direito de propriedade [...]”, derivados da formação patriarcal das organizações sociais primitivas. Nelas vigora a crença de divinização dos ascendentes varãos, para a qual o homem mais velho exerce a função sacerdotal. A teoria geral do estado qualifica as comunidades “políticas” primitivas como teocráticas, pois nelas o sacerdote é o pai, o chefe religioso, o juiz soberano e o representante “político” da família na comunidade. O estado antigo, portanto, confundese com a religião que regra a conduta social e a organização política. A religião doméstica indo-europeia impõe a proeminência da figura masculina, por considerar que a família, e consequentemente, o culto, perpetua-se pelo lado masculino, em que o primogênito é o sucessor direto do pai. Nesse contexto as mulheres têm pouco valor e a divisão de classes se dá pelo critério sanguíneo, conforme explica Coulanges8: De primogênito em primogênito, não havia mais que um chefe de família; este presidia ao sacrifício, dizia a oração, julgava e governava. Só a ele, de início pertencia o título de pater, porque esta palavra, que designava o poder e não a paternidade, só podia aplicarse ao chefe de família. Seus filhos, seus irmãos e seus servos, todos o chamavam assim. Eis, portanto, na constituição da família, o primeiro indício de desigualdade. O primogênito é o privilegiado para o culto, para a sucessão e para o comando. Depois de várias gerações formam-se naturalmente [...] ramos mais novos que estão, pela religião e pelo costume, em estado de inferioridade em relação ao ramo mais velho e assim, vivendo sob sua proteção, devem obediência à sua autoridade. [...] Novamente uma classe inferior. O cliente está abaixo não somente do chefe supremo da família, mas ainda dos ramos mais novos. Entre estes e o cliente há uma diferença: o membro do ramo mais novo, retomando à série de seus antepassados, chega sempre a uma pater, isto é, a um chefe de família, um de seus ancestrais divinos que a família invoca em suas orações. E como descendente de um pater, chamam-no, em latim, patríciu. O filho do cliente, pelo contrário, [...] não alcançará senão algum cliente ou escravo. (grifos da autora) COULANGES, Fustel de. A cidade antiga. Texto integral. Tradução de João Melville. São Paulo: Martin Claret, 2005. p.66. 8 COULANGES, Fustel de, op. cit., p.255. 7 248 FAE Centro Universitário Abaixo dos clientes estão os plebeus, considerados à parte do povo romano. A plebe não faz, originariamente, parte do povo que abrange os patrícios e seus clientes9. Isso porque, para fazer parte da família, o cliente é iniciado nos seus cultos. O plebeu, ao contrário, faz parte do povo conquistado, o que justifica a ausência de ancestrais comuns ao povo conquistador. Diakov e Kovalev explicam as diferenças entre os plebeus e o povo romano: Os plebeus, não tendo organização de clã, não viviam em regime comunitário, mas sim sob o regime de economia privada, familiar. As mulheres tinham, nas suas famílias plebeias, uma posição mais independente, o que foi uma das razões pelas quais os casamentos entre patrícios e plebeus eram interditos. Os plebeus não conheciam o culto dos antepassados, a sua divindade principal era Ceres, a deusa da fecundidade [...]. Na Grécia, mais especificamente em Atenas, a mesma relação de inferioridade existe entre a classe dos eupátridas e as demais, constituídas por escravos e estrangeiros. Segundo Souza11, os eupátridas ou cidadãos são os proprietários de terras, descendentes de pais cidadãos. Os metecos constituem a classe estrangeira e por isso não possuem privilégios políticos, podendo exercer qualquer tipo de atividade social e intelectual. E os escravos compõem a minoria da população; podendo conseguir alforria e trabalhar como assalariados. Nota-se a família como núcleo fundador da civilização primitiva ocidental, pois ela, muito antes da formação das cidades, dita as regras de convivência e organização sociais provenientes do tempo em que os antepassados dos gregos, dos itálicos e dos hindus viviam ainda juntos na Ásia central12. A família forma juntamente com o direito, a economia, a religião, a moral e o estado, um conjunto confuso, não sendo possível analisar esses elementos separadamente, senão pelo viés da complementaridade entre todos eles. Pragmaticamente, Dallari admite duas marcas fundamentais do Estado Antigo: a natureza unitária, por não haver limites territoriais definidos e a religiosidade. Aranha e Martins13 complementam tal ideia ao afirmar a religiosidade do mundo antigo como elemento conectivo entre a autoridade e a divindade, levando ao entendimento de inexistência de ação política propriamente dita, em razão da crença de que agentes divinos promovem o agir humano. COULANGES, Fustel de, op. cit., p.259. DIAKOV, V.; KOVALEV, S., op. cit., p.53. 11 SOUZA, Osvaldo Rodrigues de. História geral. 14. ed. São Paulo: Ática, 1976. p.84. 12 COULANGES, Fustel, op. cit. 13 ARANHA, Maria Lúcia de Arruda; MARTINS, Maria Helena Pires. Filosofando: introdução à filosofia. 2. ed. rev. atual. São Paulo: Moderna, 1993. p191. 9 10 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 245-278, jan./jun. 2011. 249 2.1 O Estado Grego: instituições da democracia ateniense A organização social indo-europeia de origem patriarcal, baseada nas regras de um culto doméstico hereditário, ganha expressão histórica com a formação dos Estados Grego e Romano, instituídos pela ciência política como marcos referenciais de regimes democráticos. Embora Grécia e Roma possuam uma origem comum, ambos se destacam particularmente por terem adotado práticas distintas a partir de um determinado período. E é a respeito das particularidades de cada um desses Estados que discorre o estudo a seguir, sendo válido frisar que se dá preferência à análise político-estrutural das instituições gregas e romanas nas fases de apogeu de suas experiências democráticas. Na Grécia, esse apogeu corresponde ao período clássico ateniense. Assim, retomando o estudo histórico preliminar, Souza14 ensina que: Nos primeiros tempos, a base da sociedade grega eram os clãs patriarcais ou genos, formados de várias famílias que possuíam antepassado comum. A reunião das genos formava uma fratria (fraternidade). Um conjunto de fratrias dava origem a uma tribo. Com o desenvolvimento das tribos surgiu o Demos, isto é, o povo, coletividade de indivíduos que se regem pelos mesmos costumes e se mantêm unidos por um culto comum. Com a concentração do povo ao redor da acrópole apareceu a “polis”, simples fortaleza no início e que se tornou mais tarde, cidade-estado. A partir da constituição da cidade, torna-se cidadão aquele que faz parte da família, que encontra em algum ramo de sua ascendência um pater familias. Os outros que não têm em sua ascendência um eupátrida constituem classe inferior, inicialmente aquém da cidade. A polis é, pois, o agrupamento de famílias sob a força coesa do culto doméstico hereditário, do qual deriva a ideia de que a cidade é feita exclusivamente para e pelos cidadãos. Em razão da arraigada divisão social, a democracia grega, cujo auge remonta o século V a.C, não abrange senão os cidadãos, homens da classe dos eupátridas. Isso porque a cidade herda as leis da família. As regras da religião doméstica perpetuadas nos costumes do povo são introduzidas nas instituições da cidade: “As instituições políticas da cidade nasceram com a própria cidade e no próprio dia em que esta nasceu; cada membro da cidade as trazia consigo, vivendo em germe nas crenças e na religião de cada homem”15. SOUZA, Osvaldo R. de. op. cit., p.79. COULANGES, Fustel de, op. cit., p.191. 14 15 250 FAE Centro Universitário Assim, a lei nasce como consequência direta e necessária da crença, “[...] a própria religião, aplicada às relações entre os homens [...]”, o que significa dizer que as leis têm caráter divino, e por conta disso são respeitadas. E do mesmo modo que se exige da família a figura do chefe religioso, a cidade também possui o seu. Nos primeiros tempos, o sacerdote do culto público é denominado rei e conjuga a esse cargo a função política. Após o estabelecimento do regime republicano, os magistrados assumem a posição de chefes políticos e religiosos da cidade. Os gregos os chamam oi entélei - cujo significado literal corresponde “àqueles que devem realizar o culto” - congregando as funções sacerdotais, de justiça e de comando16. Constata-se o quão enraizado às instituições municipais está o espírito religioso. Mesmo ao longo dos anos, com o resplandecer da democracia ateniense, esse espírito transparece na organização social grega. Conforme Coulanges17 a democracia grega mantém as magistraturas, abaixo relacionadas, instituídas desde tempos anteriores a este regime de governo: – Arconte: zela pela perpetuidade dos cultos domésticos; – Rei: realiza os sacrifícios; – Polemarca: julga os estrangeiros e é o chefe do exército; – Tesmótetas: em número de seis, presidem os júris; – Hierópoioi: consultam os oráculos e fazem alguns sacrifícios; – Parásitoi: acompanham o rei e o arconte nas cerimônias; – Atlótetas: com mandato de quatro anos preparam a festa de Atenas; – Prítanes: formam uma associação permanente de cinquenta magistrados com a função de manutenção e continuação dos ritos sagrados. Outras magistraturas, criadas no período da democracia ateniense cuidam das atividades de administração e organização da cidade: Primeiro, os dez estrategos que se ocupavam da guerra e da política; depois, os dez astínomos que cuidavam da polícia, os dez agorânomos que vigiavam os mercados da cidade e do Pireu, os quinze metrônomos que fiscalizavam os pesos e as medidas; os dez guardas do tesouro; os dez recebedores de impostos e os onze encarregados da execução das sentenças18. COULANGES, Fustel de, op. cit., p.191-208. COULANGES, Fustel de, op. cit., p.353. 18 COULANGES, Fustel de, op. cit., p.357. 16 17 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 245-278, jan./jun. 2011. 251 Coulanges mostra que os magistrados têm a função de executar as leis e estão hierarquicamente abaixo do Senado, uma espécie de conselho de estado composto por cinco prítanes de cada tribo que exercem funções sagradas e deliberam todo o ano sobre os interesses religiosos ou políticos da cidade. Acima do Senado está a Assembleia do Povo, a qual cabe rejeitar ou aprovar os projetos de decreto apresentados pelo Senado. Os prítanes ou os estrategos presidem as assembleias e os oradores debatem as propostas apresentadas. O dever de fiscalizar as leis cabe a magistrados especiais, designados de guardas das leis: “Em número de sete, vigiavam a assembleia, sentados em bancos altos, e pareciam representar a lei, que é superior ao próprio povo. Se percebessem ofensa alguma à lei, interrompiam o orador no meio do discurso e ordenavam a imediata dissolução da assembleia”19. Essa função de guardas das leis é semelhante ao exercício da atividade designada como custos legis pelo Ministério Público, que atua como fiscal da lei em juízo. Porém, não se pode dizer que os guardas das leis atenienses sejam os legítimos ancestrais do Ministério Público, uma vez que esses magistrados exerciam apenas uma das funções que hoje é atribuída aos membros da instituição e, também, porque eram responsáveis pela observância das leis nas decisões tomadas pela assembleia, e não por guardar as leis na resolução de conflitos tutelados pelo estado. Tal estrutura política demonstra um movimento de participação direta dos cidadãos nas decisões políticas da cidade-estado, alternando-se no exercício das mais diferentes magistraturas. A democracia permeia todas as relações privilegiadas do estado e também está presente nos tribunais. Mas antes de falar sobre o sistema de resolução de litígios, vale lembrar que os cidadãos são os chefes absolutos das famílias. Eles decidem todas as questões referentes ao seu núcleo familiar, “[...] com direito de vida e de morte sobre todos os membros da gens”20. Assim, aqueles que estão submetidos à autoridade do pater famílias recebem a justiça de suas próprias mãos: De toda a família, só o pai podia apresentar-se perante o tribunal da cidade; a justiça pública só existia para ele. Assim, o pai fica sempre responsável pelos delitos cometidos pelos seus. Se a justiça, para o filho e para a mulher, não estava na cidade, é porque se encontrava em casa. (...) Esse direito de justiça, exercido na casa pelo chefe da família, era completo e sem apelação. Podia condenar à morte como o magistrado fazia na cidade; nenhuma autoridade tinha o direito de modificar suas sentenças21. COULANGES, Fustel de, op. cit., p.353-357. DIAKOV, V.; KOVALEV, S., op. cit., p.53. 21 COULANGES, Fustel de, op. cit., p.101. 19 20 252 FAE Centro Universitário Entretanto, conforme Mirabete22, se o crime é de caráter público, por atingir interesses sociais, faz-se a apuração com a participação direta dos cidadãos, primando-se pela oralidade e publicidade dos debates. Já, o procedimento para crimes que atentam contra o próprio estado resume-se no seguinte: [...] após denúncia perante a Assembleia ou Senado, era indicado o acusador, e o Arconte designava e compunha o tribunal popular para o julgamento. Perante este se manifestava o acusador, apresentando suas testemunhas, e em seguida a defesa. Os juízes votavam sem deliberar, e a decisão era tomada por maioria de votos, sendo absolvido o acusado se houvesse empate23. Nesse sentido, Sauwen Filho24 afirma a inexistência da figura do acusador público profissional (função atualmente exercida pelos membros do Ministério Público) entre os gregos: “A acusação era então desempenhada por notáveis oradores que, movidos pelo interesse na causa ou pela paixão que o crime desencadeava, nem sempre agiam com imparcialidade própria do Ministério Público de nossos dias”. Em razão das circunstâncias culturais acima explicitadas, vale dizer que, embora a Grécia tenha em Atenas o reconhecido título de “berço da democracia25 ”, o Ministério Público, instituição inerente a estados de regime democrático na contemporaneidade, não se forma originariamente desses povos antigos. Muito pelo contrário. A opção pela democracia direta permite a participação de homens eupátridas, em menor quantidade na população, em quase todas as instâncias de poder, visto que há tantos órgãos quantos homens para alternarem-se nas mais diferentes funções. Aranha e Martins26 mostram claramente os dados dessa divisão social: [...] Atenas possuía cerca de meio milhão de habitantes, dos quais trezentos mil eram escravos e cinquenta mil metecos (estrangeiros); excluídas ainda as mulheres e as crianças, apenas 10% do corpo social tinha o direito de decidir por todos, e era considerado cidadão. Afora a evidente exclusão da maioria da população na democracia grega, é constante o entendimento de que cidade existe para seus cidadãos. E do ponto de vista interno dessa democracia, o estado organiza-se no sentido de manter as relações de poder existentes entre as classes. Não se vislumbra a possibilidade de inclusão social das classes MIRABETE, Júlio Fabrini. Processo penal. 17. ed. São Paulo: Atlas, 2005. p.36. MIRABETE, Júlio Fabrini, op. cit., p.36. 24 SAUWEN FILHO, João Francisco. Ministério Público Brasileiro e o estado democrático de direito. Rio de Janeiro: Renovar, 1999. p.18-19. No mesmo sentido também VIEIRA, Judivan. J. Ministério Público: o 4º poder. Porto Alegre: Síntese, 2003. 25 FIGUEIRA, Divalte Garcia. História. 1.ed., 5. impr.. São Paulo: Ática, 2002. p.43. 26 ARANHA, Maria Lúcia de Arruda; MARTINS, Maria Helena Pires. op. cit., p.191. 22 23 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 245-278, jan./jun. 2011. 253 escravas e estrangeiras. Tão nítido é esse sentimento de privilégio de classe, que mesmo com as mudanças na forma de governo e as reformas empreendidas por Sólon e Clístenes, o parâmetro para fazer parte da classe cidadã passa a ser a riqueza. Coulanges27 ensina que, com o advento da República, o critério para se adquirir direitos políticos não é mais o nascimento, e sim a riqueza: “[...] essa aristocracia das riquezas formou-se em todas as cidades, não por artifício calculado, mas pela própria natureza do espírito humano que, saindo de um regime de profunda desigualdade, não concebeu imediatamente uma completa igualdade”. O desenvolvimento histórico da sociedade grega leva ao entendimento de que muito dificilmente as circunstâncias culturais que a envolvem sejam propícias ao nascimento do Ministério Público como instituição assentada sobre valores amplamente democráticos, no sentido de abrangência de toda a população sob a proteção do estado. Entre os povos gregos antigos, não vinga a ideia de defesa/proteção dos direitos sociais para toda a população, sendo que os que tem acesso aos direitos políticos desse estado, já fazem parte das suas instituições. 2.2 O Estado Romano: organização institucional da ‘res publica’ romana. A cidade romana, bem como a cidade grega, nasce da confederação religiosa das famílias em cúrias, das cúrias em tribos e das tribos na cidade. É interessante notar a constituição dos povos que habitam a região do Lácio, antes da formação da cidade. Segundo informa Arruda28 , a ocupação inicial da península itálica se dá pelos etruscos ao norte, ao sul pelas colônias gregas já em meados do século VIII a.C. e ao centro pelos italiótas, indoeuropeus por descendência e considerados “os verdadeiros ocupantes da Itália”. Importante é tal constatação, pois a formação da cidade de Roma está envolta na lenda da “Eneida”, obra do poeta Virgílio na qual conta-se a história da fundação da cidade: Segundo Virgílio, quando os gregos destruíram Troia, por volta de 1400 a.C, Enéas conseguiu fugir e, com a proteção da deusa Vênus e o destino traçado por Júpiter, chegou à Itália, onde teria fundado a cidade de Lavínio. Seu filho Ascânio fundou Alba Longa e seus descendentes, Rômulo e Remo, fundaram Roma no ano 753 a.C29. Assim, a constituição de Roma e a sua estruturação relacionam-se intimamente - seja pela ancestralidade indo-europeia ou pela descendência grega - com a cultura hereditária COULANGES, Fustel de, op. cit. ARRUDA, José Jobson de A., op. cit., p.190. 29 ARRUDA, José Jobson de A., op. cit., p.190. 27 28 254 FAE Centro Universitário dos deuses domésticos, e, por conseguinte, com a proeminência do direito privado e o escalonamento das classes sociais em razão desse culto. Vale notar que embora o Estado Romano mantenha vinculação com a tradição cultural grega, possui pontos divergentes que permitem a sublevação de importantes cidades-estados da Grécia e outras regiões. Conquistas que tornam Roma imperiosa durante certo período da história. Na Grécia, a origem étnica indo-europeia possibilita a formação de um tipo de estado peculiar na história da civilização ocidental, principalmente ao analisar a estrutura orgânica da cidade de Atenas. A presença do culto doméstico a deuses pessoais permite o estabelecimento de uma sociedade patriarcal e enraizada no critério de inclusão/ exclusão pela descendência. No que tange ao conceito de justiça, o estado grego ateniense caracteriza-se pela proeminência do direito privado sobre o público, no sentido de que as famílias constituem uma unidade estatal autônoma, em que o pater familias administra a justiça. E com relação às lides tuteladas pelo estado, designa-se uma pessoa para realizar o julgamento e as partes envolvidas acusam e se defendem sem o intermédio de nenhum órgão estatal especializado. Por isso, não se encontra nas instituições gregas nenhum órgão similar ao Ministério Público, porque o estado fundamenta-se sobre uma cultura notavelmente privada. Vale salientar as características que distinguem o espírito municipal grego do espírito municipal romano, uma vez que esses fatores de distinção determinam a dominação de Roma sobre as cidades-estados gregas, e não o contrário. Partindo do pressuposto de que gregos e romanos possuem uma mesma descendência e costumes bastante similares, por que apenas uma dentre as mil cidades da Grécia e da Itália é capaz de subjugar todas as demais30? Para os gregos, explica Coulanges31, a palavra pátria significa a terra dos pais, a terra que mantém sepultos os ossos de seus ancestrais e é ocupada por suas almas. O espírito de pertencimento a terra é forte. “Toda cidade tinha grande zelo pela sua autonomia; dava-se esse nome ao conjunto que compreendia o culto, o direito, o governo e toda a sua independência religiosa e política”. Por essa razão, os antigos nunca puderam estabelecer, nem mesmo conceber, qualquer organização social além da cidade. Nem gregos nem italianos, nem mesmo os próprios romanos durante muito tempo admitiram a possibilidade de algumas cidades se unirem e viverem em condições semelhantes sob um mesmo governo. Nesse ponto os romanos assumem um espírito municipal diferenciado ao longo de sua trajetória de conquistas, por isso a pertinência de se destacar os traços que identificam COULANGES, Fustel de, op. cit., p.384. COULANGES, Fustel de, op. cit., p.219-225. 30 31 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 245-278, jan./jun. 2011. 255 o caráter expansionista do Estado Romano. Coulanges distingue dois períodos nessa obra imperialista: o primeiro coincide com o tempo do espírito municipal autônomo, semelhante ao espírito patriótico grego; o segundo corresponde à superação desse espírito municipal, convertido no sentimento de cosmopolitismo da cultura romana. Primeiramente cabe frisar a composição étnica da população romana, pois diferentemente dos gregos, os romanos advêm de uma mistura de vários povos: latinos (de origem indo-europeia), troianos, gregos, sabinos e etruscos. Tal miscelânea cultural permite que Roma seja um grande agregado de famílias com as mais diferentes origens e cultos. A população romana era, pois, uma miscelânea cultural de várias raças, o seu culto, união de muitos cultos, o seu lar nacional associação de diferentes lares. Roma era quase a única cidade cuja religião municipal não a isolava das demais. Estava ligada a toda a Itália, a toda a Grécia. Poucos povos havia que Roma não pudesse admitir em seu lar32. É fato que os romanos aproveitam tal característica ao cativar pari passu os diversos cultos das diferentes raças que a compõe. Inicialmente, assim como nas cidades gregas, vigora o espírito municipal de autonomia, em que cada família cultiva isoladamente seus cultos e a cidade ainda não se constitui sobre a partilha do culto comum. Porém, aos poucos, os romanos utilizam estratégias para agregar todos os povos da Itália mediante um único governo. Uma delas encontra-se na lenda do rapto das mulheres sabinas. Coulanges33 explica que o intuito de Rômulo ao raptá-las é, não conquistar algumas mulheres, “[...] mas o direito de casamento, isto é, o direito de contrair relações regulares com a população sabina [...]”. E assim, à medida que Roma conquista povos e territórios, adota também os cultos das cidades vencidas. Roma conquistava os deuses dos vencidos, mas não abria mão dos seus. Guardava só para si os seus protetores, e até trabalhava para aumentar o seu número. Empenhava-se em ter mais deuses tutelares que qualquer outra cidade. Como além disso esse culto e deuses eram, na maior parte, tomados aos vencidos, Roma estava, por seu intermédio, em comunhão religiosa com todos os povos. [...] Com todas as cidades Roma tinha a sua religião municipal, fonte de seu patriotismo; mas foi também a única cidade que usou dessa religião para seu engrandecimento. Enquanto pela religião, as outras cidades estavam isoladas, Roma teve a habilidade ou a sorte de usá-la para atrair e dominar tudo. COULANGES, Fustel de, op. cit., p.384-387. COULANGES, Fustel de, op. cit., p.387-390 32 33 256 FAE Centro Universitário Enquanto domina o espírito municipal autônomo, o regime de governo é monárquico e o poder real, considerado uma ordem divina34. Coulanges35 realça a formação do regime monárquico romano ao destacar as diferentes origens dos reis: “Seu primeiro rei foi um latino; o segundo, conforme a tradição, um sabino; o quinto era, segundo se diz, filho de grego, e o sexto nasceu etrusco”. E com base em Arruda verifica-se a tripla função exercida pelos monarcas, o rei é o “[...] chefe supremo, o grande sacerdote e o supremo juiz [...]”, e assessorado pelo Senado, um conselho dos anciãos constituído pelos chefes das famílias. A passagem da monarquia para a república demonstra a forte influência da classe patrícia sobre as questões de governo. Arruda36 conta que a monarquia entra em declínio quando os últimos reis etruscos assumem o governo, dentre eles Sérvio Túlio, que restaura a antiga divisão das tribos urbanas e reparte a população não mais em razão do culto, mas pelo critério da riqueza. A partir de então, os patrícios sentem-se ameaçados e acabam por destituir o último rei etrusco chamado Tarquínio, o Soberbo, em razão da sua aproximação com as baixas camadas sociais. O autor ainda enfatiza que a implantação do governo republicano pela aristocracia patrícia significa a recuperação do poder perdido diante da intervenção dos reis etruscos em Roma37, de modo que, inicialmente, as instituições republicanas são aristocráticas, e no decorrer dos séculos adotam características democráticas, com a participação da classe plebeia no poder. Importa saber que elementos identificam o regime republicano romano. Chauí38 demonstra três principais: 1. o governo está submetido a leis escritas impessoais; 2. a res publica (coisa pública) é o solo público romano, distribuído às famílias patrícias, mas pertence legalmente a Roma; 3. o governo administra os fundos públicos (recursos econômicos provenientes de impostos, taxas e tributos) [...]. Complementando os elementos expostos por Chauí, Arruda39 afirma que o regime republicano resulta da mistura de elementos monárquicos, representados pelas magistraturas; aristocráticos, ilustrados pelo senado, e democráticos, cuja maior expressão encontra-se nas assembleias. Na distribuição do poder estatal, o Senado é o principal órgão. Os senadores têm cargo vitalício e compõem um conselho de anciãos responsável por “[...] garantir a integridade da tradição e da religião; supervisionar as finanças públicas; ARRUDA, José Jobson de A., op. cit., p.192. COULANGES, Fustel de, op. cit., p.385. 36 ARRUDA, José Jobson de A., op. cit., p. 192-193. 37 ARRUDA, José Jobson de A., op. cit., p. 197. 38 CHAUÍ, Marilena. Convite à filosofia. 12 ed. São Paulo: Ática, 1999. p.385. 39 ARRUDA, José Jobson de A., op. cit., p.197-198. 34 35 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 245-278, jan./jun. 2011. 257 conduzir a política externa; administrar as províncias; dar seu parecer sobre a escolha de um ditador; autorizar ou não a concessão de honras do triunfo aos generais vencedores”. Os dois cônsules, segundo Chauí40, estão no centro do governo, são eleitos pelo Senado e pelo Povo romano, pertencem à classe patrícia e se inserem no rol de magistraturas do poder executivo. Aos cônsules se entregam dois poderes: “[...] o administrativo (gestão de fundos e serviços públicos) e o imperium, isto é, poder judiciário e militar”. Arruda41 salienta que todas as magistraturas são coletivas, ou seja, exercidas por dois ou mais magistrados em cada cargo, destacando as seguintes magistraturas executivas abaixo, hierarquicamente, dos Cônsules: Pretor – Ocupava o cargo imediatamente inferior ao do cônsul. Sua função era ministrar a justiça. O pretor urbano distribuía a justiça nas cidades e o pretor peregrino, no campo e entre os estrangeiros. Com a ampliação das conquistas, vários pretores foram indicados para o cargo de governadores de províncias. Censor – Os censores, antigos cônsules, eram escolhidos a cada cinco anos. Suas funções eram fazer o recenseamento dos cidadãos com base na sua riqueza; elaborar o Álbum Senatorial42 ; orientar os grandes trabalhos públicos e vigiar a conduta moral dos cidadãos. Questor – Era o encarregado da administração do tesouro público, depositado no Templo de Saturno. Os questores acompanhavam os cônsules nas campanhas militares, prestando orientação financeira. Tribuno da Plebe – Esse magistrado surgiu em Roma como resultado das pressões da plebe em favor de reformas sociais. Os tribunos da plebe eram em número de 10 e podiam vetar todas as leis contrárias aos interesses da classe plebeia, menos em época de guerra e quando as leis eram promulgadas por um ditador. Edil – Os edis eram encarregados da conservação pública. Suas funções incluíam: policiamento, repartição dos mercados, abastecimento e distribuição de víveres, etc. Havia também os edis da plebe. (grifos constantes nos originais) O Povo romano, que no tempo da república já inclui a plebe, tem uma função importante: integrar as assembleias deliberativas que decidem os rumos do Estado Romano. O historiador43 explica que a Assembleia Centuriata é a mais importante no período republicano, pois cabe a ela a votação das leis e eleição dos cônsules, pretores e censores. Lembrando que as centúrias constituem grupos de soldados organizados conforme a capacidade de armamento de seus integrantes. CHAUÍ, Marilena, op. cit., p.385. ARRUDA, José Jobson de A., op. cit., p.198-199. 42 O Álbum Senatorial era uma lista elaborada pelos censores com nomes de antigos magistrados, para o recrutamento de novos membros do Senado. 43 ARRUDA, José Jobson de A., op. cit., p.199-200. 40 41 258 FAE Centro Universitário Diante da exposição da estrutura orgânica das instituições republicanas em Roma, cumpre dizer que em nenhuma delas há vestígios de um “órgão governamental de defesa da sociedade, guardião da lei e das liberdades democráticas”. Nem mesmo, constatam-se indícios de um órgão especializado de acusação criminal. Sauwen Filho44 afirma que os romanos com certeza não conhecem a figura do acusador público, pois em Roma, como de resto em todas as civilizações antigas, compete não ao estado, mas à vítima ou à sua família proceder contra o autor do crime. A figura do acusador público e do defensor da sociedade não aparece na Antiguidade, pelos próprios componentes culturais, morais e políticos que compõem as sociedades mais avançadas da época, no caso Atenas e Roma. Contudo, muitos institutos do direito romano, bem como os princípios delineadores da democracia ateniense simbolizam um legado cultural e científico à história do mundo ocidental. O Brasil, mesmo sendo um Estado de formação tardia e regime democrático recente, ao longo de sua trajetória político-jurídica está ligado à tradição cultural greco-romana. A própria instituição do Ministério Público representa a evolução da democracia direta formulada pelos atenienses à democracia representativa dos norte-americanos. Pois nos tempos antigos, o cidadão, ao participar da vida política da cidade, protege-se contra os arbítrios do estado exercendo a função de legislador ao deliberar nas assembleias; incumbindo-se das funções de administração e fiscalização quando é eleito magistrado; defendendo-se nas lides penais ao atuar como “advogado”, e ainda exercendo a atividade acusatória quando é a vítima em questão. A vida activa dos cidadãos promove, protege e delibera sobre os interesses públicos, que – em última análise – são seus interesses particulares também. A liberdade dos antigos é, por fim, o direito à livre participação na vida da cidade45. Com a adoção do regime democrático representativo pelos Estados Ocidentais contemporâneos, o sentido de liberdade também evolui, passa a significar maior dedicação à vida privada do que à vida pública. E em uma sociedade regida pelo sistema de representatividade política, torna-se ainda mais imprescindível a existência de um órgão estatal especializado pela defesa dos interesses públicos em nome de todos os cidadãos. E essa trajetória histórica sublinha os motivos que levam as democracias representativas atuais a instituírem órgãos responsáveis pela manutenção da justiça, pelo zelo às instituições democráticas, pela defesa da ordem jurídica, política e do cidadão perante a coletividade. E em cada período dessa trajetória verifica-se a inserção de novos elementos formadores das sociedades políticas atuais. SAUWEN FILHO, João Francisco, op. cit., p.24. BOBBIO, Norberto. Liberalismo e democracia. Tradução de Marco Aurélio Nogueira. São Paulo: Brasiliense, 2005. 44 45 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 245-278, jan./jun. 2011. 259 Transcorrida a Antiguidade Clássica, surge de uma nova ordem social e econômica, derivada da fusão cultural entre romanos e germânicos e pela incorporação da religião cristã, responsável por estabelecer - através da Igreja - um ideal de universalidade que transparece nas instituições de poder vigentes durante o período medieval. O Estado Medieval evidenciará o cristianismo e o feudalismo como seus principais elementos, corroborando para o nascimento de sua antítese, o Estado Moderno, no qual o Ministério Público encontrará um ambiente propício para nascer. 3 DO ESTADO MEDIEVAL AO ESTADO MODERNO: O NASCIMENTO DO ESTADO DE DIREITO E A INSTITUIÇÃO DO MINISTÉRIO PÚBLICO O Império Romano atinge o auge nos dois primeiros séculos da Era Cristã, quando ocupa um vasto território, desde a Inglaterra (até os confins da Escócia), a Gália, a Ibéria, a parte meridional da Germânia até a Península Balcânica ao sul do Danúbio; e o Norte da África e uma parte da Ásia ocidental46. A grande extensão territorial ao passo que significa a intensificação das relações culturais e econômicas com vários povos, resulta em uma grave crise militar, religiosa, econômica e política que acaba por fragmentar o Império Romano, transfigurando o continente europeu em uma nova ordem social, denominada feudalismo. O feudalismo perpassa todo o período medieval, desde meados do século IV até o século XVIII, e decorre da confluência das culturas germânicas e romanas. Arruda explica que uma crise geral ocorrida entre o século III e V é responsável por facilitar a invasão dos germanos no território do Império, apontando como principal causa a escassez de escravos, que resulta na redução na produtividade dos latifúndios. Essa escassez relacionase diretamente à diminuição das ofensivas militares, pois o abastecimento de escravos no Império ocorre através das guerras e conquistas de novos povos; à expansão do cristianismo, que proíbe a escravidão e difunde a ideia de salvação para os proprietários de escravos que os libertassem, e - em termos econômicos - a dificuldade de manutenção dos grandes latifúndios e a consequente divisão das propriedades em unidades menores de produção. Paralela a essa crise, as invasões bárbaras contribuem para a transmutação da vida urbana das cidades para o campo. O centro de produção econômica passa a ser a vila - base dos feudos medievais – em torno da qual se aglomeram homens dependentes de um senhor que dirige a vida política, militar e econômica da sua propriedade. Os povos germânicos adotam a economia natural, baseada na troca para consumo imediato, a divisão estamental de classes e as relações políticas seladas em contratos de reciprocidade e confiança. GILISSEN, John. Introdução histórica ao direito. 4. ed. Tradução de A. M. Hespanha e L. M. Macaísta Malheiros. Lisboa: Fundação Calouste Gulbenkian, Serviço de Educação e Bolsas 2003. p.125. 46 260 FAE Centro Universitário Da fusão entre a cultura romana e germânica surge o feudo, unidade social do Estado Medieval, caracterizado pela autossuficiência econômica; descentralização do poder político e divisão social em estamentos: a nobreza, o clero e os servos. Os nobres correspondem aos patrícios romanos, donos dos latifúndios; o clero, à classe sacerdotal instituída com a oficialização do cristianismo no Império Romano e os servos, aos antigos clientes que buscavam proteção na classe patrícia. Ainda existem poucos escravos, apesar das restrições da Igreja, homens livres chamados vilões, e funcionários dos senhores feudais, homens de confiança com funções de fiscalização e administração dos feudos47. Dentre os funcionários reais citados por Sauwen Filho48 como possíveis precursores do Ministério Público, estão os Saions (oriundos do direito visigodo), os Senescais (surgidos entre os povos fixados na antiga Gália), os Balios (nascidos nos povos escandinavos) e os Missi Dominici (funcionários do Reino Franco, maior reino feudal durante a Idade Média). Os Saions são funcionários fiscais do Reino germânico dos Visigodos, que se instala na segunda metade do século V na Ibéria até a primeira década do século VIII, quando ocorre a dominação mulçumana em boa parte dessa península. Os Saions “[...] praticavam atos, hoje a cargo do Ministério Público, como a defesa dos órfãos e a acusação contra tutores relapsos ou criminosos”. Todavia, conforme o jurista, boa parte da doutrina não admite a ancestralidade do Ministério Público nos Saions. Os Senescais e os Balios, por sua vez, adotam a função de defesa dos senhores feudais, o que torna impossível serem considerados correlatos aos atuais agentes do Ministério Público. Porque faltar a eles o desempenho do ofício de interesse público, posto que servem exclusivamente aos senhores feudais e não ao Estado. E os Missi Dominici, instituídos por uma capitulare de Carlos Magno (monarca do Reino germânico dos Francos), são uma espécie de inspetores peregrinos que fiscalizam a atuação dos delegados do soberano, ouvindo queixas e coibindo abusos, além de possuírem atribuições semelhantes aos atuais curadores de órfãos e incapazes. Porém, o traço evidente de parcialidade dos funcionários de Carlos Magno impede a aceitação dos Missi Dominici como ancestrais do Ministério Público49. Além da invasão dos bárbaros e da crise instalada na fase final do Império Romano, o advento do cristianismo contribui para o processo de cristalização do sistema feudal. Pois a Igreja se constitui no principal veículo de unificação dos feudos durante a Idade Média, derivando daí a ingerência do direito canônico nas questões de estado. Segundo Gilissen50, ARRUDA, José Jobson de A., op. cit., p.281-288. p.353-367. REZENDE FILHO, Gabriel José Rodrigues, 1962, p.76 apud SAUWEN FILHO, João Francisco, op. cit., p.28. 49 SUWEN FILHO, João Francisco, op. cit., p.27-34. 50 GILISSEN, John, op. cit., p.127-139. 47 48 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 245-278, jan./jun. 2011. 261 o direito medieval admite duas principais fontes: o direito romano e o canônico; que no período de sua vigência, do século V ao século XIV, legitima a instituição de tribunais eclesiásticos para resolução de litígios, tanto em matéria civil quanto criminal. Nesta época as jurisdições laicas estão em plena decadência na sequência do enfraquecimento do poder real pelo feudalismo. A Igreja, na maior parte da Europa Ocidental, atinge seu apogeu e teve possibilidade de conhecer largo domínio do poder jurisdicional, mesmo em relação aos leigos. No que diz respeito às matérias civis e penais, os tribunais eclesiásticos julgam tanto leigos como clérigos nos casos de infrações contra as regras do direito canônico, como as práticas da usura e adultério, e também em casos de delitos considerados heresias, sacrilégios, feitiçaria, etc. Em matéria penal a Igreja tem competência praticamente exclusiva, enquanto em matéria civil admite competência concorrente, dando-se preferência ao tribunal invocado em primeiro lugar. No domínio penal, o processo permaneceu durante muito tempo dependente de queixa (isto é, acusatório) que se desenrolava mais ou menos como o processo cível. Nos finais do século XII apareceu o processo oficioso, por inquirição (inquisitio) ordenada pelo juiz desde que tivesse conhecimento de uma infração (procedimento inquisitorial). Este processo foi largamente aplicado pelo Santo Ofício na luta contra as heresias; levou a permissão de ordenar a tortura (quaestio), instituição recebida do direito romano e aplicada contra os heréticos por bula de Inocêncio IV de 125251. O processo penal inquisitório caracteriza-se pela existência de apenas uma pessoa responsável pelas funções de defender, acusar e julgar, o que impede a imparcialidade de julgamento. O processo é secreto e não admite o contraditório, isto é, não é permitido ao acusado o direito de contrariar as afirmações que o colocam na situação de réu. Os acusados são presumidos culpados e por isso busca-se a verdade real, sendo a tortura meio de confissão. Segundo Gilissen, é “de grande importância” conhecer os seguintes motivos que justificam o poderio da Igreja Católica na Idade Média como expressão do direito e, por conseguinte, como locus competente de resolução de conflitos: a) O caráter ecuménico da Igreja: desde os seus primórdios, o cristianismo colocase como a única religião verdadeira para a universalidade dos homens [...]. Esta tendência universalista deu ao direito da Igreja um caráter unitário [...]. b) Certos domínios privados foram regidos exclusivamente pelo direito canónico, durante vários séculos, mesmo para os laicos [...]. GILISSEN, John, op. cit., p.140-141. 51 262 FAE Centro Universitário c) O direito canónico foi, durante toda a Idade Média, o único direito escrito [...]. d)O direito canónico constituiu objecto de trabalhos doutrinais, muito mais cedo que o direito laico; constituiu-se assim uma ciência do direito canónico. O direito canónico, sendo pois um direito escrito e um direito erudito muito antes do direito laico na Europa Ocidental, exerceu uma profunda influência na formulação e desenvolvimento deste direito. Assim, pode-se falar, em certa medida, que a Igreja Católica medieval contribui para a dogmatização do direito e, no que tange ao processo penal, instaura um novo tipo de sistema, em que os particulares não são mais responsáveis pela defesa e acusação, pois o juiz inquisidor tem por especialidade essas funções. Enquanto vigora o sistema inquisitório não se vislumbra um órgão profissional especializado na atividade acusatória, como o é o Ministério Público. Até porque a divisão em estamentos e a generalização das ordens eclesiais impedem a atuação de um órgão de defesa de interesses públicos. Não obstante o poderio da Igreja, o crescimento populacional, de epidemias e de inúmeras guerras causa uma crise que assola os domínios feudais. Além disso, o reflorescimento comercial gera conflitos entre a burguesia em acessão e as proibições de usura pela Igreja, que tem seus dogmas questionados também pelas vertentes protestantes e por teóricos renascentistas. Conforme Figueira52, esse contexto aponta à ascensão dos reis e a consequente unificação em torno do Estado Moderno e Absoluto. Filipe II, rei da França do início do século XIII, é um dos primeiros monarcas a adotar medidas de centralização política encarregando funcionários especiais para recolher impostos em todo reino. Outra medida é tomada por Luís IX, que, organizando uma reforma judiciária, fortalece os tribunais reais em detrimento dos senhores feudais. Portanto, o fortalecimento dos monarcas contribui para a contínua decadência dos tribunais eclesiásticos e ascendência dos tribunais laicos. Com a transferência das competências da jurisdição eclesiástica para os domínios do Estado, verifica-se a necessidade de representantes dos reis nas cortes de justiça, a fim de que os interesses do Estado – considerados do próprio monarca - estejam representados por pessoas qualificadas. Findando a Idade Média, com a crescente complexidade do Estado, os soberanos começaram a instituir tribunais regulares para distribuir a Justiça em seu nome. Para contrabalançar a progressiva autonomia dos tribunais, que às vezes, contrariavam os interesses da Coroa, os reis instituíram procuradores para promover a defesa de seus interesses [...]53. FIGUEIRA, Divalte Garcia. História. 1. ed. 5. impr. São Paulo: Ática, 2002. p.95-99. MAZZILLI, Hugo Nigro. Introdução ao Ministério Público. 5. ed. São Paulo: Saraiva, 2005. p.36. 52 53 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 245-278, jan./jun. 2011. 263 O rei Felipe IV, da França, é o primeiro a legalizar a figura dos procuradores do rei com a publicação das Ordenanças de 25 de março de 1302. As Ordenanças instituem duas classes de procuradores: os advocats du roi, que têm atribuições exclusivamente cíveis, e os procureurs du roi, que possuem as funções de defesa do fisco e de natureza criminal54. Conforme Tornaghi55, “o Ministério Público francês nasceu da fusão destas duas instituições, unidas pela ideia básica de defender os interesses do Soberano que representava os interesses do próprio Estado”. Em Portugal, segundo Alexandre de Moraes56, a figura do procurador da Coroa já existe sob o reinado de Afonso III, a primeira de Portugal e que vai de 1139 a 1383. Em 1387, já na dinastia de Avis, o rei Don Juan I cria ‘El Ministério Fiscal’, que guarda certa semelhança com o Ministério Público atual. Em que pese a observação de Tornaghi57 de que o Ministério Público “não surgiu de repente, num só lugar por força de algum ato legislativo”, mas “formou-se lenta e progressivamente, em resposta às exigências históricas”, a doutrina majoritária estabelece a França como berço do Ministério Público: [...] é fora de dúvida e os autores, de um modo geral [...] são unânimes em apontar a França como o berço do Ministério Público. [...] é certo que, como instituição, o Ministério Público surgiu na França, tendo inclusive até data precisa, 25 de março de 1302, quando Felipe, o Belo, através de sua conhecida ordonnance, reuniu tanto seus procuradores, encarregados da administração de seus bens pessoais, quanto seus advogados, que lhe defendiam os interesses privados em Juízo e que, em conjunto eram conhecidos pelo nome genérico de les gens du roi, numa única instituição. Com o decorrer do tempo, a instituição deixou de zelar apenas pelos interesses privados do soberano, passando a exercer funções de interesses do próprio Estado. Vale dizer, passou a desenvolver um “mister público”, ao invés de apenas exercer um “mister privado”, a zeladoria dos interesses do monarca; e foi então que a designação Ministério Público se consagrou [...]58. Cabe perguntar quais são essas exigências históricas a que se refere Tornaghi, capazes de propiciar o surgimento do Ministério Público e porque a França se destaca nesse contexto histórico. Para isso, prescinde-se esclarecer quais os elementos que identificam o Estado Moderno, pois só então se poderá compreender o contexto histórico que gerou o Ministério Público e em determinadas condições. MACEDO JÚNIOR, Ronaldo Porto, op. cit., p.01. Apud MACEDO JÚNIOR, Ronaldo Porto, op. cit., 56 MORAES, Alexandre de. Direito constitucional. 6. ed. São Paulo: Atlas, 2006. p.451 57 Apud MACEDO JÚNIOR, Ronaldo Porto, op. cit., 58 (SAUWEN FILHO, João Francisco, op. cit., p. 38). 54 55 264 FAE Centro Universitário Nas palavras de Bobbio59, o Estado Moderno nasce na dissolução da sociedade medieval de caráter pluralista, onde o direito se origina de diferentes fontes de produção e se organiza em diversos ordenamentos. Essas fontes são os costumes, o direito germânico, romano e eclesiástico, incorporados à sociedade com a organização dos feudos. Tal pluralismo jurídico percorre um duplo processo de unificação com a formação das monarquias absolutistas que caracterizam o Estado Moderno. Primeiro, a unificação de todas as fontes de produção jurídica na lei, como expressão da vontade do soberano; segundo, a unificação de todos os ordenamentos jurídicos superiores e inferiores ao Estado no ordenamento jurídico estatal, cuja expressão é a vontade do príncipe. O processo de separação entre a Igreja e o Estado prossege até que, a partir do século XVI, conforme Gilissen60, o ensino do direito canônico perde interesse para os laicos, inicialmente na França e depois noutros países, e “Mesmo onde o catolicismo se mantém, o estado laicizase; rejeita a intervenção da Igreja na organização e funcionamento dos seus órgãos políticos e judiciários”. “É por isso que a competência dos tribunais eclesiásticos é cada vez mais restrita”. Na França, como se vê, a constituição do Estado nacional absoluto aflora mais cedo e é nela também que o antiabsolutismo se desenvolve tomando dimensões extraterritoriais com os princípios da Revolução Francesa em fins do século XVIII. [...] os franceses consideraram-se investidos de uma missão universal de libertação dos povos. E efetivamente, o espírito da Revolução Francesa difundiu-se, em pouco tempo, a partir da Europa, a regiões tão distante quanto o subcontinente indiano, a Ásia Menor e a América Latina61. Essa reação ao poder absoluto dos reis guarda relação com a evolução do Ministério Público, pois é esse o contexto da tese da separação e de especialização dos poderes do Estado que o Ministério Público se evidencia como órgão que deve se distanciar das influências do poder executivo, a fim de responder às exigências históricas de limitação do poder estatal. E conjugado ao princípio de soberania do povo (demos), o desafio em que se coloca é o de encarnar a função de defesa do interesse público, como interesse geral do povo. De modo que a separação entre o poder judiciário e o executivo, exige a distinção das funções de defesa, acusação e julgamento na resolução dos conflitos, agora tutelados pelo Estado. A introdução de um sistema “acusatório” de processo penal, verificada com a separação dos poderes estatais, resume a evolução do Ministério Público como órgão, antes a serviço do rei, representante do interesse público e guardião da lei nos procedimentos do poder judiciário. Assim, BOBBIO, Norberto, op. cit., 1997, p.11-13. GILISSEN, John, op. cit., p.142 61 COMPARATO, Fábio Konder. Afirmação histórica dos direitos humanos. São Paulo: Saraiva, 1998. p.40. 59 60 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 245-278, jan./jun. 2011. 265 O que se sabe sobre a evolução do Ministério Público é que houve um processo paulatino de formação e separação da atividade acusatória do âmbito do Poder Judiciário. Neste sentido, os princípios liberais de tripartição dos poderes significaram, na maioria dos países ocidentais, o abandono do processo inquisitorial promovido pelo Poder Judiciário pela criação de uma instituição autônoma e especializada, como encarregada de tal tarefa62. Sauwen Filho63 explica a passagem da monarquia absoluta francesa à fase republicana. Dentre as modificações previstas pela Assembleia Nacional Constituinte de 1789, está a orientação de retirada da natureza política do Ministério Público, para torná-lo simples órgão judiciário independente do rei, e, a vitaliciedade dos seus membros, que continuariam a ser nomeados pelo rei, mas só poderiam ser demitidos por comprovada corrupção. Outro avanço ocorre em agosto de 1790, quando a Assembleia Nacional divide as funções do Ministério Público em dois órgãos distintos, segundo o autor, é dessa data que se evidenciam as duas funções de dominus litis e de custos legis da Instiuição, conservadas até os nossos dias: [...] um Comissário do Rei, nomeado pelo soberano e a quem cabia a missão exclusiva de zelar pela aplicação da lei e pela correta execução das decisões judiciais, e o Acusador Público, eleito pelo povo e que tinha a função de sustentar, diante dos tribunais, a acusação dos réus. Tal condição de custos legis caracteriza a evolução do Ministério Público de acordo com o paradigma da legalidade do Estado de Direito. Este é controverso ao Estado Moderno na medida em que pretende limitar o exercício do poder estatal, através da separação dos poderes do Estado, do princípio da soberania popular e do reconhecimento de direitos individuais em uma Constituição. O Ministério Público se consolida, então, como órgão promotor e defensor do bem público nos tribunais. Pois tanto como custos legis quanto como dominus litis, passa a atuar na função de fiscal da lei e na promoção da ação penal pública, exercendo parcela da soberania estatal, entendida como soberania dos interesses do povo. Essas ideias iluministas norteadoras do Estado de Direito e os seus reflexos na evolução do Ministério Público francês alcançam diversos países latinos, dentre eles Portugal e Espanha. E, através dos quais, o legado cultural e científico de aproximadamente quatro milênios de desenvolvimento do continente europeu chega ao Brasil e a outros países da América Latina. O Ministério Público brasileiro irá se formar a partir da matriz lusitana, por meio da legislação vigente no Brasil colônia. MACEDO JÚNIOR, Ronaldo Porto, op. cit., p.02. SAUWEN FILHO, João Francisco, op. cit. 62 63 266 FAE Centro Universitário 4 ORIGENS DO MINISTÉRIO PÚBLICO PORTUGUÊS E A SUA EVOLUÇÃO NO BRASIL O Ministério Público moderno origina-se dos procuradores do rei na França, e o Ministério Público brasileiro desenvolve-se efetivamente a partir dos procuradores do rei do Direito lusitano64. Conforme visto, o Ministério Público francês data do início do século XIV (25 de março de 1302), o de Portugal, do mesmo modo, “segundo aceitação unânime da doutrina portuguesa”, somente surge como instituição organizada a partir do século XIV65 , porém sem data precisa de nascimento. É válido afirmar, arrimada em Sauwen Filho66, que o Ministério Público português transmite certas características peculiares ao Ministério Público brasileiro, decorrentes do processo histórico de constituição do Estado nacional português que merecem ser esboçadas, para se chegar ao conhecimento da formação da Instituição no Brasil. Prefaciando as Ordenações Filipinas, Almeida67 conta que Portugal desde logo fora território do Império Romano, de onde Lisboa chega até a obter o privilégio de seus cidadãos gozarem dos mesmos direitos pertinentes aos de Roma. E assim, como as outras regiões da Europa, a Ibéria não tarda a ceder às invasões bárbaras a partir do século V d.C. Dentre os germanos que se fixam na região, os visigodos se organizam política e militarmente até formar o Estado nacional português. A forma de governo visigótico é o da monarquia eletiva e o sucessor do rei é escolhido por uma assembleia de prelados e nobres. Quanto à legislação, Gusmão68 - explica em nota de rodapé - as influências do direito romano e do direito canônico na Lex Romana Wisigothorum, que resultam mais tarde nas fontes históricas das compilações legislativas do Estado português, denominadas Ordenações do Reino. Na Península Ibérica, vigiu o direito romano vulgar, que depois da invasão dos visigodos foi substituído pela Lex Romana Wisigothorum (§166), compilação do direito romano e de costumes observados pelos invasores, aplicável exclusivamente aos ibéricos, pois os germânicos eram regidos por seus costumes. A partir de 654, foi introduzido na Península Ibérica o Líber Iudiciorum (§166), também denominado Fórum Iudiciorum, compilação que integrou o direito romano com o direito consuetudinário germânico e com o direito canônico, compreendendo direito penal, direito civil, direito processual e direito eclesiástico, que se tornou legislação comum a germanos e ibéricos. MAZZILLI, Hugo Nigro. Introdução ao Ministério Público. 5. ed. ver., ampl. e atual.à luz da Reforma do Judiciário (EC n. 45/04). São Paulo: Saraiva, 2005. 65 SAUWEN FILHO, João Francisco, op. cit., p.101. 66 SAUWEN FILHO, João Francisco, op. cit., p. 93 e p.101. 67 ALMEIDA, Fernando H. Mendes de. Ordenações Filipinas: Ordenações do Reino de Portugal recopiladas por de’l Rei D. Filipe, o Primeiro. São Paulo: Saraiva, 1957. v. 1, p.6-8. 68 GUSMÃO, Paulo Dourado de, op. cit., p.330 (em nota de rodapé) 64 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 245-278, jan./jun. 2011. 267 Após a invasão sarracena, essa compilação vigora até o século XIII. Enquanto isso, parte da população visigótica refugia-se na região das Astúrias, seria fundado posteriormente o reino “chamado de Oviedo e, finalmente, sob Afonso I, denominado reino de Leão”, que mais tarde comporia o Estado português. Segundo, Almeida69, “Tradição quase unanimemente consagrada, ensina que” os árabes, “em geral, permitiram, durante a dominação, que os cristãos se regessem por suas leis próprias”. Com a expulsão dos mouros, o rei Afonso VI reúne os diversos reinos isolados que compunham a Ibéria (Leão, Castela, Galécia e Lusitânia), casa com a “primogênita de Henrique da Borgonha, descendente – ao que corre – de Hugo Capeto, tronco 3º dos reis da França”. E em fim, no ano de 1139, seu filho, Dom Afonso Henriques é aclamado Rei de Portugal, proclamando-se Afonso I da dinastia de Borgonha, ano que marca o início do Estado moderno português. A partir de então, dá-se um movimento de reorganização das instituições estatais de Portugal. Afonso II institui Cortes Gerais, assembleias deliberativas para aplicação das primeiras leis gerais no país. Sob o reinado de Afonso III, semelhante ao que ocorre na França, dá-se o fortalecimento da jurisdição real em detrimento das jurisdições dos feudos. Criam-se, assim, “[...] magistrados régios, destinados a julgar, nas regiões portuguesas, em que os nobres, arrogando-se competência que não tinham, laboravam em erros e injustiças”70. De modo que, em 1289, a figura do Procurador da Coroa passa a existir em Portugal71. O cargo de Procurador do Rei, como função regular e a prerrogativa de “chamar a Casa do Rei” as pessoas que tinham questões com o monarca, surgiu somente durante o reinado de Dom Afonso III, pelo diploma de 14 de janeiro de 1289, sem contudo se constituir, ainda, em magistratura instituída, o que só ocorreria mais tarde, com a criação dos tribunais regulares e com a publicação de leis que viriam substituir o primitivo direito dos forais privativos de cada região [...]72. Mais tarde a Revolução de Avis (1383-1385) empossa o rei Dom João I da casa real de Avis73. Desde o tempo de Afonso II até dois séculos depois, Portugal regeu-se praticamente pelos forais74, pelos direitos romanos e canônicos e pelos usos e costumes. Daí a diversidade de soluções que a multiplicidade dos forais estabelecia, emergindo de tudo a necessidade de uma compilação que unificasse a aplicação do direito no Reino. Coube a Dom João I a tarefa de consagrar seus cuidados a esse problema nacional75. ALMEIDA, Fernando H. Mendes de, op. cit., p.8. ALMEIDA, Fernando H. Mendes de, op. cit., p.9. 71 MORAES, Alexandre de, op. cit., p.451. 72 SAUWEN FILHO, João Francisco, op. cit., p.103. 73 FIGUEIRA, Divalte Garcia, op. cit., p. 101. 74 “A título de esclarecimento: “fuero” significa lei. GUSMÃO, Paulo Dourado de, op. cit., p.330 (em nota de rodapé) 75 ALMEIDA, Fernando H. Mendes de, op. cit., p.10. 69 70 268 FAE Centro Universitário Conforme Moraes76, em 1387, o Rei Don Juan I, responsável por criar a instituição do Ministério Público em Portugal, cria ‘El Ministerio Fiscal’, que guarda certa semelhança com o Ministério Público atual. Quanto à compilação de leis iniciada por Dom João I, no século XIV, Almeida informa que somente é concluída em 1446, sob o reinado de Afonso V, justificando a designação recebida: Ordenações Afonsinas. Estas constituem “o mais antigo código de leis portuguesas”, e aceitam – subsidiariamente – o direito romano, salvo onde houver pecado, caso em que se deveria preferir o canônico. O estudo do direito público português revela-nos que as relações entre governantes, antes das Afonsinas, estavam fundamente contaminadas do direito visigótico. Como neste, era o rei chefe supremo de todos os poderes do Estado, exercendo-os pessoalmente, ou por delegados. Sua autoridade, porém, advinha de Deus, conforme doutrina de direito divino esposada pelos concílios de Toledo e neles proclamada sucessivas vezes. Mas foi por via de caminhos absolutamente temporais, que revoltas de nobres modificaram aqui e acolá, é que tal poder se foi alargando. E foi sob esse estado de coisas que se baixaram as Ordenações Afonsinas, em 1446 ou em 1447, sem embargo de a elas ter preexistido um registro oficial de leis do Reino77. A respeito da instituição do Ministério Público nas Ordenações Afonsinas, vale a transcrição das palavras de Sauwen Filho: [...] tendo se evidenciado no reino a necessidade se estabelecer uma instituição que apoiasse os vassalos que reclamassem justiça e ainda que defendessem o interesse geral, surgiu a figura do Procurador da Justiça, regulada no Título VII do Livro I das Ordenações Afonsinas, publicadas entre 1446 e 1447, onde constavam os deveres do ofício nestes termos: “E veja e procure bem todos os feitos da justiça e das Viúvas e dos Órfãos e Miseráveis Pessoas, que a nossa Corte vierem”78. As Ordenações Manuelinas sobrevêm, então, em 1521, trazendo poucas emendas às primeiras Ordenações79, que não chegam a viger no Brasil. Dentre as inovações, é somente com elas que se estabelecem “as obrigações relativas aos ofícios dos Procuradores de Feitos do Rei e o Promotor da Justiça da Casa de Suplicação e dos Promotores da Justiça da Casa Civil, compendiadas que foram nos Títulos XI e XII do Livro I daquele ordenamento”80 . Tanto Macedo Júnior81 quanto Sauwen Filho82 admitem as influências do direito francês nas Ordenações Manuelinas, mas é somente este último autor que explica onde se evidenciam tais influências no tocante ao Ministério Público. MORAES, Alexandre de, op. cit., p.451. ALMEIDA, Fernando H. Mendes de, op. cit., p.10, 12 e.13. 78 SAUWEN FILHO, João Francisco, op. cit., p.103. 79 ALMEIDA, Fernando H. Mendes de, op. cit., p.15. 80 SAUWEN FILHO, João Francisco, op. cit., p. 104. 81 MACEDO JÚNIOR, Ronaldo Porto, op. cit., p.2. 82 SAUWEN FILHO, João Francisco, op. cit., p. 105. 76 77 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 245-278, jan./jun. 2011. 269 As Ordenações Manoelinas estabeleciam a existência na Casa da Suplicação de Lisboa de um Procurador dos Feitos da Coroa e um Procurador dos Feitos da Fazenda. Tal disposição seguia o modelo clássico do Parquet francês, onde as “gentes do rei”, no alvorecer da instituição, deixaram de defender apenas os interesses privados do monarca, mas a essa função somaram a defesa dos interesses do Estado, e onde muito certamente as Ordenações Manoelinas foram buscar inspiração para normatizar o congênere lusitano. Macedo Júnior83 explica que no regimento das Ordenações Manuelinas o Promotor de Justiça possui atribuições de custos legis e de acusação criminal. Atribuições essas confirmadas pelas Ordenações Filipinas, de 1603, em que os Promotores de Justiça passam a atuar junto às Casas de Suplicação, com a função de “fiscalização da lei e da Justiça e no direito de promover a acusação criminal”. Nesse período, existe apenas a justiça de primeira instância, representada pelas casas de suplicação. Em 1609, a instituição do Tribunal da Relação da Bahia dá à Colônia a justiça de segundo grau. Nela figuram juntamente com mais dez desembargadores o Promotor de Justiça e o Procurador dos Feitos e da Coroa. Em 1751, outra inovação, a criação do Tribunal da Relação da Cidade do Rio de Janeiro, responsável por julgar os recursos provindos do Tribunal da Relação da Bahia, separa os cargos de Promotor de Justiça e de Procurador dos Feitos e da Coroa que passam a ser exercidos por titulares diferentes. É “o primeiro passo para a separação total das funções de Procuradoria da República (que defende o Estado e o Fisco) e o Ministério Público, somente tornada definitiva com a Constituição Federal de 1988”84. Terminado o período colonial (1500-1822) com a proclamação da independência do Brasil, e assim também concluída a primeira fase do sistema jurídico brasileiro, inicia-se a império no Brasil (1822-1889) e a segunda fase do seu sistema jurídico85. No Império, a primeira Constituição do Brasil (1824) não dispõe sobre a instituição do Ministério Público, destinando ao Procurador da Coroa e Soberania Nacional a tarefa de acusar nos juízos de crimes comuns. O artigo 48, incluído no capítulo referente ao Senado, no Título IV ‘Do Poder Legislativo’, menciona o seguinte: “No Juizo dos crimes, cuja acusação não pertence à Camara dos Deputados, acusará o Procurador da Coroa e Soberania Nacional”. MACEDO JÚNIOR, Ronaldo Porto, op. cit., p.2. MACEDO JÚNIOR, Ronaldo Porto, op. cit., p.02. 85 GUSMÃO, Paulo Dourado de, op. cit., p.329. 83 84 270 FAE Centro Universitário Macedo Júnior86 salienta que somente com o Código de Processo Penal do Império de 1832 é dado tratamento sistemático ao Ministério Público: “Tal Código colocava o Promotor de Justiça como órgão da sociedade, titular da ação penal”. Sauwen Filho87 transcreve os artigos 22 e 23 da Lei nº 261 de 3 de dezembro de 1841, que reforma o Código de Processo Criminal de 1832, dedicando “todo um capítulo à Instituição, sob a rubrica Dos Promotores Públicos”: CAPÍTULO III Dos Promotores Públicos Art. 22 – Os Promotores Públicos serão nomeados e demitidos pelo Imperador, ou pelos Presidentes das províncias, preferindo sempre os Bacharéis formados, que forem idôneos, e servirão pelo tempo que convier. Na falta ou impedimento serão nomeados interinamente pelos Juízes de Direito. Art. 23 – Haverá, pelo menos em cada Comarca um Promotor, que acompanhará o Juiz de Direito; quando, as circunstâncias exigirem, poderão ser nomeados mais de um. Os Promotores vencerão o ordenado que lhes for arbitrado, o qual, na Corte, será um conto e duzentos mil réis por ano, além de três mil e duzentos réis por cada sustentação do Jury, e dois mil e quatrocentos réis por arrazoados escriptos. Nota-se pela leitura dos artigos transcritos que o Ministério Público ainda se acha imbricado nas mãos do imperador ou dos presidentes das províncias, posto que seus membros são ainda nomeados ou demitidos à discricionariedade dos chefes do Poder Executivo, ao mesmo tempo em que ficam subordinados ao Poder Judiciário, quando nomeados interinamente pelos Juízes de Direito. Fato importante é a disposição para que um Promotor sempre acompanhe um Juiz de Direito, e a determinação de que em todas as Comarcas do reino haja representantes do Ministério Público. Assim, sob o império da Lei 252 de 3 de dezembro de 1841, tínhamos no Brasil um Ministério Público funcionando precariamente e de forma subordinada ao poder Judiciário de quem fazia as vezes de órgão coadjuvante e seus membros nomeados e demitidos livremente pelo Imperador ou pelos Presidentes de Províncias e, em casos especiais, pelos próprios Juízes. Exerciam, sem qualquer independência, na maioria das vezes, simples funções de auxiliares da Justiça. Em 1871, um avanço, a Lei do Ventre Livre atribui ao Promotor de Justiça a função de protetor do fraco e indefeso ao estabelecer que a ele cabe zelar para que os filhos de mulheres escravas sejam devidamente registrados88. Todavia, vale a constatação de Mazzilli, MACEDO JÚNIOR, Ronaldo Porto, op. cit., p.2. SAUWEN FILHO, João Francisco, op. cit., p. 122. 88 MACEDO JÚNIOR, Ronaldo Porto, op. cit., p.3. 86 87 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 245-278, jan./jun. 2011. 271 que “No Brasil – Colônia e no Brasil – Império, o Procurador-Geral ainda centralizava o ofício, não se podendo falar de instituição do Ministério Público nem de independência ou garantia de promotores públicos, que eram meros agentes do Poder Executivo”89. Conforme relata Macedo Júnior90, com o advento da República, destaca-se a figura do então Ministro da Justiça, Campos Salles, que elabora o Decreto n° 848 de 1890 a cerca da estrutura da Justiça Federal e do Ministério Público, sendo – por essa razão – considerado patrono do Ministério Público. Segue abaixo a exposição de motivos: O Ministério Público, instituição necessária em toda a organização democrática e imposta pelas boas normas da justiça, está representado nas duas esferas da Justiça Federal. Depois do Procurador Geral da República vêm os Procuradores seccionais, isto é, um em cada Estado. Compete-lhe em geral velar pela execução das leis, decretos e regulamentos que devem ser aplicados pela Justiça Federal e promover a ação penal pública onde ela couber. A sua independência foi devidamente resguardada. Apesar disso, a Constituição de 1891 não trata do Ministério Público, apenas cita o Procurador Geral da República dentro da parte destinada ao Poder Judiciário. Consta no artigo 58, parágrafo 2° do referido diploma: “O Presidente da República designará, dentre os membros do Supremo Tribunal Federal, o Procurador-Geral da República, cujas atribuições se definirão em lei”. A fase republicana do direito brasileiro é marcada pela grande quantidade de codificações, datam desse período: o Código Civil de 1917, o Código de Processo Civil de 1939, o Código Penal de 1940, o Código de Processo Penal de 1941 e o novo Código de Processo Civil de 1973, pelos quais são atribuídas novas funções ao Parquet. Macedo Júnior91 explica que: O Código Civil de 1917 deu ao Ministério Público atribuições até hoje vigentes como a curadoria de fundações (art. 26), legitimidade para propor ação de nulidade de casamento (art. 208, § único, II), defesa dos interesses dos menores (art.394, caput), legitimidade para propor ação de interdição (art.447, III) e a de promover a nomeação de curador de ausente dentre outras. O Código de Processo Civil de 1939 estabeleceu a obrigatoriedade da intervenção do Ministério Público em diversas situações, especialmente na condição de “custos legis”. Nesta fase, o Promotor de Justiça passa a atuar como fiscal da lei (“custos legis”) apresentando seu parecer após a manifestação das partes. A sua intervenção visava proteger basicamente os valores e interesses sociais então considerados indisponíveis ou mais importantes. MAZZILLI, Hugo Nigro. Introdução ao Ministério Público. 5. ed. rev., ampl. e atual. à luz da Reforma do Judiciário (EC n. 45/04). São Paulo: Saraiva, 2005. p.38. 90 MACEDO JÚNIOR, Ronaldo Porto, op. cit., p.3. 91 MACEDO JÚNIOR, Ronaldo Porto, op. cit., p.04.Disponível em: < http://www.iedc.org.br/publica/500anos/ ronaldo.htm> 89 272 FAE Centro Universitário A Constituição de 1934 estabelece a existência de órgão do Ministério Público tanto na União, como no Distrito Federal, nos Territórios e nos Estados (Art. 95). O Procurador Geral da República é o chefe do Ministério Público Federal, cargo nomeado pelo Presidente da República mediante aprovação do Senado Federal (Art. 95, §1º). Os chefes do Ministério Público do Distrito Federal e dos Territórios são nomeados pelo Presidente da República, escolhido dentre eleitores alistados acima de 30 anos de idade e com reputação ilibada, os vencimentos equiparam-se aos dos desembargadores (Art. 95, § 2º). O Ministério Público nesta Constituição de 1934 está inserido no Capítulo VI ‘Dos Órgãos de Cooperação nas Atividades Governamentais’, no Título I ‘Da Organização Federal’. A Constituição de 1937, outorgada com a imposição do Estado Novo do presidente Getúlio Vargas, é inexpressiva. Faz apenas breves referências no título referente ao Poder Judiciário, em especial ao Supremo Tribunal Federal. No art. 99 prevê a investidura do chefe do Ministério Público Federal; no artigo101, parágrafo único, a possibilidade de interposição de recursos pelo Ministério Público; e, finalmente, no artigo 105 estipula a cláusula do chamado “quinto constitucional” a ser aplicada somente nos tribunais superiores92. Assim dispõe o artigo 105 da Constituição de 1937: “Na composição dos Tribunais superiores, um quinto dos lugares será preenchido por advogados ou membros do Ministério Público, de notório merecimento e reputação ilibada, organizando o Tribunal de Apelação uma lista tríplice”. Em contraposição, a Constituição de 1946 estipula título especial ao Ministério Público, posicionando-o independentemente dos outros Poderes do Estado. “Importante previsão era a do artigo 127, que proclamava três importantes regras: concurso público, estabilidade e inamovibilidade”93. A Constituição de 1967, por sua vez, contribui para a conquista da autonomia e independência do órgão, através da equiparação com os juízes, pois – nesse momento – o Ministério Público faz parte do Poder Judiciário. Se a Constituição de 1967 traz importantes inovações, a Constituição Federal de 1969 suprime relevantes disposições: A Constituição Federal de 1967 trouxe importantes inovações ao subordinar o Ministério Público ao Poder Judiciário, criando a regulamentação “séria” do concurso de provas e títulos, abolidos os “concursos internos” que davam margem a influências políticas. Ao vir a integrar o Poder Judiciário, o Ministério Público deu importante passo na conquista de autonomia e independência, através da assemelhação com os magistrados. Tais “conquistas” somente seriam consagradas constitucionalmente na Constituição Federal de 1988. A Constituição Federal de 1969 (Ou Emenda Constitucional nº 1 de 17 de outubro de 1969) retirou as mesmas condições de aposentadoria e vencimentos atribuídos aos juízes (pela supressão do § único do art. 139) e perda de sua independência, pela subordinação no capítulo do Poder Executivo.94 MORAES, Alexandre de. op. cit., p. 453. MORAES, Alexandre de. op. cit., p. 453. 94 MACEDO JÚNIOR, Ronaldo Porto, op. cit., p. 5. 92 93 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 245-278, jan./jun. 2011. 273 Portanto, do descobrimento do Brasil até a década de oitenta do século XX, o Ministério Público Brasileiro revela-se dependente dos arbítrios do Poder Executivo, o que mudaria somente com a promulgação da Constituição Federal de 1988. A partir dela, o Ministério Público seria apartado do âmbito dos Poderes Executivo e Judiciário, para figurar em capítulo próprio do Título IV, destinado à Organização dos Poderes, sob a rubrica “Das Funções Essenciais à Justiça”. Com a atual Constituição, o Ministério Público ganha autonomia em relação aos outros poderes e, finalmente, a função de zelar por interesses realmente públicos, os interesses sociais e individuais indisponíveis. 5 CONSIDERAÇÕES FINAIS A figura do acusador público e do defensor da sociedade não aparecem na Antiguidade, pelos componentes culturais, morais e políticos que compõem Atenas e Roma. Contudo, institutos do direito romano, bem como dos princípios da democracia ateniense simbolizam um legado à história do ocidente. O Brasil, pelo fato de ter sido colônia portuguesa, tem seu sistema jurídico ligado ao desenvolvimento da história do direito e das insituições greco-romanas e europeias. Na Antiguidade o espaço para a acusação pública já existia, mas é de responsabilidade das vítimas ou de suas famílias, ou de oradores não profissionais. O sentido de justiça para os antigos corresponde à livre participação na vida política da cidade. Porém, esta partcipação estava restrita aos homens da classe cidadã ou patrícia, considerada superior pelo critério sanguíneo. Assim, não é possível identificar nos estados de Atenas e Roma, uma ampla esfera de direitos que abrangia a totalidade das pessoas, independente de gênero ou de vínculo familiar e, por conseguinte, um órgão especializado de defesa de tais direitos. Na Idade Média, a Igreja Católica assume o exercício de atividades que são propriamente do estado. As infrações civis e criminais estão definidas nas leis da Igreja e são julgadas por clérigos que se baseam nas compilações do direito canônico. Isto porque, ela pretende um status de universalidade, superior ao direitos humanos, impondo suas determinações com a finalidade de manter as desigualdades sociais e econômicas até então existentes. O direito natural da Igreja é um direito natural restrito aos interesses do clero. Com o processo de concentração dos poderes, dispersos entre os senhores feudais, reis e a Igreja, o Estado – no sentido de ente executor da soberania nacional – se consolida personificado na figura do monarca. É nesse momento que o Estado reúne as atividades de regulação da vida em sociedade, inclusive a gestão dos conflitos exisitentes, arrogando para si a legitimidade das funções judiciais. Nesse contexto, surge o Ministério Público, através do exercício dos cargos de procuradores dos reis. Estes são os olhos dos reis nos tribunais, 274 FAE Centro Universitário responsáveis por cobrar impostos, e exercer a acusação pública. A política criminal do Estado é realizada por estes procuradores profissionais, nomeados e demitidos a critério dos reis, para se consituírem na autoridade do monarca que representa, à época, a própria lei. À medida em que o Estado transforma-se, em razão de mudanças sociais de caráter econômico, e o poder absoluto do soberano é questionado, uma nova visão das finalidades e funções do Estado se propõe. Inicia-se uma era de direitos que desafia a instituição dos procuradores do rei a adaptar-se aos novos tempos e exigências da vida em sociedade. O Parquet paulatinamente reorganiza seus princípios para atender a essa demanda por direitos, pretendendo a defesa de interesses públicos, defendidos pela classe burguesa. No Brasil, voltando apenas para o processo de colonização e consolidação do Estado, verifica-se o mesmo movimento de nascimento do Ministério Público pela monarquia portuguesa e desenvolvimento inconstante com a concessão/supressão de direitos ao longo da história das Constituições. Nota-se que nos períodos autoritários, assim como no Estado Moderno, o Ministério Público perde liberdade de atuação para funcionar como “braço do poder executivo”, agindo conforme os interesses dos governantes que, ao restringirem as funções do Parquet, admitem o potencial de defesa dos interesses sociais contra seus interesses “reais”. No Estado Contemporâneo, a emancipação do indivíduo através do reconhecimento das liberdades públicas, dos direitos da cidadania e dos moldes da democracia representativa, coloca o Ministério Público em uma posição cada vez mais autônoma e independente dos outros poderes do Estado. Ao exercer parcela da soberania estatal, o Ministério Público reorganiza seus princípios e funções para realização dos fins a que o Estado se propõe na Constituição vigente, como órgão desvinculado que transita entre os demais poderes para a promoção dos direitos humanos. É um órgão que tem em sua funcionalidade o potencial e o poder de fiscalizar a atuação da administração pública e do judiciário, no sentido de garantir o efetivo respeito à dignidade humana. Vale a ressalva, por fim, de que esta reflexão acerca de uma história do Ministério Público não pretende esgotar as possibilidades de discussão do tema. Afinal, como defende Veyne95: O que se pode exprimir igualmente sob esta forma: a História, com maiúscula [...] não existe: só existe “história de...”. Um acontecimento só tem sentido numa série, o número de séries é indeterminado, não se dirigem hierarquicamente e como veremos tão pouco tendem para um geometral de todas as perspectivas. A ideia de História é um limite inacessível, ou antes, uma ideia transcendental; não se pode escrever esta história, as historiografias que se crêem totais enganam sem saberem o leitor [...]. VEYNE, Paul, 1983, p.38-39, apud PONTES, Felipe Simão. Nuances de uma análise histórica do jornalismo: homens e mulheres nas páginas do Diário dos Campos (1910-1923). Trabalho de conclusão do curso de Comunicação Social-Jornalismo da Universidade Estadual de Ponta Grossa. Ponta Grossa , 2006. 95 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 245-278, jan./jun. 2011. 275 Ou ainda, sob a perspectiva de Ianni96, que percebe a viagem como metáfora da pesquisa nas ciências sociais, no sentido de que a viagem é trabalhada e retrabalhada em todas as formas de sociedade, motivada pela curiosidade, inquietação e interrogação em descobrir “outro” ou o “eu”. A viagem tem o condão de “descortinar horizontes”, desbravar fronteiras, sendo impossível falar em uma viagem, mas em viagens, haja vista que cada pesquisador abre rotas únicas, singulares. “Nas ciências sociais, a viagem revela-se um recurso comparativo excepcional. Permite colocar lado a lado configurações sociais, econômicas, políticas ou culturais diversas, próximas e distantes, presentes e passadas”. Como aponta o autor, a viagem sempre está presente no imaginário das ciências sociais seja sob a forma de realidade ou de metáfora, pois, todo cientista social, quando estuda ou pesquisa, realiza essa viagem. Mas os caminhos do mundo não estão traçados. Ainda que haja muitos desenhados nas cartografias, emaranhados nos atlas, todo viajante busca abrir caminho novo, desvendar o desconhecido, alcançar a surpresa ou o deslumbramento. A rigor cada viajante abre seu caminho, não só quando desbrava o desconhecido, mas inclusive quando redesenha o conhecido. Caminante no hay camino, se hace camino al andar. IANNI, Octavio. Enigmas da modernidade-mundo. Rio de Janeiro: Civilização Brasileira, 2000. p.13-31. 96 276 FAE Centro Universitário REFERÊNCIAS ALMEIDA, Fernando H. Mendes de. Ordenações Filipinas: Ordenações do Reino de Portugal recopiladas por de’l Rei D. Filipe, o Primeiro. São Paulo: Saraiva, 1957. v. 1 ARANHA, Maria Lúcia de Arruda; MARTINS, Maria Helena Pires. Filosofando: introdução à filosofia. 2. ed. rev. atual. São Paulo: Moderna, 1993. ARRUDA, José Jobson de A. História antiga e medieval. 11. ed. São Paulo: Ática, 1989. BOBBIO, Norberto. Direito e estado no pensamento de Emanuel Kant. Tradução de Alfredo Fait. 4. ed. Brasília: Editora Universidade de Brasília, 1997. ________. Liberalismo e democracia. Tradução de Marco Aurélio Nogueira. São Paulo: Brasiliense, 2005. CHAUÍ, Marilena. Convite à filosofia. 12. ed. São Paulo: Ática, 1999. COMPARATO, Fábio Konder. Afirmação histórica dos direitos humanos. São Paulo: Saraiva, 1998. COULANGES, Fustel de. A Cidade antiga. Texto integral. Tradução de Jean Melville. São Paulo: M. Claret, 2005. DALLARI, Dalmo de Abreu. Elementos da teoria geral do estado. 2. ed. São Paulo: Saraiva, 1998. 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Para tanto a análise se inicia com os fins do Direito penal, oportunidade em que é analisada a diferença entre funções e missões desse ramo do Direito e, nessa última, examinam-se as proposições de estabilização da norma e proteção seletiva de bens jurídicos. Posteriormente, examinam-se o que se denomina de funções da pena, contidas em quatro grandes categorias (teorias retribucionistas, teorias relativas, teorias mistas e propostas atuais). Ao final, conclui-se pela adequação e também necessidade de identidade entre os fins do Direito penal e da pena, o que recai, consequentemente, exatamente sob a mesma proposta, qual seja, o controle social do intolerável através da proteção seletiva de bens jurídicos. Palavras-chave: fins do Direito penal; fins da pena; bem jurídico. ABSTRACT The problem that the present work deals with is verification of the existence or inexistence of the identity it does not enter the purposes of the penalty and the purposes of the Criminal law. For in such a way the analysis if it initiates with the purposes of the Criminal law, chance where the difference between functions and missions of this branch of the Law is analyzed and, in this last one, the proposals of stabilization of the norm and selective protection of legally protected interest are examined. Later, they are examined what it is called of functions of the penalty, contained in four great categories (retribucionistas theories, relative theories, mixing theories and current proposals). To the end, it is concluded for the adequacy and also identity necessity enters the puporses of the Criminal law and of the penalty, what it falls again, consequently, accurately under same the proposal, which it is, the social control of the intolerable one through the selective protection of legally protected interest. Keywords: purpose of Criminal Law; purpose of penalties; legally protected interest. * Advogada. Especializanda em Direito Penal, Processo Penal e Criminologia pelo Instituto Busato de Ensino – IBE. Pesquisadora do grupo de estudos “Modernas Tendências do Sistema Criminal”, do Centro Universitário Franciscano – UNIFAE. E-mail: [email protected] Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 279-303, jan./jun. 2011. 279 INTRODUÇÃO A atualidade da discussão acerca da coincidência ou não quanto aos fins do Direito penal e os fins da pena é sobremaneira relevante na moderna dogmática jurídico-penal uma vez que, dependendo da conclusão a que se chegue, é possível confirmar ou negar a legitimidade do próprio Sistema de imputação. Além disso, a importância de tal análise refere-se ao fato de que diversos têm sido os fins atribuídos ao Direito Penal, sendo que as posições de maior destaque no cenário dogmático atual ou sustentam ser esse fim a proteção de bens jurídicos ou a estabilização da norma. Assim, a opção por uma ou outra perspectiva, além de necessária, revela o perfil mais ou menos garantista do jurista e também a maior ou menor adequação a um Estado social e democrático de Direito. Desse modo, se o Direito Penal existe e é aplicado ao caso concreto com vistas à imposição de uma sanção, questiona-se se é razoável que a aplicação dessa sanção ocorra por motivo diverso que da existência daquele, isto é, é coerente uma postura teórica que sustenta um fim para justificar a existência do Direito penal e outro diferente para fundamentar a aplicação da pena? 1 FUNÇÕES E MISSÕES DO DIREITO PENAL A despeito de parte de a doutrina empregar indistintamente os termos funções e missões do Direito penal, é preciso reconhecer que não se tratam de palavras sinônimas. E isso porque, enquanto por função entende-se aquilo que o Direito penal efetivamente realiza, o que objetivamente se produz, por missão, ao contrário, compreende-se aquilo a que ele se propõe realizar, “as consequências buscadas e desejadas”.1 Embora a coincidência ou mesmo identidade entre funções e missões não se vislumbre em termos práticos na atualidade (se é que um dia isso ocorreu), em termos ideais, o adequado seria que as funções concretamente executadas pelo Direito penal coincidissem, ou ao menos se aproximassem, o máximo possível, das missões por ele propostas. BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: fundamentos para um sistema penal democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 25. 1 280 FAE Centro Universitário 1.1Funções As funções que o Direito penal efetivamente tem se prestado a cumprir são em grande medida, no mínimo, desastrosas2. É que hoje se reconhece com bastante clareza que os destinatários da norma penal são, em regra, as classes menos favorecidas em termos econômicos. O que acontece é que essas pessoas, já socialmente excluídas, quando do ingresso no cárcere, acabam definitivamente segregadas do convívio social.3 A vista disso, não se pode deixar de reconhecer que o “modelo dogmático defendido por qualquer penalista leva implicada a consequência de sua aplicação e uma alta dose de conhecimento sobre suas origens e consequências”.4 1.2Missões Diferentes têm sido as missões atribuídas ao Direito Penal na atualidade. As duas correntes de maior representatividade têm como exponenciais os alemães Claus Roxin5 e Günther Jakobs. Esses autores defendem como missão do Direito penal, respectivamente, a proteção seletiva de bens jurídicos e a estabilização da norma, conforme se passa a expor6. 1.2.1 Proteção seletiva de bens jurídicos7 Para Roxin, cuja proposta é fundada na orientação do sistema jurídico-penal em pontos de vista valorativos criminais8 e leva o nome de funcionalismo teleológico, o fim SANTOS, Juarez Cirino. Direito penal: parte geral. 2.ed. Curitiba: ICPC; Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 06-07. 3 Nesse sentido, o sociólogo Bauman é bastante preciso ao referir que se trata de um processo de biossegregação onde se oculta o “desejo poderoso de remover o lixo humano ao mesmo tempo em que é satisfeito o próprio e pungente desejo de retidão moral” e que, mais do que isso, revela a “passagem do modelo de um ‘Estado social’ de uma comunidade inclusiva para um Estado ‘excludente’, da ‘justiça criminal’, ‘penal’ ou do ‘controle do crime’”. BAUMAN, Zygmunt. Tempos líquidos. Trad. por Carlos Alberto Medeiros. Rio de Janeiro: J. Zahar, 2007. p. 46. 4 BUSATO, Paulo César. Quem é o inimigo, quem é você? Revista Brasileira de Ciências Criminais, v.15, n.. 66, p.333, maio/jun.2007. 5 ROXIN, Claus. Política criminal e sistema jurídico-penal. Tradução de Luís Greco. Rio de Janeiro: Renovar, 2002. 6 JAKOBS, Günther; CANCIO MELIÁ, Manuel. Direito penal do inimigo: noções e críticas. 3. ed. Trad. de André Luís Callegari e Nereu José Giacomolli. Porto Alegre: Livraria do Advogado Editora., 2008. 7 Embora diversas tenham sido as tentativas que buscaram elaborar um conceito material de bem jurídico, em relação ao qual se pudesse relacionar de algum modo a atuação do Direito penal, parece certo que não se poder definir com exatidão em que consiste o bem jurídico. E isso porque todas as pretensões e tendências de atribuírem um sentido concreto ao bem jurídico naturalmente revelaram-se divergentes e imprecisas, afinal, enquanto o bem jurídico é inacessível à percepção sensorial, mas verdadeiro valor ideal da ordem social, o objeto material do delito é que sim é concreto. Assim, parece suficiente definir o bem jurídico como todo valor da vida humana que é protegido pelo Direito, ou seja, todo valor essencial para o desenvolvimento do indivíduo em sociedade. 8 ROXIN, Claus. Política criminal e sistema jurídico-penal. Tradução de Luís Greco. Rio de Janeiro: Renovar, 2002. p. XI. 2 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 279-303, jan./jun. 2011. 281 do Direito penal é a proteção seletiva de bens jurídicos ante a possíveis lesões ou perigos.9 Por conta disso, por sustentar que “submissão ao direito e adequação a fins políticocriminais não podem contradizer-se”10, todo o sistema de imputação deveria considerar tais valores político-criminais do sistema, isto é, tratar-se-ia de uma espécie de contaminação valorativa e propositada. Dito de outra forma, a proteção de bens jurídicos não apenas dirige a tarefa políticocriminal do Direito penal, mas também a própria sistemática da teoria do injusto, pelo que se pode concluir que a proteção a estes é componente irrenunciável num processo de ponderação da matéria correspondente à proibição.11 1.2.2 Estabilização da norma Jakobs, por seu turno, ao propor o que se denomina de funcionalismo sistêmico, também estrutura sua proposta partindo da ideia de fins e funções que cumprem ao Direito penal,12 mas procede de modo completamente divergente do apresentado por Roxin, ao partir do reconhecimento da não fidelidade ao Direito praticada pelo autor do delito13. É que para Günther Jakobs, a razão principal da elaboração do sistema de imputação é a reafirmação da vigência da norma. É dizer, pretende-se a confirmação do reconhecimento normativo na medida em que se aplica a pena ao autor do delito para demonstrar à sociedade que a embora violada pela conduta do agente, a norma segue válida e vigente.14 Assim, observa-se a reformulação do conceito tradicional de bem jurídico já que “o que protege o direito penal são os mecanismos que permitem manter a identidade de ROXIN, Claus. A proteção dos bens jurídicos como função do direito penal. Trad. de André Luís Callegari e Nereu José Giacomolli. Porto Alegre: Livraria do Advogado, 2006. 10 ROXIN, Claus. Política criminal e sistema jurídico-penal. Tradução de Luís Greco. Rio de Janeiro/São Paulo: Renovar, 2002. p. 20. 11 ROXIN, Claus. A proteção dos bens jurídicos como função do direito penal. Trad. de André Luís Callegari e Nereu José Giacomolli. Porto Alegre: Livraria do Advogado , 2006. p. 61. 12 LYNETT, Eduardo Montealegre. Introdução à obra de Günther Jakobs. In: CALLEGARI, André Luís. et. al. Direito penal e funcionalismo. Tradução de Andre Luis Callegari. Porto Alegre: Livraria do Advogado, 2005. p. 11. 13 BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: fundamentos para um sistema penal democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 32. 14 BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: fundamentos para um sistema penal democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 32. 9 282 FAE Centro Universitário uma sociedade, é dizer, as expectativas fundamentais para sua constituição”,15 de modo que o bem jurídico não é uma lesão naturalmente perceptível, mas um conceito normativo, qual seja, a vigência da norma (entendida como esquema simbólico de orientação).16 Além disso, Jakobs17 chega a afirmar que apresentar o Direito penal como forma de proteção de bens jurídicos é “bastante forçado”, ao concluir que “a teoria do direito penal como proteção da vigência da norma demonstra sua validade especialmente na teoria dos fins da pena: o fato é uma lesão da vigência da norma, a pena é a sua eliminação”. Isso porque, continua o mesmo autor, “desse ponto de vista, a execução da pena sempre alcançou o fim da pena”, isto é, a marginalização da negação do Direito. 2 FINS DAS CONSEQUÊNCIAS JURÍDICAS DO DELITO A evolução histórica das teorias relativas aos fins da pena não ocorreu de modo estanque e cerrado. Ao contrário, a passagem de uma teoria à outra não encontra um marco definido, com a identificação de momentos de transição claros entre uma e outra. O que se vê, na realidade, é a predominância, em determinado local18 e tempo histórico, de um ou outro pensamento, afinal, a história não se faz em saltos e abruptas rupturas, mas em progressiva e constante evolução. LYNETT, Eduardo Montealegre. Introdução à obra de Günther Jakobs. In: CALLEGARI, André Luís. et. al. Direito penal e funcionalismo. Tradução por André Luís Callegari. Porto Alegre: Livraria do Advogado, 2005. p. 15. 16 LYNETT, Eduardo Montealegre. Introdução à obra de Günther Jakobs. In: CALLEGARI, André Luís. et. al. Direito penal e funcionalismo. Tradução por André Luís Callegari. Porto Alegre: Livraria do Advogado, 2005. p. 16. 17 JAKOBS, Günther. O que protege o direito penal: os bens jurídicos ou a vigência da norma?. In: CALLEGARI, André Luís. et. al. Direito penal e funcionalismo. Tradução por Manuel Cancio Meliá. Porto Alegre: Livraria do Advogado, 2005. p. 50-51. 18 No Brasil e na Argentina, comentam Zaffaroni e Pierangeli, costumam-se combinar o discurso policial, que é predominantemente moralizante e o discurso penitenciário, que é essencialmente de tratamento. Essa pretensão de tratamento, contudo, explicam os mesmos autores, especialmente nas chamadas instituições totais (manicômios, prisões, internatos), na América Latina como um todo, revela-se absurda, afinal é “impossível proporcionar um verdadeiro ‘tratamento’ a milhares de pessoas privadas de liberdade e onde se privilegia a segurança mediante organização militarizada”. ZAFFARONI, Eugenio Raúl; PIERANGELI, José Henrique. Manual de direito penal brasileiro. 5. ed. rev. e atual. São Paulo: Revista dos Tribunais, 2004. p. 71. 15 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 279-303, jan./jun. 2011. 283 2.1Teorias Além da dualidade de missões referidas anteriormente (proteção seletiva de bens jurídicos e estabilização da norma), há ainda maior número de propostas quando se trata do exame da principal consequência jurídica do delito, a sanção penal.19 Para fins de melhor compreensão, tais sanções, nesse trabalho estão agrupadas nos quatro grupos a seguir analisados.20 2.1.1 Retribucionistas, retributivas ou absolutas21 Absolutas22 são todas as teorias que “veem o direito penal como um fim em si mesmo, independente de razões utilitárias ou preventivas”.23 Conhecidas desde a antiguidade,24 seu momento histórico mais marcante é identificado com o Estado absolutista, cujas características mais notórias, explica Bitencourt,25 eram a “identidade entre o soberano e o Estado” e a afirmação metafísica de que o poder do soberano era concedido a esse diretamente por Deus. A ideia que se tinha, pois, era que a pena consistia em um “castigo com o qual se expiava o mal (pecado) cometido”.26 Com o início do mercantilismo – que tem como fundo a teoria do contrato social,27 inicia-se também um processo de decomposição e debilitamento do Estado absoluto.28 AMBOS, Kai. Direito penal: fins da pena, concurso de pessoas, antijuridicidade e outros aspectos. Tradução de Pablo Rodrigo Alfen da Silva. Porto Alegre: S. A. Fabris, 2006 e SANTOS, Juarez Cirino dos. Direito penal: parte geral. 2. ed. Curitiba: ICPC; Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. 20 QUEIROZ, Paulo. Direito penal: parte geral. 4. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2008, p. 84. 21 A esses nomes, Roxin acrescenta, ainda, teoria da justiça ou da expiação. ROXIN, Claus. Derecho penal: parte general. Tradução de Diego-Manuel Luzón Peña. Madrid: Civitas:, 2000. p. 81. 22 A expressão “absoluta”, explica Roxin, deve-se ao fato de o fim da pena ser independente, desvinculado de seu efeito social (em latim, absolutes significa desvinculado). ROXIN, Claus. Derecho penal: parte general. Tradução de Diego-Manuel Luzón Peña. Madrid: Civitas, 2000. p. 82. 23 QUEIROZ, Paulo. Direito penal: parte geral. 4. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2008, p. 85. 24 ROXIN, Claus. derecho penal: parte general. Tradução de Diego-Manuel Luzón Peña et al. Madrid: Civitas, 2000. p. 82. 25 BITENCOURT, Cezar Roberto. Tratado de direito penal: parte geral. 14 ed. São Paulo: Saraiva, 2009. p. 85. 26 BITENCOURT, Cezar Roberto. Tratado de direito penal: parte geral. 14 ed. São Paulo: Saraiva, 2009. p. 85. 27 Pelo contrato social, os homens, para viver em sociedade, renunciam a uma parcela de sua liberdade (a menor parte possível essencial ao convívio social) em troca de proteção pelo Estado, pelo que todo e qualquer castigo que exceda os limites dessa sessão, passará a ser injusto e também abusivo. Assim, o agregado dessas mínimas porções possíveis é que forma o direito de punir. O resto é abuso, e não justiça é fato, mas não direito. É dizer, todas as penas que ultrapassam a necessidade de conservar esse vínculo são injustas por sua própria natureza. BECCARIA, Cesare Bonesana, Marches di. Dos delitos e das penas. Tradução por José Cretella Júnior e Agnes Cretella. 3. ed. rev. São Paulo: Revista dos Tribunais, 200. p. 72. 28 BITENCOURT, Cezar Roberto. Tratado de direito penal: parte geral. 14 ed. São Paulo: Saraiva, 2009. p. 86. 19 284 FAE Centro Universitário A pena passa a ser considerada, então, “a retribuição à perturbação da ordem (jurídica) adotada pelos homens e consagrada pelas leis”,29 é dizer, a aplicação da pena decorre da necessidade de restaurar a ordem jurídica interrompida. Para essas teorias, o fim da pena é, como se observa, a retribuição do mal causado pelo agente, não tendo, portanto, qualquer outro fim, mas apenas um ideal de justiça em si mesma, afinal, sua legitimidade decorre apenas do fato de haver sido cometido um delito.30 Tal pretensão de justificar a finalidade da pena pode ser compreendida sob dois diferentes enfoques, desde seus dois maiores expoentes, Imannuel Kant e Georg Wilhelm Friedrich Hegel.31 2.1.1.1 Teoria da retribuição moral de Kant Segundo a proposta retributiva de Kant32 a pena é um imperativo categórico, uma exigência ética irrenunciável. Por isso, a sanção penal seria um fim a si mesma, não lhe correspondendo nada além de tão-somente a realização da justiça.33 Aliás, a pena, para Kant, não pode jamais ser aplicada como simples forma de procurar outro bem, afinal, pretender que o “Direito de castigar o delinquente encontre sua base em supostas razões de utilidade social não seria eticamente permitido”.34 Para esse autor, o sujeito que não cumpre disposições legais, não é digno do direito de cidadania, constituindo uma obrigação de o soberano castigar aquele que transgrediu a lei.35 Com tal postura teórica, Kant acabou por converter “a proporcionalidade não em um postulado da razão, mas em uma exigência absoluta”,36 já que considerou o princípio de BITENCOURT, Cezar Roberto. Tratado de direito penal: parte geral. 14 ed. São Paulo: Saraiva, 2009. p. 86. QUEIROZ, Paulo. Direito penal: parte geral. 4. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2008. p. 85. 31 BITENCOURT, Cezar Roberto. Tratado de direito penal: parte geral. 14 ed. São Paulo: Saraiva, 2009. p. 91-92 e BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: fundamentos para um sistema penal democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 181-182. 32 Cuja fundamentação é de ordem ética e vem expressada na obra Metafísica dos costumes. BITENCOURT, Cezar Roberto. Tratado de direito penal: parte geral. 14 ed. São Paulo: Saraiva, 2009. p. 87. 33 Busato e Montes destacam a equiparação que o próprio Kant realizou no sentido de tal pretensão constituir a ‘Lei de Talião aplicada aos Tribunais’. BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: fundamentos para um sistema penal democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 180. 34 BITENCOURT, Cezar Roberto. Tratado de direito penal: parte geral. 14 ed. São Paulo: Saraiva, 2009. p. 87. 35 BITENCOURT, Cezar Roberto. Tratado de direito penal: parte geral. 14 ed. São Paulo: Saraiva, 2009. p. 87. 36 E justamente por ser absoluta é que a repressão não se poderia afastar sob qualquer pretexto. Para tanto, Kant ilustra a afirmação com o exemplo de habitantes de uma ilha que resolvem por dissolver a sociedade. Ainda assim, para o autor, antes que isso acontecesse, seria imperioso que se aplicasse as penas cabíveis aos que tivessem praticado delitos. BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: fundamentos para um sistema penal democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 180. 29 30 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 279-303, jan./jun. 2011. 285 talião (olho por olho, dente por dente) como o paradigma da verdadeira justiça.37 Negase à pena, desse modo, toda e qualquer função preventiva,38 existindo apenas a função retributiva em função de que com a prática do delito a lei foi infringida. 2.1.1.2 Teoria da retribuição jurídica de Hegel Para Hegel, a pena “é uma exigência da razão, que se explica e se justifica a partir de um processo dialético inerente à ideia e ao conceito mesmo do direito”.39 Assim, o fundamento da teoria retributiva da pena, para esse autor, consiste no fato de que como a prática de um delito nega o Direito, a aplicação da pena constitui a negação de tal negativa. Com isso, a pena não apenas terá como quantum a intensidade da negação realizada pelo agente, mas também se aplica esse mal como forma de “restabelecer a ordem jurídica perturbada”.40 A pena visa, portanto, a retribuir ao delinquente pelo fato praticado, de modo que a gradação da intensidade da negação ao direito determinará também a da nova negação, que é a pena.41 E isso porque o Direito, segundo esse pensamento, é a manifestação da vontade racional (vontade geral), em contraponto da manifestação da vontade irracional (vontade particular),42 ou seja, com a prática do delito, o agente nega o Direito. Logo, com a aplicação da pena, o Estado nega tal negativa, o equivale a reafirmar o Direito. 2.1.1.3 Considerações gerais sobre as teorias retribucionistas Embora tanto a retribuição moral de Kant como a retribuição jurídica de Hegel constituam teorias retribucionistas da pena, estando ambos totalmente de acordo ao não reconhecer sequer metas preventivas (como intimidação e correção) como fins da pena,43 a diferença entre tais proposições reside no fato de que “enquanto Kant legitima a pena na sua necessidade ética, Hegel encontra seu fundamento na necessidade jurídica”44, isto é, se para o primeiro o cometimento de um delito ofende a ordem moral absoluta, para o segundo a ofensa recai sobre a ordem jurídica. QUEIROZ, Paulo. Direito penal: parte geral. 4. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2008. p. 86. BITENCOURT, Cezar Roberto. Tratado de direito penal: parte geral. 14 ed. São Paulo: Saraiva, 2009. p. 89. 39 QUEIROZ, Paulo. Direito penal: parte geral. 4. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2008. p. 86. 40 BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: fundamentos para um sistema penal democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 181. 41 BITENCOURT, Cezar Roberto. Tratado de direito penal: parte geral. 14 ed. São Paulo: Saraiva, 2009. p. 90. 42 BITENCOURT, Cezar Roberto. Tratado de direito penal: parte geral. 14 ed. São Paulo: Saraiva, 2009. p. 90. 43 ROXIN, Claus. Derecho penal. parte general. Tradução de Diego-Manuel Luzón Peña. Madrid: Civitas: 2000. p. 83. 44 BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: fundamentos para um sistema penal democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 181. 37 38 286 FAE Centro Universitário Além disso, Roxin45 identifica nessas teorias o mérito de sua capacidade de impressão psicológico-social na medida em que “se a pena deve ‘corresponder’ à magnitude da culpabilidade, está proibido em todo caso dar um castigo mediante uma penalização drástica em casos de culpabilidade leve”. Criticamente, continua o mesmo autor46 afirmando que a teoria da retribuição não pode ser sustentada cientificamente hoje já que a finalidade do Direito penal “consiste na proteção subsidiária de bens jurídicos, então, para o cumprimento dessa obrigação, não está permitido servir-se de uma pena que de forma expressa prescinda de todos os fins sociais”, afinal, “o Estado, como instituição humana, não é capaz de realizar a ideia metafísica de justiça e nem está legitimado para isso”. Não se pode deixar de reconhecer que alguns méritos foram atribuídos a essas propostas, denominadas de retribucionismo clássico, como afirmam Busato e Montes.47 O primeiro deles refere-se ao esforço no oferecimento de, considerando o momento histórico em que tais teorias se desenvolveram, “uma compensação de pena em iguais proporções ao mal causado”. E o segundo tem relação com o fato de que essa teoria, fundamentada nas exigências da busca por justiça, constrói as bases de “uma responsabilidade penal tendo como base o livre-arbítrio e a culpabilidade individual do sujeito, é dizer, o sujeito responde pelo fato na medida de sua culpabilidade”. A despeito do reconhecimento desses merecimentos, as críticas direcionadas a tais teorias são de ainda maior representatividade. É que a Kant, por exemplo, a crítica refere-se ao fato de que a busca dos Direitos a partir dos deveres morais do indivíduo revela uma posição favorável ao despotismo ilustrado.48 Além disso, o emprego da pena como retribuição contraria a proteção seletiva de bens jurídicos.49 ROXIN, Claus. Derecho penal. parte general. Tradução de Diego-Manuel Luzón Peña. Madrid;~ CivitaS, 2000, p. 84. 46 ROXIN, Claus. Derecho penal. parte general. Tradução de Diego-Manuel Luzón Peña. Madrid; Civitas, 2000. p. 84. 47 BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: fundamentos para um sistema penal democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 181-182. 48 BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: fundamentos para um sistema penal democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 183. 49 Impende ressaltar que, em termos político-criminais, igualmente na América Latina, essa pretensão retribucionista deve ser rechaçada na medida em que tal concepção parte do pressuposto de igualdade social entre os sujeitos, o que, evidentemente, não espelha nossa realidade. E, mais do que isso, tais propostas “parecem de todo incompatíveis com o perfil dos Estados contemporâneos” que encontram limites e garantias intransponíveis. QUEIROZ, Paulo. Direito penal: parte geral. 4. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2008. p. 87. 45 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 279-303, jan./jun. 2011. 287 2.1.2Relativas50, prevencionistas ou preventivas Em oposição às teorias absolutas, as perspectivas denominadas relativas “são marcadamente teorias finalistas, já que veem a pena não como um fim em si mesmo, mas como meio a serviço de determinados fins”,51 ou seja, a pena não objetiva retribuir o fato delitivo cometido, e sim prevenir sua prática,52 fazer com que o autor desista de futuros delitos.53 A origem dessa posição, explica Roxin,54 remonta às próprias origens do pensamento penal, tendo Séneca encontrado a formulação clássica ao referir-se a Platão e ao pensamento de que “nenhum homem sensato castiga porque houve pecado, e sim para que não se peque...”. Essa proposta, contudo, desenvolveu-se ao tempo da ilustração, tendo sido reavivada de maneira bastante influente por Franz Von Liszt. Tais formulações justificam a pena “não sob o imperativo categórico da justiça absoluta, mas como um meio ou instrumento útil e necessário à prevenção da criminalidade”55. A sanção penal, assim, é vista não apenas como um mal, mas como um mal necessário para a manutenção da ordem social.56 As finalidades de prevenção, nessa teoria, partem de dois aspectos, a prevenção geral e a prevenção especial, adiante analisadas. 2.1.2.1 Prevenção geral negativa Os fundamentos dogmáticos da concepção que sustenta a pena com forma de prevenção geral negativa foram propostos principalmente por Feuerbach,57 mediante a O termo “relativas”, explica Roxin, refere-se ao fim de prevenção de delitos (“relativo” tem origem no latim referre, que significa referir-se a). ROXIN, Claus. Derecho penal: parte general. Tradução de Diego-Manuel Luzón Peña. Madrid : Civitas, 2000. p. 85. 51 QUEIROZ, Paulo. Direito penal: parte geral. 4. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2008. p. 87. 52 BITENCOURT, Cezar Roberto. Tratado de direito penal: parte geral. 14 ed. São Paulo: Saraiva, 2009. p. 92. 53 ROXIN, Claus. Derecho penal. parte general. Tradução de Diego-Manuel Luzón Peña. Madrid: Civitas, 2000. p. 85. 54 ROXIN, Claus. Derecho penal. parte general. Tradução de Diego-Manuel Luzón Peña. Madrid Civitas, 2000. p. 85. 55 BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: fundamentos para um Sistema Penal Democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 186. 56 BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: fundamentos para um Sistema Penal Democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 186. 57 Bitencourt refere também como defensores dessa teoria Bentham, Beccaria, Filangieri e Schopenhauer. BITENCOURT, Cezar Roberto. Tratado de direito penal: parte geral. 14 ed. São Paulo: Saraiva, 2009. p. 93. 50 288 FAE Centro Universitário “teoria da coação psicológica”. Tal proposta objetiva “provocar com a pena uma sensação de desagrado na psique coletiva que impeça a comissão de delitos”.58 Busca-se, assim, através de intimidação, um efeito dissuasório que atuaria em dois momentos distintos. Primeiro, antes da prática do delito, com a cominação de uma pena (dirigida a todas as pessoas) e segundo, após o cometimento do crime, através da execução exemplarizada da pena (dirigida ao indivíduo e com influência psicológica sobre os demais).59 Em ambos os momentos o fim do Direito penal é a prevenção negativa de futuros delitos, afinal, para a teoria prevenção geral negativa, o objetivo da norma é “motivar seus destinatários a se absterem da prática de novos delitos”.61 60 2.1.2.2 Considerações sobre a teoria da prevenção geral negativa Como se pode observar, tal postura “tende a suprimir a culpabilidade, com a qual não se definem os limites de duração das penas”,62 Mais do que isso, refere Paulo Queiroz,63 “tal doutrina tende claramente para um Estado de máxima intervenção, que se valerá da pena sempre que isso lhe parecer politicamente conveniente”. Além disso, de acordo com essa teoria, “haverá tanta pena quanto seja necessário ao propósito intimidatório e não em relação à responsabilidade individual pelo fato realizado”.64 BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: fundamentos para um Sistema Penal Democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 186. 59 BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: fundamentos para um sistema penal democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 186-187. Nesse sentido também Bitencourt esclarece que “na concepção de Feuerbach, a pena é, efetivamente, uma ameaça da lei aos cidadãos para que se abstenham de cometer delitos”, assim, “assim, a prevenção geral fundamenta-se em duas ideias básicas: a ideia da intimidação, ou da utilização do medo e a ponderação da racionalidade do homem”. BITENCOURT, Cezar Roberto. Tratado de direito penal: parte geral. 14 ed. São Paulo: Saraiva, 2009. p. 93-94. 60 QUEIROZ, Paulo. Direito penal: parte geral. 4. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2008. p. 88. 61 QUEIROZ, Paulo. Direito penal: parte geral. 4. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2008. p. 87. 62 BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: fundamentos para um Sistema Penal Democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 187. 63 Vale a menção, por oportuno, de que Mir Puig, diferentemente, entende que se critica a prevenção geral porque ela conduz a uma prevenção demasiadamente longínqua, mas não se demonstra, ao contrário, que a prevenção geral, dentro de certos limites, não constitua uma possível base de justificação da pena. QUEIROZ, Paulo. Direito penal: parte geral. 4. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2008. p. 88. 64 BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: fundamentos para um Sistema Penal Democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 187. 58 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 279-303, jan./jun. 2011. 289 Disso desencadeiam-se duas tendências negativas, como apontam Montes e Busato65 : uma relativa ao fato de se recorrer a fatores de intimidação como forma de resposta à sensação crescente de insegurança da população (açodando o efeito simbólico da pena) e outra a evidente constatação de que cada nova ocorrência de delito é a prova flagrante e irrefutável da ineficácia da ameaça da pena, ou seja, como essa teoria não obteve êxito na demonstração dos efeitos preventivos gerais que proclamou, já que a experiência confirma a afirmação de que a ocorrência de cada novo delito é prova irrefutável de seu fracasso.66 Além disso, Bitencourt67 anota que as teorias preventivas igualmente não lograram solucionar o desafio da “impossibilidade de demonstrar quais são os comportamentos diante dos quais o Estado tem legitimidade para intimidar e, assim sendo, não definem também o âmbito do punível”. 2.1.2.3 Prevenção especial A perspectiva da prevenção especial positiva68, por sua vez, pretende “atuar diretamente sobre o indivíduo com a finalidade de reabilitá-lo”,69 isto é, o fim da pena “é evitar a reincidência por meio da ressocialização do condenado”.70 A diferença desta proposta em relação à prevenção geral, como o próprio nome sugere, reside na mudança de destinatário, que passa da coletividade para o apenado.71 Cuida-se, pois, da prevenção da reincidência, isto é, a prevenção especial “não busca a intimidação do grupo social nem a retribuição do fato praticado, mas dirige-se apenas àquele indivíduo que já delinquiu, para que não volte a fazê-lo.72 É que como bem destacam Busato e Montes, ao praticar o delito, o autor não conta com a possibilidade de 12 ou 15 anos, por exemplo, mas suas expectativas recaem justamente ao contrário, isto é, na esperança de não ser descoberto. BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: fundamentos para um Sistema Penal Democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 188-189. 66 BITENCOURT, Cezar Roberto. Tratado de direito penal: parte geral. 14 ed. São Paulo: Saraiva, 2009. p. 94. 67 BITENCOURT, Cezar Roberto. Tratado de direito penal: parte geral. 14 ed. São Paulo: Saraiva, 2009. p. 94. 68 Os fundamentos dessa teoria, destacam Montes e Busato, encontram-se na chamada Escola Correccionalista Ibérica, que não chegou a lograr grande êxito porque foi minimizada pelo forte predomínio das teses retribucionistas. Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao Direito penal: fundamentos para um Sistema Penal Democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 190. 69 BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: fundamentos para um Sistema Penal Democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 189. 70 QUEIROZ, Paulo. Direito penal: parte geral. 4. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2008. p. 87. 71 QUEIROZ, Paulo. Direito penal: parte geral. 4. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2008. p. 92. 72 BITENCOURT, Cezar Roberto. Tratado de direito penal: parte geral. 14 ed. São Paulo: Saraiva, 2009. p. 97. 65 290 FAE Centro Universitário Essa perspectiva, por considerar que o autor do delito é “portador de um desvio social que demanda uma correção”,73 conclui que a pena seja como castigo seja como intimidação não teriam sentido.74 Embora diversas tenham sido as correntes de pensamento que partilharam75 desse entendimento, ou ainda o fazem, tal proposta foi consolidada por Von Liszt, ao afirmar que o fim da pena ou das medidas de segurança era “prevenir eficazmente a prática de futuros delitos”.76 Nesse intento, tal autor destacou que as três formas de atuação da prevenção especial seriam: intimidação, correção e inocuização. Dessa maneira, caberia a correção do autor corrigível, a intimidação do delinquente ocasional e a inocuização do irressocializável.77 Com a pena, portanto, pretende-se a defesa da sociedade com a segregação e exclusão social dos sujeitos apenados, isto é, a proteção de bens jurídicos por meio da incidência da pena sobre a personalidade do delinquente com a finalidade de evitar futuros delitos.78 2.1.2.3 Considerações sobre a teoria da prevenção especial Não se desconhece o mérito dessa teoria de evidenciar a importância do tratamento dirigido ao sujeito em observância aos caracteres deste, mas as críticas a esse pensamento são também bastante relevantes e pertinentes. A mais contundente delas, segundo Roxin, refere-se ao fato de que esta teoria permite, em atenção a suas consequências, a retenção do condenado pelo tempo que for necessário até que esteja ressocializado.79 BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: fundamentos para um Sistema Penal Democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 189. 74 BITENCOURT, Cezar Roberto. Tratado de direito penal: parte geral. 14 ed. são paulo: saraiva, 2009. p. 97. 75 Nesse sentido, Paulo Queiroz refere o correcionalismo espanhol (Dorado Montero), o positivismo italiano (Lombroso, Ferri, Garofalo) e mais recentemente o movimento de defesa social (Fillipe Gramatica, Marc Ancel). QUEIROZ, Paulo. Direito penal: parte geral. 4. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2008. p. 92. 76 QUEIROZ, Paulo. Direito Penal: parte geral. 4. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2008. p. 93. 77 BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: fundamentos para um Sistema Penal Democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 191. 78 BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao Direito penal: fundamentos para um sistema penal democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 191. 79 ROXIN, Claus. Derecho penal. parte general. Tradução de Diego-Manuel Luzón Peña. Civitas: Madrid, 2000. p. 88. 73 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 279-303, jan./jun. 2011. 291 Além disso, como já advertiu Carrara, os propósitos de punir e reeducar são de todo incompatíveis,80 além disso, essas teorias nada dizem “sobre os limites da atuação estatal ou sobre os critérios e razões político-criminais que hão de orientar a intervenção do Estado nesse campo, omitindo-se sobre o conteúdo do poder punitivo”.81 Afinal, a ressocialização, destacam Montes e Busato, evidencia seu fracasso empírico na medida em que, por um lado, é incoerente afirmar que nas condições que a prisão apresente hoje se possa falar em um eficaz tratamento ressocializador e também porque a própria ideia de ressocialização merece ser reexaminada em situações onde, por exemplo, não haja a necessidade de readaptação social de seus autores e também quanto à legitimidade do Estado a que se pretende reconduzir o comportamento do sujeito.82 2.1.3 Mistas, ecléticas ou unificadoras da pena Além das propostas já examinadas, e em face do evidente fracasso das concepções unilateralmente concebidas, surgem as chamadas teorias mistas, que intentam mediar entre ambas através da “reflexão prática de que a pena, na realidade de sua aplicação, pode desenvolver a totalidade de suas funções em face da pessoa afetada e se mundo circundante”.83 Busca-se, assim, unir justiça e utilidade, afinal, para os defensores da teoria mista, “a retribuição, a prevenção geral e a prevenção especial são distintos aspectos de um mesmo e complexo fenômeno jurídico”.84 Essas teorias, dominantes no cenário doutrinário atual,85 propõem-se a conciliar, como se observa, as exigências retributivas e preventivas, assentando a importância de cada uma em determinados momentos. Por não estarem devidamente delimitados, no entanto, pode-se chegar à aplicação de penas de duração indefinida, sob a alegação de busca do êxito do tratamento, já que a retribuição seria o limite máximo da prevenção.86 BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: fundamentos para um sistema penal democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 192. 81 QUEIROZ, Paulo. Direito penal: parte geral. 4. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2008. p. 93. 82 BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao Direito penal: fundamentos para um Sistema Penal Democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 193. 83 QUEIROZ, Paulo. Direito penal: parte geral. 4. ed. Rio de Janeiro: Lumen .ris, 2008, p. 94. 84 BITENCOURT, Cezar Roberto. Tratado de direito penal: parte geral. 14 ed. São Paulo: Saraiva, 2009. p. 98. 85 BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: fundamentos para um Sistema Penal Democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 195. 86 Nessas teorias, vale mencionar, perdem vigência a intimidação e a inocuização, restando apenas a finalidade de ressocialização. BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: fundamentos para um Sistema Penal Democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 194-195. 80 292 FAE Centro Universitário Essas teorias, destaca Bitencourt,87 inicialmente “limitaram-se a justapor os fins preventivos especiais e gerais da pena, reproduzindo, assim, as insuficiências das concepções monistas da pena”. Mais tarde, contudo, prossegue o mesmo autor, “essas teorias centralizam o fim do Direito penal na ideia de prevenção. A retribuição em suas bases teóricas, seja através da culpabilidade ou da proporcionalidade (ou de ambas ao mesmo tempo), desempenha um papel apenas limitador (máximo e mínimo) das exigências da prevenção”.88 2.1.3.1 Considerações gerais sobre as teorias mistas ou ecléticas A crítica formulada por Roxin acerca dessa pretensão unificadora é bastante precisa ao afirmar que a “intenção de sanar estes defeitos, justapondo simplesmente três concepções distintas, tem forçosamente de fracassar, e a razão é que a simples adição não só destrói a lógica imamente à concepção, como também aumenta o âmbito de aplicação da pena, que se converte assim em meio de reação apto a qualquer emprego”.89 E não se pode negar que deixa de assistir razão a esse autor, afinal, dado que as teorias retributivas e preventivas individualmente não demonstravam a efetivação dos fins práticos a que se propunham, do mesmo modo, a simples somatória dessas perspectivas não teria tal condão. Mais do que isso, as pretensões conciliatórias, por objetivarem agradar a todos, acabaram não o fazendo de modo satisfatório a ninguém. É que por não se tratar de um ponto concluído de evolução, ao tentar unir prevenção e retribuição, elas fracassam na pretensão de resolução das antinomias dos fins da pena. Tanto o é que não se pode dizer possível tentar conciliar “postulados eminentemente opostos como a retribuição, de evidente caráter prejudicial ao condenado, e a ressocialização, que o beneficia”.90 2.1.4 Propostas atuais O surgimento de posições então denominadas de unificadoras deve-se ao fracasso experimentado pelas teorias preventivas e à contraposição às frequentes críticas tecidas BITENCOURT, Cezar Roberto. Tratado de direito penal: parte geral. 14 ed. São Paulo: Saraiva, 2009. p. 99. BITENCOURT, Cezar Roberto. Tratado de direito penal: parte geral. 14 ed. São Paulo: Saraiva, 2009. p. 99. 89 BITENCOURT, Cezar Roberto. Tratado de direito penal: parte geral. 14 ed. São Paulo: Saraiva, 2009. p. 99. 90 BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: fundamentos para um Sistema Penal Democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 197. 87 88 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 279-303, jan./jun. 2011. 293 contra as teorias absolutas.91 É dizer, “com a pretensão de eliminar todas essas antinomias aflora no campo das ciências penais a teoria da prevenção geral positiva”.92 Modernamente, propõem-se, por um lado, a abolição do Direito penal e, por outro, a orientação funcionalista deste, seja na vertente de corte radical (linha de Jakobs – prevenção geral positiva fundamentadora) seja na vertente mais moderada (linha de Roxin – prevenção geral positiva limitadora desde os postulados garantistas).93 As propostas deslegitimadoras (abolicionismo e minimalismo radical), explica Paulo Queiroz,94 apresentam como ponto em comum “o fato de se insurgirem contra a existência mesma do Direito penal”, afirmando, em síntese, como explica Paulo Queiroz: a) a disparidade entre o discurso e a prática; b) o caráter definitorial do delito, que seria uma realidade construída mediante processos de definição e interação; c) a indoneidade preventiva ou motivadora da norma, já que em verdade, a norma não se presta a esse fim, vez em que não atua no processo motivacional de formação da vontade de delinquir, e sim quando o delito já ocorreu; d) a excepcionalidade da intervenção penal, dado que ante a existência cifras ocultas; e) a seletividade arbitrária do sistema penal, reprodutor de desigualdades sociais materiais e f) o caráter criminógeno do sistema penal, que ao invés de coibir determinadas condutas, acaba por criar clima propício não apenas para que tais condutas proliferem, mas também para que outras atividades delituosas vicejem. Acerca das propostas do radical abolicionismo, que evidenciam os efeitos perniciosos do sistema, contudo, há de se reconhecer o “quanto resulta positiva a assunção do monopólio do jus puniendi por parte do Estado”, já que assim, ao ser o único legitimado a tal resposta,95 restam neutralizadas, ao menos em tese, a vítima e uma pretensa vingança privada. A realidade evidencia que pretensão de abolição não prosperou. Ao contrário, tal proposta, bem destacam Montes e Busato,96 “semeou um mecanismo de solução de conflitos com características próprias do Direito Civil, como a arbitragem e a reparação do dano”, só que com tais medidas o Direito penal acaba estendendo sua competência sobre fatos que eram de sua competência, tendo em vista a ultima ratio, própria da adoção de um princípio de intervenção mínima. Quanto às propostas funcionalistas, por sua vez, alguns comentários fazem-se necessários, conforme se passa a expor. BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: fundamentos para um sistema penal democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 198. 92 BITENCOURT, Cezar Roberto. Tratado de direito penal: parte geral. 14 ed. São Paulo: Saraiva, 2009. p. 100. 93 BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: fundamentos para um Sistema Penal Democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 199. 94 QUEIROZ, Paulo. Direito penal: parte geral. 4. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2008. p. 96. 95 BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: fundamentos para um Sistema Penal Democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 200. 96 BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: fundamentos para um sistema penal democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 200. 91 294 FAE Centro Universitário 2.1.4.1 Prevenção geral positiva fundamentadora Para a teoria da prevenção geral positiva, a finalidade da norma é fortalecer os valores ético-sociais veiculados pela norma, estabilizar o sistema social ou semelhante.97 Essa formulação, cujo principal expoente atual é Günther Jakobs, parte da referência do Direito penal para o sistema social, é dizer, a norma, aqui, constitui-se “uma necessidade funcional/sistêmica de estabilização de expectativas sociais por meio da aplicação de penas ante as frustrações que decorrem da violação das normas”.98 Nessa concepção, “a finalidade da pena é manter a vigência da norma como modelo de contrato social”.99 Afinal, para Jakobs, os contatos e interações sociais geram as mais diversas expectativas, que devem ser asseguradas como condição de preservação do sistema social.100 A proposta de Jakobs é, pois, que a pena assuma uma função de integração ao sistema, a fim de que esse me mantenha estável.101 Nessa perspectiva, como ao Direito penal corresponde garantir a função orientadora das normas jurídicas,102 o que se lesiona não são bens jurídicos, mas a própria norma e a consequente confiança institucional que os indivíduos nele depositam. Dito de outro modo, aquele que pratica um delito expressa uma concepção diversa do mundo, porque para esse sujeito o ordenamento jurídico não tem vigência, e sim a sua vontade particular. A aplicação da pena vem, assim, como forma de manifestação estatal que essa concepção concreta individual não vale e deve imperar a vontade geral (negação da negação).103 Por essa razão, “enquanto o delito é negativo, na medida em que infringe a norma, fraudando expectativas, a pena, por sua vez, é positiva na medida em que afirma a vigência da norma ao negar sua infração”.104 QUEIROZ, Paulo. Direito penal: parte geral. 4. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2008. p. 87. QUEIROZ, Paulo. Direito penal: parte geral. 4. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2008. p. 88. 99 JAKOBS, Günther. O que protege o direito penal: os bens jurídicos ou a vigência da norma?. In: CALLEGARI, André Luís. et. al. Direito penal e funcionalismo. Tradução por Manuel Cancio Meliá. Porto Alegre: Livraria do Advogado, 2005. p. 12. 100 QUEIROZ, Paulo. Direito penal: parte geral. 4. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2008. p. 89. 101 As bases ideológicas desta postura são identificadas na teoria do sistema social de Nicklas Luhmann (que considera a sociedade como um sistema independente do indivíduo) e também nas idéias preconizadas por Talcott Parsons acerca do dano social. BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: fundamentos para um Sistema Penal Democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 200-201. 102 BITENCOURT, Cezar Roberto. Tratado de direito penal: parte geral. 14 ed. São Paulo: Saraiva, 2009. p. 101. 103 LYNETT, Eduardo Montealegre. Introdução à obra de Günther Jakobs. In: CALLEGARI, André Luís. et. al. Direito penal e funcionalismo. Tradução por André Luís Callegari. Porto Alegre: Livraria do Advogado, 2005. p. 13. 104 BITENCOURT, Cezar Roberto. Tratado de direito penal: parte geral. 14 ed. São Paulo: Saraiva, 2009. p. 101. 97 98 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 279-303, jan./jun. 2011. 295 Como se observa, a semelhança entre as teorias de Jakobs e as teorias absolutas é bastante nítida, tendo ele mesmo admitido tal similitude.105 Além disso, bem refere Queiroz,106 não se pode olvidar que “a teoria sistêmica conduz a uma concepção preventiva integradora em que o centro de gravidade da norma jurídica penal passa da subjetividade do indivíduo e o mundo axiológico ao sistema e às expectativas institucionais”. As críticas a essa postura referem-se, como não poderia deixar de ser, à desatenção ao bem jurídico e também aos limites que devem ser impostos à pena. É que embora alguns autores tenham visto nesta posição “o ressurgimento de concepções puramente retributivas, porquanto em sua estrutura segue a tradição metodológica kantiana”, o fato é que embora inicie suas propostas a partir dessas teses, além de deixar de adotar os limites que a culpabilidade estabelece, chega, inclusive, a rejeitá-los.107 Desse modo, olvida-se que o Direito penal está condicionado por diferentes limites e garantias e o fato de prescindir dessas limitações ao ius puniendi conduz não apenas à legitimação, mas ao desenvolvimento de uma Política Criminal carente de legitimação democrática, isto é, “um Direito penal simbólico, a pedido do consumidor”,108 que tanto pode refletir um Estado democrático como ocultar um totalitário. Em síntese, destaca Bitencourt, 109 “a teoria da prevenção geral positiva fundamentadora não constitui uma alternativa real que satisfaça as atuais necessidades da teoria da pena”. Além disso, ela é criticável também em “sua pretensão de impor ao indivíduo, de forma coativa, determinados padrões éticos”, o que é inconcebível em um Estado social e democrático de Direito. Não bastasse isso, “é igualmente questionável a eliminação dos limites do ius puniendi”, seja formal seja materialmente, já que isso conduz à legitimação e até desenvolvimento de uma Política Criminal carente de legitimidade democrática – o que não se pode, evidentemente, admitir. QUEIROZ, Paulo. Direito penal: parte geral. 4. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2008. p. 90. Mais do que isso, “os fundamentos de sua concepção se encontram estreitamente vinculados com a filosofia do direito de Hegel e alguns aspectos da teoria dos sistemas”. LYNETT, Eduardo Montealegre. Introdução à obra de Günther Jakobs. In: CALLEGARI, André Luís. et. al. Direito penal e funcionalismo.Tradução por André Luís Callegari. Porto Alegre: Livraria do Advogado, 2005. p. 12. 106 QUEIROZ, Paulo. Direito penal: parte geral. 4. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2008. p. 91. 107 BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: fundamentos para um sistema penal democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 202-203. 108 BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: fundamentos para um sistema penal democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 203. 109 BITENCOURT, Cezar Roberto. Tratado de direito penal: parte geral. 14 ed. São Paulo: Saraiva, 2009. p. 103. 105 296 FAE Centro Universitário 2.1.4.2 Prevenção geral positiva limitadora O fundamento principal dessa proposta é que “a prevenção geral deve expressar-se com sentido limitador do poder punitivo do Estado”.110 Assim, a pena, “deve manter-se dentro dos limites do Direito penal do fato e da proporcionalidade, e somente pode ser imposta através de um procedimento cercado de todas as garantias jurídico-penais”.111 Na proposta de Roxin, contudo, de corte sensivelmente mais garantista, afirmam Busato e Montes112, “a finalidade da pena é a prevenção geral positiva, porquanto a pena busca a restauração da paz pública e a reafirmação das regras de convivência”, não apenas reconhecendo na pena uma função integradora – que se desenvolve com a prevenção especial – mas também admitindo a culpabilidade como um limite da pena. Diante disso, três são os fins e efeitos da pena segundo essa perspectiva: a) o de aprendizagem, motivado social e pedagogicamente; b) o exercício da confiança no Direito que tem origem na população pela atividade da justiça penal e c) o efeito de confiança que surge quando cidadão observa o Direito aplicado.113 3 A IDENTIDADE ENTRE OS FINS DO DIREITO PENAL E DA PENA A assunção de um ou outro fim para o Direito penal e também para a pena tem implicações significativamente divergentes, já que partindo de uma ou outra premissa, bastante diferente pode ser o sistema dogmático a ser construído ou adotado114. Além disso, a opção por uma ou outra proposta, além de necessária ao jurista, revela também o perfil mais ou menos garantista desse. BITENCOURT, Cezar Roberto. Tratado de direito penal: parte geral. 14 ed. São Paulo: Saraiva, 2009. p. 103. BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: fundamentos para um sistema penal democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 204. 113 BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: fundamentos para um sistema penal democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 204. 114 BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: fundamentos para um sistema penal democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 34. 111 112 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 279-303, jan./jun. 2011. 297 3.1 Fins do Direito penal Atualmente, o desprezo pelo ser humano tem restado evidente em termos jurídicopenais. E isso, além de completamente injustificável, revela-se também incoerente, já que “a proposição de violação de direitos fundamentais rompe com a ideia de formação do próprio Estado, que constitui a entrega de uma parcela da liberdade em troca da proteção mais eficiente” de direito tão fundamentais quanto.115 Nessa esteira de pensamento, é inegável reconhecer que a proteção seletiva dos bens jurídicos acaba por estabilizar a norma, mas isso, entretanto, é uma consequência, um efeito secundário e não a razão de ser da existência do Direito penal. Além disso, a admissão da estabilização da norma como missão do Direito penal parece inadequada também porque assim agindo, a discussão quanto ao conteúdo da norma, resta impossível, cabendo tão-somente a análise de sua vigência ou não. Vale dizer, assim resta aniquilada qualquer pretensão de discussão sobre o conteúdo e adequação social da norma – o que acaba por obstar até mesmo a evolução jurídica da sociedade. Não se deve, contudo, “buscar um adiantamento ‘preventivo’ do controle das convicções internas, nem o sentido de estabelecer um padrão ético”116 através do controle social penal, mas, ao contrário, o Direito penal deve ser encarado como um sistema de garantias, não apenas da sociedade em face do indivíduo que delinque, mas também – e quiçá principalmente – do indivíduo em face do Estado. A vista disso, outra não pode ser a conclusão senão que a missão que deve cumprir o Direito penal é o controle social do estritamente intolerável através da proteção seletiva de bens jurídicos. E isso porque não se pode perder de vista que o homem e não a norma há de ser o centro de todo o sistema normativo, ou como referiu Protágoras, o homem, e não a lei, há de ser sempre a medida de todas as coisas. 4.2 Fins da pena Inúmeros e diversos sempre foram os fins atribuídos à pena. As propostas retribucionistas visam, com a pena, a simples retribuição do mal causado, sem qualquer outra utilidade ou finalidade, ou seja, a pena devia ser aplicada pela simples prática da infração penal. As preventivas ou relativas, por sua vez, fundamentam a aplicação da pena na ideia BUSATO, Paulo César. Quem é o inimigo, quem é você? Revista Brasileira de Ciências Criminais, São Paulo, v. 15, n. 66, p. 349, maio/jun.2007. 116 BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: fundamentos para um sistema penal democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 34. 115 298 FAE Centro Universitário de prevenção da ocorrência de delitos, seja uma prevenção geral (dirigida à sociedade como um todo), seja uma prevenção especial (dirigida pontualmente ao sujeito que infringiu a norma). As propostas mistas ou ecléticas, por seu turno, partindo da junção das duas pretensões anteriores, sustentam que a pena, a um só tempo visa a prevenir delitos e retribuir o mal causado. Finalmente, as aqui consideradas como propostas atuais relacionam-se com a ideia da prevenção geral positiva, em duas vertentes, fundamentadora e limitadora. Como se observa, a consideração sobre quais são os fins da pena, identificam com precisão Busato e Montes,117 esteve sempre desfocado. É que se partiu sempre do questionamento de “quais são os fins da pena”, mas as interpretações doutrinárias sobre a indagação não fizeram mais que trasladar a discussão para o campo dos efeitos e/ ou impressões que essa provoca. Por conta disso, faz-se necessário dissipar a confusão entre aquilo que a pena provoca como efeitos necessários (funções) e o que significa seu propósito, sua razão de existir (missão). Todas as ideias mencionadas, quer relacionadas à prevenção ou à retribuição, quer a ambas simultaneamente, entretanto, não passam de impressões que este controle produz.118 E como o controle social em um Estado social e democrático de Direito se expressa através da intervenção mínima,119 a referência ao bem jurídico é imprescindível,120 pelo que sua proteção, sim, é que, com vistas ao controle social do intolerável é constitui fim da pena. Afinal, o fundamento da pena deve consistir, de fato, em um propósito e não em efeito, vale dizer, em uma missão e não em uma função. 4.3 A identidade entre os fins do Direito penal e da pena A vista de todo o exposto, a fim de se saber realmente as razões por que se pune, é preciso conhecer, primeiro, quem pune, afinal, identificadas as pessoas que punem, é possível reconhecer a motivação da punição. O monopólio do ius puniendi pelo Estado é, hoje, inarredável. E o motivo pelo qual a prática de um delito é apontada pelo Estado como intolerável à boa condução BUSATO, Paulo César. Por que, afinal, aplicam-se as penas? In: SCHMIDT, Andrei Zencker . (Org.). Novos rumos do direito penal contemporâneo. Livro em Homenagem ao prof. Dr. Cezar Roberto Bitencourt. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2006. p. 518. 118 Nesse sentido, ver BUSATO, Paulo César. Por que, afinal, aplicam-se as penas? In: SCHMIDT Andrei Zencker. (Org.). Novos rumos do direito penal contemporâneo. Livro em Homenagem ao prof. Dr. Cezar Roberto Bitencourt. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2006. p. 511-524. 119 MUÑOZ CONDE, Francisco. Introducción al derecho penal. Barcelona: Bosch, 1975. 120 BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: fundamentos para um sistema penal democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 209. 117 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 279-303, jan./jun. 2011. 299 do controle social, explica Busato121, reside justamente no fato de que é o Estado quem leva a efeito à aplicação da pena com um propósito fundamental e absolutamente claro: manutenção da sociedade sob controle. Isso porque, tanto a permissão de uma conduta criminosa, como a punição deste pela vítima (vingança privada) levariam a uma perda inadmissível do controle por parte do Estado. A vista disso, a pergunta “por que se pune” parece ser adequada e satisfatoriamente respondida pela afirmação “para manutenção do controle social, que é a tarefa precípua do Estado”.122 Diante disso, outra não pode ser a conclusão de que se a forma de controle social de situações intoleráveis é levada a cabo pelo Direito penal através da proteção seletiva de bens jurídicos, a única consequência coerente é que também a pena missão da pena identifique-se com isso. Assim, também a finalidade da pena é manter o controle social.123 Logo, não há que se falar que o fim da pena seja retribuição, prevenção ou mesmo retribuição e prevenção. Ao contrário, se o Estado busca controle social também através da pena, um controle social de cunho penal só se justificativa na medida em que esta intervenção reflita verdadeiramente o sentido do controle intolerável. E esse só é admitido quando representa uma intervenção mínima, de ultima ratio, no sentido de proteção seletiva de bens jurídicos, de modo fragmentário e subsidiário. Por conta disso, considerando que a referência ao bem jurídico é indispensável para a legitimidade das consequências jurídicas do delito, cumpre reconhecer que todas as ideias concernentes à retribuição ou prevenção dizem respeito tão-somente às impressões que este controle produz,124 não se confundindo, portanto, com os fins da pena. Afinal, em um Estado pretendidamente social e democrático de Direito, a proteção seletiva de bens jurídicos através do controle social do estritamente intolerável é que se constitui como o único e isolado fim que se pode atribuir à pena. BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: sistema penal democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 207. 122 BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: sistema penal democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 207. 123 BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: sistema penal democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 208. 124 BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: sistema penal democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. p. 209. 121 300 fundamentos para um fundamentos para um fundamentos para um fundamentos para um FAE Centro Universitário E assim o é porque a pena não ressocializa e sequer convence, ao contrário, apenas estigmatiza e reflete, na verdade, mais a impotência, o fracasso e a ausência de soluções, que a convicção e a energia necessárias para abordar os problemas sociais.125 Desse modo, a fim de que o Direito Penal não se converta exclusivamente em um mecanismo de majoração de desigualdades (já tão flagrantes em nossa sociedade) e de promoção de arbitrariedades e injustiças, torna-se imprescindível que tal intervenção seja efetivamente consentâneo com um Direito penal garantista e de mínima intervenção, sob pena de, inclusive, perder sua legitimidade126 e de constituir-se um Direito penal incompatível com um Estado social e democrático de Direito. CONSIDERAÇÕES FINAIS A vista de todo o exposto, conclui-se, portanto, haja vista o perfil a que se pretende dar ao Direito penal, ou seja, pretendendo um Direito penal condizente com um Estado social e democrático de Direito, sustentar que o mais adequado fim que compete a ele e a mais razoável finalidade da imposição da sanção penal, cuidam-se exatamente do mesmo, ou seja, tanto a missão do Direito penal é o controle social do intolerável através da proteção de bens jurídicos, como também esta deve ser a missão da pena. Afinal, a constatação de identidade de fundamentos para a pena e para o Direito penal não só resulta em uma postura teórica mais coerente, mas também oferece outras vantagens, referentes ao fato de que a pena não se aplica pena onde não for necessária127 ainda que presentes os elementos constitutivos do delito e também que, desse modo, resta afastada, de pronto, qualquer pretensão de aplicação da pena justificada simplesmente pelo afã de estabilização da norma – o que revela um perfil do fundamento da pena absolutamente restritivo, garantista e respeitoso para com os Direitos Humanos. GARCÍA-PABLOS DE MOLINA, Antonio. Sobre el principio de intervención mínima del derecho penal como límite del Ius Puniendi. In: GONZÁLEZ RUS, Juán José (Coord.). Estudios penales y jurídicos. Homenaje al Prof. Dr. Enrique Casas Barquero. Córdoba: Universidad de Córdoba, Servicio de Publicaciones, 1996. p. 250-252. 126 MIR PUIG, Santiago. Direito penal: fundamentos e teoria do delito. Tradução por Cláudia Viana Garcia e José Carlos Nobre Porciúncula Neto. São Paulo Revista dos Tribunais, 2007. p. 85. 127 Aliás, nesse sentido é a orientação de Roxin ao propor a substituição da culpabilidade, como elemento integrante do conceito analítico de delito, pelo critério responsabilidade, que pressuporia sempre dois requisitos: a culpabilidade do autor e a necessidade preventivo-geral ou especial depunição. ROXIN, Claus. Política criminal e sistema jurídico-penal. Tradução de Luís Greco. Rio de Janeiro: Renovar, 2002. p. XII. ROXIN, Claus. Política criminal e sistema jurídico-penal. Tradução de Luís Greco. Rio de Janeiro: Renovar, 2002. p. XII. 125 Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 279-303, jan./jun. 2011. 301 REFERÊNCIAS AMBOS, Kai. Direito penal: fins da pena, concurso de pessoas, antijuridicidade e outros aspectos. Tradução de Pablo Rodrigo Alfen da Silva. Porto Alegre: S. A. Fabris , 2006. BAUMAN, Zygmunt. Tempos líquidos. Tradução. por Carlos Alberto Medeiros. Rio de Janeiro: J. Zahar, 2007. BECCARIA, Cesare Bonesana, Marches di. Dos delitos e das penas. Tradução por José Cretella Júnior e Agnes Cretella. 3. ed. rev. São Paulo: Revista dos Tribunais, 2000. BITENCOURT, Cezar Roberto. Tratado de direito penal: parte geral. 14 ed. São Paulo: Saraiva, 2009. BUSATO, Paulo César. Por que, afinal, aplicam-se as penas? In: SCHMIDT. Andrei Zencker (Org.). Novos rumos do direito penal contemporâneo. Livro em Homenagem ao prof. Dr. Cezar Roberto Bitencourt. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2006. BUSATO, Paulo César. Quem é o inimigo, quem é você? Revista Brasileira de Ciências Criminais, São Paulo, v.15, n. 66, p. 315-371, maio/jun. 2007. BUSATO, Paulo César; HUAPAYA, Sandro Montes. Introdução ao direito penal: fundamentos para um sistema penal democrático. 2. ed. Rio de Janeiro: Lumen Juris, 2007. FOUCAULT, Michel. Vigiar e punir: nascimento da prisão. Tradução de Raquel Ramalhete. 35 ed. 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Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 279-303, jan./jun. 2011. 303 Orientações aos colaboradores da Revista Justiça e Sistema Criminal Histórico e missão A Revista Justiça e Sistema Criminal é um espaço para divulgação da produção científica e acadêmica de temas relativos ao sistema criminal, compreendendo aspectos relacionados tanto ao Direito e ao Processo Penal quanto à Criminologia, a Política Criminal, à Sociologia Jurídico-Penal e à Filosofia do Direito penal, que visa principalmente difundir modernas tendências das áreas referidas, em sentido crítico e evolutivo. Os temas principais estão vinculados ao desenvolvimento dos trabalhos do Grupo de Estudos Modernas Tendências do Sistema Criminal que reúne pesquisadores de diversas universidades e acadêmicos de graduação e pós-graduação da FAE Centro Universitário. Entre nossos leitores, encontram-se professores, alunos de graduação e pós-graduação, profissionais da área jurídica e consultores de empresas públicas e privadas. Objetivo O objetivo da Revista Justiça e Sistema Criminal é promover a publicação de temas relacionados ao Direito e ao Processo Penal quanto à Criminologia, à Política Criminal, a Sociologia Jurídico-Penal e à Filosofia do Direito penal. Pretende-se contribuir para o desenvolvimento teórico do modelo de controle social criminal, através da difusão de ideias modernas e críticas que ajudem na construção de um perfil humanista do sistema criminal. Assim, será dada prioridade à publicação de artigos que, além de inéditos, nacional e internacionalmente, tratem de temas contemporâneos relacionados com a matéria criminal e que tenham perfil preferencialmente crítico. Orientação editorial Os trabalhos selecionados pela Revista Justiça e Sistema Criminal serão aqueles que melhor se adequem às linhas de pesquisa desenvolvidas pelo Grupo de Estudos Modernas Tendências do Sistema Criminal, acessíveis através da plataforma de grupos de pesquisa do CNPq. Os trabalhos podem versar tanto sobre análises teóricas quanto de experiências da praxis jurídica, resultantes de estudos de casos ou pesquisas direcionadas que Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 304-308, jan./jun. 2010. 304 exemplifiquem ou tragam experiências, fundamentadas teoricamente, e que contribuam com o debate estimulado pelo objetivo da revista. Enfatiza-se a necessidade de os autores respeitarem as normas estabelecidas nas Notas para Colaboradores. Os trabalhos serão publicados de acordo com a ordem de aprovação. Focos O principal requisito para publicação na Revista Justiça e Sistema Criminal consiste em que o artigo represente, de fato, contribuição científica. Tal requisito pode ser desdobrado nos seguintes tópicos: – O tema tratado deve ser relevante e pertinente ao contexto e ao momento e, preferencialmente, pertencer à orientação editorial. – O referencial teórico-conceitual deve refletir o estado da arte do conhecimento na área. – O desenvolvimento do artigo deve ser consistente, com princípios de construção científica do conhecimento. – A conclusão deve ser clara e concisa e apontar implicações do trabalho para a teoria e/ou para a prática jurídico-penal. Espera-se, também, que os artigos publicados na Revista Justiça e Sistema Criminal desafiem o conhecimento e as práticas estabelecidas com perspectivas provocativas e inovadoras. Escopo A Revista Justiça e Sistema Criminal tem interesse na publicação de artigos de desenvolvimento teórico e prático forense. Os artigos de desenvolvimento teórico devem ser sustentados por ampla pesquisa bibliográfica e devem propor novos modelos e interpretações para aspectos relacionados ao sistema criminal. Os trabalhos empíricos devem fazer avançar o conhecimento na área, por meio de pesquisas metodologicamente bem fundamentadas, criteriosamente conduzidas e adequadamente analisadas. 305 FAE Centro Universitário Normas de Publicação Para os Autores – Os trabalhos encaminhados para publicação na Revista “Justiça e Sistema Criminal” consideram-se licenciados a esta, pelo prazo de duração dos direitos patrimoniais do autor. Os trabalhos também poderão ser publicados em outros lugares, em qualquer tipo de mídia, impressa ou eletrônica, mas a responsabilidade referente aos direitos de autor perante estas em face da publicação na Revista “Justiça e Sistema Criminal” serão de responsabilidade exclusiva do autor. – Os trabalhos devem ser enviados pelo correio eletrônico, para o endereço [email protected]. Recomendamos a utilização do processador de texto Microsoft Word 97. Pode-se, no entanto, utilizar qualquer processador de texto, desde que os arquivos sejam gravados no formato RTF, que é um formato de leitura comum a todos os processadores de texto. – Não há um número predeterminado de páginas para os textos. Esse número deve ser adequado ao assunto tratado. Os parágrafos devem ser alinhados à esquerda. Não devem ser usados recuos, deslocamentos, nem espaçamentos antes ou depois. Não se deve utilizar o tabulador <TAB> para determinar os parágrafos: o próprio <ENTER> já o determina. Como fonte, usar o Arial, corpo 12. Os parágrafos devem ter entrelinha 1,5; as margens superior e inferior 2,0 cm e as laterais 3,0 cm. O tamanho do papel deve ser A4. – Os trabalhos deverão ser precedidos por uma folha na qual se fará constar impreterivelmente: título do trabalho, nome do autor (ou autores), qualificação (situação acadêmica, títulos, instituições às quais pertença e a principal atividade exercida), endereço completo para correspondência, telefone, fax e e-mail, e a autorização de publicação do artigo. – As referências bibliográficas deverão ser de acordo com a NRB 6023/2002 da ABNT. Deverão constar nas referências: SOBRENOME, Nome do autor. Título da obra em negrito. Tradução. Edição. Local: Editora, data. – Os trabalhos deverão ser precedidos por um breve Resumo (10 linhas no máximo) em português e em outra língua estrangeira, e de um Sumário, do qual deverão constar os itens com até 3 dígitos. – Deverão ser destacadas as palavras-chave limitadas ao número de 05 (cinco) também em português e em outra língua estrangeira. (palavras ou expressões que expressem as ideias centrais do texto), as quais possam facilitar posterior pesquisa ao trabalho. Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 304-308, jan./jun. 2010. 306 – Todo destaque que se queira dar ao texto deve ser feito com o uso de itálico. Jamais deve ser usado o negrito ou a sublinha. Citações de textos de outros autores deverão ser feitas entre aspas, sem o uso de itálico. A introdução e bibliografia, no sumário, não deverá ser numerada. – Não será prestada nenhuma remuneração autoral pela licença de publicação dos trabalhos. Em contrapartida, o colaborador receberá 02 (dois) exemplares do periódico em cujo número seu trabalho tenha sido publicado ou do produto digital quando contido em suporte físico. – Os trabalhos que não se ativerem a estas normas serão devolvidos a seus autores, que poderão reenviá-los, desde que efetuadas as modificações necessárias. – A seleção dos trabalhos para publicação é de competência do Conselho Editorial da Revista. Todos os trabalhos serão primeiramente lidos pelos coordenadores das Revistas que os distribuirão, conforme a matéria, para os conselheiros ou ainda para pesquisadores que não sejam conselheiros da Revista, mas tenham reconhecida produção científica na área. Eventualmente, os trabalhos poderão ser devolvidos ao autor com sugestões de caráter científico que, caso as aceite, poderá adaptá-lo e reencaminhá-lo para nova análise. Não será informada a identidade dos responsáveis pela análise dos trabalhos. Os trabalhos recebidos e não publicados não serão devolvidos. 307 FAE Centro Universitário Permuta A Revista Justiça Criminal faz permuta com as principais faculdades e universidades do Brasil, da Espanha, da Argentina e da Nicarágua. Envio de artigos Os artigos deverão ser encaminhados para: FAE Centro Universitário - Grupo de Pesquisas Modernas Tendências do Sistema Criminal Rua 24 de Maio, 135 80230-080 Curitiba -PR Email disponível no site www.sistemacriminal.org Fone: (41) 2105-4098 - Fax (41) 2105-4195 Agradecemos o seu interesse pela Revista Justiça e Sistema Criminal e esperamos tê-lo(a) como colaborador(a) frequente. Revista Justiça e Sistema Criminal, v.2, n.3, p. 304-308, jan./jun. 2010. 308